Capítulo 61

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Albedo

27 de Enero – 12:30 PM

Liyue – Hotel Goztamiel – Sauna

Una gran sauna nos aguardaba como primera actividad grupal. Dentro, tenía salas más pequeñas en las que alojar a tres parejas como mucho, así como zonas comunes y amplias, donde, de vez en cuando, los trabajadores echaban más agua a las piedras que servían para calentarnos.

Por supuesto, tuvimos que desvestirnos por completo. Yo fui de los pocos que, debido a la herida de mi espalda, preferí usar una bata en lugar de la tradicional toalla en la cintura. En una noche, las quemaduras de mis manos ya se habían curado, así que también pude quitarme las vendas.

Si ya antes llamábamos la atención, ahora éramos el objetivo de las miradas lascivas de la mayoría, lo que dificultaba nuestro acercamiento "sigiloso" a Ábaco. Él, como era de esperar, descansaba en una zona privada, separada del resto.

-Albedo: por ese pasillo –susurré por lo bajo al peliverde, mientras atravesábamos el caluroso humo de la estancia-, entran los trabajadores a su área privada. Es la única vía posible.

-Xiao: he visto también a parejas ir ahí de una en una –añadió, evidenciado aún más aquella conveniente oportunidad.

Las gotas de sudor se resbalaban por nuestros respectivos rostros. Se tomaban en serio la temperatura del lugar.

Esperamos unos minutos, cerca del pasillo. Y, cuando vimos salir a la última pareja, nos apresuramos a ser los siguientes "en lo que fuera" que se estuviese haciendo ahí dentro.

No obstante, dimos con dos puertas. Una al fondo y otra a nuestra derecha. ¿Cuál sería la que conducía a Ábaco? Lo descubrimos cuando una de ellas, la de nuestro lado, se abrió.

-Masajista: ¡hola, chicos! –se dirigió a nosotros y nos tomó a ambos de las muñecas sin dudarlo-. ¿Preparados para relajaros un poco y dejar escapar toda la tensión?

La mujer de larga trenza (le llegaba más allá de la cintura), nos metió en una estancia iluminada sólo con velas aromáticas.

En medio, una sola camilla.

"¿Por qué sólo había una si éramos dos?", me pregunté, desconcertado.

-Masajista: vamos, acercaros al "trono" –bromeó, alegre-. No seáis tímidos.

Debía ser razonable pensar que, si habíamos accedido a aquel pasillo, era para realizar aquel masaje (como habrían hecho las parejas anteriores). Por ello, nos vimos obligados a aceptar aquel servicio. Al fin y al cabo, hacer lo contrario supondría provocar innecesarias sospechas.

-Masajista: bien, ¿quién será el que reciba el maravilloso masaje? –preguntó, con una amplia sonrisa.

Yo no lo dudé. Señalé al adeptus al instante.

-Xiao: ¡¿qué?! –exclamó, asombrado quizá por mi velocidad-. ¿Por qué yo?

-Albedo: digamos que alguien no me dejó presentable la espalda la última vez –le reproché, refiriéndome a la herida que me realizó, pero sin dejar de lado la constante sonrisa que debía mantener en aquel lugar.

-Xiao: oh... -pareció entenderlo.

Y ella lo malinterpretó.

-Masajista: lo arañaste quizá demasiado la última vez, ¿eh? –hizo una risita cómplice al peliverde.

Nos beneficiaba que lo entendiera de aquella forma, por lo que me apresuré a seguir hablando para que Xiao no la corrigiera.

-Albedo: además, seguro que él agradecerá más relajarse un poco –comenté, mientras empujaba su rígido cuerpo hacia la camilla-. Ojalá le puedas quitar esa cara de malhumor que tiene –intenté aparentar cierta cercanía con él, aunque fuese mediante pequeños dardos envenenados.

El Pecado del Alquimista 4 [+18] (Genshin Impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora