Ming-yue
25 de Enero – 04:11 AM
Liyue – Profundidades adeptus – Templo de Ming-yue
Y, mientras Albedo y Aria disfrutaban sus últimas horas antes de cruzar el portal, Xiao se aventuró en el sótano por sí solo. Lo encontré sentado junto al espejo, aguardando pacientemente su apertura.
Yo fui contundente:
-Ming-yue: no voy a permitir que tú también cruces.
-Xiao: si mi hija está dentro de este artefacto, por supuesto que entraré también –me devolvió la misma firmeza.
"No... tengo claro que tú no irás", pensé con una determinación insondable.
-Ming-yue: si estáis todos dentro, ¿no crees que me sería muy fácil romper el espejo para que ninguno regrese? –presenté cual oscura posibilidad.
No titubeó. De hecho, se levantó y dio unos pasos hasta posicionarse justo frente a mí:
-Xiao: también me sería muy fácil imposibilitarte hacerlo –expuso él con aquellos dorados e intimidantes ojos.
De nuevo, su verdadera personalidad salía a la luz, dejando atrás aquella tonta actuación de súcubo.
-Ming-yue: ¿y si necesitas más pistas? ¿quién te las suministrará, Xiao? –inquirí, rauda, antes de que usara la fuerza para "resolver" aquel asunto-. Ni siquiera eres consciente de qué hay al otro lado del espejo, y sabes que es muy posible que sigáis necesitando de importante información... si queréis rescatarla.
Tomó una sabia decisión: pensó antes de actuar. Ser padre le había hecho más prudente.
-Xiao: ¿es peligroso lo que hay –cogió aire- en ese espejo? –cambió de tono por completo. Pasó de ser amenazante, a de nuevo exhibir una actitud suplicante-. No puedo dejar a Kairi y a Aria ahí dentro si...
Lo interrumpí, desviando un ápice la conversación:
-Ming-yue: ves cómo me necesitas consciente, Xiao... -insistí, tras alguna que otra carcajada victoriosa-. Además, a este lado, puedes asegurarte de que nada le pase al espejo y así permitir su regreso –continué, fingiendo tranquilidad, dando todos los argumentos posibles, para que aquel hombre no pisara el mismísimo Averno-. ¿Quién más que tú podría entretenerme y hacerme olvidar las imperiosas ganas que tengo de dejar encerrada a tu mujer en otra dimensión?
-Xiao: otra dimensión... ¿Una relajatetera? –creyó posible. Su ingenuidad debía estar potenciada por su pánico, por su necesidad absoluta de creer que su hija estaba bien.
Sin duda, lo último que querría un padre era imaginar que su retoño estaba en un lugar infectado de almas torturadas.
No obstante, volvió a encerrarse en sus pensamientos para considerar otras miles de posibilidades.
-Ming-yue: Xiao... -utilicé su nombre, para despertarlo de su ensimismamiento y tomé una de sus manos-. Si quieres más información, sabes que intentar coaccionarme no es la mejor estrategia –era una gran verdad. Por supuesto que él me intimidaba, pero yo era una mujer que moriría por su honor y principios. No sería capaz de sacarme ningún dato por las malas.
Paró entonces de pensar, al dejarse llevar por sus temores:
-Xiao: ¿qué puedo hacer para que me dejes también ir... sin que nadie rompa el espejo? –pese a mis intentos por persuadirlo, insistió en aquel temerario deseo. No obstante, no apartó su mano de la mía. Sabía que no le convenía hacerlo.
"Creo que tendré que ser aún más contundente si quiero hacerte cambiar de opinión", se me ocurrió una maléfica idea ante aquella frustrante situación.
-Ming-yue: ¿Cualquier cosa, Xiao? –sonreí, pícara.
Incluso tras haber experimentado quizá su primera relación homosexual y con el hombre que más odiaba en la faz de la tierra, él no lo dudó:
-Xiao: cualquier cosa.
-Ming-yue: bien...
***
Lo conduje hasta mi habitación, haciéndole creer lo "evidente": que iba a ansiar sexo de algún tipo. No obstante, en aquella ocasión, le pedí a mis doncellas que trajeran a la hija de una de ellas. Su nombre era Yang, y le permití vivir en mi templo, junto a su madre, para que no le faltara a ninguna de las dos un techo y una comida caliente. A cambio, su fidelidad era absoluta... casi ciega diría. Su templanza, incluso a corta edad, era envidiable, como debía esperarse del sirviente de la dueña de un templo.
-Xiao: ¿qué hace una niña aquí? –comenzó a vacilar al fin, hecho que me encantó.
Yang tendría unos siete años. Y, obedeciendo mis órdenes, se sentó frente al Cazador de Demonios.
Yo, ante su desconcierto, tomé algo de debajo de mi futón y se lo entregué al peliverde.
-Xiao: Ming-yue... -rugió en cuanto recibió aquella daga-. ¡¿Qué demonios...?!
Lo callé al instante.
-Ming-yue: dijiste que harías cualquier cosa, ¿no? –reproché, con aires de superioridad y tomé asiento detrás de la niña, para no perder detalle del espectáculo-. Si es así, desde luego que te permitiré ir también al Averno sin tocar ese espejo hasta que vuelvas –mostré toda la seguridad posible-. Y sabes que mi honor no me permite incumplir una promesa.
La mano enguantada que sujetaba aquella daga, tembló. Era consciente de que nada bueno podía pedirse con un arma de por medio.
-Xiao: ¿qué... quieres? –reunió valentía suficiente para preguntar.
Sonreí con una maldad imperativa para aquella situación.
-Ming-yue: mátala y cumpliré lo que me has pedido.
El único que reaccionó ante aquella petición fue el Cazador de Demonios, quien, por supuesto, enmudeció. Tanto la niña como yo, nos mantuvimos estoicas en nuestras respectivas posiciones.
-Xiao: ¡¿CÓMO PUEDES...?! –gritó, en cuanto pudo recuperar el habla.
Lo volví a interrumpir:
-Ming-yue: ésta es la situación, Xiao... Toma tu decisión -me mantuve firme, con mis dos manos encima de mi regazo-. O bien rompes tu contrato con Rex Lapis y matas a una completa inocente, y así vas tú mismo a rescatar a tu hijita –volví a sonreír, disfrutando al máximo de su tormento-, o bien le permites ir solos a un extraterrestre de poder multielemental y a un dragón –ironicé un ápice, quería dejar claro que aquellos dos podrían defenderse por sí mismos. No en el Averno, pero él no sabía aquel detalle.
Tal vez aquella era la peor de las pruebas para él. Su mirada expresó un verdadero calvario emocional, entre el deber y el corazón.
De hecho, estuvo varios minutos con aquella daga en la mano sin poder decir o hacer nada.
-Ming-yue: tienes que decidir, Xiao –insistí, de forma cruel, pese a su agitado estado.
Desde que le pedí que la matara, no pudo mirar a aquella niña a los ojos. No obstante, en ningún momento, dejó de sostener aquella afilada arma. Me sorprendió que su amor por Aria y Kairi fuera tan ciego como para hacerle dudar de sus principios, sin embargo... su decisión siempre la tuve clara. Al fin y al cabo, lo conocía bien.
-Xiao: no puedo, Ming-yue –pareció agonizar.
Le pedí a la niña que se marchara. Y, tras cerrar la puerta, yo victoriosa expresé:
-Ming-yue: lo sé.
No obstante, sí que me sorprendieron sus siguientes palabras:
-Xiao: esa niña... -quedó cabizbajo- tendrá un padre que la espera.
"Comprendo...", y sentí al fin una pizca de remordimiento ante la barbaridad que había cometido. Pero no tuve otra opción más que ahogarlo, dado lo inexorable de la realidad.
![](https://img.wattpad.com/cover/269760132-288-k970497.jpg)
ESTÁS LEYENDO
El Pecado del Alquimista 4 [+18] (Genshin Impact)
FanficCuarta parte de El Pecado del Alquimista. Tras el duelo a muerte, el alma de Xiao será sometida ante las tinieblas del deshonor. El más perverso temor lo hará caer en desgracia, mientras Albedo se alzará sobre sus cenizas y se dispondrá a abrir la c...