Capítulo 4

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Aria

15 de Enero – 16:36 PM

Liyue – Santuario adeptus

Tuve que derrotar varias bestias en las cercanías del santuario, pues habían enloquecido por la maldición del adeptus. Hacía tiempo que no veía aquel oscuro humo (pues no había parado de besarlo desde que lo conocí), pero tampoco me sorprendió su regreso tras saber, más o menos, lo ocurrido. Aún ignoraba qué los había conducido a pelear de forma tan despiadada y cómo Kairi había llegado hasta ellos (aunque podía deducirlo fácilmente), pero era el momento de actuar y no de reflexionar, como de costumbre.

Amaba a Xiao y, sin importar lo que hubiera hecho, no iba a permitir que se atormentara solo y lejos de casa. Ahora era mi familia y tenía claro que, si sentía la necesidad de llorar o de culparse por algo, lo debía hacer sobre mi hombro (como él tantas veces había hecho conmigo en el pasado pese a que no mereciera su apoyo).

El interior de aquel antiguo templo estaba atestado de tinieblas. Aquella maldición, pesada y hondamente negra, se había apoderado de todo su seno. Tuve que caminar, lentamente, hasta la fuente, por temor a tropezar con cualquier cosa.

Movía delante mis brazos, intentando hallar cualquier cosa en aquella oscuridad que me sirviera de guía.

Debió ser el destino, porque, tras unos frustrantes y largos minutos, al fin rocé, levemente, "algo" distinto a una pared.

Completamente ciega, lo manoseé un poco para poder identificar qué era y, sin duda, pude deducir... que era Xiao. Aquella hombrera era muy fácil de reconocer, aunque su puntiaguda forma me pinchó un poco.

Parecía estar sentado, frente a la fuente, aunque no sabía si estaba siquiera consciente porque no podía vislumbrar su rostro.

-Aria: ¿Xiao? –susurré, mi preocupación iba a estallar, y llevé mis manos a donde debía estar su cabeza.

Cuando percibí su cabello, introduje más mis dedos en aquella caótica melena y lo acaricié lentamente.

Mi tacto pareció aclarar un ápice las tinieblas que nos envolvían, permitiéndome por fin contemplarlo: sus ojos estaban cerrados. No obstante, temblaban, como si una horrible agonía lo estuviese sacudiendo.

-Aria: Xiao... -expresé, bajando mis manos de su cabello a sus frías mejillas.

Evidentemente, no parecía estar bien en absoluto.

-Xiao: por favor... vete –su alma se exhibía rota.

Y yo fui más que clara:

-Aria: te dije que nunca lo haría.

Abrió los ojos y ahogó un sollozo en cuanto escuchó aquella declaración de intenciones, sin embargo, no supe si era una mala o buena señal.

-Xiao: pues deberías hacerlo, porque he...

Lo callé con un beso que utilicé como todo un "ataque directo" a su ánimo. Él intentó apartarme de sus labios, pero no tenía muchas fuerzas. Continuando con aquel contacto, deslicé ahora una de mis manos hacia su nuca. Así me aseguraría de que no escapara de aquel íntimo gesto.

La oscuridad, por segunda vez, mermó.

-Aria: lo sé y he venido a llevarte a casa –informé, muy segura de mí misma.

Iba a sacarlo de ahí aunque tuviera que arrastrarlo por los pies por todo el camino.

-Xiao: ¿por qué no estás con tu maldito hermanito? –inquirió, tratando de controlar la repugnancia que sentía ante aquel "ser"-. Lo reventé.

"Cuando te haga regresar a casa, sin duda cuidaré de Al", también tenía claro, pero mi objetivo ahora era persuadirlo, así que no era la mejor de las respuestas.

-Aria: eres mi marido y el padre de uno de mis hijos –dictaminé, provocando al instante que borrara aquella rabia de sus dorados ojos-. No voy a dejarte aquí, Xiao.

Debía transmitirle, nítidamente, que yo no iba a marcharme de allí sin él.

-Xiao: eres... -otro sollozo atroz surgió en su voz, pero lo contuvo como pudo.

Yo seguí insistiendo, con el corazón abierto de par en par:

-Aria: te amo, Xiao.

Volvió a cerrar los ojos. Aquellas pocas palabras parecieron herirlo internamente.

-Xiao: no... -sus labios se torcieron-. Vas a irte de mi lado, lo sé –pronunció de pronto, dejándome atónita.

"¿Qué clase de estúpida paranoia lo estaba acechando?", suspiré. "Creo que puedo imaginar por qué comenzaron a pelear", aunque tampoco se me hizo extraña aquella suposición.

Tomé sus brazos y lo revolví para que volviera a mirarme:

-Aria: escúchame, Xiao –fui seria, al mismo tiempo que clavaba la mirada en él-. Si puedo seguir besándote después de la que has liado hoy, ¡nada va a apartarme de ti! Pero, por supuesto, tendremos una charla sobre cómo debes comportarte con mi hermano –y me fue inevitable no reírme, dada la tensión que estaba experimentando. Fue un desahogo emocional fortuito y traicionero, pero necesitaba descargar algo de tensión.

Él sonrió de una forma extraña, quizá al verme pronunciar un pequeño sermón, como si se tratara de un niño.

-Xiao: aquí fue donde me diste aquel primer beso –comentó, con una melancólica nostalgia-. Y, a día de hoy, aún me pregunto por qué lo hiciste. No nos...

Volví a interrumpir aquellos oscuros pensamientos de su cabeza:

-Aria: ¡yo, a día de hoy, sí que sé el porqué! –expresé, emocionada-. Mi cuerpo supo antes que nadie que estábamos destinados.

Soltó una carcajada.

-Xiao: eso es imposible –ironizó.

Hubo una horrible tristeza que a mí también me sacudió ante aquel asunto:

-Aria: ¿acaso te arrepientes de que lo hiciera? –inquirí, quizá más que temerosa de su respuesta-. ¿Acaso... -titubeé- hubieras preferido seguir siendo solamente el Cazador de Demonios y no también mi...?

Una honda ofensa pareció emerger en su mirada.

-Xiao: ¡¿Cómo puedes si quiera preguntar eso?! –espetó, enfurecido, y al fin la fuerza pareció regresar a su cuerpo, porque... él fue ahora quien se abalanzó sobre mí.

Me estampó contra el suelo y una feroz mirada me acechó. En segundos, lo tenía encima de mí y con un enfado notable. "Al menos ya no parece estar pensando en lo sucedido", agradecí.

De hecho, poca oscuridad quedaba ya a nuestro derredor. Ante aquellas simples preguntas, pareció recuperar la cordura y, con ello, recomponer su alma. ¿Y por qué? Porque era Xiao ahora quien debía dejarme muy claro lo siguiente:

-Xiao: ¡¡yo te amo, Aria!! –su grito hizo eco en el templo-. Eres lo mejor que me ha pasado... -volvió a bajar el tono de su voz, pero su firmeza seguía siendo igual de intensa.

Volví a llevar mi mano a una de sus mejillas, ya no tan frías precisamente.

-Aria: entonces regresemos a casa –sonreí con ternura.

El Pecado del Alquimista 4 [+18] (Genshin Impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora