Capítulo 36

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Aria

24 de Enero – 14:31 PM

Liyue – Profundidades adeptus – Templo de Ming-yue

"Se marchó por el sótano", fue la gran pista que nos concedió tras nuestro horrible espectáculo. No tuve el coraje suficiente para mirar a Xiao en ningún momento, pero podía percibir su oscura energía en el transcurso.

Después de la petición de divorcio, no sabía si aún me quería, pero, sin duda alguna, seguía desagradándole la idea de que intimara con mi hermano. Y aquello... no sabía si debía ilusionarme o, simplemente, hacerme comprender que ver a otros follar delante de ti no era plato de buen gusto para nadie.

-Albedo: ¿estás bien? –preguntó, preocupado, mientras nos aventurábamos por el oscuro sótano.

-Aria: él... -mascullé entre dientes- estaba sufriendo –era ahora mi principal pensamiento-. Pero... ¿Tú qué tal estás, Al? Tu espalda ha debido sufrir...

Rió ligeramente.

-Albedo: te dije que ya estaba mejor –insistió con lo mismo.

No obstante, aquellos intensos y rápidos movimientos no debieron ser nada buenos para su herida.

-Aria: ¿te dolió mientras...?

-Albedo: no –siguió con sus mentiras, lo que activó mi enfado.

En medio de aquel pasillo, rodeado de indescriptibles y misteriosos artilugios, paré en seco.

-Aria: voy a mirar tu espalda ahora –sentencié de pronto, y me volví hacia él.

Él dio un paso atrás ante mi avance, pero no pudo alejarse mucho más por el poco espacio libre que nos rodeaba.

-Albedo: tenemos que encontrar a Kairi, Aria –levantó las manos, como si le estuviera apuntando con un arma-. ¿No podemos dejarlo para más tarde?

Tenía razón, pero mi mente ya me estaba aterrorizando con la idea de que su herida, tras todo el progreso que habíamos logrado, se hubiera abierto de nuevo. Su tamaño era tan considerable que... podía incluso desangrarse si éramos descuidados (y él solía serlo consigo mismo, demasiado).

Llevé mis manos a su casaca, con toda la intención de retirársela, pero él las detuvo rápidamente.

-Albedo: ni siquiera podrás examinarla bien con esta poca luz –argumentó, pero no me importó.

Continué presionándolo para que me dejara desnudarlo... ahí mismo.

Él no cedió un ápice.

-Aria: si te resistes, tardaré más –advertí, con porte firme, mientras ambos conteníamos las respectivas manos del otro-. ¡Por lógica, te ha debido doler!

-Albedo: ¡no, Aria! –fue contundente.

-Aria: ¡sí, Albedo! –expresé de forma irónica.

Ya estábamos discutiendo y forcejeando como niños.

Entonces, él explotó:

-Albedo: ¡maldita sea, Aria, lo disfruté! –su grito hubiera hecho eco en la gran estancia si no estuviera atestada de objetos.

Paramos ambos de forcejear en el acto, e incluso separamos nuestras manos.

Un sepulcral e incómodo silencio se presentó.

-Albedo: será mejor que sigamos, por favor –suplicó, con un bajo tono de voz.

-Aria: sí... -acepté, mientras me recuperaba del repentino shock.

"Si no hubiera estado Xiao presente... yo también lo hubiera disfrutado", era más que consciente.

Me había lavado rápidamente tras lo sucedido, pero, de alguna forma, aún seguía sintiendo sus fluidos dentro de mi cuerpo. De no estar tan preocupada por mi niña, hubiera necesitado mucho más. Al fin y al cabo, fue sexo rápido y breve, el más conveniente cuando tenías "espectadores", pero el que también te dejaba con la miel en los labios. Sentir de nuevo el pene de mi hermano en mi interior, incluso en aquella situación, fue por unos segundos glorioso.

"Aria, ¡concéntrate!", volví a recuperar el juicio.

Y, ansiosa, busqué a mi derredor con detenimiento.

-Albedo: debe haber alguna trampilla oculta–era una posibilidad más que loable-, el problema va a ser encontrarla con tantas antigüedades ocupando la mayor parte del lugar.

Algo llamó mi atención.

-Aria: ¡Al, mira! –alcé la voz, ilusionada-. ¡Una sábana tirada!

Era la única tela que estaba en el suelo, las demás estaban intactas. Tenía que tener una explicación... pero no sabía si sería una explicación relacionada con mi hija.

-Albedo: un espejo -contempló con curiosidad el mueble que estaba junto a la manta-. No parece... raro.

Sí, parecía un espejo corriente. Bastante grande, pero corriente.

Mi hermano golpeó el cristal con sus nudillos sin pensarlo dos veces.

-Aria: ¡Al! –le reproché al instante-. ¿Y si es peligroso?

-Albedo: hay que experimentar, Aria –sonrió, transmitiéndome tranquilidad.

Yo suspiré.

El Pecado del Alquimista 4 [+18] (Genshin Impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora