Capítulo 22

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Aria

21 de Enero – 3:36 AM

Liyue – Pantano Dihua – Casa de Aria y Xiao

Tras recoger la habitación principal, me encaminé de nuevo al piso base. Cuando traté de abrir el baño de su habitación, supe que había bloqueado la puerta con pestillo.

-Aria: ¡abre la puerta! –pedí (más bien, ordené), sufriendo una intensa frustración al no poder girar la manilla.

Ni siquiera respondió al otro lado.

"Maldita sea...", espeté. Durante mi propia masturbación no lo había pensado (había enloquecido), pero ahora temía que pudiera hacerse daño en la espalda si hacía sobreesfuerzos. Aunque... también era "ligeramente" una excusa. ¿Cómo negarlo? Quería entrar ahí y hacerle de todo, pero intentaría limitarme a lo que él mismo había hecho... sin llegar a mayores.

-Aria: Al, ¡abre! –intenté no subir mucho el tono, temerosa de despertar a los niños. No obstante, afortunadamente, estaban en el piso de arriba.

Y activé mi poder ante su silencio.

Una vez más, creé lianas que reptaron por el baño de la puerta, se alzaron al otro lado y... desactivaron el pestillo.

-Aria: ¡ajá! –abrí la puerta, victoriosa.

Hallé a Al dentro de la zona de la ducha con una mano apoyada en la pared y la otra sosteniendo su aparato. En cuanto supo que había entrado, no le sorprendió en demasía.

-Albedo: Aria... -suspiró, quizá cansado de que usara semejante magia para asuntos tan banales.

-Aria: ¿cómo te atreves a ponerle el pestillo a tu hermana? –sermoneé, molesta, mientras me avecinaba a su ubicación con paso decidido.

Me coloqué detrás de él.

-Albedo: ¿... cómo te atreves a no ponerlo tú? –replicó, percibiendo ya cómo deslizaba mi mano por su costado para apoderarme de su pene.

Nada más sentirlo entre mis dedos, de nuevo el ardor regresó a mi cuerpo. "Sólo acaba con esto, y después a dormir, ¿ok?", mi razón trataba de negociar con mi obscena lujuria.

Pero la lujuria no hablaba, actuaba.

El primer espasmo que sufrió casi lo recibí con el mismo placer que él. Había comenzado a frotar fieramente su torre, sin ninguna clase de piedad o miramiento.

-Aria: sé que te gustaba rápido –comenté, sin poder evitar disfrutar aquella erótica escena.

Mientras yo lo arrinconaba en aquella ducha, de espaldas a mí, veía cómo se derretía ante mis sacudidas.

Su espalda y piernas vacilaban. Se mantenía de pie como podía.

-Albedo: contigo... me gusta de cualquier forma –masculló entre dientes, intentando mantener la compostura en una situación como aquélla.

Escuchaba sus gemidos, y yo iba enloqueciendo.

Aumenté aún más el ritmo.

-Albedo: n-no... -gemía-, así voy a...

-Aria: ¿correrte?

Su silencio me aseguró que había dado en el clavo.

-Albedo: por favor, puedo... puedo hacerlo yo mismo –pronunció entre interrumpidas respiraciones.

-Aria: te puedes hacer daño ahora –intenté aparentar normalidad en unas circunstancias que, por supuesto, no lo eran-, ¿por qué no quieres que te ayude?

-Albedo: prefería... -calló por unos segundos cuando le propiné una fuerte sacudida- que fuese de otra manera...

-Aria: ¿de otra manera? –repetí, confusa.

Explotó tras un muy sensual gemido, y su semen impactó contra el azulejo de la ducha.

Tuvo que recuperar el aliento.

-Aria: necesito que me lo expliques, Al –rogué, desesperada.

-Albedo: ¿ahora, de verdad? –se quejó, pues aún tenía mi mano sobre su pene.

***

Le di un respiro para recomponerse de lo ocurrido y poder meterse de nuevo a la cama. No obstante, él aprovechó aquella tregua para dejar pasar la conversación. ¿Por qué lo pensaba? Porque, nada más colocarse la manta, cerró los ojos.

"Buen intento, hermanito", pensé, irónica.

Me tumbé frente a él y, con uno de mis dedos, lo golpeé en las costillas.

-Albedo: tenemos que dormir, Aria –simplemente declaró.

-Aria: ¿cuál era esa otra manera? –iba a insistir hasta el desaliento si hacía falta.

No quiso ni abrir los ojos de nuevo. Fingió no escucharme.

-Aria: ¡Al! –exclamé.

-Albedo: ¿qué puedo hacer para que te olvides de ello?

Yo respondí con cierto infantilismo:

-Aria: ¡contádmelo!

-Albedo: eso es incoherente... -al fin me mostró de nuevo su mirada.

Esbozaba una expresión de notable incomodidad.

-Aria: por favor... -lo miré como un cachorro.

Él frunció el ceño, sintiéndose entre la espada y la pared.

-Albedo: preferiría hacer estas cosas cuando pensaras en mí mientras... -no sabía cómo terminar aquella frase, se le veía demasiado tímido como para conseguirlo.

-Aria: por supuesto que pensaba en ti cuando me estabas tocando –se escapó de mis labios, al sentir aquello como una ofensa. No obstante, su repentino y tierno rubor me provocó un rápido arrepentimiento. ¡De nuevo esa peligrosa atmósfera!-, pero... fui con la idea de fantasear con mi marido, Al –dejé claro-. Ya son varios días y no sólo echo de menos su presencia... -dije, con cierta vergüenza, por muy natural que pudiera ser.

Bajó la mirada.

-Albedo: lo sé –expresó, había melancolía en su bello rostro-. Siento haber intercedido en tu...

-Aria: no lo hubiera conseguido sin ti, hazme caso –recordé la frustración que me estaban generando aquellos dos juguetes al principio.

Era tenso hablar de impulsos sexuales con mi hermano, pero... en el pasado habíamos hecho actos más profundos que hablar, así que no entendía por qué nos costaba tanto encararlo a ambos. Parecíamos dos niños de parvulario.

-Albedo: si necesitas... -musitó, muy nervioso. No podía mantenerme la mirada- que te... ayude en otra ocasión -se sonrojó por completo-, a mí no me...

Besé su frente y él, al no esperarlo y estar demasiado exaltado, pegó un pequeño brinco.

No pude evitar reír.

-Aria: eres tan lindo... –tampoco pude evitar expresar.Sus mejillas rojas me estaban acalorando también.

"Pero no sería buena idea que volviéramos a repetir esto", sabía bien. La próxima vez me aseguraría de cerrar el pestillo.

El Pecado del Alquimista 4 [+18] (Genshin Impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora