Capítulo 20

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Aria

20 de Enero – 22:12 PM

Liyue – Pantano Dihua – Casa de Aria y Xiao

Al final y contra todo pronóstico, quedó un maravilloso cuadro en el que incluso yo participé con la constante asistencia de Al. Intentó en vano enseñarme a hacer líneas rectas, pero mi aportación no fue muy distinta de la de Kairi y Nathaniel. Sin duda, teníamos el mismo nivel artístico.

No obstante, en conjunto, quedó un lienzo colmado de distintos colores y tonos, cuyas formas se podían entrever como una gran flor. Por el momento, dejamos el futuro cuadro en el comedor, encima de un armarito, a la espera de encargar esta vez un marco que lo embelleciera.

Cenamos, y de nuevo se dieron las risas y las miradas cómplices con mi hermano, mientras los niños devoraban y comenzaban a padecer el peso del sueño. Al fin y al cabo, habían estado todo el día bastante activos. No hubo ni siquiera que contarles ningún cuento, cayeron rendidos sobre la cama. Y, una vez más, a mí se me cayó la baba cuando lo contemplé arropándolos en aquella cama de lilas mantas.

-Aria: ¿hoy no te has movido demasiado? –inquirí, preocupada, ya con un largo camisón que me había colocado en el baño y que también compré en Liyue. Tenía más tela que el que solía usar en casa-. ¿No te duele?

-Albedo: estoy bien, Aria –siempre respondía lo mismo.

Suspiré, y me dirigí a él para comenzar a desvestirlo. Desde que tenía ya su propio pijama, era mi deber ayudarle a ponérselo, por muy reticente que se mostrara a diario ante ello.

-Albedo: puedo hacerlo solo –dijo, con un creciente nerviosismo al ver cómo, rápidamente, le había retirado la casaca y ahora estaba desabotonando su camisa-. De verdad que he mejorado...

-Aria: ¿quién puede fiarse de ti? –le piqué, haciéndole caso omiso.

-Albedo: estaría bien que lo hicieras tú –se quejó un poco, aunque había un tono burlesco en sus palabras.

Por fortuna (a medias), no le tenía que desnudar por completo, ya que tenía que dejar sin tocar su ropa interior, pero quitarle aquellos pantalones cortos... ¡joder! Debía hacerlo sin mirar para no saltar sobre él. Al fin y al cabo, yo mejor que nadie, sabía que su cuerpo era, absolutamente, perfecto y, sobre todo, una verdadera tentación.

No obstante, mirando hacia otro lado y pensando en asuntos serios (como los impuestos y demás que debía pagar a fin de mes), conseguía controlarme.

Es posible que alguna vez se me deslizara la mano por su suculento trasero "sin querer". No obstante, ¡estaba orgullosa de mí misma!

Bajé sus medias...

"Declaración de valor añadido soportado, formulario 3/2 de actividades económicas...", repetía en mi mente como si se tratara de una canción.

Automáticamente, le ayudé a sentarse en el borde de la cama para ponerse los pantalones, sin APARTAR la vista de la pared,

"Impuesto de bienes inmuebles... Impuesto de...", seguía con mi cantinela.

Pese a todo, respiraba con dificultad, como si fuera una perturbada.

-Albedo: algún día tendré que llevarte a un psiquiátrico para que te examinen –rió, testigo de mi ridícula actitud.

En aquel tiempo, se había dado el gusto de soltar todo tipo de bromas. Debía devolvérselas en algún momento... que pudiera pensar "fríamente".

Y al fin le coloqué la parte de arriba y comencé a abotonarla.

-Aria: uff... ¡fuego superado! –solté, orgullosa-. ¿Tienes sueño, Al?

-Albedo: supongo –continuó con sus carcajadas.

***

Y, por supuesto, ayudarlo a desvestirse y vestirse no era la única tentación diaria. La misma noche era, de por sí, toda una tensión, pues dormíamos en la misma cama... y muy cerca. Habitualmente, incluso abrazados, pero lo cierto es que lo hacíamos sin pensarlo. Nuestros cuerpos acababan entrelazándose por sí solos.

-Aria: Al... -le llamé unos minutos después de meternos en la cama, ya con su brazo encima de mis caderas.

De nuevo abrió los ojos y respondió:

-Albedo: me puedo imaginar qué quieres –fingió suspirar de cansancio, pero, sin pensarlo dos veces, fue a concederme un dulce beso en la frente.

Yo acaricié su mejilla, atontada con su rostro.

-Aria: ¿no podrías haber acaparado un poco menos de belleza? –susurré, hechizada.

-Albedo: ¿y no poder disfrutar de cómo me estás mirando ahora? –pareció de nuevo otra broma. Sin embargo, había un profundo y enigmático tono en sus palabras-. Claro que no...

Le tiré del moflete.

-Albedo: ¿pero... pero...? –expresó, desconcertado.

"Si seguía con aquella expresión... iba a acabar besándolo en los labios", tenía más que claro, por lo que era obligatorio cambiar aquella atmósfera cuanto antes.

-Aria: te lo merecías –saqué la lengua.

-Albedo: ¿p-por qué? –seguía confuso.

Me di la vuelta, dándole la espalda esta vez.

-Albedo: ¿Aria? –y su incomprensión sobre la situación pareció empeorar-. ¿He hecho algo mal? –preguntó, preocupado.

No le respondí.

Entonces, tuve un mal presentimiento, especialmente cuando escuché:

-Albedo: está bien –había ahora una considerable malicia en su voz-, tomaré tu papel.

Llevó su mano a mi costado y, sin ninguna clase de piedad, inició la tortura.

-Aria: ¡noooooooo! –grité, al sentir aquellos cosquilleos sobre las costillas-. ¡Para, Al!

-Albedo: me lo pensaré cuando vuelvas a mirarme –aquella inusual picardía en él, me hacía arder.

"Peligro...", sentí la alarma y, lo más rápido posible, pensé en los impuestos.

¡Pero no funcionó!

-Aria: Al, ¡te lo suplico, para! –reía y temía al mismo tiempo.

Tomó mi muñeca y la utilizó para obligarme a volverme hacia él. No obstante, debido al repentino y ágil tirón, acabé... demasiado cerca de su boca.

Por unos segundos, ambos nos quedamos petrificados, sin dejar de contemplarnos.

-Albedo: Aria...

Su aterciopelada voz me inundó por completo.

-Aria: ¿qué?

-Albedo: ¿puedo bes...?

Y, tras sufrir un intenso escalofrío, tapé sus labios a la velocidad del rayo.

-Aria: ¡a dormir! –sonreí de forma tétrica.

El Pecado del Alquimista 4 [+18] (Genshin Impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora