Xiao
29 de Enero – 9:32 AM
Liyue – Ciudad
Tras hacer efecto el somnífero, até bien a Albedo en su cama. Lo hice con gruesas cadenas e incluso las imbuí en energía adeptus, para que fueran casi indestructibles. No quería que cometiera ninguna locura en mi ausencia, así que, además, le pedí a Rex Lapis que se trasladaran todos a aquel piso desde el templo de Ming-yue. Al fin y al cabo, aquel templo era ya inservible para nosotros.
Como si se tratara de una patrulla, aquella noche había rastreado Mondstadt y Liyue en busca de "personas sospechosas". Concretamente, buscaba "personas sospechosas que hubiesen robado un espejo que conducía al Averno", lo que suponía buscar una aguja en un pajar.
Asolé algún que otro asentamiento de bandidos, pero, incluso a aquellas horas de la mañana, aún no había encontrado rastro alguno. No importaba a quién interrogase, nadie sabía nada de la existencia siquiera de un espejo maligno.
Ahora, caminaba por los tejados de la gran ciudad, especialmente por las zonas más adineradas. Si alguien había conseguido acceder a aquel hotel y llevarse el artilugio de un magnate hotelero, debía tener bastantes recursos a su alcance.
Los ricos no solían madrugar, por lo que no había muchos de ellos, a aquellas horas, en las calles. Como mucho, veía a sus trabajadores haciendo fila en las pastelerías de la zona.
"Quizá debería meterme en cada una de estas casas", era la mejor estrategia si quería encontrar un espejo.
No obstante, antes de encomendarme a aquella "loca" tarea, una pareja llamó mi atención. Él la llevaba de la mano y no apartaba la vista de ella. Ambos reían como dos idiotas.
Y sufrí de envidia.
Me fijé más en ellos.
"¿Ese no es el maldito Fatui?", comencé a identificarlo.
-Tartaglia: veo que andar puedes, ¡sin duda! –bromeaba, feliz.
"Si ha encontrado pareja, puede que ahora deje en paz a Aria", era una posibilidad, pero de él todo lo esperaba.
-¿?: ¡incluso podría correr, tonto! –soltó varias carcajadas.
Aquella voz erizó mi alma.
-Xiao: ¡¿ARIA?!
***
Tartaglia
29 de Enero – 9:35 AM
Liyue – Ciudad
Pese al contrato que había hecho con Zhongli, sabía que no tardarían en aparecer. No obstante, el Cazador de Demonios se acercó en el mejor de los momentos: cuando Aria me dio otro de aquellos apasionados besos. Yo, por supuesto, disfruté de aquel mágico gesto. Incluso lo hice más sabiendo que él estaba observándonos a unos metros.
Quedó, absolutamente, paralizado.
-Aria: gracias por todo –declaró, sin apartarme la vista, con aquellos ojos grandes y brillantes. Los de alguien que estaba enamorado.
Y yo, tras agradecer a los cielos que no hubiese usado aquel "nombre" para referirse a mí, sentí una gran satisfacción. ¿Por qué? Porque él también lo había escuchado.
Lo supe en cuanto desapareció de un impulso.
"Já... Espero que te escueza bien", deseé, victorioso.
-Aria: ¿a dónde estás mirando, Xiao? –replicó, en cuanto supo que perdió parte de mi atención.
Solté su mano para tomarla de la cintura y así tenerla aún más cerca de mí.
-Tartaglia: pensé que había visto a alguien –contesté, alegre.
-Aria: ¿a quién?
-Tartaglia: nadie importante –traté de ocultar la malicia de mi sonrisa.
Me golpeó de nuevo el costado.
-Aria: siempre con tus secretismos –espetó, molesta-. ¿Sabes cuántos años llevamos casados como para que sigas con la misma actitud?
"Oh, mierda", me aterrorizó aquella pregunta. ¡No sabía la respuesta! Probablemente, serían más de seis años, pues se casaron para esquivar mi régimen de esclavitud. No obstante, no lo tenía del todo claro. Quizá no contabilizaban su tiempo de matrimonio desde aquel oscuro momento, sino desde más adelante... Cada pareja era un mundo.
-Tartaglia: emmm.... Mmm... -me puse bastante nervioso.
Su enfado fue incrementándose.
-Aria: vas a morir... -amenazó, ¡colmada de furia!
Temí por mi vida. Ahora ella era una mujer despechada, ¡y no había nada más peligroso que aquello!
-Tartaglia: yo... yo... ¡he estado muy preocupado con cómo estabas y tengo la mente en blanco, lo juro! –improvisé, al borde de mi "asesinato".
Se enterneció un ápice, pero aún mantuvo un considerable enfado.
-Aria: te perdonaré si me llevas de una vez hasta mi hermano –aprovechó la coyuntura.
-Tartaglia: apenas estás dando un primer paseo, Aria. ¡Date tiempo! –suspiré-. Además, quizá esté ahora ocupado con su trabajo, ¿no crees? –fue un estúpido intento de persuasión.
-Aria: sabes bien que Al jamás estaría ocupado para mí.
Debí esperar aquella rotunda afirmación.
-Tartaglia: ¿y si... no quiero que lo veas aún? –se me ocurrió preguntar, siendo consciente de que la figura de "marido" podría ayudarme en aquel propósito. Al fin y al cabo, ahora no era precisamente el "cabrón que la esclavizó", sino el "héroe que la salvó y con el que se casó". Posiblemente, Xiao tendría algún tipo de poder sobre ella, especialmente en unas circunstancias en las que él quiso divorciarse.
Ella quedó impactada:
-Aria: es... es la primera vez que me pides algo así.
"¿En serio? ¿Incluso sabiendo la debilidad que tienes por tu hermano?", me sorprendió escuchar. De haber sido Xiao, le hubiera impuesto jamás ver a Albedo. Comenzaba a entender por qué podría haber sobrevenido el divorcio, y quizá podría usarlo en mi beneficio.
Tomé sus manos y la miré con determinación.
-Tartaglia: dijiste que harías todo lo necesario para recuperar nuestro matrimonio –incidí en la herida, metiéndome de lleno en el papel.
Esbozó una expresión de horror.
-Aria: pero Xiao, Al es... -quiso argumentar.
-Tartaglia: sé lo que significa para ti –aquella línea era prometedora-. Por ello, preferiría que, por lo menos, te dieses un tiempo sin él.
-Aria: ¿y si le ha pasado algo?
"¿Por qué le iba a pasar algo?", me pregunté, deduciendo aquello como una mera excusa para verlo.
Me vino otra idea:
-Tartaglia: si quieres, iré hasta su casa y veré si está bien –expuse, haciéndola sentir entre la espada y la pared.
Bajó la mirada, melancólica.
-Aria: ... dile que lo quiero –aceptó, derrotada.
"Por supuesto", pensé, sarcástico.
Y, en aquella ocasión, fui yo quien la besó a ella.
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El Pecado del Alquimista 4 [+18] (Genshin Impact)
FanfictionCuarta parte de El Pecado del Alquimista. Tras el duelo a muerte, el alma de Xiao será sometida ante las tinieblas del deshonor. El más perverso temor lo hará caer en desgracia, mientras Albedo se alzará sobre sus cenizas y se dispondrá a abrir la c...