Leyenda 131: Recuperando el báculo VIII.

4 0 0
                                    

Estando en el nuevo piso nuestro protagonista decidió optar por un enfoque distinto, más silencioso, más lento, en su mente más seguro.

Esta vez entro a hurtadillas en el piso y se escondió lentamente bajo un escritorio de la oficina. 

Desde allí, empezó a observar la habitación con detenimiento, buscando ver a sus siguientes oponentes; sin embargo, después de algunos minutos totalmente concentrado en el entorno, nada paso.

No había señal alguna de la presencia de sus oponentes, era como si después de todo el ruido que causo en el primer piso estos hubieran decidido esconderse y esperar sus movimientos, como si ellos también estuvieran esperando el momento de descuido perfecto para lograr su cometido.

Esta situación de silencio poco a poco fue colmando la paciencia de Julián, necesitaba pasar, pero sabia que ante el menor movimiento en la habitación seria atrapado y allí perdería la oportunidad de recuperar su báculo.

Molesto por ello, decidió impulsivamente retomar el ritmo que llevaba antes de entrar al segundo piso.

Tomo su arma y sin temor a nada disparo hacia arriba. El sonido del disparo rápidamente recorrió toda la habitación, el brillo del fuego señalo la posición en la que estaba y esto basto para que sus oponentes se abalanzaran sobre el escritorio con toda su fuerza.

Cual boas constrictoras aplastaron el escritorio con tal fuerza que en un par de minutos solo quedaron fragmentos de corteza dispersos en el suelo.

Por suerte para nosotros, Julián había aprovechado aquellos segundos antes del voraz impacto contra el escritorio para salir de el y correr hacia otro ubicado tres cubículos a su derecha. 

-Tuve suerte. -Pensó mientras oía latir con rapidez su corazón- Mucha suerte... yo...

Antes de poder concluir su pensamiento escucho como los escritorios cercanos a su antiguo escondite eran convertidos en pedazos. Aquella fuerza animal, que destruía esos posibles escondites como si fueran cajas de cartón lo sobresalto en demasía. No sabia cuales escritorios serian sus próximos objetivos, pero tenia claro que no quería estar en uno de ellos; por lo tanto, decidió recurrir a una táctica más simple: huiría de escritorio en escritorio hasta llegar a las escaleras.

Más que una táctica, en ese momento era solo instinto puro. Una idea desesperada para continuar su camino hasta su báculo.



Una decisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora