En esos instantes de miedo absoluto aquella sombra voló hacia ellos y rápidamente los atrapó al mismo tiempo que destruía con sus manos los escombros que los rodeaban. Ellos no entendían nada de lo que sucedía, no sabían si debían agradecer o temer aún más a aquel ser que los sostenía.
Al verlo pudieron ver que quien los sostenía era un ser con alas rojas a su espalda, piel blanca, ojos negros con pupilas rojas, brazos, piernas y dorso muy fornidos, y mucho pelo en todo el cuerpo, su cara se encontraba cubierta por un manto negro que aparte de sus ya mencionados ojos, solo dejaba ver una sonrisa blanca muy siniestra.
Aquel ser rápidamente giró y puso rumbo hacia una pequeña iglesia que estaba a unas cuadras de allí, descendió lentamente, aterrizó en su entrada y recogiendo sus alas camino con ellos en brazos hacia su interior muy tranquilamente.
Una vez estuvieron dentro él ser los dejo de pie en el centro del crucero y caminó un poco más hasta detenerse en él presbiterio, donde se giró hacia ellos y se quedó inmóvil.
Pronto aquel ser se encogió hasta reducirse al tamaño de un adulto, al tiempo en que su gruesa piel, junto con los pelos que la cubrían se transformaban lentamente en una sotana café.
Al poco tiempo de terminar este proceso de transformación aquel hombre se quitó el manto negro del rostro, y reveló ser un sacerdote de tez blanca como la nieve, labios rojos, ojos de un café muy tenue, y una sonrisa que inspiraba mucha calma.
Ambos se sorprendieron al verle y atónitos, mientras contenía su respiración se quedaron inmóviles observandolo detenidamente.
-yo soy Miguel, sacerdote de esta iglesia, y a pesar del modo en que os traje aquí, -sonrió levemente- no tengo malas intenciones, de hecho, quiero darles un mensaje - se presentó sutil y suavemente aquel hombre-.
Julian de inmediato llevó sus manos hacia la Desert Eagle que llevaba en su bolsillo izquierdo, y cuando estuvo a poco segundos se sacarla Rebecca le sostuvo las manos y con un rápido movimiento de su cabeza le insto a no tomarla.
-yo estoy igual de sorprendida que tú -dijo mirándolo fijamente a los ojos- pero quiero escucharlo-.
Julián se relajo al oír a Rebecca y lentamente retiró sus manos de su bolsillo.
-¿p-porque nos trajiste aquí? -pregunto temeroso Julian-.
Miguel camino hacia ellos silencioso y sin decir ni una palabra, deteniéndose justo frente a ellos.
-¿y bien? -inquirió nerviosa Rebecca quien ya estaba sudando-.
Aquel sacerdote, colocó sus manos sobre las cabezas de ambos chicos, y allí, estas se transformaron rápidamente en unas manos negras, que desprendían un humo carmesí.
-para esto. -dijo sin más él sacerdote-.
Luego de esas palabras sus manos se hicieron más grandes y fueron reforzadas por unas placas negras que recubrian todo su estructura; a la vez, que se comenzaron a calentarse.
Ellos cayeron en trance y luego de cerrar los ojos, perdieron total noción del sitio donde estaban.
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Una decisión
AksiEn un mundo en el que la humanidad a caído en la anarquía debido a la aparición de un virus zombie, seguimos la historia de un joven que busca a sus padres mientras lucha por sobrevivir a una nueva guerra santa en la que se pone en juego no solo el...