Capítulo 66: El Estado De Alberto.

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Julián luego de tomar la botella, la abrió y empezó a beber el líquido sin prisa, mientras poco a poco salía de la bodega.

En ese instante se percató de que alberto está profundamente dormido, su respiración casi no se se notaba y su espíritu se sentía muy disperso. 

Esto lo intrigó y al acercarse vio unas plumas negras alrededor del muchacho; acto seguido tomó una de ellas entre sus manos.

De inmediato sintió un gran dolor de cabeza y pese a que se quejaba del dolor nadie en la habitación parecía darse cuenta.

-¿Quién eres? ¿Cómo osas interferir en mi prueba? -preguntó una voz irreconocible y visiblemente enojada-.

-Yo... -apretó los dientes- soy un amigo de este chico, solo... -el dolor aumento, sentía que su cabeza explotaría- solo queria saber si estaba bien... -respondió Julián apenas soportando el dolor-.

-Hmm... me parece perfecto, -la voz retumbo en su cabeza- este chico aun es muy joven para aceptar mi poder por completo, y su mente aún es muy inocente para poder pasar esto por si mismo, así que ayúdale, fortalece y regula el poder que yo le entregaré... dejaré que se recueste en ti, que seas el árbol que le brinde sombra...

En ese instante la presión en su mente terminó por superarlo, y cayó en una pesada ensoñación, se sentía caer en un profundo abismo, pero no podía hacer nada, no se podía mover, no podía abrir los ojos. En últimas, no podía hacer nada más que caer.

Al cabo de unos minutos, por fin se detuvo, y al hacerlo, se sentó y miró al cielo sobre él: Era claro, azulado, lleno de luces blancas y muy al fondo un tinte anaranjado que hacía parecer que pronto amanecería. Al ver el cielo, aquel cielo espléndido y hermoso se quedó pasmado durante un tiempo, y luego de ver algunas estrellas fugaces perderse en aquel firmamento recordó el porque estaba allí. 

Venia en busca de Alberto.

Lo busco con su mirada por todas partes y no lo encontró. así que perdido, decidió correr hacia adelante para ver si expandiendo su horizonte lo hallaría.

En un determinado momento, el suelo, que antes era una especie de espejo que reflejaba el firmamento, cambio de aspecto y se transformó en pasto y tierra, ya no era recto, ahora tenía colinas y viento que le rozaba la piel, y allí, en medio de lo que parecía una meseta; vio en la cima de una pequeña colina un árbol, y sentados a sus pies, un niño pequeño: de ojos azules, cabello castaño, pantalón gris, zapatos cafes y camisa roja; y una mujer a la que esté escuchaba con gran atención.

Rápidamente decidió ir allí, y al llegar, vio con que aquel niño era Alberto y ante su asombro, al intentar llevárselo de allí; aquel niño lo miró con desconcierto, como si no lo conociera y volvió con aquella dama extraña que solo le sonrió triunfalmente.

Entonces se dio cuenta de lo que sucedía y cayó en cuenta el porque esa voz le había enviado.    

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