Leyenda 132: Recuperando el báculo IX.

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Sus oponentes al ver que no se hallaba en aquellos lugares pensaron que Julián había iniciado un juego de aplastar al topo y que tenia como objetivo llegar a las escaleras, por tanto, entre susurros decidieron dividirse por la habitación: uno destruiría todos los escritorios desde ese punto hasta las escaleras y aguardaría allí por si Julián se dirigía o encontraba cerca de esa zona, mientras el otro destruiría los demás escritorios con la fin de que su presa no encontrara lugar donde esconderse en la habitación y fuera forzada a pelear "limpiamente" contra ellos.

Julián solo pudo escuchar sus susurros, por lo que tomo la decisión de quedarse quieto en donde estaba y esperar el siguiente movimiento de sus oponentes. Segundos después de haber tomado esta decisión, sintió los fuertes golpes aproximarse hacia el, escuchaba los crujidos de la madera rompiéndose, sentía el peligro acercarse en su dirección y ante el desespero que lo invadía, decidió acurrucarse en aquel pequeño espacio y apuntar su arma hacia la tabla que cubría su cabeza.

Estaba estrecho y era incomodo, pero estaba tan concentrado en el ruido que acontecía fuera de su pequeño escondrijo y tan abrumado por el sonido incesante de sus veloces latidos que poco le importaron estas sensaciones relacionadas con su posición.

Con el corazón latiendo a mil, sudando y asustado por el repentino golpe que pensaba pronto aparecería frente a el, esperaba el momento adecuado para disparar.

Los segundos pasaron, las gotas de sudor frio rodaron por su piel y las astillas de madera volaron por la habitación, pero los golpes destructores nunca llegaron. En su lugar oyó como aquella destrucción arrolladora pasaba a su lado, escuchar que se alejaba lo tranquilizo y le permitió soltar un suspiro de alivio mientras contemplaba con algo de perplejidad la superficie gris de su arma.

Pocos segundos después noto lo incomodo y estrecho que era aquel lugar, por lo que con sumo cuidado procedió a sentarse. La pequeña tarea que había tomado no fue sencilla, todavía lo abrumaba el escandalo que recorría la habitación, se sentía inquieto pensando que un mal movimiento conseguiría revelar su posición y moverse bañado en su sudor no le resultaba nada fácil.

Pese a estos inconvenientes logro su pequeño cometido y pronto se dispuso a escuchar con atención, luego de un par de minutos logró percatarse de la estrategia de sus enemigos, sin embargo, quiso estar completamente seguro de sus posiciones y verificar que escritorios quedaban en la habitación, para ello, empleo nuevamente su mana y al igual que había hecho antes lo disperso por todo el piso.

Más concentrado que la vez anterior que uso este pequeño truco recibió rápidamente la información: uno de ellos estaba de pie al lado de la puerta que conducía a la escalera, el otro se hallaba en el lado opuesto de la habitación destrozando los escritorios que tenia cerca; por ultimo, los escritorios restantes estaban dispuestos de manera semejante al cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter.

Él se encontraba en el en el medio de la habitación; atrás de él, tres filas a su izquierda se encontraba el destructor; delante suyo había un pasillo repleto de esquirlas de madera que abarcaba dos filas de ancho y cruzaba la habitación de forma transversal y delante de este espacio vacío se conservaban tres filas más de escritorios. 

La salida custodiada por su enemigo claramente estaba al final del pasillo recién construido y el oponente restante no tardaría demasiado en llegar a su posición.

Julián tenia poco tiempo para moverse del sitio donde estaba, pero no podía hacerlo de manera imprudente, necesitaba llegar hasta las escaleras, no podía afrontar un conflicto directo con el guardián de esa ubicación, pues sabia que tan pronto como entablara ese combate seria acorralado por la espalda por el otro enemigo en la habitación y allí acabaría toda la prueba.

Así pues, tenia que pensar de nuevo en otra estrategia para conseguir su cometido. 

Una decisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora