Capítulo 40 - Las primeras nubes del arroyo (7)

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Ying Si acababa de terminar de interrogar al espía cuando fue arrastrado a cenar por Ying Wu, quien vestía con su ropa habitual para salir del Palacio. Ying Si solía estar ocupado con sus obligaciones oficiales y a menudo no podía escaparse, pero siempre era arrastrado por Ying Wu para salir a pasear, aunque siempre este con su rostro serio, la mayoría de veces no se negaba.

Ying Wu lanzó unos centavos hacia arriba y hacia abajo, sonriendo despreocupadamente: —Nos han sobrado tres centavos del dulce de maní*, ¿dónde vamos a gastarlo?

El rostro de Ying Si era inexpresivo: —Quiero volver al Palacio.

Ying Qi que llevaba un mensaje secreto de Shizi Dianxia, tomó un atajo por el callejón norte y alcanzó a los dos hombres que caminaban lentamente uno al lado del otro frente a él. Al ver que Ying Si también estaba presente, Ying Qi dudó en acercarse, pero Ying Wu tenía los ojos bien abiertos y saludó alegremente en cuanto vio su cara conocida: —¡Xiao Qi! ¿Faltaste al trabajo?

Ying Qi se acercó a saludar al comandante y le dijo fríamente: —Estoy en una misión oficial, solo pasaba por aquí.

— Hm. — Ying Si entrecerró los ojos hacia él con frialdad y le dio una palmadita en el hombro, rozando con su mano el cinturón de cien espadas de Ying Qi mientras lo bajaba.

—¿De paso? — Ying Wu se sacudió de encima a su hermano y rodeó el cuello de Ying Qi con un brazo, llevándolo al callejón para evitar a Ying Si, riendo en voz baja: —¿Me buscabas para algo?

—Hm. — Ying Qi sacó de su pecho la bolsa llena de semillas de melón dorada con la que Shizi lo había recompensado y se la dio a Ying Wu: —Cámbiala.

Ying Wu lo tomó suavemente y lo apretó en su mano. —Oh vaya, Dianxia es lo suficientemente excéntrico... ¿cómo pudo darte tanto?

Ying Qi dijo: —Cámbialo.

Ying Wu entrecerró los ojos y sonrió mientras se inclinaba hacia él y le preguntaba: —Para decirlo claramente, quieres las pertenencias personales de Dianxia, ¿no es así?

Ying Qi se quedó atónito por un momento y dijo: —No. — Su expresión era un poco impaciente.

De hecho, lo era. No importa que, si lo quieres, lo deseas, no puedes ocultarlo de ti mismo, no hay razón para ello.

—Bien, bien, no voy a adivinar a ciegas. — Ying Wu hurgó en su manga y le lanzó el colgante de jade de cordero a Ying Qi, rodeando su hombro con el brazo y diciendo: —El jade es bueno, pero es una pena que pertenezca al Palacio Real, así que, si quieres cambiarlo por plata, tendrás que ir al mercado negro, será un problema así que mejor te la doy. Oye ¿tienes algún contacto en el mercado negro?, este artículo no se puede vender en el mercado, ni tampoco se puede empeñar, y los casas de empeños se asustarían tanto que lo denunciarían a los funcionarios del gobierno.

— Hm. — Ying Qi sujetó el colgante de jade, dio las gracias, saltó de puntillas por el muro bajo, escabulléndose y saliendo corriendo rápidamente.

—¿Qué estás agradeciendo? este pequeño tonto... no pensó que había ganado suficiente dinero después de vendérselo a alguien.— Ying Wu estaba desconcertado, pesó el peso de la bolsa de semillas de melón de dorado y la tomó felizmente, por la noche se acercaría a la Casa de Apuestas 'Man Ting Huan'.

Ying Si esperó tranquilamente en el mismo lugar durante mucho tiempo, y cuando vio regresar a Ying Wu, preguntó: — ¿Qué pasa?

— Qué puede ser, la cena, ¿o vas a esperar que las personas cierren sus puestos?

Ying Si dijo con ligereza: —Todavía no ha pasado un año, todavía no es confiable.

Ying Wu ladeó una esquina de la boca: —¿Ying Qi? Creo que es muy confiable.

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