CAPÍTULO 12

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Can.

2 de mayo.
No lo soporto más. No puedo más. No soporto el agujero que tengo en el pecho. Ni tampoco soporto despertarme llorando cada día por las pesadillas, ni soporto verle en cada lugar al que miro, igual que me pasaba en casa. Quiero dejar de echarle de menos, quiero dejar de sufrir por un hombre que no se merece mi sufrimiento, quiero dejar de amarle. Lo que quiero es odiarle por lo que me ha hecho, por convertirme en lo que me estoy convirtiendo desde que se fue. Pero no puedo. No puedo odiarle, no puedo dejar de echarle de menos, de quererle más que al aire que respiro, más que a mí misma. Supongo que es lo que pasa cuando amas a alguien más de lo que se merece, cuando vuelcas tu vida en ella y dejas de pensar en ti.”
     Dejo de leer cuando veo el resto de la página llena de borrones y tachones de bolígrafo que me indican que lo que escribía Faith no era de su agrado.
Llevo unas tres horas encerrado en mi cuarto leyendo sus cuadernos. Casi estoy terminando el primero. Estoy sentado en mi cama con la espalda apoyada en la pared, el cuaderno abierto sobre las piernas y el collar del corazón de cuarzo rosa que le regalé a Faith en una de las manos, acariciando la piedra con el pulgar, mientras leo lo que escribió. Y con cada palabra que leo me siento peor, porque soy más y más consciente del daño que le hice y que aún le hago. A ver, si bien es cierto que fui un egoísta y un idiota al irme así en vez de ir a disculparme con ella y arreglarlo todo, nunca he dejado de estar enamorado de Faith, ni un solo segundo. Y es ahí donde tengo que dejarme la piel.
     Ante sus ojos, ahora mismo soy un cabrón hijo de puta que la abandonó porque se cansó de ella y porque no la quería, y que ahora ha vuelto para marearla aún más y seguir haciéndole daño. Y necesito cambiar eso como sea. Necesito demostrarle que nada de lo que cree es verdad. Demostrarle que la quiero y que siempre lo he hecho.
     Han pasado dos días desde que nos encontramos en el gimnasio y las chicas y mi hermano se inventaron una excusa para dejarnos a solas, cosa que les agradezco profundamente. Si no hubiera sido por eso, Faith jamás habría aceptado subir conmigo al coche para que la acercara a casa. Sin embargo, todo se fue al carajo cuando empecé a intentar sacarle conversación y acabó pidiéndome que parara el coche al entrar en su barrio después de decirme que no se tragaba mi, y cito textualmente, “estúpido intento de sacar conversación y fingir que me importaba una mierda lo que hiciera o como estuviera”. Así que no me quedó más opción que parar el coche y dejar que se bajara, a pesar de que quería cerrar las puertas y dejarla dentro hasta convencerla de que todo lo que tiene que ver con ella me importa más de lo que me importo yo a mí mismo. Y, sí, puede que me mereciera esas palabras, pero eso no quita que me doliera el corazón cuando las dijo y que lo siga haciendo cada vez que las recuerdo.
     Para salir de mis pensamientos, decido seguir leyendo el cuaderno. Leo los días posteriores, leo cómo su sufrimiento seguía, cómo tenía días peores y otros algo mejores, cómo relata sus pesadillas, los momentos en los que alucinaba y me veía junto a ella para luego ser consciente de que no era real y que yo estaba en la otra punta del mundo. No es hasta el día 25 de mayo cuando su estado mejora más.
     “25 de mayo.
     Hoy he dado mi primer paseo por el jardín del hospital. Es bonito, hay muchas flores y se respira tranquilidad. Una de las enfermeras me ha acompañado durante todo el tiempo para asegurarse de que estaba bien.
Ya han pasado cinco meses. Hace cinco meses que él se fue, que no he vuelto a verle, ni a saber nada de él. Ni siquiera ha llamado, aunque de todas formas no puedo saber si lo ha hecho porque aquí no puedo tener mi móvil y sólo recibo un par de visitas a la semana, y siempre son de mis padres o de los chicos. Nunca ha venido él. Supongo que eso significa que está mejor sin mí, que es feliz y que no me necesita. ¡Qué contradicción! Siempre me decía que no podía vivir sin mí, que me amaba por encima de todo… Pero ahora me doy cuenta de que sus palabras de amor estaban tan vacías como yo ahora mismo.
     La doctora Lale me ha dicho esta mañana que siga escribiendo los diarios, que gracias a ellos parezco menos tensa. Llevo aquí dentro más de dos meses y he mejorado. Ya como mejor, hablo un poco más con las enfermeras y descanso, a pesar de que sigo con pesadillas y lloro mucho. Las alucinaciones han disminuido, pero cuando las tengo le siento tan real como si le tuviera al lado.
     La doctora dice que acabaré superándolo y que, a pesar de sentirme muy mal emocionalmente, he empezado a cubrir las necesidades básicas que dejé de lado cuando me ingresaron, y que eso es una buena señal. Yo, sinceramente no creo que lo supere nunca. Cuando amas tanto a alguien, incluso más que a ti misma, y esa persona acaba abandonándote sin dejar rastro, superarlo no es una opción. Sobre todo cuando te enamoras tan intensamente y de la mejor persona que has conocido en tu vida. Pero ya no sé si me enamoré de él, o de quien yo creía que era”.
     -Deberías tomarte un respiro, Can – la voz de mi padre me detiene al querer pasar a la siguiente página.
     Cuando levanto la mirada lo veo apoyado en la pared. Ni siquiera me he dado cuenta de que ha entrado en mi habitación.
     -Leerlo me hace ser consciente de lo mucho que ha sufrido – contesto, enseñándole el cuaderno -. Si… si hubiera sabido que estaba tan mal… habría vuelto antes y habría cuidado de ella.
     -Eso ya da igual, Can. Lo pasado, pasado está – mi padre se acerca a la cama y se sienta en el extremo.
     -¿Crees que me perdonará algún día? ¿Crees que volverá conmigo alguna vez? – cierro el cuaderno y lo dejo encima de la cama.
     -¡Claro que sí, hermano!
     Engin aparece en mi habitación vestido con ropa deportiva y se sienta al lado de mi padre.
     -Faith te quiere, aunque esté dolida y enfadada – sigue diciendo.
     Suspiro.
     -Pero si no quiere escucharme… de nada me va a servir que siga queriéndome. Porque quererme hace que me odie más – digo, mirando su collar, aún en mi mano, y lo acaricio con los dedos.
     -No te odia. Quiere hacerlo, pero no puede. Supongo que ya habrás leído algo de eso – señala el cuaderno. Asiento -. Además, hace poco que has vuelto. Necesita tiempo para asimilar que no te vas a ir y también para poder volver a confiar en ti. Sé que es duro escucharla decir que eres un cabrón o que no cree que nada de lo que habéis vivido fuera cierto.
     -No tienes idea de cuánto, Engin – murmuro -. Y en esos momentos yo sólo quiero abrazarla y decirle lo mucho que la quiero y prometerle una y otra vez que nunca más voy a dejarla de nuevo – se me quiebra la voz.
     Mi padre y mi hermano me miran con ojos comprensivos y un poco apenados. Mi padre se levanta de la cama y se sienta más cerca de mí para pasarme el brazo por los hombros y darme un abrazo.
     -Tómatelo con calma, hijo – me aconseja en un tono tierno -. Lo primero que debes hacer es decirle que no sabías nada de esto. Si cree que has vuelto sabiéndolo pensará aún peor de ti.
     -Eso es cierto – coincide mi hermano con él.
     Sí, es verdad. En las pocas conversaciones que he tenido con Faith no le he mencionado que no tenía ni idea de lo mal que lo ha pasado. Si ahora cree que yo he vuelto a sabiendas de que sé todo lo que ha ocurrido, a su parecer soy cuanto menos un cabrón insensible. Y no puedo dejar que piense eso.
     Mi hermano Engin se levanta de la cama y se sacude los pantalones azules deportivos.
     -Vamos, los chicos van a venir para jugar un poco al baloncesto. ¿Te apuntas? – me dice.
     -Me cambio y voy – le anuncio.
     Mi padre y mi hermano salen de mi habitación y yo cojo una camiseta sin mangas negra y unos pantalones de deportes cortos del mismo color y me lo pongo todo acompañado de unas deportivas grises. Me quito los anillos y las pulseras para no hacerme daño y salgo de mi cuarto.
     Ahmet, Murat, y Ömer ya están lanzando canastas con mi hermano en el jardín cuando llego. Todos (incluido Ömer, para mi sorpresa) me saludan con un abrazo y hacemos dos equipos: Ömer y yo por un lado (porque somos los más altos y los que más hemos jugado) y Ahmet, Murat y mi hermano por otro lado.
     Jugamos un mini partido entre los cinco, mientras mi padre nos observa desde la puerta bebiéndose un vaso de té y sonriendo cada pocos minutos. Supongo que le hace feliz vernos jugar como cuando éramos unos críos, o como hace un año, cuando todo era perfecto. Creo que ambos creíamos que Ömer no me perdonaría nunca todo esto, porque le he hecho daño a la que él considera su hermana pequeña, emocionalmente hablando. Hace un par de días hablé con él y me pidió perdón por el puñetazo que me dio cuando volvió a verme y me dijo que cuando conté cómo había estado vio el sufrimiento en mis ojos y el amor que sigo sintiendo por Faith y se dio cuenta de que nada era como él había pensado, o más bien, como todos habían pensado que era. Así que somos amigos de nuevo.
     Cuando Ömer y yo ganamos el partido, decidimos hacer un descanso con un poco de té que mi padre nos sirve y nos sentamos en el jardín para tomárnoslo tranquilos.
     -¿Cómo lo llevas? – me pregunta Ahmet, dándole un sorbo a su vaso.
     No hace falta que hable más para saber que se refiere a Faith. La piel se me eriza, el corazón empieza a latirme más fuerte y me obligo a soltar el vaso sobre la mesa para que no me vean temblar.
     -Pues no muy bien, la verdad – contesto en un tono bajo -. Sé que no va a ser fácil, pero tenerla delante y que me suelte que soy un capullo que nunca la quiso duele como si me clavaran un cuchillo ardiendo en el corazón. O que me mire como si fuera un total desconocido para ella o como si fuera alguien a quien no soporta ver.
     Con cada sílaba que digo recuerdo cada palabra hiriente que me ha soltado y tengo que morderme el carrillo para no echarme a llorar.
     -Lleva nueve meses creyendo que te habías ido porque no la querías, Can – habla Ömer en un tono suave -. Tienes que darle tiempo. Ya sabes que es muy tozuda y que no hablará contigo a menos que no le quede otra, por mucho que se muera de ganas por estar a tu lado – me dice -. Tenerte cerca le recuerda que te quiere y eso la cabrea, porque lo ha pasado muy mal.
     -Lo sé – murmuro y cojo el vaso de té para beber un poco y luego lo dejo de nuevo encima de la mesa.
     -Podría ser peor – interviene Murat -. Al menos no está con otro.
     Mi humor cambia drásticamente y siento ganas de darle un puñetazo a mi amigo. Giro la cabeza muy lentamente hacia su posición y le dedico una mirada nada agradable.
     -¿Y se supone que eso debe hacerme sentir mejor, Murat? – gruño.
     Traga saliva.
     -Depende. Si estuviera con otro puede que tuvieras menos posibilidades de recuperarla. Pero ahora mismo, aunque esté dolida y cabreada como una mona contigo, todavía te quiere. Sólo tienes que rascar un poquito para que se dé cuenta de que tú nunca has dejado de amarla. Aunque te comportaras como un gilipollas.
     -De los grandes – coincide Ömer.
     -Fui un egoísta, esa es la verdad – los interrumpo -. No pensé en ella. Sólo pensé en lo mal que me sentía en ese momento y me largué.
     -Pero sentirte culpable no va a hacer que te perdone, Can – habla Ahmet -. Tienes que luchar por ella sin darte por vencido. Ya sabes que es muy cabezota y no va a ponértelo nada fácil.
     Asiento. Lo sé. Pero no me importa, porque es lo que me merezco por lo mucho que la he hecho sufrir. Si tengo que pasarme meses detrás de ella, pidiéndole perdón, pues es lo que haré. Me da igual.
     -Sus padres ya lo saben – habla Ömer de nuevo.
     Giro la cabeza hacia él.
     -¿Saben que estoy aquí? – pregunto.
     -Sí. Me lo dijeron el otro día. Al parecer Faith intentó no decir nada, pero el día que te la encontraste en el puerto llegó muy mal y no pudo callarse – me cuenta -. Jesús tiene ganas de reventarte, te lo digo. Y Miriam te diría cuatro cosas bien dichas si te tuviera delante.
     Las recibiría todas con gusto. Sería capaz de plantarme delante de Jesús y decirle que me partiera todos los huesos del cuerpo si es lo que quiere para no sentirme tan hijo de puta por lo que su hija ha pasado por mi culpa. Y aceptaría cada cosa que Miriam me dijera porque me las merezco todas.
     -Creo que es hora de jugar otro partido para que cojas fuerzas, hermano, porque no sólo tienes que reconquistar a Faith, sino también a sus padres – mi hermano se levanta del sillón y da una palmada al aire.
     -Sí, voy a necesitar unas fuerzas terribles, sobre todo con Jesús – digo -. Vamos a jugar.
     El resto (excepto mi padre) nos levantamos de los sillones cuando nos bebemos el té y cogemos de nuevo el balón para echar otro partido en el que liberar tensiones y de paso coger fuerzas y energías, porque las voy a necesitar.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora