CAPÍTULO 14

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Can.

Su restaurante es precioso, como ella. Es un sitio sencillo, muy acogedor y lleno de ternura. Es un sitio digno de Faith. Quería tener su restaurante y ya lo tiene. Ha cumplido sueño, aunque yo no haya estado para vivirlo a su lado. Si hubiera estado le habría dicho que todo es precioso, que me siento inmensamente orgulloso de ella y que la quiero con locura.
     Cenamos todos juntos en una mesa cerca de la terraza y no puedo apartar mis ojos de Faith en ningún momento. La miro remover la comida con el tenedor, la veo intentando no mirarme, la veo contenerse cuando le hablo. Sé que se siente incómoda, que no quiere que esté aquí, pero yo la necesito. Necesito sentirla cerca aunque casi no me mire. Si hacer que vuelva conmigo me va a llevar un largo tiempo, al menos me gustaría tener estos momentos.
     A la hora de cerrar, todos ayudamos a ordenar y cuando los chicos se van porque Faith dice que hará inventario y luego cogerá un taxi, yo decido quedarme para estar con ella. Ni siquiera se lo espera. Al principio se niega a que la ayude, pero cuando insisto termina aceptando. La ayudo a comprobar qué hay y qué falta y cuando nos rozamos y percibo su olor casi se me nubla la vista.
     En un instante se corta con el filo de una de las estanterías repletas de botes y yo corro en su ayuda. Primero me dice que no es nada, sólo un pequeño corte, pero yo le pido que me diga dónde tiene el botiquín para curárselo. Y termina dejando que lo haga. Y mientras le curo la herida recuerdo ese día en mi casa, cuando hicimos una barbacoa y ella se quemó el brazo al apoyarse sin darse cuenta en la parrilla. Y sé que ella también se acuerda por la expresión de su cara.
     -¿Te acuerdas, verdad? - le pregunto, mirándola.
     Acaricio la palma de su mano, donde acabo de colocar una tirita sobre el corte que se ha hecho. Faith levanta la cabeza y me mira unos instantes antes de decir:
     -Sí, claro que me acuerdo.
     -Yo también - le digo sin apartar los ojos de su rostro -. Ese día fue la primera vez que te escuché cantar en directo. Cada vez que te oía cantar era como si me transportara a otra dimensión - le digo en un tono nostálgico.
     Adoraba escucharla cantar donde fuera. En la cocina mientras preparaba algo, en la ducha, en el jardín con su guitarra cuando no podía dormir o en compañía de los chicos cuando todos la animábamos a que lo hiciera. Y ese día fue la primera vez que la escuchaba en persona. Y creo que ahí fue donde terminé de enamorarme por completo de ella y supe que ya no tenía escapatoria, aunque siguiera negándomelo.
     Faith baja la mirada de nuevo, concentrándose en no sé qué cosa para no mirarme, pero yo sigo hablando sin dejar de observarla.
     -Y luego Murat propuso lo de ir a su casa de campo y tú dijiste que no podías porque trabajabas en la tienda. Y yo te dije que fueras conmigo - hablo, recordando ese momento en la piscina.
     -Tenías una reunión ese día - me recuerda en un tono quebrado y bajo, aún creyendo que lo hice por eso.
Pero no es verdad.
     -Te mentí. La tenía el día antes - reconozco, porque nunca se lo he dicho -. Sólo te lo dije porque quería estar contigo, que pasáramos tiempo juntos y a solas. Porque ya estaba enamorado de ti y no lo sabía.
     Entonces reacciona y se levanta del taburete como un resorte, recoge el botiquín y las gasas manchadas y sale del almacén por patas, dejándome atrás.¡Mierda! Yo me levanto del suelo y cojo mi chaqueta después de cerrar la puerta del almacén. Y la sigo antes de que se vaya. Sin embargo, cuando salgo del restaurante, ella está esperando con las llaves en la mano y cierra cuando me ve salir, para luego meterse las manos en los bolsillos de la chaqueta y darse la vuelta para irse.
     Cuando la veo caminar, alejándose de mí, no puedo detenerme. Echo a correr tras ella y la agarro del brazo.
     -Faith, espera - le pido, agitado.
     -¡Para de una vez, Can! - me pide, llorando y me empuja -. ¿Por qué haces esto? ¿¡Por qué?!
     El corazón se me parte cuando veo las lágrimas empapando su preciosa cara. No soporto verla llorar. Es como si me abrieran un agujero en el pecho.
     -Porque te quiero - le vuelvo a decir lo mismo que le dije la primera noche que nos encontramos en el muelle.
     Faith se limpia las lágrimas por debajo de las gafas y me mira con los ojos llenos de dolor, un dolor que me cala hasta dentro.
     -Tú no quieres a nadie, Can - me espeta con la voz entrecortada -. Tú sólo te quieres a ti mismo.
     -Te quiero a ti, Faith - le digo en un tono suave, intentando que lo entienda.
     -Si me quisieras de verdad, nunca te habrías ido - murmura sin parar de llorar -. Te fuiste nueve meses, Can. Nueve putos meses en los que me quise morir porque no estabas conmigo. Nueve meses en los que me devané los sesos por saber qué había hecho mal para que te largaras de esa forma de mi lado, sin decir nada - más lágrimas le recorren las mejillas y se pierden en su cuello -. Y ahora vuelves y me dices que me quieres. ¿Y tú pretendes que yo me lo crea? ¡No tienes ni idea de lo que he sufrido por tu culpa! - me chilla.
     El pecho me duele por cada una de sus palabras. Cada una de ellas es como un cuchillo envenenado. Pero me las merezco. Y las soportaré sin con eso ella se siente mejor. Soportaré lo que sea con tal de tenerla a mi lado.
     -Yo... no lo sabía - le digo y ella frunce el ceño entre lágrimas -. No tenía ni idea de lo mal que habías estado hasta que llegué y mi hermano me lo dijo. No sabía nada de lo del psiquiátrico, ni de la terapia, ni de nada - se me quiebra la voz -. Si lo hubiera sabido, yo...
     -¿Tú, qué? - me interrumpe en un tono brusco.
     -Jamás me habría ido - susurro -. Si pudiera volver atrás... jamás me habría ido de tu lado - hablo con toda la sinceridad que puedo.
     Si volviera atrás me plantaría en su puerta y le pediría perdón por todo lo que le dije. Le diría que la quiero, que me da igual todo si estoy con ella y que nada nos va a separar nunca.
     -¡Pero no puedes, Can! ¡No puedes viajar en el tiempo y cambiar lo que pasó! - me grita, enfurecida y llena de rabia y dolor a partes iguales.
     -Lo sé - le contesto casi en un susurro -. Y no sabes cuánto lo siento, Faith. No sabes cuánto siento el daño que te he hecho.
     Una lágrima solitaria cae de nuevo de su ojo y resbala por su mejilla, pero ella se la limpia.
     -Que lo sientas no va a cambiar el infierno que viví por tu culpa, Can - que me diga eso mientras llora duele más que si me azotaran con látigos llenos de cuchillas.
     Intento acercarme para tocarla aunque sea un segundo, pero ella no me deja. Y duele. Duele ver cómo antes solo quería que la abrazara a todas horas y ahora no pasa un minuto a mi lado sin llorar. Y lo peor es que me lo he buscado yo solo.
     -Yo te quería, ¿sabes? - sigue llorando. Me mira a los ojos y siento que me muero por la angustia que veo en su mirada -. Habría dado cualquier cosa por ti, eras toda mi vida. Y tú te fuiste sin decir nada, porque eres tan egoísta que lo único que te importa eres tú mismo.
     <<No hay nada en esta vida que me importe más que tú>>, quiero decirle, pero sé que ahora mismo no es conveniente. Y me lo callo.
     -Te largaste a la primera de cambio como si nada, Can, sólo porque te dije que quería esperar para casarnos - suelta una risa llena de tristeza y solloza -. ¿Y sabes qué es lo peor? Que si hubiéramos hablado después de esa discusión y me lo hubieras pedido, te habría dicho que sí, porque me di cuenta de que lo de esperar era una excusa porque me asustaba que no saliera bien y perderte. Y al final te perdí de todos modos - sorbe los mocos y se quita las gafas para limpiarse los ojos.
     Ella pensaba decirme que sí porque se había dado cuenta de que me quería tanto o más como para casarnos, y yo simplemente me centré en lo que sentía y me largué. Le hice sentir que me había perdido por decirme que quería esperar para el matrimonio, cuando en realidad nunca ha dejado de tenerme. ¿Cómo he podido ser tan imbécil?
     -Tú nunca me has perdido, Faith - le digo con la voz ronca por las emociones que estoy sintiendo -. No volveré a dejarte, te lo prometo - le aseguro.
     Ella niega con la cabeza y se coloca las gafas de nuevo.
     -Eso me prometiste mil veces y aún así te fuiste. ¿Pretendes que te crea ahora para que luego te dé otra pájara y te vayas a Taiwán o yo qué coño sé porque algo no sale como tú quieres? - grita, alzando las manos al aire -. No, Can, no. Me niego a volver a sufrir por ti. Así que aléjate de mí. No quiero saber nada de ti. Quiero que me dejes en paz con mi pobre y desgraciada vida.
     Y ya no dice nada más. Sólo se limpia las lágrimas de los ojos con el dorso de la mano derecha y se mete las manos en los bolsillos de la chaqueta roja de cuero que lleva puesta. Me dedica una última mirada llena de decepción y se gira, dejándome allí frente a su precioso restaurante. La observo caminar por la acerca y justo cuando llega a la esquina levanta el brazo y un taxi se detiene para que se suba. Faith se monta a toda prisa en el asiento trasero y cierra la puerta con fuerza. Y el taxista acelera y el coche amarillo se pierde entre las calles de Estambul.
     Permanezco en la acera durante unos segundos en los que no sé qué hacer, si salir corriendo, romper algo o darme de hostias por ser tan bocazas. No debería haberle recordado ese día. Pero es que no sé cómo acercarme a ella. No sé cómo acercarme sin que acabe llorando. Y eso me mata.
     Me paso las manos por el pelo y suspiro pesadamente, intentando suavizar la opresión que siento en el pecho. Será mejor que me vuelva a casa.
     Me subo al coche y conduzco hasta casa mientras en la radio únicamente suenan canciones tristes, que describen a la perfección mi estado de ánimo ¡Qué oportuno todo! Acabo apagando la radio y cuando llego a casa aparco en el porche y bajo del coche.
     Intento entrar en casa sin hacer mucho ruido, pero no sirve de mucho porque mi hermano Engin y mi padre están en el salón viendo una película.
     -¿Qué hacéis despiertos aún? - les pregunto, quitándome la chaqueta y colocándola sobre el respaldo de una de las sillas.
     -Esperarte - contesta mi hermano, mirándome -. ¿Ha ido bien?
     -Si por bien entiendes que me ha gritado lo hijo de puta que soy y ha terminado llorando a moco tendido, entonces sí, ha ido de puta madre - respondo derrotado, tirándome en el sofá.
     Suspiro.
     -Hijo, ha pasado un mes y sé que estarás agobiado porque no consigues ningún avance significativo. Pero tienes que tomártelo con calma - me dice mi padre en un tono tranquilo y comprensivo, apretándome el hombro en un signo de apoyo.
     -Intento tomármelo con toda la calma que puedo, papá. Pero cuando no quiere escuchar sólo quiero llevármela a los putos Alpes y encerrarme con ella en una cabaña hasta que me escuche - pronuncio, estresado.
     Ambos se ríen.
     -Hermano - interviene Engin -, conocemos a Faith y tú la conoces mejor que nadie aunque hayan pasado meses. Sabes de sobra que ya estará dándole vueltas a todo esto y que acabará queriendo hablar contigo - me asegura.
     -Me cuesta creerlo cuando sus últimas palabras han sido: "Aléjate de mí. Déjame en paz con mi pobre y desgraciada vida" - repito sus palabras de forma literal, sintiendo de nuevo ese dolor en el pecho.
     Me incorporo en el sofá y me levanto.
     -Voy a darme una ducha - les comunico -. Buenas noches.
     -Descansa, hijo - me dice mi padre.
     Cojo mi chaqueta de la silla y me la llevo a mi habitación, donde la dejo sobre la cama. Me quito los anillos, las pulseras y los collares y lo dejo todo en la cama para luego meterme en el baño y desnudarme. Abro el grifo y me meto bajo el chorro de agua caliente. El pelo se me empapa y cierro los ojos, intentando calmarme.
     El agua me recorre el cuerpo y lo único en lo que puedo pensar es el Faith y en todas las veces que nos hemos duchado juntos. Pienso en esos días en los que nos duchábamos y nos lavábamos el pelo el uno al otro entre besos y risas, porque decía que siempre tenía que ponerse de puntillas para lavármelo porque no llegaba bien del todo. Y cuando yo le lavaba el pelo me recreaba en acariciarle la espalda y en decirle lo mucho que adoraba sus rizos. Y luego se lo cepillaba y se lo secaba con el secador para que sus rizos quedaran tan preciosos y perfectos como ella; y ella me secaba el pelo a mí y se pasaba un buen rato haciéndome trenzas o cualquier cosa que se le ocurriera porque decía que envidiaba mi pelo.
     Una vez termino de ducharme apago el grifo y me ato una toalla a la cintura. Cojo otra más pequeña para secarme al pelo y me coloco frente al espejo del baño. Las gotas de agua bajan por el tatuaje de mi pectoral izquierdo y sonrío al recordar cómo Faith lo acariciaba a todas horas, cuando estábamos en la cama, en la ducha o simplemente yo estaba sin camiseta. Repasaba las líneas con la punta de los dedos y me daba besos porque decía que era como si me los diera en el corazón.
      A veces incluso lo hacía cuando estaba a punto de quedarse dormida.  Recuerdo que un día estábamos en la cama. Habíamos hecho el amor y yo estaba boca arriba acariciándole los rizos mientras ella tenía la cabeza apoyada en mi hombro y me acariciaba el tatuaje con los dedos. Sus caricias eran suaves aunque un poco difusas, y eso indicaba que estaba a punto de dormirse.
     Bajé la cabeza para mirarla y vi cómo sus ojillos marrones se iban cerrando poco a poco, cosa que me produjo una ternura increíble.
     -¿Cansada? - le pregunté en un tono suave.
     -Mmm - murmuró ella de forma afirmativa -. Contigo siempre acabo cansada. Eres demasiado bueno en la cama - habló, soltando una risa llena de cansancio por los dos orgasmos, pero preciosa por ese hoyuelo que era mi perdición.
     -Me gusta dejar el listón alto cuando estamos juntos y que cada vez sea única, cariño - me pongo a su altura y le aparto el flequillo rizado de los ojos -. ¿Satisfecha?
     -Mucho - contestó, abriendo un poco los ojos.
     -Pero nunca saciada - seguí.
     -Jamás - sonrió, cerrando los ojos de nuevo.
     Yo también sonreí y le quité las gafas con mucho cuidado para dejarlas sobre la mesita de noche y apagar la luz. Luego la abracé de nuevo después de besarle los labios y ella siguió acariciándome el tatuaje del lobo y la brújula del pectoral hasta que se quedó dormida.
     Vuelvo a la realidad con una sonrisa al recordar ese momento y miro mi reflejo en el espejo.
     <<Sé que me sigues queriendo, Faith. Y voy a recuperarte y a hacerte feliz como nunca antes, mi amor. Te lo prometo>>.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora