Faith.
Las chicas me llevan al interior de la nueva casa de Gamze y me quedo sorprendida al ver la estancia.
-Vaya, ¡qué bonita! – exclamo, admirando las paredes claras, que combinan perfectamente con los muebles.
-Ven, te la voy a enseñar – Gamze me agarra del brazo y tira de mí.
Me pasea por la casa y me enseña el enorme salón con chimenea y televisión de plasma de unas sesenta pulgadas, la cocina, muy bonita y luminosa aunque algo pequeña para mi gusto, el enorme comedor con mesa de cristal y sillas a juego, las tres habitaciones, una la principal y dos de invitados, los dos baños, uno de ellos en la que será la habitación de mi amiga, la terraza trasera que da a una enorme piscina y todos los recovecos que esconde la vivienda. Sonrío al ver algunas de las fotos que hay en las paredes y me río ante una en la que salimos las cuatros haciendo muecas graciosas. Aún no me puedo creer que Gamze y Engin hayan hecho la mudanza solos. Los únicos a los que han dejado venir han sido a Eymen y Elif, los padres de Gamze, y al señor Azad para que los ayudara. Ni siquiera han dejado venir a Can hasta que todo estuviera listo.
-Oye, ¿y esas dos casas? – pregunto al ver a lo lejos dos casas más, dentro de la enorme parcela. Este sitio es enorme.
-Engin sólo me ha dicho que la finca la ha comprado el señor Azad – responde Gamze.
-Esto me huele a convivencia familiar en un futuro – interviene Damla -. Si el señor Azad ha comprado la finca, hay tres casas y ellos son tres…
-Blanco y en botella, leche – termina Azra.
-Una de ellas tiene que ser de Can, o va a serlo – hablo yo.
-Bingo, querida amiga – me dice Gamze, rodeándome los hombros con el brazo -. ¿Te imaginas vivir juntas aquí? ¡Sería genial! – chilla.
-¡Y nosotras vendríamos todos los fines de semana de barbacoa! – chilla Azra.
Reímos.
-Venga, volvamos dentro, que aquí hace aún más frío que en la parte delantera – Damla se abraza a sí misma y corre dentro.
Cuando volvemos al salón, me doy cuenta de la preciosa foto que hay en la pared de la derecha. Son Engin y Gamze, vestidos de novios, mirándose con amor y sonriendo, felices, con el mar de fondo. No necesito mirar más de una vez la foto para saber que la ha hecho Can.
-¿Es una de las fotos de Can, verdad? – pregunto.
-Ajá – responde mi amiga -. Ha quedado preciosa.
-Can tiene la habilidad de captar todo lo bonito en un sólo click – digo, acercándome para verla mejor -. Salís monísimos.
-¿Cuándo os llega el álbum de fotos? – le pregunta Azra a Gamze.
-Se supone que la semana que viene. Ya sabéis lo perfeccionista que es Can con sus fotos.
<<Y tanto...>>, pienso. Es más tiquismiquis que yo cocinando.
-¡Chicas, venid ya, que la carne casi está! – escuchamos el grito de Murat.
En ese momento Sam entra en la casa y empieza a corretearla de un lado a otro, olisqueando y cotilleando. Siempre que va a una casa nueva hace lo mismo. Necesita inspeccionar cada rincón y saber qué hay.
-Sam, vamos – lo llamo cuando se pierde en una de las habitaciones.
Mi labrador vuelve y sale al trote al jardín de nuevo. Las chicas y yo volvemos, atraídas por el olor a barbacoa y nos sentamos en la mesa, dejando que los chicos terminen la carne, picoteando mientras tanto de las ensaladas y los entrantes que hay en la mesa.
Diez minutos después, Ömer y Ahmet colocan los platos de carne humeante en el centro de la mesa y nos ponemos manos a la obra. La carne está deliciosa, como siempre que Ömer y Can hacen las barbacoas y cada cinco minutos tengo que limpiarle las babas a Sam, porque gotea solo con oler la carne. Bueno, él gotea con cualquier cosa que sea comida. Le doy un par de trocitos de pan para calmar sus ansias de comer.
El tema de la revista de Can y lo bonitas que son sus fotos sale y me falta el tiempo para sacarla de mi mochila y decir que me encantan todas y cada una de las fotos que salen, provocando que todos se sientan contentos al ver que hablar de Tailandia ya casi ni me afecta. Murat se saca otra revista y yo me parto de la risa al comprobar que todos estábamos igual de impacientes por ver las fotos.
Puesto que la finca es enorme, decidimos dar un paseo por los alrededores. Cada uno va a su bola. Damla y Ömer pasean abrazados en compañía de Engin y Gamze, Murat, Ahmet y Mesut se beben otro té en la mesa, Cihan y Azra charlan y se hacen arrumacos y Can y yo paseamos con Sam, alejándonos. Veo que, además de las tres casas, hay un bonito arroyo con un puente de madera encima, que conduce a una mesa larga y rectangular con al menos quince sillas y un pequeño y bonito techo.
-Bueno, ¿cuál es la tuya? – le pregunto a Can, lanzándole a Sam un palo que encontramos en el suelo.
-¿Cómo? – Can frunce el ceño, sin entender mi pregunta.
Sam corre tras el palo y cuando lo coge se tumba con él sobre la hierba y lo mordisquea.
-¿Qué cual de las dos casas que quedan es la tuya? – aclaro.
-¿Y por qué crees que una es mía? – arquea una ceja, divertido.
-Gamze me ha dicho que la casa es un regalo de tu padre, y aquí hay dos casas más y vosotros sois tres, lo cual me lleva a pensar que una de ellas es tuya y la otra es de tu padre – analizo -. ¿Me equivoco? – le miro.
Can me mira durante unos segundos y luego suelta una pequeña risa antes de rodearme los hombros con su brazo y darme un beso en el pelo.
-Eres muy lista, ¿lo sabías? – asiento con una mueca de fingida superioridad -. Es aquella, la de los ventanales – señala.
Sigo la dirección que marca su dedo y consigo ver con más claridad la fachada que desde la casa de Engin y Gamze no se apreciaba del todo bien. Es de una planta, con la fachada en un tono grisáceo y unos ventanales enormes. Es muy bonita.
-Fue el regalo de cumpleaños de mi padre – me habla Can, mientras nos acercamos.
Y he de confesar, que mientras más nos acercamos a la casa, más me gusta.
-Es muy bonita – digo.
-¿Quieres verla? – asiento con una media sonrisa -. Pues vamos.
Can me guía hasta la puerta de la casa, de color oscuro, y se saca el llavero del bolsillo del vaquero. Busca entre las llaves y agarra una plateada con una forma cuadrada un poco extraña. La introduce en la cerradura y la gira, haciendo sonar el click que abre la puerta.
-Tú primero – hace un ademán para que entre.
Le dedico una mirada fugaz y cruzo la entrada. La casa huele a nuevo. Un amplio recibidor nos acoge y me quedo impresionada con los techos altos y las paredes claras. Oigo los pasos de Can a mi espalda y su mano toca mi cintura para hacerme caminar. Juntos, nos adentramos en la casa y me la enseña en su totalidad, empezando por el enorme salón con muebles oscuros, unas estanterías que llegaan hasta el techo, ahora vacías y en las que podrían caber miles de libros, sofás de piel y una preciosa chimenea.
-Las vistas son preciosas – digo, admirando el arroyo y el puente desde los ventanales -. Es muy relajante.
-Sí, da mucha tranquilidad – coincide Can conmigo -. ¿Quieres ver la cocina?
Me giro rápidamente.
-Por supuesto – sonrío.
Can me agarra de la mano, entrelazando nuestros dedos y me guía hasta una enorme cocina muy colorida unida al comedor en concepto abierto. Las encimeras son de un mármol oscuro precioso, hay dos hornos, unos fogones increíblemente bonitos, una nevera de dos puertas y múltiples muebles. Es una cocina maravillosa. La mesa del comedor es de madera oscura y las ocho sillas van a juego.
-¿Te gusta? – me pregunta Can.
-Sí, es preciosa. Y enorme – digo, admirando cada detalle.
-Ven, voy a enseñarte el resto – tira de mí.
Me enseña dos baños y tres habitaciones amuebladas con sus camas, armarios y cómodas; luego me lleva al dormitorio principal, con un baño en suite, una enorme cama con edredón blanco, una cómoda, un amplio vestidor y un bonito ventanal que da a la piscina que hay en la parte trasera. Es precioso. La casa entera es una auténtica pasada. Y bastante grande. Por último, Can me lleva a la terraza trasera y a la piscina y suelto una pequeña risa ante los graciosos escalones de madera que nos ayudan a bajar al jardín. Son muy monos.
-¿Por qué no te has venido a vivir aquí? – le pregunto a Can cuando volvemos dentro -. Quiero decir, sé que te gusta tu casa, pero teniendo esta para ti solo, ¿por qué no estás viviendo aquí?
Can se apoya en la encimera y se mete las manos en los bolsillos, dedicándome una mirada brillante.
-Cuando me venga a vivir aquí, quiero que sea contigo – contesta en un tono suave y yo me derrito -. Escogí esta casa de entre las tres porque te imaginaba en cada rincón. Y no quiero venirme aquí sin ti.
Le miro sin saber qué decir. ¿Me está pidiendo que me venga a vivir aquí con él? Trago saliva. Si el corazón me sigue latiendo así me va a dar un infarto.
-¡Quita esa cara, Faith! No te estoy pidiendo que nos vengamos aquí a vivir juntos. Todavía… - arquea las cejas rítmicamente – Así que tranquila.
Por alguna razón, no sé si eso me tranquiliza o me desilusiona un poco, pero lo dejo correr.
-Bueno, ¿quieres que volvamos con los chicos o nos quedamos un poco más aquí? – me pregunta, separándose de la encimera.
-Volvamos. Podemos venir más veces a admirar esta preciosidad – respondo.
Can vuelve a sonreír de esa manera tan suya y se acerca para abrazarme la cintura con el brazo y guiarme hasta la salida. Cierra la puerta con llave y al girarnos nos encontramos a Sam tumbado en la hierba tomando el sol. Al oírnos, levanta la cabeza y se pone de pie en un santiamén para venir hacia nosotros y acompañarnos de vuelta.
A eso de las ocho, el coche de mi padre hace acto de presencia en la finca, seguido del de los padres de Gamze. Del coche de mi padre se bajan él, mi madre y el señor Azad, y del coche del padre de Gamze, él y su esposa Elif. Mis padres me comentaron que intentarían pasarse un rato para ver la casa si mi padre no llegaba tarde de trabajar, y lo mismo me ha dicho Gamze sobre sus padres durante el almuerzo. Se ve que al final sí han podido.
Sam corre hacia mis padres como una bala y mi padre le chilla como de costumbre, haciéndonos reír tiernamente.
-¡Este sitio es más grande de lo que creía! – exclama mi madre.
-Pues no te has puesto a andar todavía. Te llevas todo el día y no llegas al final – contesto yo.
Nos saludamos todos y, como ha sobrado carne este mediodía, Can y Ömer vuelven a ponerse manos a la obra en la parrilla, mientras Engin y Gamze les enseñan la casa a mis padres. Aún me cuesta creer que ya no vaya a ver a Gamze por el barrio. Puede que la vea si viene de visita o algo, pero no será igual que antes.
<<Al menos hasta que te vengas a vivir con Can aquí>>, me dice mi cerebro. Para eso aún queda un poco.
Decidimos cenar en el enorme salón porque empieza a refrescar un poco y, cuando ya estamos llenos, charlamos y cantamos algo hasta que estamos cansados y nos volvemos a casa.-----------------
Sé que he tardado un poco en actualizar, pero apenas tengo tiempo con la universidad 😔.
Espero que el capítulo os haya gustado y que la historia también. Intentaré subir otro capítulo en cuanto pueda.
Besitooooooossss 🫶🏼🫶🏼🫶🏼
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VOLVER A TI (YSETE 2)
RomanceDespués de que el amor de su vida se fuera sin más, Faith queda sumida en un oscuro pozo al que no encuentra ninguna salida. Cuando sale del centro psiquiátrico en el que deben ingresarla por una fuerte depresión, se propone a sí misma recuperarse y...