CAPÍTULO 51

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Faith.

Cruzamos la entrada de la casa de Can y Engin y, para mi sorpresa, la puerta de la casa está abierta, por lo que Gamze se adelanta y entra. Yo cierro la puerta una vez estoy dentro y veo que las chicas avanzan hacia el salón a paso decidido, así que yo las sigo.
     Todo está muy en silencio, cosa bastante extraña, pero nada más poner un pie en el salón, los chicos salen, dan un paso adelante y gritan:
     -¡Sorpresa!
     Pego un brinco ante el asombro que siento y me llevo la mano al pecho para calmar el latido desbocado de mi corazón. Todos están aquí: Can, Engin, Murat, Ahmet, Ömer, Cihan, Mesut y las chicas. Todos me miran con una enorme sonrisa.
     <<Sabía que habían preparado algo>>, pienso, mientras observo el salón completamente decorado.
     Unos grandes globos dorados en forma de letras están colgados del techo, formando las palabras ‘Feliz Cumpleaños’, la mesa del comedor está repleta de comida y bebida de todos los tipos, los sofás están retirados para dejar más espacio, a un lateral hay una mesa con un portátil y unos altavoces y los chicos están en el centro del salón. Es precioso todo.
     Una inconsciente sonrisa se forma en mi boca y Ömer es el primero en acercarse a mí con su enorme sonrisa y sus ojos risueños.
     -Felicidades, Faith – dice, rodeándome en un abrazo.
     -Gracias, Ömer – respondo, abrazándole.
     Mi amigo se separa de mí y entonces se acercan Murat y Ahmet, los cuales casi me aplastan a causa del intenso abrazo que me dan.
     -¡Que la pequeña de la pandilla se hace mayor! – bromea Murat.
     -¡Soltadme ya, pesados, que quiero vivir! – les chillo, entre risas.
     Ambos me dejan libre y me encuentro con otro abrazo enorme de Cihan y Mesut.
     -Feliz cumpleaños, Faith – me desean ambos, sonriendo.
     -Gracias, chicos – contesto, abrazándoles.
     Las chicas se acercan corriendo y riendo cuando se separan los chicos de mí y me achuchan de nuevo.
     -Con que no había nada preparado, ¿no? – arqueo una ceja con una sonrisa ladeada.
     -La ocasión lo merece, Faith. Después de este año te mereces un cumpleaños por todo lo alto, amiga – responde Gamze.
     Engin es el siguiente en acercarse a mí para abrazarme y darme dos besos en las mejillas cuando las chicas dejan espacio.
     -Felicidades, preciosa – sonríe -. Estás guapísima. Mi hermano está que se sube por las paredes, está deseando verte – me susurra al oído.
     Un escalofrío me recorre la columna al pensar en Can y, cuando Engin se hace a un lado y lo veo, siento que me tiembla el cuerpo. Está guapísimo, aunque eso no sea nada nuevo. Va vestido con un vaquero azul, unas botas negras, una camisa del mismo color y una americana también negra. Su pelo está recogido y sus manos están adornadas por anillos y pulsera (incluida la que le regalé) y por encima de la camisa brillan el ojo de tigre y mi collar del fósil de caracola. Sus labios forman una maravillosa sonrisa mientras sus ojos me observan con adoración.
     Mis pies caminan hasta su posición y él hace lo mismo hacia mí. Cuando estamos a tan sólo unos centímetros nuestras sonrisas se hacen más grandes y Can es el primero en hablar:
     -Estás… hermosa – me mira a los ojos mientras habla -. Estás increíblemente hermosa, Faith.
     -Tú también – respondo, embobada en su bello rostro.
     Sonríe de nuevo.
     -Feliz cumpleaños, cariño – me dice una vez más en este día.
     Rodeo su cuello con los brazos y le abrazo con fuerza, al mismo tiempo que él me rodea la cintura y me atrae hacia sí. Su cabeza reposa en el hueco de mi cuello y su aliento hace que mi piel se erice y que el corazón me lata desbocado.
     -Muchas gracias, Can – respondo en su oído.
     Cierro los ojos, disfrutando de su olor y su calidez, y luego nos separamos para mirarnos a los ojos de nuevo durante unos minutos en los que siento que el resto ha desaparecido y que sólo quedamos él y yo.
     -¡Hora de abrir los regalos! – chilla Azra, sacándonos de nuestra burbuja.
     -¿Qué, regalos? – medio grito -. Dije que no quería regalos, chicos.
     -Te chinchas – se burla Damla, acercándose a la mesa y cogiendo dos cajas de las tres que hay -. Estos dos son de los chicos y nuestro – señala a las chicas (ella incluida) y al resto, excepto a Can.
     Damla me da primero la más pequeña de las cajas. Antes de cogerla, me quito la chaqueta de cuero y la dejo en el sofá para luego coger la caja y abrirla, encontrándome dentro unos deportes Reebok blancos, idénticos a los que tengo ya muy gastados.
     -Llevas unos meses diciendo que querías comprarte unos nuevos cuando pudieras porque los tuyos están muy usados – habla Cihan, mientras yo admiro los zapatos.
     Asiento. Es cierto. Pero la verdad es que esperaba comprarlos en España la próxima vez que fuera. La última vez, los busqué por todas partes y estaban agotados en todas las tiendas. Allí en España son mucho más baratos, aquí unos deportes así te cuestan casi un ojo de la cara.
     -Gracias, chicos – respondo, emocionada, con las lágrimas saltadas.
     -Abre este ahora – Azra me da la segunda caja, un poco más grande.
     Can me coge la caja de los zapatos para sujetarla y yo cojo la otra de manos de mi amiga, quien sonríe tiernamente.
     -Con los deportes bastaba, chicos – digo.
     -¡Calla y ábrelo ya! – exclama Ahmet, sonriendo.
     Destapo la caja y, envuelta en un papel blanco muy fino, me encuentro la chaqueta que llevo meses queriendo. La saco de la caja y la miro sin poder creer que la tenga entre mis dedos. Es de color verde brillante, imitando a la piel de serpiente, el material hace que dependiendo de la luz parezca dorada, verde o incluso morada y el corte es el de una gabardina.
     Llevo meses pasando por la tienda y poniéndole ojitos porque quería comprármela pero era muy cara.
     -Vaya – casi no puedo hablar -. No… no hacía falta, chicos. Esta chaqueta es carísima. Y los deportes también. Con cualquier cosa me habría bastado – digo.
     -Te lo mereces, Faith – sonríe Ömer, tierno.
     <<Menos mal que han comprado las dos cosas entre todos, porque aquí hay más de dos mil liras gastadas, ¡Dios bendito!>>, pienso, apurada.
     -Dadme un abrazo, anda – les pido, con los ojos llenos de lágrimas.
     Todos se acercan y me rodean para abrazarme muy fuerte. Suelto un par de lágrimas silenciosas, sintiéndome inmensamente afortunada por los amigos que tengo. Son increíbles. Unos segundos después, nos separamos y yo me limpio las lágrimas por debajo de las gafas, con cuidado de no destrozarme el maquillaje y parecer un mapache.
     -Aún tienes que abrir otro regalo – me dice Engin, mirando a mi espalda.
     Al girarme, me encuentro a Can con una caja negra rodeada con un lazo rojo en las manos.
      Miro la caja y lo miro a él.
      -Este es el mío – dice -. Espero que te guste – sonríe, con los ojos brillantes.
     Le devuelvo la sonrisa, aún un poco lacrimosa, y deshago el lazo cuando él me dice que aguanta la caja para que sea más cómodo. Dejo el lazo a un lado y quito la tapa de la caja, encontrándome un papel de seda rojo, el cual aparto. Y entre él, encuentro ropa, pero no cualquier ropa, si no ropa de la última colección de Billie Eilish.
     -Madre mía… - murmuro, sacando las prendas, alucinada.
     La colección salió justo ayer por la mañana. ¿Cómo ha podido comprarlo tan rápido? Hay un conjunto de pantalón y camiseta blancos con dibujos al estilo cómic, una sudadera también blanca con un dibujo de Billie, una carcasa para el móvil con el mismo dibujo que la sudadera, un gorrito blanco con el nombre de Billie en color verde y dos camisetas de manga corta, una roja y negra y otra azul, ambas con una foto de Billie.
     -Vi la ropa ayer en un escaparate mientras buscaba qué regalarte y pensé que te gustaría tenerla – habla Can, mientras yo admiro la ropa sin poder creerlo aún.
     Billie Eilish es una de mis cantantes favoritas y tengo como seis camisetas suyas, aparte de sus discos. Me encanta su música. Tener la ropa de su nueva colección es muy especial.
     -Muchas gracias, Can – levanto la mirada y le observo con los ojos llorosos de nuevo -. No sabes lo especial que es esto para mí – mi voz se entrecorta un poco.
     Can sonríe y sostiene la caja con una mano para abrazarme con la otra. Yo le rodeo como puedo y me aprieto contra él. Es el hombre más maravilloso de este mundo.
     -¡Hora de la fiesta, que hoy también se termina el año! – chilla Mesut, interrumpiendo nuestro momento (otra vez), colocado tras el portátil.
     Pulsa una tecla y la música empieza a sonar en los altavoces con fuerza. Dejo la ropa de nuevo en la caja y empiezo a bailar con las chicas cuando me agarran. La canción 4 besos de Lola Índigo suena por los altavoces y las chicas y yo nos abrazamos mientras cantamos la letra.
     Durante un par de horas, cenamos todo lo que han preparado (canapés, queso, fruta, dolmas, carne…), que está delicioso, bailamos todo lo que suena y nos divertimos.
     Nuestro amigo Faruq, el dueño el pub, llega justo cuando estoy por soplar las velas de la tarta que los chicos han comprado, y se come un trozo para luego irse porque hoy tiene mucho lío en el bar por la Nochevieja y nos invita a pasarnos por allí un rato.
     Todos repetimos tarta y dejamos unos trozos para mis padres y para el señor Azad, que ha ido de cotillón con unos amigos, y seguimos bailando hasta las once y media pasadas. Ya queda poco para darle la bienvenida al nuevo año.
     Después de bailar unas cuantas canciones más de todos los estilos e idiomas, los pies me están matando y el calor que siento es un poco agobiante, teniendo en cuenta que la casa también tiene calefacción.
     -¿Estás bien? – me pregunta Can cuando me separo un poco de él y me abanico con la mano.
     -Sí, es que me duelen los pies y tengo un poco de calor – contesto, sonriendo.
     Me dedica una mirada tierna.
     -¿Quieres que nos sentemos un rato en el jardín? Así descansamos los pies y los oídos – propone por encima de la música.
     -Buena idea – respondo.
     Can coloca su mano en la parte baja de mi espalda y me guía hasta la puerta corredera del salón, para abrirla y hacernos salir. Hace frío, pero en cierto modo es agradable. Seguramente en dos minutos esté medio congelada, pero dentro ya tengo mucho calor.
     Can se sienta en el sofá y palmea el hueco que está a su lado para que me siente. Me coloco junto a él y le miro sonriente.
     -¿Te apetece un té? – me pregunta.
     -Eso no se pregunta, Can.
     Él sonríe y me da un beso en la mejilla antes de levantarse y entrar de nuevo en la casa para ir a la cocina. Desde donde me encuentro puedo verle concentrado en servir los tés, ya que la ventana de la cocina da al jardín.
     <<Qué guapo es>>, pienso, embobada en él.
     Le veo coger los vasos de té y un minuto después sale al jardín y camina hasta mí.
     -Aquí tienes – me da uno de los vasos.
     Cojo el humeante té entre mis dedos y soplo un poco antes de beber.
     Cuando miro a Can, él me observa con los ojos brillantes.
     -¿Lo estás pasando bien? – me pregunta, bebiendo de su vaso.
     -Sí – asiento -. Gracias por los regalos y la fiesta. No hacía falta – repito una vez más.
     Sonríe levemente.
     -Te mereces esto y más, Faith – dice en un tono intenso -. Por cierto, el mono te queda mucho más bonito de lo que llevo imaginando todo el día – mira mi ropa.
     -Es precioso, ¿verdad? – toco la tela.
     -Tú eres preciosa – habla él.
     Mi corazón late fuerte por el tono de su voz y mi cuerpo hormiguea ante la mirada llena de emoción que me dedica. Sus ojos son tan increíblemente brillantes, preciosos e intensos, que casi no puedo mantenerle la mirada del todo.
     -Oye… quería decirte una cosa – empiezo a hablar, decidida a decirle algo a lo que llevo dándole vueltas todo el día.
     Can se remueve en el sillón y se acerca un poco más a mí.
     -Dime.
     -Yo… he estado pensando y… no quiero más citas.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora