Faith.
El hotel es precioso. Tiene un vestíbulo enorme y muy bien iluminado por la luz natural que entra por los ventanales, adornos de metal y un encanto natural que te hace estar pendiente todo el tiempo. Y la habitación no es para menos. La suite que Can ha reservado para nuestro fin de semana es increíble. Terraza, un pequeño salón, un baño y una enorme cama con una colcha roja, digna de San Valentín.
Can me dice que tenemos que ir a un sitio y coge su cámara, por lo que deduzco que es algo fuera del hotel. Nunca sale sin su cámara. Una vez salimos del ascensor al llegar a la planta baja me hace cerrar los ojos y me agarra de la mano para guiarme adonde sea que me quiera llevar esta vez.
-Quieta aquí – me dice, deteniéndome -. Espera un momento.
Los nervios pululan en mi estómago y en los segundos que paso de pie, quieta, me devano los sesos, pensando en qué puede tener preparado para tanto misterio. Creo que ni siquiera hemos salido del hotel, porque no hace frío ni se escucha ruído ambiental, así que lo que sea es dentro.
-Ya puedes abrir los ojos – le escucho decir.
Suspiro y los abro. Y lo que veo me deja sin palabras. El chef Serdar Dinçer está justo delante de mí, vestido con un uniforme negro de cocina, sonriendo, delante de un montón de cuchillos y utensilios culinarios. Levanto los ojos y veo que estamos en una enorme cocina vacía, donde sólo estamos Can, el chef y yo.
-Pero… ¿qué…? – empiezo a preguntar sin entender nada.
-No pudiste venir al taller porque estabas enferma y sé que tenías muchas ganas de asistir – responde Can, interrumpiéndome -. Así que llamé a señor Serdar para ver si estaba por aquí y podía darte un taller antes de irse.
Mi corazón late con fuera contra mi caja torácica, emocionado por las preciosas palabras de Can. Me ha traído a ver a uno de mis chefs favoritos. No creo que pueda quererle más de lo que ya lo hago, pero puedo asegurar sin asomo de duda que al verle sonreír como lo está haciendo me enamora aún más.
-Feliz San Valentín, mi amor – habla cuando ve que estoy petrificada.
-Dios, Can, esto es… no sé qué decir – trago y una sonrisa inmensa se forma en mi boca -. Es el mejor regalo que me han hecho nunca.
Me acerco a él y le abrazo muy fuerte, dándole las gracias una y otra vez. No sé cómo voy a agradecerle esto.
Sus brazos me acarician la espalda y ríe cuando le doy un beso en el cuello.
-Anda, ve ya aprovecha. Ya me lo agradecerás luego – me dice al oído, terminando con un tono juguetón.
Me separo de él y le doy un beso en los labios que él corresponde sin dudarlo un segundo.
-¿Te quedas, no? – le pregunto. Quiero que esté conmigo en este momento tan especial.
-Por supuesto. Tengo que catar todo lo que cocines – responde, sonriendo.
Suelto una risa y camino, nerviosa y emocionada, hasta Serdar, que me recibe con un fuerte abrazo y dos besos en las mejillas.
-Encantando de conocerte, Faith – me dice.
-No tanto como yo de conocerlo a usted, créame – respondo, soltando una risa nerviosa.
El chef y Can se ríen por mis nervios y yo sigo sin creerme que esté aquí ahora mismo, delante de unos de los mejores chefs del país y del mundo gracias a lo maravilloso y detallista que es Can.
Me coloco el delantal que Serdar me da y miro a Can, quien está apoyado al otro lado de la encimera, mirándome con los ojos brillantes y una sonrisa preciosa.
-Bueno, ¿empezamos? – me pregunta el chef.
-Sí – afirmo.
Durante al menos tres horas o algo más, Serdar Dinçer me enseña nuevas técnicas y recetas que ha inventado, mezclas de sabores como chocolate blanco con aceitunas o una mezcla de queso y miel para unos bombones que cubrimos de chocolate negro y almendras. También me ayuda a perfeccionar algunas técnicas con el chocolate porque, aunque no lo parezca, el chocolate es uno de los grandes retos de la cocina. Hay que saber atemperarlo muy bien, no hacerlo muy grueso ni muy fino… Además, también nos cuenta anécdotas sobre sus inicios en la cocina y cosas que ha hecho durante estos años hasta ganar las dos estrellas Michelín que tiene su restaurante.
Can no deja de hacer fotos en todo el tiempo y cada vez que puede se acerca para probar algo de lo que estoy cocinando. No deja de sonreír, feliz, y me lanza besos cada dos por tres.
-Tienes un talento natural para la cocina, Faith – me halaga el chef cuando estamos recogiendo la cocina.
-Gracias – respondo, agradecida por escuchar esas palabras de alguien como él.
-¡Quieta, no te muevas! – exclama Can cuando paso la balleta mojada por la encimera.
Oigo el click de la cámara y entonces me muevo.
-Parece que no soy el único con el que ha sido exigente para hacerle fotos – ríe el chef.
Es cierto, Can y Serdar trabajaron juntos hace un tiempo en su libro de cocina. Can le hizo las fotos. Coincidió con el día que yo estaba probando el menú que había diseñado para la boda de Engin y Gamze con ellos y no pude acompañarle.
-Si yo le contara… - menciono.
-¡Oye! – se queja Can, levantando la cabeza de la cámara -. No soy tan exigente con las fotos.
-Claro que no, cielo. Dítelo a ti mismo hasta que te lo creas y luego hablamos – digo en un tono bromista.
Serdar suelta una risa y Can me saca la lengua en forma de burla, cosa que a mí me hace reír también.
-Can me dijo en nuestra llamada que tienes un restaurante en Estambul – me dice Serdar.
Dejo el paño húmedo en el fregadero cuando lo aclaro y me apoyo en el mármol.
-Sí, desde hace unos meses. Va muy bien, la verdad. Yo estoy muy contenta – respondo, sonriendo.
-Deberías pasarte por allí, Serdar. Hace unos platos increíbles – le sugiere Can.
-Después de lo que he visto hoy aquí, me lo creo de sobra – responde él -. Tengo unos amigos que son críticos muy importantes en el mundo culinario. Podría hablar con ellos y pasarnos un día por allí a cenar.
¿Acaba de decir críticos? ¿Críticos gastronómicos en mi restaurante?
<<No empieces a hiperventilar ya>>, me advierte mi subconsciente.
Can dirige sus ojos hacia mí y sonríe al escuchar las palabras de Serdar, quien mira su reloj de muñeca y se quita el delantal.
-Buenos, chicos, me encantaría quedarme un rato más a hablar con vosotros, pero tengo que coger un vuelo a Ankara en un rato y no quiero llegar tarde – nos informa.
Deja el delantal en la encimera y se acerca a mí para darme un abrazo. Yo le correspondo y sonrío levemente.
-Me ha encantado conocerte, Faith.
-Igualmente.
Luego le da un abrazo a Can y le pide que le pase algunas de las fotos que nos ha hecho hoy para tenerlas de recuerdo. Can le da las gracias por el favor de darme el taller a solas y él le quita importancia diciendo que ha sido un placer y que se ha divertido mucho.
-Ya os llamaré para concretar el día que iré con mis colegas al restaurante, ¿vale? – nos dice, cogiendo su mochila.
-Esperaremos impacientes – responde Can.
Y con una sonrisa, sale de la cocina y nos deja a Can y a mí solos. Ambos nos miramos.
-¿Ha dicho críticos gastronómicos y mi restaurante en la misma frase? – pregunto, procesándolo todavía.
-¡Si, cariño! – responde, emocionado, acercándose y rodeándome las mejillas con las manos -. ¿A que es genial? Si te hacen una buena crítica será estupendo para tu carrera.
-Y si hacen una mala me hundiré en la mierda – digo yo.
-¡No podrían hacerte una crítica mala aunque quisieran! Eres muy buena, Faith. Él te lo ha dicho – sus dedos acarician mi piel -. No te agobies, ya verás que cuando llegue el día y prueben los platos que puedes preparar estas manitas – me coge las manos -, no querrán moverse de allí.
Me besa las manos y yo sonrío con los ojos iluminados. Sólo él es capaz de hacer que el corazón me lata tan fuerte y que mi seguridad suba hasta límites insospechados. Con él siento que puedo hacerlo todo.
-Gracias por esto, de verdad – apoyo las manos en su pecho.
Siento el latido de su corazón bajo mis dedos y la calidez que irradia su piel. Can sonríe, mostrando su preciosa dentadura, y apoya su frente contra la mía.
-No me las des, amor. Sabes que haría cualquier cosa por ti con tal de verte feliz – responde en un tono bajo y lleno de amor.
<<Dios, le quiero tanto>>, pienso, sintiendo ganas de llorar.
-Te quiero mucho, Can – le digo con voz intensa.
-Yo también te quiero, cariño – responde él del mismo modo.
Nuestros labios no tardan en unirse y pasamos unos minutos besándonos contra la encimera de la cocina, aún desierta.
-¿Quieres subir? Yo estoy lleno con lo que hemos comido aquí – habla cuando nos separamos.
-Yo también. Subamos. Me apetece darme un baño calentito con mi guapo y sexi novio – respondo, separándome para quitarme el delantal negro.
Can sonríe con lascivia y recoge su cámara antes de entrelazar mis dedos con los suyos y salir conmigo de la cocina.
Una vez llegamos a nuestra suite, me rodea la cintura con los brazos y empieza a besarme el cuello, guiándome hasta el baño.
-Espera, espera – le pido con la respiración agitada y la excitación creciendo en mi interior.
Me separo de él y camino hasta mi maleta, aún sin deshacer.
-¿Qué pasa? – pregunta.
Abro la cremallera y saco su regalo del interior. Sonrío. Espero que le guste y que no tenga nada parecido aún.
Camino hasta Can con el paquete tras la espalda y cuando estoy frente a él, coloco el paquete delante de su cara y digo:
-Feliz San Valentín.
-¿Me has comprado un regalo? – pregunta, sin creérselo.
-¿Lo dudabas acaso? – reímos -. Ábrelo.
Can me dedica una preciosa sonrisa llena de amor y rasga el papel con mucho cuidado de no estropearlo. Yo espero, impaciente por ver su reacción, mordiéndome los labios. El papel cae al suelo y una caja de color marrón hace acto de presencia. Can quita la tapadera con mucho cuidado y una exclamación de sorpresa sale de sus labios al ver la cámara Leica Illg del año 1957 que le compré en una tienda de antigüedades del centro de Estambul hace una semana.
-Cariño, esto es… ¿cómo la has conseguido? Esta cámara tiene más de sesenta años – me dice con la voz tomada por la emoción.
La saca de la caja con mucho cuidado y la inspecciona.
-Estaba buscando algo que regalarte y pasé por una tienda de antigüedades en el centro – le cuento -. El hombre me dijo que aún funciona. Pensé que te gustaría tenerla.
-Es preciosa, Faith – levanta la cabeza y me mira -. Ven aquí – me rodea la cintura con el brazo que tiene libre y me atrae hacia sí -. Gracias, mi vida.
Rodeo su cuello con los brazos y le acaricio la nuca con mimo, cerrando los ojos y disfrutando de su aroma.
-No hay de qué, cielo – le doy un beso en el cuello -. Me gusta hacerte feliz.
-Me haces feliz sólo por existir – responde él.
Mi corazón late fuerte por el amor que siento por él y ahora mismo soy tan feliz que hasta quiero llorar. Le acaricio la espalda con cariño y él me da un beso en el hombro como respuesta.
-¿Sigues queriendo que nos bañemos o prefieres quedarte un rato con la cámara? – le pregunto.
-Primero el baño.
Se separa de mí y deja la cámara en la mesa del pequeño salón de la habitación, para luego girarse hacia mí y cogerme de la mano para meternos en el baño. Enciende el grifo de la bañera y pone el tapón, se coloca frente a mí y lo primero que hace es quitarme las gafas y dejarlas sobre el lavabo. Luego agarro el borde inferior de mi jersey rosa y lo sube, haciéndome levantar los brazos para quitármelo.
Me recoloco el pelo rizado y él se encarga de desabrocharme el vaquero blanco con suma lentitud, poniéndome nerviosa y excitada a partes iguales. Se pone de cuclillas y me baja los pantalones por las piernas. Levanto los pies del suelo para que termine de quitármelos y los deja junto al jersey.
Decido seguir yo en lo que él se incorpora y me desabrocho el cierre del sujetador negro que llevo sin apartar los ojos de él. Como respuesta, Can se deshace de su camiseta y yo le desabrocho el cinturón y el botón de los vaqueros para quitárselo. Lo último que hacemos es quitarnos la ropa interior el uno al otro antes de meternos en la bañera humeante. Can se sienta y yo me coloco entre sus piernas, apoyando la cabeza en su pecho.
-¿Estás cansada? – me pregunta en un susurro, rodeándome con sus brazos.
-Un poco – cierro los ojos -. Pero para salir luego a dar una vuelta y cenar me queda energía.
Ríe.
-Genial – me besa el pelo y me lo acaricia con las manos húmedas por el agua -. Gracias por la cámara.
-Gracias a ti por conseguir que Serdar me diera el taller – digo yo -. Ha sido genial.
Los dedos de Can acarician mi pelo con cariño y yo muevo un poco la cabeza, de tal forma que puedo mirar su perfecto perfil. Me deleito con su nariz, su barba, su cuello, sus ojos, sus largas y espesas pestañas, sus cejas… Es el hombre más guapo que puede haber en este mundo. Lo miro, muerta de amor, y le acaricio la barba con mimo. Él gira la cabeza y la baja un poco para mirarme.
-Qué guapo eres – susurro sin dejar de acariciarle.
Sus dedos se introducen en mis rizos, erizándome la piel, y sus ojos sonríen.
-Tú eres más bonita aún – responde -. Eres maravillosa, Faith.
Escondo la cabeza en su cuello y aspiro su olor. Muevo un poco los brazos bajo el agua caliente y me doy cuenta de lo mucho que me gusta bañarme con él. Sentir el latido de su corazón, sus caricias, hablar con él, mirarle, besarle, acariciarle.
-Oye – hablo de nuevo -, ¿te das cuenta de que es el primer San Valentín que pasamos juntos? – pregunto.
-Sí – coincide -, pero no va a ser el último.
-Ni por asomo.
Ambos sonreímos y es él quien da el primer paso y me besa los labios. Acaricia mi boca con la suya con mimo, sin dejar de acariciarme el cuero cabelludo con sus dedos, mientras yo siento que empiezo a excitarme por segundos.
Nuestras bocas se entregan la una a la otra y nuestras lenguas entran en contacto en cuestión de segundos, al mismo tiempo que siento cómo la erección de Can presiona mi espalda.
La mano que tiene libre me roza los pechos húmedos y mis pezones reaccionan al instante, erizándose, y luego mete la mano debajo del agua hasta llegar a mi entrepierna. Sus dedos acarician mi entrada con suaves y lentos toques y yo me encojo y jadeo en su boca, loca por él. Introduce muy lentamente un dedo y al sentir mi humedad gruñe en mi boca y me muerde el labio para luego seguir acariciándome y excitándome más y más. Una corriente me recorre el cuerpo de arriba abajo cuando me da un toque en el clítoris y lo único que puedo hacer es arquearme bajo el agua y pedirle más.
-Levántate – me pide con voz urgente.
No me lo pienso dos veces y lo hago. Seguidamente, Can hace lo mismo y sale de la bañera con su prominente erección chorreando agua y pidiendo a gritos que le presten atención. Ni siquiera me deja hablar porque me agarra para besarme de nuevo y en un hábil movimiento me coge en brazos y me saca de la bañera.
Rodeo sus caderas con las piernas y él me sujeta con fuerza para que no me resbale, y caminar a ciegas hasta salir del baño, mojándolo todo a nuestro paso.
En un descuido, mi espalda choca contra el quicio de la puerta y suelto un quejido de molestia por el golpe.
-¡Ay! – me quejo.
-Lo siento, ¿estás bien? – pregunta Can, preocupado.
-Sí, tranquilo – le tranquilizo.
Atraigo su boca y vuelvo a besarlo otra vez, retomando la situación. Una vez llegamos a la cama, Can me deja sobre el colchón y se coloca encima de mí. La fina colcha se empapa por el agua que desprenden nuestros cuerpos por el baño y la frialdad me eriza la piel aún más de lo que ya lo está por las caricias y los besos de Can.
-Can, estamos empapando la cama – le digo entre jadeos cuando baja los labios por mi cuello y lo lame con fervor.
-Luego pedimos que cambien las sábanas – responden del mismo modo.
Y entonces me hace el amor salvajemente sobre la cama empapada, con nuestros cuerpos húmedos demostrándose lo mucho que se aman.---------------------------
Holaaaaa, amoresss. Siento haber tardado tanto en publicar, pero estoy bastante liada con la universidad y tengo poco tiempo. Intentaré ir actualizando lo más rápido que pueda.
Espero que os guste el capítulo 😊.
Besitoooosssss 😘🫶
ESTÁS LEYENDO
VOLVER A TI (YSETE 2)
RomanceDespués de que el amor de su vida se fuera sin más, Faith queda sumida en un oscuro pozo al que no encuentra ninguna salida. Cuando sale del centro psiquiátrico en el que deben ingresarla por una fuerte depresión, se propone a sí misma recuperarse y...