CAPÍTULO 59

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Faith.

Cierro la bolsa de viaje y ya estoy lista para ir a la casa de campo de Murat a pasar el fin de semana con los chicos. He metido ropa calentita, pijama, zapatos, ropa interior, el cargador del móvil, la funda de los dientes, las pastillas anticonceptivas… está todo.
     Hoy me he puesto la ropa de Billie Eilish que Can me regaló (gorro incluido) y los deportes Rebook que los chicos me regalaron. Lo he estado reservando todo porque me gusta tanto que me daba pena estrenarlo, pero no tiene sentido tener ropa y no ponérmela.
     Can estará a punto de llegar para recogerme y, sinceramente, espero que su hermano Engin vaya en otro coche, porque aún me dura el bochorno del otro día, cuando nos pilló teniendo sexo en la ducha del dormitorio de Can. Sentí tanta vergüenza por ello que no fui capaz de salir de la habitación hasta el día siguiente, una vez me aseguré de que ni Engin, ni el señor Azad, estaban en casa.
     Puede que el momento acabara bien, porque Can se encargó de tranquilizarme y devolverme la excitación metiendo la cabeza entre mis piernas, pero eso no quita que su hermano nos pillara mientras lo hacíamos y escuchara mis gemidos. Un corte de mangas bien grande les hacía yo a los que dicen que ser pillados en medio del acto sexual es muy excitante. ¿Excitante? Y un huevo. No creo haber sentido más vergüenza en mi vida.
     <<No creo que pueda volver a mirarles a la cara>>, pienso.
     -¡Faith, baja, Can ya ha llegado! – me grita mi madre desde la planta baja.
     -¡Voy! – contesto.
     Me cuelgo la bolsa al hombro, cojo los deportes y salgo de mi habitación seguida de Sam, quien baja conmigo las escaleras, sabiendo que hoy no podrá venir conmigo. Es muy listo. Ya sabe que cuando preparo una bolsa de ropa, eso significa que pasaré una o dos noches fuera y que no podrá venir.
     Can está esperando junto a la puerta, bebiendo té con mi madre, cuando termino de bajar las escaleras. Sonríe al verme y se acerca para darme un pico en los labios.
     -Hola, cariño. ¿Estás lista? – me dice.
     Asiento.
     -Sí – sonrío y miro a Sam -. Vuelvo el domingo, ¿de acuerdo? Puedes dormir en mi cama, pero nada de dejarme las babas en la colcha, ¿estamos? – mi perro ladra en respuesta -. Muy bien – me agacho y le doy un beso en el hocico -. Podemos irnos cuando quieras – le digo a Can.
     Mi novio se termina el té y mi madre le coge el vaso.
     -Gracias por el té, Miriam – sonríe.
     -No hay de qué, Can – mi madre le devuelve la sonrisa -. Pasadlo bien. Y tú no te preocupes por el restaurante, que yo me encargo de echarle un vistazo – me dice.
     -Vale. Gracias, mamá – le doy un beso en la mejilla.
     Cojo la guitarra del cuarto de mis instrumentos y la guardo en su funda para llevármela, ya que los chicos me lo han casi suplicado. Can y yo nos colocamos los zapatos y cojo mi chaquetón negro para llevármelo. Este fin de semana dan temperaturas frías y no quiero congelarme. Le doy un beso más a mi madre y Can hace lo mismo, aparte de darle un achuchón a Sam en los mofletes de la cara.
     Salimos de casa y Can abre la puerta trasera de su coche para que guarde el equipaje. Cierro la puerta y, antes de que pueda abrir la puerta del copiloto, me agarra de la cintura y me da la vuelva.
     -Ven aquí, ven aquí – me dice.
     -¿Qué pasa? – río.
     -Deja que te vea – me agarra la mano y me hace girar -. Estás guapísima, Faith  – mira mi ropa, la cual él me regaló.
     -Es que tengo un novio maravilloso que me regala conjuntos de mis cantantes favoritos – rodeo su cuello.
     Can sonríe de esa forma que me acelera el pulso y me pellizca los labios antes de besármelos.
     -Anda, subamos al coche – me suelta y me abre la puerta del copiloto -. Por cierto, el gorro te queda monísimo.
     Acaricio su barba y me subo al coche. Can cierra y rodea el vehículo para sentarse en el asiento del conductor, arrancar el motor y abrocharse el cinturón de seguridad.
     -Mi hermano ya ha salido con Gamze para allá y se ha llevado la comida que compramos ayer, así la colocan toda y tú puedes cocinar lo que prefieras cuando lleguemos – me informa.
     -Estupendo – sonrío.
     Cuando me dice eso siento alivio, más que nada porque Engin no vendrá con nosotros en el coche. Sé que le veré cuando lleguemos, pero al menos podré mentalizarme para ello durante el camino.
     -Mi hermano no va a decirte nada, Faith – me dice Can, leyéndome el pensamiento y acelerando el coche -. Deja de darle vueltas al tema. Nos pilló en la ducha, no pasa nada. Piensa que al menos no nos pilló en la cama.
     -Sí, eso me tranquiliza mucho, Can… - digo con sarcasmo -. Mejor no hablemos del tema.
     -Vale, amor. Pero intenta calmarte durante el camino, porque no puedes estar evitando a mi hermano durante el resto de nuestras vidas – dice, conduciendo.
     Emito un sonido a modo de respuesta y me acomodo en el asiento. La calefacción del coche empieza a hacer su efecto y mis frías manos se calientan en cuestión de segundos.
     El camino hasta la casa de campo de Murat lo pasamos cantando las canciones que suenan en la radio, charlando de otros temas que no sean Engin, ni la pillada en el baño, y dándonos besos y arrumacos cada pocos segundos. Can entrelaza nuestros dedos para colocar nuestras manos unidas sobre su muslo y me brinda suaves caricias, que me erizan la piel y hacen que mi corazón lata feliz y enamorado.
     -¿Qué miras? – me pilla mirándole embobada.
     Me dedica una fugaz y brillante mirada y vuelve a la carretera.
     -Que eres increíblemente guapo – respondo sin apartar los ojos de él, loca de amor -. Y que te quiero mucho.
     Me inclino como puedo y le doy un beso en la mejilla. Los labios me hormiguean al besar su piel y mi corazón late fuerte. Adoro esta sensación cuando estoy con él. Es como si mi corazón cobrara vida cuando él está cerca. Es maravilloso volver a sentirse así.
     -Yo también te quiero, cariño – se lleva mi mano a los labios y la besa -. Mucho.
     Comienzo a tararear la canción Clocks de Coldplay, y cuando esta finaliza, Can gira a la izquierda y entramos en el camino de tierra que lleva a la casa de Murat. Menos de diez minutos después, Can está aparcando el coche justo detrás del de su hermano. El resto de coches ya está aquí, lo cual me indica que hemos sido los últimos en llegar. Seguramente estén todos colocando sus cosas y preparándolo todo para pasar el fin de semana.
     Can y yo bajamos del coche y cogemos nuestras cosas de la parte trasera y entramos en la casa.
     -¡Ya hemos llegado! – avisa Can en voz alta.
     -¡Estamos en la cocina! – responde la voz de Ömer -. Las chicas están arriba en la habitación.
     -Ve con ellas – me dice Can -, yo voy a ayudarles, ¿de acuerdo?
     Asiento.
     -¿Quieres que me lleve tus cosas? – le pregunto, señalando su bolsa.
     -Déjala en la habitación, si no te importa – me la da -. Gracias, cariño.
     -No hay de qué – le doy un beso en la barba -. Voy arriba.
     Saludo rápidamente a los chicos (incluido Engin, a quien casi no miro) cuando llegamos a la cocina, y subo las escaleras hasta la planta superior, dejando a Can allí. Primero voy a la habitación en la que dormirá él y dejo su bolsa encima de la cama de matrimonio. Es el único, aparte de Murat, que duerme solo en una habitación, digamos que porque le gusta ir a su aire, solo y tranquilo. El resto compartimos. Las chicas y yo en una habitación con literas, Ömer, Engin y Ahmet en otra habitación de tres camas y Cihan y Mesut en otra de dos.
    Abro la puerta de la habitación en la que dormiré con mis amigas y me las encuentro sentadas en la que será mi cama. Al verme, se levantan de golpe y se acercan para saludarme con un fuerte abrazo.
     -Por fin llegas, Faith – dice Azra cuando nos separamos.
     -¡Has estrenado los zapatos, qué guay! – exclama Damla -. Y la ropa te queda como un guante – se atusa el pelo caoba.
     Sonrío y dejo mi bolsa morada de flores encima de la cama para sacar la ropa y guardarla en la parte libre de uno de los armarios. La habitación tiene dos y la primera vez que vinimos decidimos que cada uno de los armarios lo compartiríamos entre dos, así que uno es para Damla y Azra y el otro para Gamze y para mí.
     -¿Has visto a Engin, Faith? – me pregunta su futura esposa en un tono guasón.
     -No empieces, Gamze – le advierto -. No quiero hablar del tema.
     -¡Os pilló follando en la ducha, Faith! ¡Eso hay que hablarlo! – carcajea.
     Le lanzo una sudadera a la cabeza y ella la agarra entre risas. ¡Será capulla!
     -Vale, vale, perdón – se disculpa y me devuelve la sudadera -. Pero no tienes nada de qué preocuparte, Faith, para Engin está olvidado.
     -Yo me moriría si mi hermano me pillara con Cihan – comenta Azra, sentándose en mi cama.
     -Tu hermano le cortaría los huevos a Cihan y a ti te pondría un cinturón de castidad, Azra – digo yo, colocando la ropa en el armario.
      Las chicas se ríen ante mi comentario.
Una vez coloco mi ropa y mis tres amigas se encargan de terminar de tranquilizarme, bajamos a la planta baja, donde los chicos siguen en la cocina, ahora tomando unas copas y charlando. Yo me siento al lado de Can y las chicas al lado de sus respectivos novios. Hablamos durante un rato sobre los planes para el fin de semana y quedamos en preparar para el almuerzo el pescado que compré ayer en el mercado, cenar pizza casera, cuya masa prepararemos más tarde, hacer mañana la barbacoa con parrillada de verduras y en el resto ir improvisando según nos vaya conviniendo.
     -Bueno, pues manos a la obra – me levanto de la mesa -. ¿Algún voluntario para pinche?
     -A sus órdenes, chef – Can se levanta.
     -Nosotras también – las chicas imitan su acción.
     -Y nosotros – los chicos también se levantan.
     -De acuerdo. Chicas, vosotras encargaos de pelar las patatas y cortarlas en rodajas, Can y yo del pescado, Ömer de la salsa de limón y el resto preparad los aperitivos, las bebidas y poned la mesa – doy indicaciones -. ¿Todo claro?
     -¡Sí, chef! – responden al unísono.
     Sonrío.
     -¡Pues manos a la obra, equipo!

Mezclo los ingredientes de la masa de pizza con las manos y estrujo bien, asegurándome de que todo está mezclado y sin grumos. Ahora cuando termine me ducharé, puesto que la masa tiene que reposar unos cuarenta minutos antes de preparar las pizzas. Los chicos me han ofrecido su ayuda, pero yo les he dicho que no era necesario. Ya me ayudarán luego cuando haya que poner los ingredientes. Así que todos se han ido turnando para ducharse y ahora están viendo la tele y charlando en el salón.
     Me recoloco las gafas con el antebrazo, ya que tengo las manos llenas de masa, y sigo amasando con fuerza.
     Unos fuertes brazos me rodean la cintura desde atrás y mi corazón se acelera al percibir el aroma de Can. Siento cómo apoya su barbilla en mi hombro y su mano retira mi pelo rizado de la parte derecha de mi cuello para darme un suave beso detrás de la oreja. Mi piel se eriza y una sonrisa boba se forma en mi boca.
     -¿Algún ingrediente en especial que quieras que le eche? – le pregunto.
     -A ti – bromea. Yo río -. Ya sabes que todo lo que hagas me gusta, cariño – continúa -. Oye, he visto que tu ropa no está en mi habitación. ¿No vamos a dormir juntos este fin de semana?
     -Siempre que venimos aquí dormimos igual – respondo -. ¿Me pasas ese bol? – señalo con la cabeza un enorme bol rojo al otro lado de la encimera, donde meteré la masa para que repose en la nevera.
     -Sí, claro – Can se separa de mí y camina unos pasos para coger el bol y traérmelo -. Ya sé que siempre dormimos igual, pero no sé, podríamos dormir juntos, ¿no? A Murat no le importará – intenta convencerme.
     Mientras habla, yo separo la masa y la vierto en el bol, para luego lavarme las manos y cubrir la masa con un plástico. Cojo el bol, abro el frigorífico y lo coloco en un hueco junto a la carne para la barbacoa de mañana.
     -Creía que preferías dormir solo – medio bromeo, desatándome el delantal negro, manchado de harina.
     -No quiero compartir habitación con ninguno de estos zánganos, Faith. Contigo, siempre – se acerca lentamente  a mí y me rodea con los brazos, apretándome contra su duro cuerpo -. Anda, duerme conmigo – hace una mueca suplicante con los labios y me da mimosos besos en las mejillas, intentando convencerme.
     Cierro los ojos, perdiéndome en sus caricias, sus besos y su olor, y siento cómo su pene se endurece contra mi vientre. Y entonces reacciono.
     <<Faith, ya te han pillado con las manos en la masa una vez, dos ya es abusar>>, me digo.
     -Can – tartamudeo -, ya nos han pillado haciéndolo una vez y no me gusta la idea de que vuelva a suceder, porque acabaré perdiendo los nervios, sobre todo cuando la casa está llena de gente – intento parecer firme, aún cuando las piernas me están temblando y sus besos me ponen a cien -. Me voy a duchar mientras tanto. Id pensando de qué queréis las pizzas – hablo entrecortada.
     Me zafo de su agarre (aunque en mi fuero interno quiera quedarme con él) y salgo por patas de la cocina para subir las escaleras a trompicones y meterme en el baño para ducharme.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora