CAPÍTULO 66

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Can.

Entro en el restaurante a eso de las once y media. Normalmente vengo mucho más temprano e incluso recojo a Faith para traerla, pero necesitaba dormir un poco. Llevo unos días un poco ajetreados entre la boda de mi hermano, sus fotos de boda, llevarle al aeropuerto de madrugada con Gamze para que cogieran el avión a Tokio. No llegarán hasta las tres de la tarde o así, así que estarán durmiendo a pierna suelta en el avión.
     Le dejo el paso a uno de los camareros que me saluda al reconocerme y cuando me giro me encuentro a Ozan con unos vasos sucios en la mano.
     -Llegas a venir diez minutos antes y la pillas aquí – me dice.
     Frunzo el ceño.
     -¿Faith no está? – le pregunto.
     -Se ha ido hace un rato. Bueno, más bien la hemos obligado a irse a descansar. Tenía fiebre y se encontraba mal – me contesta.
     La preocupación se adueña de mí al instante. Faith está enferma. Tengo que verla ya y saber cómo está.
     -Gracias por decírmelo, Ozan.
     Casi ni termino bien la frase cuando ya estoy saliendo del restaurante. Me subo al coche y arranco a toda prisa para conducir hasta el barrio de Faith, intranquilo. Paso por delante de la tienda de Miriam, pero no la veo a ella, si no a Elif, la madre de Gamze. Seguro que le ha pedido que se quede mientras ella está con Faith en casa.
     Aparco el coche justo en la puerta y me bajo a la velocidad de la luz. Toco el timbre un par de veces, haciendo sonar el canto del canario. Segundos después, Miriam me abre la puerta.
     -Hola, Can. Bienvenido, pasa – se hace a un lado.
     -Gracias – entro en la casa y me descalzo -. He ido al restaurante y Ozan me ha dicho que Faith se ha venido enferma. ¿Está bien? – le pregunto preocupado.
     -Sí, tranquilo – me contesta -. Tiene fiebre, le duele la garganta y no deja de toser y estornudar, pero está bien. Supongo que cogería frío en la boda y se ha resfriado.
     -Sí, me lo temía – admito -. Hizo mucho frío ese día. Oye, si tienes que irte a la tienda o lo que sea, vete tranquila. Yo me quedo con ella.
     -Me harías un gran favor, porque había quedado con Jesús para ir a hacer la compra y coger algunas cosas para la tienda – me dice -. Pero le voy a decir que no venga a recogerme y que iremos otro día, no quiero dejar a Faith sola – se retracta en un tono lleno de preocupación.
     -Miriam, yo estaré con ella, no te preocupes. Id adonde tengáis que ir. Yo cuidaré de ella.
     -¿Estás seguro? – me pregunta.
     -Completamente. ¿Está en su cuarto?
     -Sí, se ha quedado dormida hace un rato – me contesta.
     Subo las escaleras a toda prisa y camino por la casa hasta su habitación, cuya puerta encuentro entreabierta. La abro con cuidado y me encuentro una escena sumamente tierna. Faith duerme en su cama, tapada hasta el cuello con las mantas y Sam está tumbado a su lado en el suelo. Siempre cuida de ella. Son uña y carne. Un pack inseparable.
     Sam levanta la cabeza cuando me escucha y empieza a mover el rabo animadamente en cuanto me ve y bosteza, soltando un mini chillido muy cómico. Me agacho para acariciarle la cabeza a modo de saludo y él me lame la mano. Luego miro a Faith dormir y le acaricio el pelo rizado, apartando un mechón rebelde de su frente.
     <<Mi amor… es como un ángel cuando duerme. Mi ángel>>, pienso, acariciándole la mejilla.
     Me inclino hacia delante y le doy un beso en la sien. El roce de mi barba la hace moverse un poco y, segundos después, abre los ojos y me mira.
     -¿Can? – pregunta con la voz muy ronca al verme.
     Sí que está resfriada.
     -Hola, mi amor – la saludo entre susurros -. ¿Cómo estás?
     -Me duele todo – responde y tose -. ¿Cuándo has llegado?
     -Hace cinco minutos. Ozan me dijo que te habías venido con fiebre – le pongo la mano en la frente -. Parece que aún tienes.
     Escucho cómo la puerta de la casa se abre y se cierra y unos pasos que se hacen cada vez más claros se acercan a la habitación. Jesús y Miriam aparecen un segundo después y entran.
     -Hola, Can – Jesús me saluda con una palmada amistosa en el hombro y se sienta en la cama, junto a Faith -. ¿Cómo estás, reina?
     -Estoy, que no es poco, papá – contesta.
     -Tu madre y yo tenemos que ir a hacer unos recados, ¿de acuerdo?
     -Puedo quedarme sola, papá – contesta Faith -. Soy perfectamente autosuficiente.
     -Yo estaré aquí, no os preocupéis – digo.
     -Y encima con dos enfermeros personales – nos señala a mí y a Sam, que está sentado a mi lado, moviendo el rabo.
     Sus padres sueltan una risa. Ambos le dan un beso a Faith y a mí me dan un abrazo. Después de pedirme unas cinco veces que los llame si Faith se pone peor, ambos salen de la habitación y unos minutos después escucho el sonido de la puerta.
     -Entonces, ahora eres mi enfermero particular – me dice Faith.
     -Y a mucha honra – sonrío -. ¿Quieres que te traiga algo?
     Niega con la cabeza.
     -¿Puedes tumbarte conmigo? Tengo mucho frío – estornuda.
     -Claro que sí, cariño.
     Me quito la chaqueta de cuero negra y los zapatos, mientras la escucho toser y estornudar. Camino hasta la cama y Faith se pega más a la pared para dejarme sitio. Me meto bajo las mantas con ella y rodeo su cuerpo con los brazos. Ella apoya la cabeza en mi pecho y yo le acaricio el pelo.
     -¿Qué tal? – le pregunto, enredando los dedos en sus rizos oscuros.
     -Más calentita – responde con voz gangosa -. Oye, si tienes que hacer algo no tienes por qué quedarte todo el día, eh. Puedo cuidarme sola y las chicas viven aquí al lado – sigue hablando.
     -Para mí lo más importante eres tú, Faith. No pienso moverme de aquí ni un segundo – le aseguro.
     -Genial, porque yo tampoco quiero que te vayas – levanta la cabeza y me besa la mandíbula -. Estás muy guapo hoy – me acaricia la barba.
     Sonrío y le doy un beso en la frente. El calor que desprende su piel me preocupa. Sigue muy caliente.
     -¿Por qué no intentas dormir un poco más a ver si se te baja la fiebre? Sigues ardiendo. Yo no me moveré de aquí.
     -Vale – accede.
     Sin embargo, veinte minutos después, Faith sigue tiritando como un cachorrito y cuando le pongo el termómetro la fiebre le ha subido hasta casi los cuarenta y un grados. Le pongo un par de paños empapados en agua fría, pero parece que no funcionan. Si sigue subiéndole la fiebre puede pasarle algo. Y me muero si a ella le pasa algo. Igual si le doy un baño con agua tibia la fiebre le baja un poco.
     -Cariño, vamos a darte un baño calentito para que te pongas mejor – me levanto de la cama e intento destaparla.
     -¡No, tengo mucho frío! – exclama, ronca, tirando de las mantas hacia su cuerpo.
     -Faith, tienes mucha fiebre. O eso, o te llevo a urgencias, tú decides – le quito el paño ya templado de la frente.
     Me observa durante unos segundos con el ceño fruncido y cara de pocos amigos, mientras yo espero su respuesta de pie junto a la cama, con los brazos en jarras y expresión seria. Cuando se trata de su bienestar, tonterías las justas.
     -Eres malvado – gruñe, incorporándose.
     -Ven, vamos – le quito las mantas de encima.
     Faith intenta levantarse, pero yo soy más rápido y la cojo en brazos. La llevo hasta el baño mientras ella gruñe y protesta diciendo que tiene frío, pero no le hago ningún caso. Esto le vendrá bien.
Enciendo el grifo de la ducha cuando la dejo en el suelo del baño y, mientras el agua se calienta, me coloco delante de ella para desvestirla.
     -¡Frío, frío, frío, frío! – exclama, tirando de la camiseta del pijama de invierno hacia abajo, cuando intento quitársela.
     -Tienes que quitarte la ropa, Faith – le digo.
     -No quiero. Tengo mucho frío – se abraza a sí misma, tiritando.
     Está pálida, tiene unas ojeras increíbles, el mentón le tiembla por el frío y está apretando tanto los dientes que me sorprende que no crujan.
     -Faith – suspiro -, tienes más de cuarenta de fiebre y casi no te puedes mantener en pie. Así que deja que te desnude y te dé una ducha para que la fiebre te baje y no tengamos que acabar en urgencias contigo alucinando, creyendo que los extraterrestres de Independece Day son reales – digo.
     Finalmente, y gracias a mi poder de persuasión, Faith descruza los brazos y da un paso hacia mí, dispuesta a darse esa ducha tibia que tanto necesita. Sonrío levemente y le beso la frente mientras le subo la camiseta del pijama de franela. Se cubre el pecho desnudo con las manos, a pesar de que sabe que me encanta mirarla, y yo me pongo de cuclillas para bajarle los pantalones, las bragas y quitarle los calcetines. Lo último que hago es recogerle el pelo en un moño para que no se le moje.
     -Entra – le pido.
     Ella se mete en el plato de ducha, temblando y yo cojo la alcachofa para empezar a echarle el agua tibia encima. Al principio jadea por el malestar y aprieta los ojos y los dientes, pero poco a poco se va relajando y el color empieza a volver a su cara.
     <<Parece que funciona y se está poniendo mejor>>, pienso, aliviado.
     -¿Mejor? – asiente -. Échate un poco más de agua en lo que yo voy a por algo de ropa, ¿vale?
     Le dejo la alcachofa y salgo del baño para caminar hasta su cuarto, seguido de Sam, que se sienta junto a la puerta para esperarme. Abro el armario y saco un pijama calentito blanco con corazones de colores, unos calcetines y ropa interior, para luego volver al baño, donde Faith sigue echándose agua.
     Apaga el grifo cuando me ve entrar y yo cojo la toalla para cubrirla con ella y secarla.
     -Puedo sola, no te preocupes – habla.
     Gira la cabeza para toser y hace una mueca de dolor.
     <<Creo que le vendrá bien algo para la garganta>>.
     -Vale, pues voy a bajar a prepararte algo para la garganta. ¿Tienes hambre?
     -Un poco – responde.
     -Pues voy a preparar algo para comer también. Te espero en el salón, ¿vale?
     Asiente.
     Le acaricio la nuca con cariño, haciéndola sonreír levemente, y me inclino para darle un beso en la frente, sintiéndome relajado al percibir que el calor de su piel ha disminuido. Luego le pellizco la mejilla y salgo del baño para ir a la cocina de esta planta y preparar el almuerzo.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora