CAPÍTULO 49

123 11 7
                                    

Faith.

El día de mi cumpleaños amanezco con mis padres entrando en mi habitación con una bandeja de tortitas cubiertas con chocolate y las velas con el número veintiuno encendidas, además de un vaso de té. Sam se sube en la cama y da saltos sobre mí para despertarme.
     -¡Sam, que me vas a partir por la mitad! – le grito con los ojos medio pegados por el sueño.
     Mi perro me da un lametón en la cara, que me quita todas las legañas y se baja del colchón. La madre que lo parió…
     -¡Feliz cumpleaños, Faith! – gritan mis padres, emocionados.
     -Gracias – sonrío, medio dormida.
     -¡Sopla las velas! – me pide mi madre, colocándome las tortitas delante de la cara.
     El olor a Nutella me hace la boca agua y soplo las velas ante los rostros sonrientes de mis padres, quienes me dan un súper abrazo y me llenan de besos. Mi madre deja la bandeja en el escritorio y mi padre sale de la habitación para entrar segundos después con un paquete plateado con la palabra ‘Felicidades’.
     -Feliz cumpleaños, reina – repite mi padre, dándome el paquete con una preciosa sonrisa paternal y los ojos tiernos.
     Me destapo y me coloco de rodillas en la cama antes de coger el paquete de la mano de mi padre y sonreírles a ambos de nuevo. Abro el paquete con cuidado de no romperlo más de lo necesario y meto la mano en el interior, sacando una prenda de rayas alternas fucsias y naranjas. Al extenderlo, veo que es un precioso mono de manga larga, cuello camisero, una cremallera que va desde el cuello hasta la parte baja del vientre y un cinturón del mismo color pero con las rayas horizontales que rodea la cintura. Es precioso.
     -Vaya, muchas gracias, me encanta – les digo a mis padres, emocionada.
     -Puedes estrenarlo esta tarde cuando vayas a cenar con las chicas. Nosotros podemos celebrarlo mañana saliendo por ahí, que es festivo y tu padre no trabaja – dice mi madre.
     Aunque Año Nuevo no tenga el mismo significado aquí que en España, es un día festivo y no se trabaja.
     -Sí, es una buena idea – sonrío.
     Anoche las chicas propusieron que saliéramos a tomar algo las cuatro y luego ir a cenar con el resto para celebrar mi cumpleaños todos juntos. Me han prometido que no hay nada de regalos ni fiestas, pero no me lo creo. Sé que tienen algo preparado. Los conozco demasiado bien a todos. No van a dejar pasar esto sin celebrarlo, y mucho menos teniendo en cuenta que Can está aquí y estamos arreglándolo.
     -Bueno, te dejamos desayunar tranquila, hija – mi madre me quita el mono para colgarlo en el armario y mi padre me da nuevamente la bandeja -. Hoy te mereces un buen desayuno en la cama.
     Sonrío.
     -Gracias – agradezco de nuevo.
     Ellos me dan un beso en la cara y salen de la habitación, dejándome a solas con mi enorme bandeja de tortitas con Nutella y Sam observándome fijamente para que le dé un poco.
     Me levanto de la cama para ir al baño y quitarme la funda dental y vuelvo a la cama para empezar a desayunar. Las tortitas, tal y como esperaba, están de lo más deliciosas y el té también es una delicia. Mientras me lo zampo todo, cojo mi móvil y lo desbloqueo, encontrándome cientos de felicitaciones y fotos en Instagram.
     Contesto a las felicitaciones en WhatsApp de mi tito Andrés, mi tita Inés y mi tita Marisol, que me desean un feliz día y esperan que nos veamos pronto. Luego paso a las publicaciones de Instagram que han subido los chicos, con fotos conmigo haciendo el tonto (por las cuales voy a castigarles duramente) o simplemente sonriendo, felicitándome por mi cumpleaños, aparte de la inmensa hilera de mensajes en nuestro grupo de WhatsApp. Por último, contesto a los mensajes de Melisa, Bea, Raquel, Ismael y Pedro, deseándome un feliz cumpleaños y pidiéndome planear cuándo podremos vernos, aparte de cagarme en todo y reírme cuando veo las fotos y los videos que han subido a redes sociales.
     Sin embargo, cuando estoy contestando a cada uno de ellos, una llamada entrante de Can llena la pantalla y yo no me lo pienso dos veces antes de contestar:
     -Feliz cumpleaños, cariño – dice su maravillosa, grave y ronca voz nada más descuelgo.
     Sonrío como una boba y me muerdo el labio inferior.
     -Gracias.
     Me meto un trozo de tortita bañada en chocolate en la boca y mastico.
     -Llevo desde las siete de la mañana deseando llamarte, pero quería asegurarme de que estabas despierta – me dice -. No te he despertado, ¿verdad?
     -No, tranquilo – respondo cuando trago -. Mis padres me han preparado un súper desayuno de tortitas, Nutella y té – bebo un sorbo del vaso -. Y me han dado mi regalo de cumpleaños – me como otro trozo de tortita.
     -Vaya, ¡ya podrías darme un poco! – ríe, bromista.
     -Otro día prepararemos tortitas juntos, no te preocupes – respondo yo, sonriendo también.
     -Te tomo la palabra – dice él -. ¿Y qué te han regalado? – me pregunta.
     -Un mono precioso que pienso estrenar hoy – respondo, bebiendo más té.
     Siento su sonrisa a través del móvil.
     -Eso espero, porque estoy deseando verte – su voz se vuelve más profunda y se llena de amor.
     Otra sonrisa se forma en mis labios y siento que mi corazón se acelera.
     -Yo también tengo ganas de verte, Can – no puedo evitar decirle.
     La línea se queda en silencio y sé que es porque vuelve a sonreír de esa manera tan increíble que te enamora más y más.
     -Te quiero, Faith. Muchísimo – medio susurra, intenso.
     Cierro los ojos, disfrutando del sonido de su voz.
     <<Yo también te quiero>>, pienso. Pero una vez más, no lo digo y me mantengo callada.
     -Bueno, tengo que hacer un par de cosas ahora. Nos vemos luego, ¿de acuerdo? Disfruta de tu desayuno cumpleañero – me dice después de hablar un poco más.
     -Hasta luego, nos vemos – digo yo.
     Colgamos la llamada y yo me termino el desayuno al completo. Me tomo la pastilla anticonceptiva, la cual sigo usando para controlar mis reglas y el dolor menstrual, y me visto para ir un rato al restaurante, donde todos los empleados me felicitan.
     A eso de las cuatro vuelvo a casa y me meto en la ducha para prepararme. A las seis vienen las chicas a recogerme para ir a la cafetería de la señora Ikbal y tengo que estar lista.  Me envuelvo el pelo con una toalla pequeña y el cuerpo con otra más grande para volver a mi habitación, donde tengo la ropa sobre la cama.
     Sam levanta la cabeza cuando me escucha entrar, pero vuelve a dormirse segundos después, roncando como un tractor recién arrancado.
     Me coloco el mono que me han regalado mis padres, el cual queda aún más bonito de lo que parecía, y saco unos botines negros del armario. Me cepillo el pelo, me echo un poco de espuma y me lo seco con el secador. A continuación, me maquillo un poco con tonos rosas en las sombras de ojos, algo de colorete (nada excesivo), un poco de rímel, el eyeline y un bonito color fucsia en los labios. Luego me echo un poco de mi perfume, Pacha Ibiza Clandestine, y cojo un bolso negro donde guardo mi móvil, las llaves de casa y un par de cosas más, para luego salir de mi dormitorio.
     Mi padre silba cuando me ve aparecer y mi madre sonríe con los iluminados.
     -¿Qué tal estoy? – pregunto.
     -¡Estás preciosa, hija! – exclama mi madre.
     -¿Ya te vas? – asiento -. Pues pásalo bien con todos. Ya mañana lo celebraremos contigo por ahí – sonríe.
     -Vale – sonrío -. Gracias otra vez por el regalo. Me encanta.
     Ambos sonríen y me acerco a darles un beso y un abrazo de despedida, para bajar a la planta baja y colocarme los botines y la chaqueta negra de cuero que está colgada del perchero. Sam me observa con los ojos brillantes, esperando que le ponga su collar, pero hoy no puede venir, así que me agacho y le prometo que le prepararé galletas de las que le gustan cuando vuelva y que le daré un enorme paseo por el puerto, cosa que lo deja satisfecho. Es demasiado listo.
     Abro la puerta y, nada más poner un pie en la calle, las chicas se abalanzan sobre mí y me abrazan muy fuerte entre chillidos.
     -¡Felicidades, Faith! – chillan las tres al unísono.
     -¡Gracias, chicas! – río, sintiéndome como una sardina enlatada -. Si aflojáis un poco, igual llego viva al final del año.
     Las tres se separan de golpe y me aprietan las mejillas y me llenan la cara de besos, repitiéndome una y otra vez que hoy es mi cumpleaños y lo mucho que les gusta mi ropa.
     -¡Vale, que sí, que es mi cumpleaños, calmaos! – les pido.
     -Teniendo en cuenta cómo fue el del año pasado, ahora mismo me siento como si Lady Di volviera a casarse – dice Damla.
     Para mi sorpresa, pensar en mi último cumpleaños no duele tanto como lo hacía meses atrás. Ahora es un recuerdo triste que no me hace sentir mal, y eso es de agradecer. Supongo que significa que lo tengo superado. Y eso es bueno y me hace feliz.
     -¡No recuerdes momentos tristes, Damla! – le chilla Azra -. Anda, vamos,  que la señora Ikbal nos espera con su batido de mango y sus gofres – mi amiga rodea mi brazo con los suyos y tira de mí.
     Mientras caminamos hasta la parada de taxis, me fijo en lo guapas que están las tres. Azra lleva una falda corta negra con una blusa blanca de lunares, unas botas altas, unas medias oscuras y un abrigo negro. Damla viste un pantalón negro con purpurina de talle alto con un top ajustado rojo y una americana negra, todo combinado con unos tacones rojos. Y Gamze lleva un vestido verde primavera, unas medias, unos botines altos negros y un abrigo del mismo color.
     Nos subimos a un taxi libre que encontramos y le pedimos que nos lleve hasta la cafetería. Podríamos ir andando, pero hace demasiado frío y nos congelaríamos por el camino.
     Una vez llegamos, le pagamos al taxista y bajamos del coche para entrar en la cafetería y sentarnos en una mesa cerca de la barra, desde donde la señora Ikbal nos ve y se acerca para saludarnos.
     -Felicidades, Faith – me dice con una tierna sonrisa.
     -Muchas gracias, señora Ikbal – respondo del mismo modo.
     -¿Os pongo lo de siempre, chicas? – nos pregunta.
     Todas asentimos y ella se va a prepararlo todo.
     -Bueno – comienzo a hablar -, ¿qué habéis preparado? – pregunto.
     Arza, Gamze y Damla fruncen el ceño y se miran entre ellas.
     -¿A qué te refieres? – me pregunta Gamze.
     -No pensaréis que me he tragado eso de que no habrá fiesta ni regalos, ¿verdad? Os conozco como si os hubiera parido – les digo.
     -¡De verdad que no hay nada, Faith! Nos has dejado claro que no querías nada especial, así que sólo cenaremos con los chicos en un restaurante del centro que ha abierto hace poco – intenta convencerme Azra.
     <<No se lo creen ni ellas>>, pienso. Son demasiado transparentes. Se miran entre ellas, se remueven en las sillas y no me mantienen la mirada ni dos segundos seguidos; ergo están mintiendo.
     -De acuerdo, si vosotras lo decís… - les hago creer que me han convencido.
     Ellas sonríen, satisfechas, y minutos después llega nuestro pedido: un gofre con chocolate y un batido de mango para mí, un cappuccino con extra de cacao para Azra y té y gofres para Damla y Gamze.
     Menos mal que no suelo comer tantos dulces a diario, si no tendría el azúcar por las nubes.
     Comemos mientras hablamos nuevamente de la boda de Gamze, la cual es en unas pocas semanas, de los vestidos, del menú (que yo prepararé y el cual tiene que estar apuntado por algún papel en mi casa) y de lo emocionada que está mi amiga con cada día que pasa. Me vuelven a repetir unas cinco veces lo mucho que les gusta mi ropa y lo patidifuso que va a quedarse Can cuando me vea, porque dicen, y cito textualmente, que estoy para comerme. Y yo sonrío y mi pulso se acelera al pensar en las ganas que tengo de verle. Ayer sólo hablé con él por teléfono y desde hace un par de días sólo lo veo un rato. Tengo ganas de abrazarle muy fuerte.
     Cuando ya no podemos comer más y queremos dejar hueco para la cena, avisamos a la señora Ikbal para que nos traiga la cuenta, pero ella se niega, diciendo que invita por ser mi cumpleaños. Ahora se supone que vamos a la casa de Can y Engin para “recogerlos” e ir con ellos en su coche hasta el restaurante donde nos encontraremos con Ömer, Cihan, Mesut, Ahmet y Murat. Así que nos levantamos de la mesa y nos colocamos las chaquetas antes de salir al frío de la noche para coger otro taxi e irnos.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora