CAPÍTULO 17

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Faith.

No puedo dormir. Después de tres meses fuera del hospital tomando las pastillas, es la primera noche que no consigo conciliar el sueño. Doy vueltas como una posesa en la cama, intentando buscar una postura que me ayude a descansar un rato y así dejar de darle vueltas a la cabeza. Me coloco bocarriba, bocabajo, de un lado, del otro, me destapo, me vuelto a tapar… pero no hay manera. Me he tomado la pastilla, ¿por qué no puedo dormir?
     Miro las agujas brillantes de mi reloj de muñeca. Las cuatro y media de la mañana. Resoplo y me paso las manos por la cara.
     <<Duérmete de una vez, Faith>>, me digo.
     Pero no hay manera.
     Oigo los pequeños ronquidos que emite Sam, durmiendo, y hasta siento cierta envidia. Ojalá yo tuviera esa facilidad para quedarme dormida. Es alucinante.
     Enciendo la lámpara de la mesita de noche y me destapo para sentarme en la cama. Sam abre un poco los ojos por la luz, pero automáticamente los vuelve a cerrar y se duerme.
     Termino levantándome de la cama y saliendo de mi habitación para ir a la cocina. Voy a beber algo a ver si consigo que me entre algo de sueño. Una vez estoy en la cocina, cojo la tetera y busco valeriana en los estantes, pero no queda. Seguramente haya en la cocina de la planta baja. Así que no pierdo el tiempo y bajo las escaleras hasta la otra cocina que tenemos en casa y entonces encuentro lo que busco. No es que sea muy amante de la valeriana, pero espero que me ayude a dormir.
     Preparo la tetera y, mientras hierve, me paseo por la cocina y el resto de la planta baja, hasta que llego a mi habitación de instrumentos. Me quedo quieta en la puerta y alargo el brazo hasta que mi mano toca la manilla plateada de la puerta. Un escalofrío me recorre desde la punta de los dedos hasta el hombro y eso me hace apartar la mano de golpe, con el corazón en un puño. No, no puedo entrar. Hay demasiados recuerdos en esta habitación y revivirlos sólo hará que duela más saber que no volveré a vivirlos.
     En cuanto esos pensamientos me pasan por la cabeza y siento esa característica opresión en el pecho que empiezo a normalizar por momentos, me doy la vuelta y vuelvo a la cocina, nerviosa y alterada. Por suerte, la tetera ya está lista y me sirvo la valeriana. Soplo un poco el líquido cuando lo vierto en el vaso y subo las escaleras sin perder el tiempo para volver a mi habitación y evitar la tentación de entrar en el cuarto.
     Cierro la puerta de mi habitación una vez estoy dentro y me siento en la cama para beberme la infusión, mientras observo a Sam dormir plácidamente en su camita. Le doy un sorbo al vaso y, puesto que aún me queda medio vaso de infusión, es un buen momento para escribir en mi diario.
     Me siento en el escritorio y saco mi cuaderno del cajón y cojo un bolígrafo del lapicero. Abro el cuaderno por una nueva página en blanco y empiezo a escribir después de beber un poco más de valeriana.
     “28 de octubre.
     Son las cinco y cuarto de la madrugada y no puedo pegar ojo. Llevo desde que me metí en la cama dándole vueltas a la cabeza, pensando en Can y en la discusión que tuve esta mañana con mis padres. Me he sentido mal por cómo les hablé, pero creo que explotar de esa manera me sirvió para asimilar y escucharme a mí misma decir que por mucho que me esfuerce, Can seguirá siendo el amor de vida, aunque jamás volvamos a estar juntos. Sólo me queda asimilarlo del todo. Aún me queda un largo camino hasta ser capaz de verle y que no me tiemblen las piernas, ni que mi cuerpo tenga el impulso de abrazarle, ni que mi cerebro piense en cuánto le echo de menos… en lo enamorada que sigo de él, a pesar de todo. Pero no puede ser. Me destrozó el corazón y no puedo arriesgarme a pasar por ello de nuevo.
     Hace un rato he bajado a prepararme una valeriana para que me ayude a dormir y he tenido el impulso casi obsesivo de querer entrar en el cuarto de mis instrumentos, donde tengo guardados algunos regalos y fotos de Can, de los que no pude deshacerme el día que lo quité todo de mi habitación. Pero he sabido controlarme y he vuelto a mi habitación corriendo para no caer en la tentación. Sé que si entro acabaré tirada en el suelo llorando y no es lo que quiero.
     Ya me está entrando sueño. Supongo que la valeriana está haciendo su efecto. Espero no soñar también con Can, porque es lo último que me queda hoy”.
     Cierro el cuaderno y lo guardo en el cajón después de dejar el bolígrafo en su lugar. Me termino el vaso de valeriana y me meto en la cama, quedándome dormida a los pocos minutos.

La doctora Aylin cierra mi cuaderno y me lo devuelve para después atusarse el pelo corto y oscuro con sus uñas de color rojo.
     -Entonces, ¿no entraste en el cuarto?
     Niego con la cabeza y guardo el cuaderno en mi mochila.
     -¿Por qué?
     -Ya lo ha leído.
     -Pero quiero que tú me lo digas – insiste.
     -Porque duele – murmuro.
     -¿Te duelen los recuerdos o te duele el hecho de creer que no volveréis a ser pareja? – sigue preguntando.
     -Sé que no volveremos a ser pareja – la corrijo y me muerdo el interior de la mejilla.
     -Tú le sigues queriendo, Faith – me dice y saber que tiene toda la razón hace que se me forme un nudo en el estómago -. Y, por lo que me cuentas y lo que leo cuando traes los cuadernos, él a ti también. Si ambos os queréis, ¿por qué no podéis estar juntos?
     -Él no me quiere – la interrumpo -. Si de verdad me hubiera querido, jamás se habría ido como se fue – la voz se me quiebra.
     -¿No has pensado que tal vez tuvo sus motivos para hacerlo? – me pregunta.
     -¿Y qué motivo podría hacer que se largara nueve meses sin intentar arreglar nuestros problemas primero? – elevo la voz.
     No entiendo a dónde quiere llegar.
     -Faith. El ser humano a veces hace estupideces. Somos así. Nos dejamos llevar por nuestros instintos y la mayor parte de las veces hacemos las cosas de forma impulsiva, sin valorar las consecuencias. Y a veces creemos hacer lo correcto cuando en realidad estamos cometiendo un error – me habla en un tono suave y me mira a los ojos, asegurándose de que estoy entendiendo cada una de sus palabras.
     Suspiro.
     -¿A dónde quiere ir a parar, señorita Aylin? – murmuro.
     -Que por lo que he leído en tu cuaderno y lo que me has contado, parece que lo hizo porque pensó que era bueno para ti – reflexiona -. Pero se equivocó.
     -¿De verdad cree eso? – susurro, mirándola con ojos confusos.
     -Que yo lo piense no quiere decir nada. Eso es algo que sólo él puede contestarte. Lo que quiero decirte, es que no puedes seguir llorando por los rincones. Si no quieres volver con él tienes que intentar pasar página, superarle y rehacer tu vida. Pero si en algún momento quieres estar con él, es lo que tienes que hacer. Negarte a ti misma lo que quieres sólo te hará sufrir más. Pero eso sólo puedes saberlo tú, Faith.
     Escucho atentamente sus palabras, comprendiendo cada una de ellas. Pero no tengo nada que comprender. Tengo muy claro lo que hay. Y eso seguirá así. Me gustaría creer que no va a volver a irse, que no lo hará de nuevo. Pero sé que no es verdad. En algún momento acabará agobiándose aquí y aceptará otro trabajo al otro lado del mundo. Y yo prefiero estar mentalizada para cuando ocurra.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora