Can.
Agarrar a Faith de la mano después de tanto tiempo es como un sueño. Y cuando me dice que lo ha echado tanto de menos como yo, siento que el corazón me estalla de felicidad.
Después de pasarnos un buen rato más agarrados de la mano en el banco, hablando y jugando con Sam, el frío aumenta y Faith me dice que es hora de que vuelva a casa. Así que nos levantamos del banco y caminamos sin soltarnos de la mano hasta que llegamos a su barrio.
-¿No quieres que te acompañe hasta casa? – le pregunto. Quiero estar con ella aunque sea dos minutos más.
-Es mejor que no, Can. Mis padres… aún no saben que tú y yo…, bueno…, que estamos intentándolo de nuevo – me responde, haciendo una mueca con la cara, que me resulta adorable -. Pero se lo diré cuanto antes. No quiero estar ocultándoles cosas ni mintiendo.
Asiento. Es lógico que no sepa cómo contarles a sus padres que estamos volviendo. Ahora mismo me odiarán y me puedo imaginar su reacción cuando lo sepan. A mí tampoco me haría ninguna gracia que mi hija volviera a salir con un capullo que se largó durante meses. Probablemente no sepan por qué me fui, pero supongo que tampoco les servirá de mucho. A mí tampoco me valdría de nada. Lo único que puedo hacer es demostrarles cuan arrepentido estoy y cuánto quiero a Faith para que vuelvan a confiar en mí.
-Me voy, entonces – dice, soltando mi mano.
-¿Nos vemos mañana? – le pregunto, sintiendo un vacío en mi interior al soltarnos.
-Vale – responde -. Luego hablamos, si quieres.
-Genial – sonrío -. Adiós, chulo – me agacho para acariciarle la cabeza a Sam, que mueve la cola con alegría y me da un lametón.
Me levanto del suelo y veo que Faith nos mira con ternura.
-Bueno, me voy ya – dice de nuevo -. ¡Ay, no! He olvidado comprarle a mi madre las castañas que me ha encargado – se da una torta en la frente y se recoloca las gafas -. Si es que no doy para más ya.
-Toma, llévate estas – me saco la bolsa que le he comprado a mi padre -. Yo compro otra bolsa ahora de camino a casa.
-¿Estás seguro? – pregunta, agarrando la bolsa.
Asiento y sonrío.
-Sí, seguro.
-Gracias – susurra -. Por todo. Por las galletas, el té y el paseo.
-Gracias a ti – respondo en un tono emocionado.
Faith se recoloca las gafas después de que un adorable sonrojo le cubra las mejillas. Se despide de mí una vez más y luego agarra la correa de Sam con fuerza para girarse y caminar en dirección a su casa. Yo sonrío una vez más, feliz, y me paso a comprar otra bolsa de castañas para luego irme.Los días van pasando y Faith y yo quedamos casi todos los días. Paseamos a Sam cada tarde cuando no tiene terapia con la psicóloga y al anochecer cuando llega con las chicas de su clase de zumba, los días que le apetece ir (porque hay días que acaba tan cansada que sólo quiere tirarse a la cama), voy a verla al restaurante y charlamos mientras está en la cocina y nos atiborramos a té mientras está en la barra. Todo va genial, todo lo genial que puede ir después de lo que hemos pasado. No hemos pasado de darnos la mano, pero a mí me basta si con eso estoy a su lado.
Hoy no hemos podido quedar. Ha tenido terapia y además le ha prometido a sus padres que iría a cenar con ellos y, puesto que aún no saben que estamos quedando… hemos decidido que es mejor dejarlo para otro día.
Bebo un poco más de mi copa de whisky y la suelto en la mesita de centro del salón trasero de mi casa. Mi padre ha salido a cenar con unos amigos suyos de Francia que han venido de visita, y puesto que mi hermano y yo estábamos solos, hemos avisado a los chicos y ellos se han presentado a la hora de cenar con al menos cinco bolsas de comida china que nos hemos zampado casi sin pestañear. Y ahora estamos charlando y bebiendo un poco.
-¿Cómo va todo con Faith, Can? – me pregunta Ahmet, cogiendo un puñado de pipas.
-Muy bien – sonrío -. A ver, vamos poco a poco, porque no quiero que se agobie. Pero al menos ya nos cogemos de la mano – les cuento.
-¿Y llevas bien el no acercarte más a ella? – habla Ömer, mirándome con curiosidad.
Hago una mueca.
-Eso significa que le duelen los huevos todos los días – bromea Murat, soltando una carcajada.
Cojo un cojín y se lo tiro a la cara.
-¡Ay! – exclama.
-¡Te jodes, por gilipollas! – le espeto, molesto.
-¡Haya paz! – interviene mi hermano -. Pero contesta, ¿cómo lo llevas?
-Me cuesta, obviamente – respondo -. Nunca he sido capaz de pasar dos minutos sin tocarla. Y, teniendo en cuenta que sólo quiero abrazarla y besarla…, tengo que hacer uso de mi autocontrol más que nunca. No quiero volver a perderla nunca más.
Y es más cierto que el hecho de que la Tierra está compuesta por más de un setenta por ciento de agua. Siempre me pasaba las horas abrazado a ella y besándola. Y llevar casi un año sin estar con ella y sin tocarla no hace sino aumentar mis ansias por tenerla más y más cerca. Pero no puedo hasta que esté completamente seguro de que ella quiere.
-Yo la verdad es que la veo mucho más contenta desde que estáis quedando – añade Ömer -. Así que sigue así, Can.
Una sonrisa se forma en mi boca. Saber eso me produce una satisfacción enorme y me dice que vamos por el buen camino.
Seguimos bebiendo durante un par de horas hasta que los chicos tienen que irse porque mañana tienen trabajo, y trabajo y resaca no casan. Así que cuando se van, Engin y yo lo recogemos todo y ponemos el lavavajillas. Mi padre llega un rato después y nos cuenta qué tal lo ha pasado en la cena antes de decirnos que está muy cansado y que se va a dormir.
Por mi parte, yo me voy a mi habitación después de darles las buenas noches a ambos y me meto en la ducha. Cierro los ojos mientras estoy bajo el chorro de agua caliente y recuerdo esos días en los que Faith y yo nos duchábamos juntos aquí y nos lavábamos el pelo mutuamente. Ella siempre tenía que ponerse de puntillas porque no llegaba bien del todo a mí. Era adorable. Echo de menos esos momentos.
<<Volverán, sólo queda el último esfuerzo>>, me digo.
Me seco el cuerpo cuando salgo del agua y me coloco un pantalón de pijama negro y una camiseta gris clara de manga corta y me tumbo en la cama. En la mesita de noche está el collar que le regalé a Faith. Aún no le he dicho que lo tengo. ¿Debería hacerlo? La verdad es que le he estado dando vueltas y creo que no debería mencionarlo hasta que estemos juntos, porque aún no lo estamos. Simplemente estamos quedando para que ella retome su confianza en mí. Y parece que voy consiguiéndolo.
Cojo el collar y lo acaricio con suavidad. Luego alcanzo mi móvil de la mesita de noche y busco su chat en WhatsApp. Abro el teclado y escribo: ‘¿Qué tal va la cena con tus padres? ¿Quedamos mañana para hacer algo? Te echo de menos’.
Sé que probablemente no deba decirle que la echo de menos, pero ya que no puedo comérmela a besos, al menos quiero poder expresarle lo que siento con palabras.
Mi móvil emite un sonido, indicándome que ha llegado un mensaje, y el corazón se me dispara cuando veo que es Faith. Abro el mensaje a toda prisa y lo leo.
‘Acabo de llegar a casa. Ha ido bien. Yo también te echo de menos, Can… Mañana podemos darle un paseo a Sam cuando llegue de la cita con la doctora Aylin’.
Sonrío.
‘Vale, genial’.
Añado un emoticono sonriente y segundos después contesta diciendo que está cansada y se irá a dormir. Yo le deseo buenas noches y le digo que la quiero, ganándome un ‘que descanses, Can’. Aún Faith no me ha dicho que me quiere. Sé que todavía le cuesta un poco. Pero no me importa. Si no me quisiera no estaríamos arreglándolo.
Dejo el móvil de nuevo en la mesita de noche y, puesto que se me han cargado las pilas con esta mini conversación, saco el bloc de dibujo de mi escritorio y apoyo la espalda en la pared para empezar a dibujar. Y, como cada vez que cojo el bloc, termino dibujando a Faith.
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VOLVER A TI (YSETE 2)
RomanceDespués de que el amor de su vida se fuera sin más, Faith queda sumida en un oscuro pozo al que no encuentra ninguna salida. Cuando sale del centro psiquiátrico en el que deben ingresarla por una fuerte depresión, se propone a sí misma recuperarse y...