CAPÍTULO 64

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Can.

Entramos en casa con mucho cuidado de no hacer ruido para no despertar a mi padre, ya que su habitación está cerca, y caminamos despacio hasta mi dormitorio, donde Faith se quita los tacones azules y los deja junto al armario con su bolso. Yo cierro la puerta de la habitación y camino hasta ella para rodear su cintura desde atrás y esconder la cara en la curva de su cuello.
     Apoyo los labios en su suave y dulce piel y dejo un reguero de besos. Aparto la tiranta del vestido de su hombro con suma lentitud y sigo besándole la piel, deteniéndome en el Vegvisir que tiene tatuado. Le queda tan bonito.
     Su mano me rodea el cuello y me acaricia la nuca con los dedos, mientras suaves jadeos empiezan a salir de su boca con cada beso que le brindo.
     -Llevo todo la noche deseando arrancarte el vestido, Faith – le digo al oído.
     -Ya somos dos, porque yo llevo todo el tiempo queriendo arrancarte el traje – tartamudea con la respiración agitada.
     Acaricio su espalda con los dedos sin dejar de besarle los hombros y el cuello y llevo mis manos hasta la cremallera del vestido, justo donde termina el escote. La bajo muy lentamente y atisbo a ver el filo de su ropa interior de color negro.
     -Ven aquí, cariño – agarro sus caderas y la giro, dejándola frente a mí.
     Sus ojos marrones están oscurecidos, sus pupilas dilatadas y la mirada de deseo y amor que me dedica me basta para agarrar sus mejillas y devorarle los labios con ansias. Faith me agarra la camisa blanca y empieza a desabrocharme los botones uno a uno. Me quité la corbata cuando empezó la fiesta. No la soportaba más.
     Tiro suavemente del vestido con suavidad y lo voy bajando con parsimonia. Sus preciosos pechos quedan al desnudo y cuando la tela pasa de sus caderas cae al suelo. Con las puntas de los dedos acaricio sus rosados pezones, los cuales se erizan al instante. Faith jadea en mi boca cuando tiro de ellos suavemente y me saca la camisa del interior del pantalón del traje para bajármela por los hombros y quitármela. Desliza sus uñas por mi pecho y mis abdominales mientras nos seguimos besando. Nuestras lenguas se acarician sin descanso.
     El pecho está a punto de reventarme por lo acelerado que me late el corazón, el calor y el deseo me recorren el cuerpo a toda velocidad y mi erección late con fuerza dentro del pantalón, ansiosa por sentir a Faith cuanto antes.
     -¿Llevas un tanga? – ronronea en su boca cuando le acaricio las nalgas.
     -Mmm… - afirma, tirando de mi labio inferior con los dientes -. Quedaba mejor con el vestido.
     -Te has propuesto matarme hoy, ¿verdad? – clavo los dedos en la carne de sus nalgas y pego sus pechos a mi torso.
     Faith suelta un jadeo, que provoca otra punzada de placer en mi pene. Vuelvo a besar su maravillosa boca y caminamos a ciegas hasta la cama, donde la tumbo con suma delicadeza. Su cuerpo semidesnudo se apoya sobre la colcha oscura y yo me coloco a su lado, aún con el vaquero puesto.
     Nos besamos y nos mordisqueamos los labios mientras nos acariciamos el uno al otro. Faith alcanza la gomilla que me recoge el pelo y tira de ella suavemente, dejando que los mechones de mi pelo caigan. Me lo hecho hacia un lado para que no me moleste y sigo besándola. Bajo la mano hasta su tanga negro y, al mismo tiempo que Faith juega con mi pelo, yo le acaricio el pubis por encima de la tela y ella abre las piernas por instinto. Aparto la tela que cubre su entrepierna hacia un lado y acaricio su húmeda y cálida carne con los dedos.
     -Can… - jadea cuando le rozo el clítoris.
     -Estás muy mojada, mi amor – gruño en su boca.
     -Es culpa tuya por ser tan irresistible – introduzco dos dedos muy lentamente en su vagina -. ¡Ay, Dios! – se tapa la boca para no gritar muy fuerte.
     Arquea las caderas y levanta la cabeza para besarme.
     Muevo los dedos dentro de ella, metiéndolos y sacándolos, volviéndola loca, y yo me derrito por ella. Me encanta ver cómo se retuerce del gusto. Es tan preciosa, tan dulce, tan ella.
     Saco los dedos y me centro en acariciarle el clítoris, pero ella me detiene.
     -¿Qué pasa, cariño? – jadeo en sus labios.
     -Que no voy a aguantar si sigues así y queda noche aún – resume.
     Sonrío, encantado por sus palabras. Me importa una mierda irme reventado a hacer las fotos mañana, si eso supone pasarme la noche entre sus piernas.
     -Pues ven aquí, amor mío – me tumbo y le indico que se siente sobre mi boca.
     -¿Otro 69? – me pregunta.
     -Sí, por favor – me muerdo el labio -. No niegues que te gusta que lo hagamos.
     Se sonroja un poco y se ríe, marcando ese adorable hoyuelo en su mejilla.
     -Es verdad, para qué negarlo – reconoce.
     La veo con la intención de colocarse sobre mí.
     -El tanga – le digo.
     Ella se coloca de rodillas, introduce los pulgares en su ropa interior y se la baja lentamente. Me muerdo el labio inferior al ver su entrepierna desnuda y me apresuro a quitarme los pantalones del traje. Me vuelvo a tumbar, sólo con los calzoncillos y rodeo los muslos de Faith con los brazos cuando se coloca a horcajadas en mi cara. El aroma de su excitación me da de lleno y se me hace la boca agua. Y, sin previo aviso, hundo la lengua entre sus pliegues húmedos.
     Faith se arquea ante la intensidad de mis movimientos y me clava las uñas en la pierna. Siento sus manos en mis calzoncillos y sus labios plantan un beso en mi erección por encima de la ropa. Me remuevo, llevado por el placer, y succiono uno de sus labios para tirar suavemente de él y hacerla gemir sobre mí pene.
     <<Esto es erotismo en estado puro>>, pienso.
     -Hueles tan bien y estás tan rica – ronroneo, dejando pequeños besos en su entrada -. ¿Te gusta?
     -Mucho – contesta con voz agitada y jadea.
     Sus manos tiran de mi bóxer hacia abajo y yo levanto las caderas para facilitarle la acción. Siento cómo sus manos agarran mi pene y lo acaricia de arriba abajo, de esa forma tan suya que me hace perder la cordura. Suelto un jadeo ronco en su vagina mientras la sigo devorando, y cuando sustituye la mano por su boca me arqueo un poco y clavo los dedos en sus muslos. Mi vigorosa erección entra y sale de su boca y su mano acaricia la base y mis testículos para volverme aún más loco.
     -Joder, cariño. Eres maravillosa – le muerdo suavemente el clítoris y el gemido que suelta vibra en mi pene -. ¡Oh, mierda! – gruño.
     Acaricio las nalgas de Faith y le doy una palmada que la hace arquearse, y ella responde con un suave mordisco en el glande que hace que un enorme ramalazo de placer me recorra de los pies a la cabeza. Arqueo las caderas, separo la boca de su vagina y me muerdo el labio lo más fuerte que puedo para no gritar. Sólo ella es capaz de provocarme tanto placer.
     Faith mete y saca mi erección de su boca mientras yo muevo la lengua de un lado a otro sin descanso, dispuesto a hacer que se corra. Acaricio la suave piel de su espalda y le doy un beso húmedo en el clítoris.
     -¡Ay, Can! – la escucho gemir, ahogada.
     Introduzco la lengua en su vagina y siento que sus paredes se empiezan a contraer por la inminente llegada del orgasmo.
     <<Está a punto>>, me digo.
     Así que ataco su entrepierna sin piedad, y ella hace lo mismo con la mía. Rodeo su clítoris con los labios y lo succiono una y otra vez, alternando lengüetazos, e introduzco dos dedos en su entrada para aumentar más su placer. Faith acelera los movimientos de su boca, al igual que los de su mano en mis testículos. Mis piernas empiezan a tensarse a los pocos segundos y esa presión tan conocida se instala en la parte baja de mi vientre y va aumentando por segundos. Si no se aparta ya, me voy a correr en su boca. Y creo que lo nota sobradamente, porque aparta la boca y la sustituye por su mano que termina de hacer el trabajo, mientras a mis oídos sólo llegan los sonidos de sus silenciosos gemidos. Me encantan sus gemidos.
     Menos de dos minutos después, ambos estamos corriéndonos al unísono y retorciéndonos del gusto.
     -Vas a matarme cualquier día de estos, Can – gimotea Faith, apartando su entrepierna de mi cara y dejándose caer para tumbarse.
     Me da un beso en el tobillo y yo hago lo mismo en el suyo.
     -Sería una muerte dulce, ¿no crees? "Pareja apasionada muere de un ataque al corazón por sobredosis de orgasmos" – bromeo en un tono dramático parecido al que usan los presentadores de informativos, con la respiración agitada y el corazón a mil por hora.
     -Idiota – ríe ella.
     -Ven aquí, anda – le acaricio la parte trasera de los muslos, erizando su piel -. Que tengo que hacerte muchas cosas todavía.
      -Estabas tardando mucho, me estaba preocupando – bromea.
     Se levanta y gatea hasta colocarse a horcajadas sobre mi cintura. Está preciosa. Tiene el pelo alborotado, los ojos brillantes, las gafas un poco torcitas, las mejillas sonrojadas y la piel brillante.
     -Eres tan bonita – hablo en un tono suave y lleno de todo el amor que ella me hace sentir -. Te quiero, te quiero con locura, Faith – le digo mirándola a los ojos.
     Sus ojos se iluminan aún más y sonríe, achicando los ojos y marcando su precioso hoyuelo.
     -Y yo a ti. Para toda la vida – responde.
     Sonrío.
     Tenerla sobre mi entrepierna, desnuda y húmeda, hace que mi pene despierte de nuevo a los pocos segundos y su mirada llena de amor es lo único que me basta para agarrarla y cambiarnos de postura. Me coloco encima de ella, entre sus piernas, y la beso una vez más en esta magnífica noche.
     Sus piernas rodean mi cintura y su mano acaricia mi pelo suelto, mientras yo acaricio su muslo, pasando la mano por el tatuaje de su pierna.
     Nuestras lenguas se acarician la una a la otra y nuestras bocas se besan, diciéndose cuánto se quieren. Alargo el brazo para alcanzar un condón del cajón, pero estamos casi en la otra punta de la cama y no llego. Sin hacerme ninguna gracia, separo mis labios de los de Faith.
     -Espera, que no llego al cajón – me estiro hasta y saco un preservativo de la caja que guardo en la mesilla.
     <<Tengo que comprar condones>>, me digo al ver que en la caja sólo quedan tres.
     -Medir casi metro noventa para no llegar a un simple cajón. Vaya tela – bromea Faith, buscándome las cosquillas.
     Me coloco el preservativo a toda prisa y me vuelvo a posicionar entre sus piernas.
     -Eres malvada, Faith González Serrano – apoyo las manos a ambos lados de su cabeza.
     -Pero me adoras – pone cara de inocente. 
     -Más a que a mi vida entera – respondo, bajando la cabeza para besarla.
     Agarro mi erección y la guío hasta su entrada, para penetrarla muy lentamente. Un delicioso placer me recorre de la cabeza a los pies y Faith separa nuestras bocas para arquear el cuello y gemir suavemente. Aprovecho para besar su mandíbula y su cuello con mimo, al mismo tiempo que muevo las caderas, entrando y saliendo de ella. No sé que me da más gusto, si practicarle sexo oral o estar entre sus piernas.
    Faith vuelve a rodearme con las piernas y yo beso su rodilla sin dejar de moverme. Le muerdo la piel con cariño y subo los labios hasta sus pechos, los cuales beso y lamo con mimo. Me encantan. Son tan bonitos, tan dulces y preciosos, como ella.
     -Can… - jadea ella cuando tiro del pezón derecho y me tira un poco del pelo.
     <<Cómo me gusta que haga eso>>, pienso.
     Poco a poco, empiezo a acelerar el ritmo de mis caderas y aumento la intensidad y la profundidad de mis embestidas. No aparto los ojos de Faith en ningún momento y me vuelvo loco con cada expresión llena de placer que adorna su rostro. Adoro su cara, su cuerpo, sus besos, su mirada, adoro todo lo que tenga que ver con ella.
     -Estoy a punto, Can – me avisa, boqueando.
     -Yo también, mi amor – sonrío, agitado.
Clava las uñas en mi nuca y me atrae hacia su boca para besarme con pasión. Su lengua me devora y yo me muevo con más rapidez cuando vuelvo a sentir que su cuerpo se tensa. Bajo la mano hasta su entrepierna y le acaricio el clítoris de nuevo para acelerar la llegada de su orgasmo. Faith lloriquea y se muerde el labio, y a los pocos segundos se deja ir de nuevo entre mis brazos. Y menos de un minuto después, yo me dejo caer sobre ella, derrotado por el clímax.
     Le beso el hombro desnudo y me quito de encima de Faith para colocarme a su lado. Me levanto para deshacerme del preservativo en el baño y me meto en la cama de nuevo.
     Faith y yo nos abrazamos y nos miramos el uno al otro sin pronunciar palabra.
     -¿Jugamos a tu juego de las miradas? – sugiero -. Hace mucho que no jugamos.
     -Vale – sonríe -. Empiezo yo.
     Faith me mira a los ojos y yo analizo lo que me dicen.
     -Lo has pasado genial hoy – asiente -. Estás cansada, pero muy feliz – vuelve a asentir -. Y me quieres.
     -Mucho – añade -. Eres muy listo, Can Doğan.
     -Simplemente sé leerte – le digo -. Me toca.
     Me acomodo un poco y esta vez la miro yo a los ojos.
     <<Me haces muy feliz>>.
     -Eres feliz conmigo – asiento.
     <<Hacerte el amor es mi pasión favorita>>.
     -Te encanta que hagamos el amor, tanto como a mí – vuelvo a asentir con una sonrisa.
     <<Estoy loco por ti>>.
     -Y estás muy enamorado de mí – añade.
     -Completa e irremediablemente enamorado de ti – abrazo su cintura con el brazo.
     Sonríe, feliz.
     -No dejes de mirarme así nunca, por favor – me suplica, mirándome a los ojos.
     -Ni aunque pasen mil años, cariño.
     Y cuando se queda dormida sobre mi pecho mientras le acaricio el pelo, me pregunto, feliz y enamorado, cómo se puede amar tanto a alguien.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora