CAPÍTULO 83

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Faith.

El minibús que mi familia ha alquilado para que los trajera desde el aeropuerto al barrio se detiene frente a la puerta de casa y la emoción se abre paso en mi interior. Insistimos en recogerlos nosotros, pero decían que así no teníamos que llevar tantos coches y era más cómodo para todos.
     Can se encuentra a mi lado, abrazando mi cintura con su brazo, y junto a él está el señor Azad. A mi lado están mis padres y justo delante se encuentra Sam, a la espera de que todos bajen del vehículo.
     La puerta se abre y los primeros en salir como dos gacelas son mis primos, quienes en vez de correr hacia mis padres o hacia mí, corren hacia Can.
     —¡CAN! —gritan los dos, emocionados y loco de contentos, corriendo hacia él.
     Can ríe y se agacha para recibirlos con un fuerte abrazo.
     —¡Hola, campeones! —Los abraza.
     La escena es tan sumamente tierna que me llevo la mano al pecho y una sensación de calidez me invade. Can es tan bueno y delicado con los niños que puedo asegurar sin asomo de duda que será un maravilloso padre en un futuro, cuando tengamos hijos.
     Unai y Miguel se agarran con fuerza al cuello de Can y él ríe cuando intenta separarlos, pero ellos se niegan diciendo que quieren quedarse con él.
     —Soltadle, chicos —les pide mi tita Marisol, quien sale del bus seguida de su marido. Mis primos no hacen caso—. ¡O soltáis a Can ya, u os pasáis la semana metido en la habitación y no le veis más! —les grita.
     En cuanto dice eso, mis primos sueltan a Can sin pensarlo y se abarcan a mí para darme un abrazo muy fuerte y decirme que me han echado mucho de menos desde la última vez que nos vimos en España. Luego pasan a saludar a mis padres y terminan por Sam, con quien se ponen a jugar enseguida.
     Saludo a mi tita Marisol con un fuerte abrazo que dura bastante, teniendo en cuenta que no es muy dada al contacto físico duradero, y sonríe cuando nos separamos.
     —¡Qué guapa estás, Faith! —me dice—. ¡Qué bonito verte sonreír así de nuevo!
     Le devuelvo la sonrisa.
     —Esa sonrisa es más de haberse pasado la noche entre orgasmos.
     Busco a la persona que habla y no puede ser otra que mi tito Andrés, quién suelta su maleta en el suelo y corre a cogerme en brazos y a darme vueltas en el aire entre risas.
     —¡Suéltame, hombre! —chillo—. ¡Que me mareo!
     —¡Cómo te he echado de menos, Faith! —Me deja en el suelo.
     Agito un poco la cabeza, mareada por las vueltas.
     —Y yo, y yo. —Le agarro el brazo. —Uf, qué mareo.
     Durante al menos quince minutos, saludo al resto de la familia. Mi tita Inés me abraza muy fuerte y me dice que tengo muy buen aspecto, aparte de ese brillo tan especial que tenía la primera vez que me vio con Can, lo cual me hace sonreír aún más. Su marido, Iván, también me dice que estoy muy guapa y que se me ha echado de menos. Mi abuela Angustias llora en cuanto me ve y se lleva casi diez minutos abrazándome y repitiendo una y otra vez que creía que no iba a superar la depresión nunca. Mi abuelo Abraham, por su parte, me abraza con una sonrisa enorme y yo halago su camisa de rombos azules, la cual le da un aire muy juvenil. Mi abuela Felicia me abraza también con fuerza y se parte de la risa cuando Sam salta sobre ella para darle la bienvenida. Siempre la ha querido mucho.
     Toda la familia saluda a Can con besos y abrazos sin dudarlo un segundo y él los corresponde con su preciosa sonrisa y su simpatía. Cuando les presenta a su padre, el señor Azad da un paso adelante y los saluda a todos con dos besos, diciendo que tenía muchas ganas de conocerles y que mis padres y yo les hemos hablado mucho de ellos.
    Después de la bienvenida, los ayudamos a meter las maletas en casa y a instalarse antes de ir a comer algo. Mi tito Andrés, mi tita Inés, mi tita Marisol y mis primos dormirán en mi dormitorio, mis abuelas en la habitación de invitados y mis titos Miguel e Iván en el salón en unos colchones con mi abuelo.
     —Como los niños se pasen la noche también hablando de Can, los tiro por la ventana —gruñe mi tito Andrés, deshaciendo su maleta—. ¡No me mires así, Marisol! ¡Tú también has querido estrangularlos en el avión!
     Al parecer no han dejado de hablar de Can desde que han salido de casa. Estaban muy emocionados por volver a verle. Conectaron con él en el primer segundo que se vieron.
     —Oye, Faith, ¿y cómo les va a Engin y a Gamze? —me pregunta mi tita Inés, sentándose en mi cama.
     Mi tito me da unas camisas oscuras y las guardo en el cajón donde va a dejar su ropa.
     —Muy bien —contesto—. Están en una nube en su casa. Creo que luego se pasarán a saludar cuando Engin llegue del trabajo. Además, Gamze está liada con los últimos trabajos de la universidad.
     Can aparece en mi habitación y se apoya en el marco de la puerta.
     —¿Qué os queda? —pregunta en un perfecto castellano—. Están todos esperando para ir a comer.
     —Guardaremos luego lo que queda, que yo también tengo hambre —dice mi tita Inés, cerrando su maleta.
     <<¡Qué guapo está!>>, pienso, mirando embobada a Can. Está increíble vestido de negro. Camiseta negra, vaqueros negros y botas negras.
     —¡Vuelve al mundo, Faith! —Mi tito da una palmada frente a mi cara.
     Doy un brinco, asustada.
     —¡Joder, qué susto me has dado, idiota! —le regaño.
     —Tienes todas las noches durante una semana para comerte a Can entero. Tómate un descanso —me dice.
     Un intenso sonrojo invade mis mejillas y siento tanto calor que tengo que tirarme un poco del cuello de la camiseta. Mis titas sueltan una risa tierna y Can entra en la habitación para abrazarme contra su pecho y besarme el pelo, mientras una risa grave vibra en su pecho.
     —Puedes comerme con la mirada siempre que quieras, cariño —susurra en mi oído en un tono suave, pero muy sensual—. Ya me encargo yo esta noche de comerte a ti.
     El calor de mi cuerpo aumenta considerablemente y hasta se me olvida que mis titos están delante.  Sin embargo, intento mantener el autocontrol y me separo de Can después de darle un beso en la mejilla.
     Los cinco bajamos las escaleras hasta la planta baja, donde ya están todos esperando. En cuanto ven a Can, mis primos corren hacia él y le agarran de los brazos.
     —Mamá, ¿podemos ir con Can? —le pregunta Miguel a mi tita Marisol.
     Ella nos mira a ambos, preguntándonos con la mirada. Yo me encojo de hombros.
     —Por mí no hay problema.
     —Por mí tampoco —dice Can.
     Mi tita suspira, mira a sus hijos y contesta:
     —Pero portaos bien en el coche, eh. Y haced todo lo que la prima y Can os digan, ¿estamos?
     Ambos asienten como dos niños buenos y sonríen, satisfechos por haber conseguido lo que quieren.
     —Bueno, ¿adónde queréis ir? —pregunta mi padre.
     —Yo voto por ir al restaurante de Faith —responde mi abuelo.
     A todos les parece una gran idea, puesto que tienen ganas de volver a comer allí, por lo que salimos de casa, pedimos un par de taxis para que el resto pueda llegar más rápido, y luego Can y yo nos subimos a su coche con mis revenidos primos, deseando que no sufran un colapso nervioso antes de llegar.

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¡¡Hola, chiquisss!!
Espero que el capítulo os haya gustado. Sé que es un poco cortito, pero intentaré subir otro en cuando pueda 💖.
Besitossss 🫶🏼

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora