CAPÍTULO 80

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Can.

No pienso esperar ni un minuto más.
Me levanto del taburete de la isla de la cocina y camino hasta la puerta de casa. Llevo intentando darle a Faith su espacio todo el día, pero no ha llamado ni contestado a ninguno de mis mensajes ni mis llamadas. Y ya no puedo más. Voy a ir a verla. No quería ir al restaurante para no distraerla del trabajo y que acabáramos discutiendo frente a todo el mundo. Sin embargo, ya son más de las once y debe estar en casa. Los días entresemana suele venirse antes del restaurante.
     -¿Adónde vas, Can? – me pregunta mi padre cuando paso por el salón.
     -A hablar con Faith – contesto.
     -¡Suerte, hijo!
     Cojo las llaves del coche y mi abrigo negro y abro la puerta para salir. Me subo al coche, abro el portón metálico con el mando y salgo. Conduzco hasta la casa de Faith pensando en qué decirle para convencerla de que mi intención no era mentirle. Una vez llego, aparco frente a la puerta y me restriego las manos contra el pantalón, nervioso, antes de tocar el timbre.
     El sonido del canario no hace sino ponerme más nervioso y cinco segundos después la puerta se abre. Sin embargo, quien está detrás es Miriam, no Faith.
     -Hola, Can – me saluda ella con una media sonrisa.
     -Hola – respondo -. ¿Está Faith?
     -Pues no. Nos ha llamado para decirnos que se quedaba a hacer inventario en el restaurante. Nos ha contado lo de los cuadernos – responde.
     Me muerdo el carrillo.
     -Sé que ha estado mal leerlos y no decírselo, pero… no quería que se enfadara y pasara esto – digo -. Le prometí que no íbamos a ocultarnos nada nunca más y he sido el primero en hacerlo.
     -Está más dolida porque no se lo hayas contado que porque hayas leído lo que escribió – me dice -. Sólo sé sincero con ella.
     Asiento. Puede que tenga razón.
     -Pues voy a hablar con ella. Y gracias – sonrío.
     Miriam me devuelve la sonrisa y yo me giro para volver al coche y conducir hasta el restaurante de Faith. Justo cuando salgo del coche es cuando veo que Ozan y el resto de los camareros y cocineros salen por la puerta y la dejan emparejada. Faith seguirá dentro. Espero a que cada uno se vaya por su lado y cruzo la calle para entrar en el restaurante. Cierro la puerta con el seguro de dentro para que nadie nos moleste y camino hasta la cocina, donde me encuentro a Faith despiezando un pollo con un enorme cuchillo.
     -¿Qué se os ha olvidado esta vez? – habla, cortando una de las alas.
     -Soy yo – respondo.
     Faith levanta la mirada y al verme le cambia el gesto. Me mira durante unos escasos segundos y vuelve a su pollo. Da un fuerte golpe con la hoja del cuchillo sobre la otra ala y la corta.
     -No has contestado a ninguna de mis llamadas – rodeo la encimera y me acerco a ella.
     -No me apetecía – responde y da otro fuerte corte al pollo -. ¿Algo más? – medio gruñe sin mirarme.
     Trago saliva, incómodo, cuando vuelve a dar un golpe con el cuchillo. Me está empezando a dar un poco de miedo.
     -¿Podrías… mirarme al menos? – le pido.
     Faith suspira sonoramente y se gira para mirarme seria, con una ceja arqueada y los labios apretados, mientras sujeta el cuchillo hacia arriba. Miro la hoja plateada y afilada y vuelvo a tragar saliva.
     -Y suelta el cuchillo. Me estás dando un poquito de miedo. No quiero que te enfades más y me claves el cuchillo en la yugular, provocándome la muerte instantánea  – agarro el mango negro del cuchillo, rozando sus finos dedos.
     Faith aparta la mano rápidamente y se cruza de brazos en lo que yo dejo el cuchillo detrás de mí.
     -¿Ahora me ves complejo de asesina en serie? – dice en un tono seco.
     -Lo siento – repito por enésima vez, sin tomarme enserio sus palabras -. Siento no haberte dicho que tenía los cuadernos. Y siento haberlos leído. Sé que eran tu intimidad, pero… no sé, necesitaba leerlos y saber cómo habías estado, qué sentías por mí y por todo lo que había pasado – le cuento, buscando su mirada.
     Ella tan sólo suspira.
     -Faith – doy un paso hacia ella y apoyo los brazos en la encimera, a ambos lados de su cuerpo -, no quiero que esto estropee lo que hay entre nosotros. No cuando he vuelto a recuperarte y somos más felices que nunca. No quiero volver a perderte – la miro a los ojos mientras lo digo.
     Faith se remueve incómoda y se mordisquea el labio inferior.
     -Lo único que te pedí cuando volvimos fue que no me ocultaras nada nunca más. Que no quería que todo volviera a irse a la mierda por no comunicarnos bien y no hablar las cosas – me dice, mirándome fijamente a los ojos -. Y es lo primero que has hecho.
     Me humedezco los labios con la lengua, sin saber qué decir. Porque tiene toda la razón. En el momento en que le prometí que habría total sinceridad entre nosotros debí decirle que tenía los cuadernos y que los había leído de principio a fin. Pero no lo hice. Me lo callé, de nuevo. Me callé algo por no hacerla sentir mal y al final ha vuelto a explotarme en la cara. Pero no pienso dejar que vuelva a suceder lo mismo.
     -Estoy cansada de que todo el mundo crea que sabe lo que me conviene o lo que necesito. De que actúen a mis espaldas creyendo que hacen bien sin ni siquiera preguntar mi opinión – sigue hablando en un tono cada vez más molesto, que empieza a entrecortarse.
     Sé que lo dice por los chicos, no por mí. Ni siquiera he hablado con ellos del tema. Sólo con mi hermano y lo único que me ha dicho es que Gamze está muy triste por la bronca que Faith les echó ayer a ella y a las chicas, y que ha intentado llamarla pero no le ha contestado a las llamadas.
     -Can – hace una pausa -, lo que me molesta es que no me lo contaras. Si vamos a seguir ocultándonos las cosas, por muy insignificantes que parezcan acabaremos igual que cuando te fuiste. Y yo no quiero eso.
     -Yo tampoco. Perdóname, por favor. Nunca más te ocultaré nada más, te lo juro. Aunque sea una tontería – le prometo -. No quiero que esto destroce nuestra relación.
     Faith me mira a los ojos y luego suspira.
     -Nunca.
     -Nunca – repito -. ¿Entonces me perdonas?
     Asiente levemente. Una sonrisa se forma en mis labios y lo único que soy capaz de hacer es abrazarla muy fuerte y cogerla en brazos, haciendo que suelte un pequeño chillido. Faith me rodea el cuello con los brazos y me aprieta contra sí.
     -Te quiero mucho, mi amor – le digo al oído -. Oye – separo un poco la cabeza para mirarla -, ¿las sorpresas puedo seguir ocultándolas, no?
     Faith se ríe.
     -Idiota. Sí, las sorpresas las puedes mantener en secreto – contesta.
     -Dame un beso, anda. Que llevo desde anoche sin catar esa boquita – le pongo ojitos y hago una mueca aniñada con los labios.
     Faith se muerde el labio con una sonrisita pícara y acerca su cara a la mía para unir nuestros labios en un suave y precioso beso que me devuelve la vida. Cómo he echado de menos su boca durante todo el día.
     Subo una de mis manos desde su cintura hasta su nuca y la sujeto mientras nuestros labios se mueven en sincronía. Acaricio su labio inferior con la lengua y ella abre la boca, dándome la bienvenida.
     Una erección empieza a formarse en mi entrepierna y ese calor tan delicioso producto de la excitación me recorre el cuerpo de un lado a otro.
     -¿Debería llamar a las chicas y pedirles perdón? – separa nuestros labios y me mira un poco indecisa, pero increíblemente guapa con los labios enrojecidos, las mejillas sonrosadas y los ojos vivos.
     -Mejor mañana. Ya es tarde – digo yo.
     Ella asiente y entonces vuelve a besarme, pero con más intensidad, lo cual aumenta mucho aún más mi deseo por ella. A veces me pregunto cómo se puede desear tanto a una persona.
     La agarro de los muslos y la llevo a una de las encimeras limpias y la siento encima sin dejar de besarla. Le acaricio los rizos y me deleito con el sabor de su dulce boca, excitándome más y más. Le desabrocho el delantal blanco y lo lanzo lejos para luego introducir las manos bajo su sudadera roja y acariciar su piel cálida, erizándola, hasta llegar a las copas de su sujetador.
     -Mejor vámonos a otro sitio – dice ella, agarrando mi camiseta con fuerza.
     -No, aquí – insisto -. Nunca lo hemos hecho en el restaurante. ¿No te apetece? – le beso la mejilla y la mandíbula con mimo -. ¿No te da morbo que lo hagamos aquí? Así cuando mires la encimera te acordarás de esto – le lamo la oreja -. He cerrado al entrar, nadie va a pillarnos, cariño.
     Un suave jadeo escapa de entre sus labios y yo me pongo a mil. Sus uñas se clavan en mi cuello y yo clavo los dedos en su carne, deseoso de que me diga que le haga el amor aquí mismo.
     -Pues no perdamos tiempo – responde en un tono cargado de pura excitación.
     Sonrío, satisfecho, y vuelvo a devorar su boca sin piedad para hacerle el amor sobre la encimera de la cocina de su restaurante.

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¡¡¡Holaaaaa!!!

Espero que el capítulo os haya gustado 😉, y que estéis teniendo un buen día. Sería genial si pudierais compartir la historia, para que el amor de Can y Faith llegue a más gente 💖.

Besitossssss 🥰🫶.

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