CAPÍTULO 72

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Can.

Después de tres maravillosos orgasmos en la cama del hotel y dejar las sábanas empapada por el agua de la bañera, Faith y yo nos damos una ducha y nos vestimos para ir a cenar. Me habla de un restaurante al que fue con sus padres hace unos años cuando vino y decidimos ir allí, no sin antes estrenar mi “nueva” cámara para hacerle una foto mientras termina de maquillarse, y de pedir en recepción que cambien las sábanas de nuestra cama.
     El restaurante, especialista en carne a la parrilla, es muy bonito y acogedor, por no hablar de la maravilla de comida que tiene. Podría arriesgarme a decir que no he probado una carne a la parrilla mejor. Faith no para de halagar la carne y de decirme los trucos que probablemente hayan usado los cocineros para conseguir que quede tan sabrosa. Una vez ya estamos hasta el tope de comida y no podemos meternos nada más en la boca, pedimos la cuenta con la intención de dar un paseo por el lago.
     -Pago yo – digo, sacando la tarjeta.
     -Ni hablar. Guarda esa tarjeta, Can – me dice -. Ya has pagado el hotel y todo lo demás. La cena la pago yo.
     -Pero…
     -¡Ni pero ni aguacate, Can! Pago yo y punto – zanja.
     Así que la dejo pagar sin rechistar. Luego nos levantamos y salimos del restaurante para ir caminando de la mano hasta el paseo marítimo que hay junto al lago. Hay muchas parejas paseando, aprovechando que es San Valentín, familias sentadas en bancos charlando, gente paseando a sus perros, lo cual a Faith le provoca nostalgia al recordar que Sam no está aquí con ella, y puestos de comida, flores y demás. Hablamos un rato con mi padre y los padres de Faith en una video-llamada y luego Faith llama a los chicos para charlar un rato.
     Compramos una bolsita de castañas asadas y paseamos por el muelle mientras nos las comemos. Faith se quema los dedos cuando intenta coger la primera y se pone tan adorable que yo agarro sus deditos enrojecidos y le doy un suave beso seguido de un soplido.
     -¿Mejor? – le pregunto.
     Ella me mira fijamente sin decir nada, sonrojada como un tomate, y cinco segundos después reacciona y agita la cabeza.
     -Sí, sí – dice -. Ven, vamos a sentarnos un poco.
     Me coge de la mano y me lleva hasta un banco vacío, donde nos sentamos a mirar el agua serena del lago, iluminada por la luna llena. Es muy relajante. Transmite mucha paz.
     -¿Qué te parece sin mañana nos subimos a una barca y cruzamos el lago? – le propongo masticando un trozo de castaña.
     -Sí, sería genial – sonríe -. ¿Nos hacemos una foto?
     -Eso ni se pregunta, cariño.
     Satisfecha con mi respuesta, Faith saca su móvil del bolso y abre la cámara delantera para enfocarnos a ambos en un selfi. Ambos sonreímos y ella pulsa la pantalla para hacer la foto. Cuando va a hacer la segunda yo giro la cabeza y apoyo mis labios en su cara, dándole un beso.
     -Te quiero – le susurro -. Mucho, mucho, mucho.
     -Yo te quiero más – responde en un tono suave y lleno de sentimiento.
     Nos abrazamos y nos terminamos de comer las castañas, charlando sobre el resto de planes para mañana. Cuando ya empieza a hacer más frío y sé de sobra que Faith está agotada por la intensidad del día, nos levantamos del banco y caminamos de vuelta al coche. Por el camino me detengo en un puesto de flores y le compro una preciosa rosa roja que hace que sus ojos se llenen de amor.
     -Para ti, mi vida – rozo su nariz con un pétalo y ella ríe suavemente -. Feliz San Valentín – susurro, acariciándole la mejilla con la rosa.
     -Eres maravilloso, ¿lo sabes? – me rodea el cuello con los brazos.
     -Intento serlo.
     Ambos sonreímos y ella se aúpa un poco para besarme la boca. Yo rodeo su mejilla con la mano y hundo la lengua en su boca, disfrutando de su dulce sabor.
     Cuando llegamos a la habitación del hotel Faith se mete en el baño para cambiarse y ponerse el pijama, mientras yo reviso las fotos que nos hemos hecho durante el día y abro la notificación de Instagram que me dice que me ha etiquetado en una historia. Al pulsarla, la foto que nos hemos hecho en el banco hace unos minutos aparece ante mis ojos con las palabras ‘No hay mejor cita para San Valentín que tú’. Sonrío. Es tan adorable y tan increíble que a veces me pregunto cómo puede ser real. Miro la foto durante unos segundos, recreándome en su sonrisa y en el brillo de sus ojos mientras le beso la mejilla, y levanto la cabeza cuando escucho que la puerta del baño se abre.
     Faith sale con un pijama de ositos y se lanza sobre la cama, boca abajo, después de guardar la ropa.
     -Estoy reventada – murmura con un tono de voz que me indica que lleva la funda dental.
     -Voy a cambiarme y nos dormimos, ¿vale? – la aviso.
     -No tardes – me pide.
     Cojo el pijama y me cambio en un minuto para luego guardar la ropa y meterme en el baño para lavarme los dientes. Cuando llego a la habitación, Faith ya se ha quedado dormida. Lo sé por lo quieta que está y por la lenta respiración que mueve su cuerpo.
     <<Está agotada>>, pienso, enternecido.
     Me meto en la cama, a su lado y le retiro el pelo rizado de la cara para quitarle las gafas y dejarlas en la mesita de noche. Me apoyo en el codo y le acaricio el pelo sin dejar de mirarla. Me encanta verla dormir. Es tan hermosa, tan pura, tan ella. Desprende tanta paz.
     <<Hazla feliz de verdad esta vez, Can. No vuelvas a romperle el corazón>>, recuerdo las palabras que Ismael me dijo el día de la boda de mi hermano. Fue la primera vez que hablábamos más de dos palabras en toda la noche. Me dijo que al principio no estaba de acuerdo con la idea de que volviéramos, pero que al verla tan contenta se había dado cuenta de que era lo correcto.
     -Nada va a volver a separarnos, mi amor. Te lo prometo – susurro, acariciándola.
     Le doy un beso en la comisura de la boca y alargo el brazo para apagar la luz. Me acomodo a su lado, le abrazo la cintura y me quedo dormido en cuestión de segundos, sintiendo su respiración en mi piel.

El día siguiente lo pasamos de aquí para allá. Pedimos el desayuno para comer en la habitación y mientras nos zampamos las tostadas, la fruta, el té y los huevos revueltos, le hago fotos a Faith a diestro y siniestro con la cámara que me regaló anoche. Ella se ríe y termina quitándome la cámara para hacerme fotos a mí.
     Después de vestirnos, salimos del hotel y nos subimos al coche para ir hasta el lago. Allí encontramos un pequeño recinto donde alquilan barcas y nos subimos a una para dar un paseo por el lago, tal y como hablamos anoche.
     -¡Faith, estamos yendo en círculos! – carcajeo cuando ella insiste en remar.
     -¿¡Quieres callarte ya y disfrutar del paseo?! – me chilla, haciéndome reír más fuerte.
     -Del mareo, querrás decir – la chincho un poco más.
     -¡Mira, rema tú, porque estoy hasta los ovarios de los remos y de todo ya! – se queja.
     -Anda, trae – cojo los remos.
     Remo unos metros hasta que estamos en el centro del lago y los dejo encima de la barca para navegar a la deriva, lentamente.
     -Ven, ponte aquí conmigo – palmeo la madera entre mis piernas.
     -¿Y si me caigo al agua? – pregunta, mirando el lago.
     -No te vas a caer, tranquila – digo. Le tiendo la mano -. Ven.
     Con mucho cuidado y cierto temor, se levanta y me coge de la mano para caminar hasta mí. La barca se tambalea un poco, pero todo está bajo control. Faith se gira y se sienta entre mis piernas, y yo rodeo su cuerpo con los brazos y apoyo la barbilla en su cuello.
     -¿No se volcará la barca por tener el peso concentrado en un solo lado? – pregunta.
     -No, tranquila – respondo. Le beso el hombro cubierto por la camisa de flores rojas y blancas -. ¿Es precioso, verdad?
     Asiente.
     -Es muy relajante – habla -. ¿Tú crees que la leyenda del lago es cierta?
     -¿Quién sabe? Igual el karma ahogó a todos esos idiotas creídos y avariciosos – respondo -. Yo creo que es más un fenómeno geológico que otra cosa, la verdad.
     La leyenda cuenta que un hombre pobre pero noble llegó a un pequeño pueblo donde sólo había gente rica y muy poco gentil. En el pueblo nadie le abrió la puerta, ni le dieron comida ni agua, ni tampoco un sitio donde pasar la noche. Al final, el hombre caminó y caminó hasta una cabaña en el bosque, donde vivía un hombre mayor que le ofreció cobijo y comida durante el día y la noche. Cuando al día siguiente el señor lo acompañó a lo alto de una montaña mientras le contaba lo que le había ocurrido en el pueblo, al darse la vuelta descubrieron que el pueblo había desaparecido y había sido engullido por el agua, formando un lago. 
     -Mola más pensar que es por el karma – dice ella.
     Suelto una pequeña risa y le doy un suave beso en la mejilla, dejando los labios posados en su piel durante unos segundos.
     -¿Lo estás pasando bien? – le pregunto.
     Emite un sonido de modo afirmativo y entrelaza sus dedos con los míos.
     -Contigo es imposible no pasarlo bien, Can. Todo es perfecto contigo – dice.
     Sonrío. El corazón se me hincha de amor y la abrazo muy fuerte. Adoro tanto a esta mujer. Me hace tan feliz.
     -Lo mismo digo – respondo.
     Faith agarra mi mano y se la lleva a los labios para darme un suave beso que yo respondo dándole otro en el pelo. Pasamos un buen rato más en el lago hasta que empieza a entrarnos hambre.
     Durante el resto del día paseamos por el centro, subimos a un mirador desde el que vemos toda la ciudad y, cuando ya empieza a anochecer paseamos por un bonito parque donde vemos unas ardillas a las que les hago fotos y a las que Faith les da unas bellotas que compra en un puesto, siguiendo mis indicaciones. Las ardillas pueden parecer muy buenas, pero pueden llegar a ser bastante traicioneras si te descuidas. Yo le hago algunas fotos, enamorado a más no poder de ella, y le hago un vídeo cuando se descojona de la risa al ver que las ardillas nos siguen de árbol en árbol buscando más bellotas.
     -¡No están siguiendo, Can! – se ríe a carcajadas.
     -Normal. Han visto que eres increíblemente maravillosa y no quieren separarse de ti. Les pasa igual que a mí – hablo apuntándola con el móvil.
     -Idiota – dice, riéndose.
     -Me amas.
     -Muchísimo.
     Por suerte, cuando las ardillas ven que ya no hay más bellotas a las que hincarles el diente, deciden subirse a la copa de un árbol y desaparecer de nuestras vistas.
     El sol empieza a esconderse unos minutos después y terminamos el día cenando un delicioso pollo especiado riquísimo de uno de los puestos ambulantes del parque.
     Cuando volvemos al hotel nos metemos en la ducha y vuelvo a hacerle el amor a Faith, esta vez contra los azulejos de la pared, hasta caer rendidos.

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¡¡Holaaaa!! Espero que os haya gustado el capítulo y que también estéis disfrutando del libro. Sé que no tengo demasiado tiempo para actualizar, pero intentaré hacerlo todo lo seguido que pueda.
     Sería genial si pudiérais compartir la historia para que el amor de Can y Faith llegue a más personas 🫶🏼.
     ¡¡¡Besitoooosssss!!! 😘❤️

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