CAPÍTULO 84

207 17 12
                                    

Can.

La bienvenida de la familia de Faith cuando me ven es mucho más cariñosa y emotiva de lo que me esperaba. Todo está como si nunca hubiera ocurrido nada. Y eso me tranquiliza y me hace sentir muy bien. Mi padre les ha encantado. Ni siquiera ha querido venir en el coche conmigo y con Faith. Ha congeniado tan bien con los cuñados y el suegro de Jesús que se han ido todos juntos en un taxi hasta el restaurante de Faith.
     Después de un gran almuerzo en la terraza del restaurante de mi ángel, decidimos dar un paseo todos juntos por el puerto, ya que no queda muy lejos y es un gran método para bajar la comida y relajarse un poco. Lo malo es que los primos de Faith no me dejan solo ni un segundo. Ni siquiera puedo abrazar a Faith cinco segundos sin que aparezcan y me abduzcan para que los acompañe a algo o simplemente esté con ellos.
     —Pues sí que vais a tener que aprovechar las noches, sí. —Marisol aparece a mi lado seguida de su hermana  Inés y se sienta a mi lado en el banco—. Gracias por echarles el ojo mientras comprábamos los dulces —me agradece, mordiendo su donut de chocolate.
     Unai y Miguel están jugando a unos metros con unos coches que se han comprado en un puesto que han visto y les estoy vigilando un poco, porque no creo que tarden mucho en venir a buscarme de nuevo.
     —No se dan. Me encantan los niños —respondo.
     —Pues yo te los regalaba, vamos. No podían haber salido a Faith, que era más buena que el pan.
     Inés y yo reímos. Mi mirada se dirige instintivamente hacia Faith y sonrío al verla haciéndose selfis con su tito Andrés junto a la barandilla del paseo, con el mar de fondo. Sonrío.
     —Se os ve incluso mejor que antes —habla Inés esta vez.
     —Lo estamos. —Asiento—. Hay más confianza entre nosotros. Ha costado, pero estamos juntos. Y ella es feliz. Eso es lo único que me importa —digo, sin dejar de mirar a Faith.
     Faith siente mi mirada sobre ella, porque se gira y sus ojos conectan con los míos. Me dedica una preciosa sonrisa y se acerca al trote hacia nosotros para sentarse en mi regazo y darme un besazo en los labios.
     —Voy a aprovechar ahora que te han liberado mis primos —dice.
     —Yo soy todo tuyo las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana y los trescientos sesenta y cinco días del año de por vida —le digo.
     Ella sonríe con los ojos totalmente iluminados y me da un fuerte abrazo que yo correspondo de igual modo, añadiendo un beso en su hombro. Siento las miradas tiernas de sus titas sobre nosotros y lo único que puedo hacer es cerrar los ojos y disfrutar del olor de Faith.
     —¡Venga, otra foto! —La voz de Andrés nos sorprende y nos hace separarnos.
     El tito de Faith y hermano pequeño de Miriam se coloca de cuclillas delante de nosotros y levanta el móvil enfocándonos a todos. Nos colocamos de tal manera que salgamos bien y sonreímos antes de que Andrés toque la pantalla e inmortalice el momento.
     Pasamos el resto de la tarde intentando cansar a los niños para que no le den demasiado la lata a Marisol cuando lleguen a casa por la noche. Y parece que lo conseguimos, porque cuando se suben al coche para volver a la casa de Faith se quedan dormidos por el camino. Y en cuanto llegamos a mi casa y nos duchamos, Faith cae rendida en la cama y se queda grogui sobre mi pecho mientras le acaricio el pelo.

Los dos días siguientes los pasamos sin hacer gran cosa. Paseamos a Sam, la familia de Faith me da la enhorabuena por las fotos del National Geographic, hacemos una comida en el barrio con todos los chicos, bebemos té a mansalva y nos quedamos en casa jugando a juegos de mesa cuando empieza a llover a partir del mediodía del tercer día.
     Hoy vamos al cine para ver una película de dibujos que se estrena y que Unai y Miguel tienen muchas ganas de ver. Los niños se pasan la película comiendo palomitas y bebiendo Coca-Cola y no separan los ojos de la pantalla ni un minuto. Faith y yo nos pasamos la película agarrados de la mano y cada pocos segundos nos miramos y sonreímos para luego besarnos tiernamente. Y me quedo embobado en su risa cada vez que alguna escena le hace gracia. Adora las películas infantiles. Y es tan mona y tan adorable cuando las ve. Y lo que más me gusta es que a ella le trae sin cuidado si hay alguna persona a la que eso le resulte infantil. Es una de las cosas que adoro de ella. Que siempre haga lo que quiere sin importarle lo que puedan pensar los demás, que lo hace porque le apetece, porque es lo que siente en ese momento.
     —¿Qué estás pensando? —me pregunta en un susurro cuando se da cuenta de que no dejo de mirarla.
     —Que te quiero con locura —respondo, reaccionando.
     Un brillo precioso llena su mirada y se inclina para darme un beso con sabor a palomitas y Pepsi que me vuelve loco.
     Cuando la película termina y las luces de la sala se encienden, nos levantamos de nuestras butacas y bajamos las escaleras para salir de la sala y del cine. Para cenar vamos a la pizzería del barrio de Faith y avisamos a los chicos para que se unan a la cena, cosa que no dudan en hacer ni un segundo. Pedimos unas cuantas pizzas familiares para que todos lo probemos todo y, cuando llega la hora de pagar, volvemos a pelearnos por ver quién paga la cuenta. Al final, el padre de Miriam da un golpe en la mesa y se levanta para pagar él la cena, después de mandarnos a callar.
     —¿Os apetece algo de postre? —pregunta Miriam.
     —Podemos ir a la cafetería de la señora Ikbal —propone Faith.
     —¡Ay, sí, que la última vez que vinimos no fuimos! —exclama Inés.
     Comparte con su sobrina el amor por los gofres y el chocolate. Creo que no hay nadie en la familia que deteste el chocolate o los dulces.
     Entramos en la cafetería y nos acercamos a la barra para saludar a la señora Ikbal con un abrazo y luego pedir lo que queremos antes de sentarnos en la mesa. Unai y Miguel se sientan enfrente de mí y yo le guardo a Faith la silla que está a mi lado para que se siente cuando vuelva del baño.
     —Así que le pediste matrimonio. —La voz de Andrés me saca de mis pensamientos cuando estoy sonriendo mirando la foto que Faith y yo nos hemos hecho en la pizzería.
     —¿Mmm? —Levanto la cabeza.
     —A Faith. Me dijo que le pediste matrimonio y que por eso pasó… lo que pasó —aclara.
     Sus palabras me sorprenden. Creía que Faith no le había contado a nadie, excepto a las chicas, mi improvisada e inesperada pedida de matrimonio. Ni siquiera lo sabían sus padres.
     —No pongas esa cara. Soy como su hermano. Nos lo contamos todo, todo —me dice.
     —Lo sé. —Sonrío a medias—. Es sólo que no se lo ha contado a mucha gente y me ha sorprendido —le digo—. Fue más un problema de comunicación que su respuesta. Fui yo el que no le dijo que me había sentado mal que quisiera esperar.
     Un par de camareras traen nuestros pedidos y yo cojo el cuchillo y el tenedor para trocear el gofre de Faith. La cola del baño tiene que ser como la muralla china para que estén tardando tanto.
     —¿Y ya no habéis hablado más del tema? —me pregunta, bebiendo de su chocolate caliente.
     Niego con la cabeza. Pincho un trozo de gofre y me lo llevo a la boca para masticarlo.
     —No le he sacado el tema. —Me encojo de hombros.
     —¿Tú ya no quieres casarte con ella? —vuelve a preguntar.
     —¡Claro que quiero casarme, Andrés! —respondo en un tono obvio—. Tu sobrina es la mujer de mi vida. No hay nada en el mundo que pueda querer más que pasar mi vida con ella. —Me observa atento, escuchando mis palabras—. Es sólo que no quiero que se sienta incómoda otra vez.
     —Pues yo creo que si se lo pides, esta vez te dice que sí —me asegura él.
     En ese momento, Faith, su madre, sus titas y las chicas salen del pasillo que da a los baños y caminan entre las mesas para sentarse en sus respectivos sitios.
     —¡Madre mía, un minuto más y tengo que mear en el cactus que había en la puerta! —exclama mi preciosa novia, sentándose en su silla.
     <<Ella y su falta de filtro>>, pienso, riéndome.
     Al ver que le he troceado el gofre como le gusta, me mira con los ojos iluminados como dos estrellas en medio de una noche oscura y me da un sonoro beso en la mejilla.
     —Eres tan mono, Can —dice con un tono tierno e incluso emocionado.
     —Es el poder del amor, cariño —respondo, ganándome otro beso.
     La hora y media que pasamos en la cafetería de la señora Ikbal pasa entre charlas sobre qué hacer mañana, llegando a la decisión de pasar el día en el parque de atracciones, cosa que a los niños les hace mucha ilusión. Y a Faith también, pero sólo por el algodón de azúcar.
     Los niños se zampan sus gofres y sus batidos en un salto y Faith comparte conmigo su gofre  y su batido helado de mango mientras yo la beso y le digo una y otra vez lo mucho que la quiero, al mismo tiempo que le doy vueltas a las palabras de Andrés: "si se lo pides, esta vez te dice que sí".

----------

Hola, chiquissss✨
Espero que el capítulo os haya gustado. Sé que he tardado en subir, pero estoy ocupada con la universidad y no tengo demasiado tiempo.
En cuanto pueda os subo el siguiente 💖
Besitoooosss 🥰

Pd: si os gustan las reseñas y hablar de libros, podéis seguirme en mi cuenta de Instagram fate_lovedream

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora