CAPÍTULO 88

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Can.

En medio de la cena me escapo para entrar a mi habitación y sacar la bolsa de la joyería del armario. Voy a pedírselo ahora mismo. Quiero pedírselo ahora. Saco la cajita de la bolsa y la abro para ver el anillo una vez más. Acaricio los dos corazones y los nervios se hacen más intensos. Voy a pedírselo de nuevo.
      <<Tranquilo, dirá que sí. Esta vez sí, Can>>, me anima mi cabeza.
     Respiro hondo y cierro los ojos unos segundos para calmarme. Allá voy.
     Salgo del dormitorio y vuelvo al jardín. Me quedo unos segundos en la puerta, mirando a Faith, que está bebiendo té y mirando a sus primos jugar con Sam. Tomo aire una vez más antes de salir y caminar hasta Faith. Al ver la caja en mis manos, todos emiten exclamaciones de sorpresa y le dirijo una mirada a Jesús, quien asiente y sonríe, animándome a hacerlo.
     —Hostias... —escucho murmurar a Andrés.
     Justo en ese momento, Faith se gira y me mira. Baja la cabeza y ve la caja entre mis dedos. Mira fijamente la caja durante unos segundos y dice:
     —Can, ¿qué...? —tartamudea.
     Me arrodillo delante de ella y me armo de valor para empezar a declararme.
     —Eres todo mi mundo, Faith. Eres mi otra mitad, mi mejor amiga y la luz que ilumina mi vida cada día —le digo, mirando sus preciosos ojos marrones—. Me robaste el corazón la primera vez que te vi y te lo has quedado para siempre. —Me enamoré de ella en cuanto la vi. Sus ojos se empiezan a iluminar por las lágrimas a medida que hablo—. Contigo soy otra persona y no hay un solo segundo que esté contigo y no sea feliz. Incluso cuando te pones pesada queriendo saber qué sorpresas te tengo o te enfadas soy feliz. —Los dos reímos y ella se muerde el labio inferior, aguantándose las ganas de echarse a llorar—. Hemos pasado por algunos momentos difíciles y por un momento creí que iba a perderte para siempre —mi voz se entrecorta un poco al recordar lo mal que ambos lo pasamos, pero consigo recomponerme con una profunda respiración—, pero estamos aquí, juntos y más fuertes y felices que nunca.
     Faith asiente y una pequeña lágrima cae de su ojo. La detiene con la mano antes de que le llegue a la mejilla y me sigue mirando.
     —La primera vez que te lo pedí no salió como espera, así que... —Tomo aire, más nervioso que nunca—. Faith González Serrano, ¿quieres casarte conmigo?
     Abro la caja y dejo que vea el anillo de compromiso que le he comprado. Ella lo mira sin pronunciar palabra, embobada en cada detalle. Su familia nos mira fijamente esperando su respuesta y con cada segundo que va pasando me pongo un poco más nervioso. El corazón me va a tope, las manos están empezando a temblarme y creo que he tragado saliva unas cinco veces ya.
     <<Si no dice algo de una vez, se me va a salir el corazón por la boca>>, pienso.
     —Sí.
     —Y si esta vez quieres esperar un poco más te prometo que... —empiezo a hablar, haciéndole ver que no hay nada malo si quiere esperar un poco más.
     Un momento. ¿Qué ha dicho? Abro los ojos como platos al ser consciente de lo que sus labios han pronunciado, deseando que no haya sido producto de mi imaginación.
     —Espera, ¿qué? —Me levanto de golpe y doy una paso hacia Faith, mirándola con urgencia—. ¿Qué has dicho?
     Ella sonríe.
     —Que sí —repite—. Quiero casarme contigo.
     La felicidad me invade por completo y sonrío, pletórico. ¡Acaba de decirme que sí! Sus ojos empiezan a llorar enseguida y yo sólo puedo abrazarla muy fuerte contra mí y sonreír aún más. La amo, la amo con toda mi alma. Todos aplauden, contentos por la noticia. ¡Nos vamos a casar, por fin!
     Me separo de Faith y saco el anillo de la caja, ella me tiende la mano derecha y yo deslizo el anillo de oro blanco por su dedo anular. La miro, emocionado y con los ojos llorosos, a punto de echarme a llorar, y entonces Faith me abraza y me besa los labios. Yo la respondo enseguida y atraigo su cuerpo al mío, disfrutando de la calidez de sus labios.
     —Te quiero, mi vida —le digo cuando nos separamos, aún entre los aplausos y vítores de los presentes.
     —Te quiero, Can —dice ella.
     Todos se levantan para darnos la enhorabuena. Nos abrazan, nos besan y algunos incluso lloran.
     —¡Por fin, hermano! —exclama Engin, abrazándome.
     —¡Por fin! —digo yo, sonriendo.
     Miro a Faith, que abraza a las chicas, llorosa, y sonrío al ver cómo brilla el anillo en su mano.
     —Bueno, pues ya nos podemos mudar todos a la finca, ¿no? —interviene mi padre—. Ya sabía yo que algo te rondaba la cabeza estos días. —Entrecierra los ojos, divertido.
     Río.
     Faith vuelve a acercarse a mí cuando termina de abrazar a todas sus titas y de contarles lo emocionada que está. Me abraza y con la mano libre se limpia los restos de lágrimas por debajo de las gafas.
     —¿Cuándo has comprado el anillo? —me pregunta Ömer.
     —Eso —habla Faith.
     —El otro día, cuando te dije que tenía que ir a recoger las fotos —confieso.
     —Conmigo. —Su padre se acerca—. ¿Ves? Te dije que iba a aceptar. —Sonríe—. Nada, pues a ponerme traje y corbata otra vez.
     Faith mira a su padre estupefacta.
     —¿Tú lo sabías? —pregunta sin poder creerlo.
     Jesús y yo asentimos.
     —Le pedí que me ayudara a comprarte el anillo. Es el único que lo sabía —le digo.
     Faith nos mira a ambos y empieza a llorar de nuevo antes de separarse de mí y abrazar a su padre, que la rodea con los brazos, también emocionado, y le da un beso en el pelo. Miriam se une al abrazo al ver que ambos están muy emocionados y el resto les miramos enternecidos. Faith ha estado muy preocupada por mi relación con su padre desde que lo arreglamos y saber que me ha ayudado a comprar su anillo le hace ver que todo está igual que antes y que me acepta totalmente en la familia.
     —Bueno, ¿habrá que hacer un brindis, no? —menciona Andrés.
     —¡Eso! —coincide su hermana Inés—. Brindemos por los futuros novios.
     Todos nos acercamos a la mesa a por nuestros vasos y los levantamos en el aire.
     —¡Por Can y Faith! —chilla Damla, feliz.
     —¡Por Can y Faith! —repetimos todos.
     Damos un sorbo a nuestros vasos y los dejamos en la mesa antes de volver a sentarnos. Faith se sienta en mi regazo y apoya la cabeza en mi hombro. Durante un par de horas celebramos nuestro reciente compromiso cantando y poniendo algo de música hasta que son casi las cuatro de la madrugada y todos están cansados. Unai y Miguel ya se han quedado dormidos en el sofá del salón y Sam también se ha echado a dormir con ellos. Así que entre todos recogemos las cosas para meterlas en el lavavajillas y lavar a mano lo que no cabe. Una vez hacemos eso, mi padre, Faith y yo acompañamos al resto a la puerta, incluidos mi hermano y Gamze, que también se van a su casa en la finca, donde muy pronto viviremos Faith y yo.
     —Mañana desayunamos juntos antes de que os vayáis —le dice Faith a su familia.
     —Podemos desayunar aquí, si os apetece —propone mi padre.
     —Pues por la mañana nos venimos —dice Jesús—. Buenas noches, que descanséis.
     —Buenas noches —contestamos nosotros.
     Todos salen de la casa y mi padre cierra la puerta para luego darnos las buenas noches a Faith y a mí e irse a su dormitorio. Por nuestra parte, nosotros nos vamos a mi habitación. Nada más entrar y cerrar la puerta, Faith se abalanza sobre mí y me sorprende con un besazo que me obnubila la mente por completo.
     Le abrazo la cintura con los brazos y la pego a mí, al mismo tiempo que ella me rodea el cuello y me acaricia los hombros.
     —Tendremos que celebrar que vamos a casarnos, ¿no crees? —me dice sobre los labios con la respiración agitada y su aliento mezclándose con el mío.
     —¿Lo dudabas acaso, cariño? —ronroneo.
     Ella sonríe, excitada, y vuelve a besarme con ardor. Nos convertimos en una pelea de labios, dientes y lenguas que luchan por conseguir excitar más al otro. ¡Y vaya si lo conseguimos! Una enorme erección se forma en mis pantalones en una milésima de segundo y con cada beso y caricia me excito más y más.
     Faith baja las manos por mi pecho y luego las sube hasta el primer botón de mi camisa para desabrocharlo y seguir con los siguientes hasta abrirme la camisa por completo. Sus pequeñas y suaves manos acarician mi piel, provocándome intensos y deliciosos escalofríos por todo el cuerpo. Baja la camisa por mis hombros y la desliza por mis brazos hasta quitármela. Empieza a besarme los hombros y sigue por mi cuello, mordiendo y lamiendo cada trozo de mi piel.
     —Joder, Faith... —jadeo cuando me muerde el pezón derecho y luego pasa la lengua por encima.
     —Ven aquí.
     Mi ahora prometida (por fin) me agarra de la mano y tira de mí hasta la cama. Me empuja suavemente por el pecho y me tumba sobre el colchón. Suelto una risa al caer y me muerdo el labio, cachondo perdido, mientras la miro subirse en la cama y gatear hasta mí.
     —¿Qué vas a hacer, pillina? —le pregunto, acariciando su barbilla con los dedos.
     —Pasármelo bien con mi futuro marido. ¿Quieres? —Se pone a horcajadas sobre mí.
     Que me diga "mi futuro marido" me pone cachondo y feliz a partes iguales.
     —Yo siempre quiero, mi amor. Hazme lo que tú quieras.
     Le doy un lametón en el labio inferior y ella me responde con un mordisco que me hace jadear sobre su boca. Me encanta cuando se pone así de juguetona.
     Faith me acaricia el pecho mientras baja los besos por mi mandíbula y mi cuello y se recrea delineando el lobo y la brújula tatuados en mi pecho con la yema del dedo índice. Un escalofrío me recorre el cuerpo cuando me acaricia los pezones con suavidad y me aguanto un gemido cuando baja los labios hasta uno de ellos y pasa la lengua por encima para luego morderlo.
     —Mierda... —siseo.
     La siento sonreír sobre mi piel y dejo que me haga lo que quiera. Se aprieta contra mi entrepierna, haciendo presión sobre mi dura polla y clavo los dedos en sus caderas, aún cubiertas por la tela de la ropa y me muerdo el labio inferior para no gemir con fuerza. Ella sonríe de nuevo, excitada, y se mueve para bajar más abajo. Luego apoya sus manos en mi cinturón oscuro y empieza a desabrocharlo sin dejar de mirarme ni un segundo. Me desabrocha el botón y baja la cremallera del vaquero y yo levanto las caderas para que pueda bajármelo. Me lo saca por las piernas y lo deja en el suelo de la habitación, dejándome en calzoncillos.
     —Tú sigues vestida aún —le digo, apoyando las manos sobre el colchón para incorporarme un poco.
     —Ya tendrás tiempo de desnudarme, tranquilo. —Me empuja suavemente y me deja tumbado otra vez—. Tú déjame a mí.
     —Soy todo tuyo. —Sonrío.
     Faith me dedica otra sonrisa pícara y se acerca para darme un beso en los labios y empezar a bajar por mi pecho y mis abdominales, mordiendo y lamiendo cada porción de mi piel, mientras yo me derrito completamente por y con ella. Me besa el vientre y la erección por encima del bóxer y luego da un suave mordisco que me hace arquear las caderas y soltar un gemido.
     <<Esta mujer va a acabar conmigo>>, pienso, mordiéndome el labio para no gemir de nuevo.
     —Shh, no querrás que tu padre nos escuche, ¿no? —Introduce los dedos en el filo de mis calzoncillos y los baja para sacármelos por los pies.
     —A mí ahora mismo me la suda todo —jadeo.
     Ella ríe y me pide que separe un poco las piernas para poder colocarse entre ellas, y yo la miro extasiado mientras lo hace. Cuando coge mi pene duro y erecto entre sus manos un suspiro de placer sale de entre mis labios por el placer que sus caricias me brindan, y cuando se agacha y su dulce y cálida boca lo acoge, me deshago. Un ramalazo de placer me recorre la columna y me agarro a la colcha de la cama para no ponerme a gemir más fuerte y despertar a todo el vecindario.
     Me incorporo un poco para ver a Faith y el simple hecho de verla haciéndome una mamada y lo a gusto y excitada que está, hacen que mi placer aumente hasta límites casi inhumanos. Me encanta que disfrute.
     Le acaricio el pelo rizado y se lo aparto de la cara para verla mejor mientras ella sigue metiendo y sacando mi erección de su boca. Su lengua me acaricia el glande con suaves y deliciosos movimientos y su mano empieza a acariciar mis testículos.
     —Joder, cariño —jadeo—. ¡Oh, mierda! —gimo más fuerte y le tiro del pelo, haciéndola jadear, cuando se saca mi pene de la boca y muerde suavemente el glande—. ¿Te he hecho daño? —pregunto cuando me doy cuenta de que igual le he tirado muy fuerte del pelo.
     Ella niega con la cabeza y sigue con lo suyo. Lame, chupa, succiona y muerde mi erección por todas partes y luego baja a mis testículos y hace lo mismo, matándome de placer. Luego vuelve de nuevo a mi pene y se lo vuelve a meter en la boca.
     Segundos después, empiezo a sentir que las piernas se me entumecen y esa presión tan característica de la llegada del orgasmo empieza a aparecer en mi bajo vientre, haciéndose más y más fuerte.
     <<Si no se aparte ya me voy a correr en su boca>>, pienso.
     —No puedo más, cariño —le digo con voz estrangulada.
     Cuando estoy a un microsegundo de correrme la agarro de los hombros y la separo de mi pene. La beso de nuevo y le mordisqueo la boca, saboreando su dulce lengua.
     —¿Por qué nunca me dejas terminar? —me pregunta sobre los labios, jadeando.
     —Porque me gusta más correrme estando dentro de ti —respondo, haciéndola sonreír.
     En un movimiento, nos cambio de postura y me coloco entre sus piernas.
     —Ahora me toca comer a mí. —Me muerdo el labio inferior—. Tengo hambre.
     En menos de un minuto la desnudo y lanzo su ropa al baño para luego tumbarme y dejar mi boca a la altura de su entrepierna. Le abro las piernas y empiezo a besarle los muslos con mimo, haciéndola suspirar.
     —Así que te vas a casar conmigo. —Le muerdo la pierna suavemente.
     —Sí —jadea.
     —¿Seguro? No vaya a ser que mañana cambies de opinión. —Le beso los labios y doy un lento lametón en su humedad.
     —No lo haré. —Se arquea cuando le beso el clítoris y gime—. Quiero casarme contigo.
     Sonrío, feliz.
     —Qué bien hueles, amor. —Le acaricio la entrepierna con la nariz—. Estás muy mojada.
     —Es culpa tuya.
     —Me encanta ser el culpable de esto.
     Le separo los labios con los dedos y hundo la lengua entre sus pliegues húmedos. Faith arquea la espalda y me sujeta del cuello, clavándome las uñas en la piel. Pero me da igual. Sabe tan bien y estoy tan cachondo y entregado a ella que no me importa nada en este momento. Lo único que quiero es verla derretirse del gusto.
     Subo la mano para acariciar sus pechos y ella entrelaza nuestros dedos. Y cuando miro hacia arriba y veo el anillo en su dedo, sonrío y aumento la intensidad de mis lengüetazos.
     —¡Ay, Dios, Can! —gime con la voz estrangulada, muy bajito, cuando le muerdo el clítoris con cuidado y luego lo succiono.
     Jadeo cuando me clava las uñas en la nuca y sigo acariciando su humedad con la lengua. Lamo de arriba abajo, en círculos, de un lado a otro... en todas las direcciones posibles para volverla loca y hacerla disfrutar lo máximo posible. Uno los dedos para aumentar su placer y los introduzco con cuidado en su vagina húmeda y cálida, mientras yo me centro en su hinchado clítoris. Meto y saco los dedos, los curvo e intercalo distintas velocidades para acercarla poco a poco al orgasmo, al mismo tiempo que chupo el centro de su placer. Segundo después, siento cómo sus piernas empiezan a tensarse y se pone rígida.
     —¡Can, n-no no puedo más! —lloriquea, tapándose la boca y agarrándose con fuerza a las sábanas con una mano y apretándome el hombro con la otra.
     Un escozor me invade la piel por la presión de sus uñas, pero me encanta. Me vuelve loco que le guste tanto lo que le hago que no sea consciente de lo que hace.
     —Eso es, cariño —la animo, dando pequeños y húmedos besos en su clítoris y moviendo los dedos dentro de ella.
     Diez segundos después arquea las caderas y ahoga un chillido en su mano, llegando al orgasmo. Sigo besándola hasta que sus espasmos cesan y le beso las piernas, subiendo por su vientre y sus preciosos pechos y sus rosados pezones, hasta llegar a su dulce boca. La beso una vez más, colocándome entre sus piernas y rozo nuestros sexos mientras le beso la boca con intensidad y le hago sentir su maravilloso sabor.
     —No es justo que yo siempre termine cuando lo haces tú, pero tú no quieras cuando te lo hago yo —me dice sobre los labios, agitada, sonrosada y preciosa.
     —Admite que te gusta tanto como a mí que termine cuando estamos haciéndolo y no cuando me haces una mamada —le digo yo, sonriendo pícaro.
     Una inevitable sonrisa se forma en sus labios y suelta una pequeña risa.
     —Vale, es posible que me parezca más limpio, sensual y romántico —admite.
     —Y a mí me pone mucho lamerte hasta que te corres. Los dos salimos ganando. —Le beso la punta de la nariz y le doy un pequeño mordisco—. Ven aquí. Aún no hemos terminado, amor.
     Me incorporo, quedando de rodillas entre sus piernas y ella sonríe, llena de deseo, y se incorpora para encaramarse a mi regazo y besarme otra vez.

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Holiiii, espero que el capítulo os haya gustado mucho. 

En cuanto pueda subiré el siguiente para no dejaros con la miel en los labios, jajaja. 

Besitosssssss.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora