CAPÍTULO 87

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Faith.

El pub Media Luna está a rebosar de gente, como cada fin de semana, y teniendo en cuenta que hoy es noche de Karaoke, más aún. Hemos decidido pasarnos, ya que pasado mañana mi familia se vuelve a España.

     Mis titas, mi madre, las chicas y yo nos colocamos junto a una mesa para que nadie más nos quite el sitio y mis titos, mi padre y los chicos se acercan a la barra a por las bebidas. Mis abuelos se han quedado en casa viendo una serie a la que los tres se han enganchado durante la semana y mis primos van a hacer noche de pelis en mi cuarto. 

     Mi tito vuelve bailando con la copa en la mano y cuando llega a nosotros le da un gran sorbo.

     —¡Tranquilo, fiera, que la noche sólo acaba de empezar! —exclamo haciendo un gesto de calma con las manos.

     —Calla y vamos a bailar ya. —Me agarra del brazo—. Veníos todas.

     Y, sin más, nos lleva una a una a la pista de baile sin dejarnos otra opción. Dos segundos después, los chicos traen las bebidas y las dejan en la mesa. Bailamos unas ocho o diez canciones y cada vez que una termina tenemos que acercarnos a la mesa a beber un poco e hidratarnos la garganta. Mi padre charla con mis titos y se pasan casi todo el tiempo riendo. A saber qué barbaridades estará diciendo mi padre para que estén a punto de mearse vivos. Ömer charla con Murat y Ahmet mientras mira a Damla cada pocos segundos y sonríe al verla bailar y divertirse. Cihan y Mesut están bailando a su manera, y Can y Engin hablan entre ellos y luego nos miran a Gamze y a mí para tirarnos un beso. Ambas sonreímos y les devolvemos el gesto.

     —¿Qué tal os va? —le pregunto a Gamze por encima de la música.

     —De maravilla.  —Sonríe—. No sabes lo maravilloso que es levantarme con Engin, desearle un buen día en la oficina y verle llegar, cenar, charlar... y podemos hacerlo dónde y como queramos porque no hay nadie más en la casa —dice—. Pero os echo de menos a todos. No es lo mismo estar allí sin vosotros.

     —A mí me pasa igual —confieso—. Pero nos seguimos viendo aunque sea menos.

     —A ver si tú y Can os mudáis allí de una vez ya —comenta.

     —Bueno, todo se andará, supongo —contesto, dirigiendo mis ojos hacia él.

     <<Qué bien le queda esa ropa>>, pienso, admirándole.

     Va vestido con unos vaqueros, una camiseta blanca, una camisa azul abierta encima, una bandana roja atada a uno de los ojales, el pelo recogido en una media cola, unas botas marrones y sus inseparables complementos. Y sí, hay como diez mujeres embobadas en él. No es que me moleste, pero tampoco es mi hobbie favorito que lo miren como si fuera un brownie con helado de vainilla al que quieren hincarle el diente.

     Él me mira y yo le hago señas para que se acerque y baile conmigo. Primero levanta el vaso, poniendo la excusa de que sigue con la copa, pero cuando hago una mueca de súplica y le pongo ojitos, suspira y deja la copa en la mesa para acercarse a mí. Me rodea la cintura con los brazos y yo le acaricio el cuello de la camisa.

     —Haces conmigo lo que quieres —dice, mirándome con los ojos rebosantes de amor.

     —No es verdad. —Jugueteo con uno de los botones—. Eres tú quien es incapaz de negarme nada.

     —Cierto. Me gusta mucho mimarte. —Sonríe y me acaricia los rizos.

     —Me vas a malcriar al final —bromeo.

     —Tú pides y yo lo hago. Es así de sencillo. —Me da un beso en la comisura de la boca.

     Suena una canción lenta y entonces le rodeo el cuello y empezamos a mecernos al ritmo de la música sin dejar de mirarnos a los ojos. Me encanta el brillo que hay en su mirada. Me encanta que me mire así, como si fuera lo mejor de su mundo, lo único que lo hace feliz. Y lo mejor es que él hace que me sienta así. Y eso me gusta y me hace muy feliz, porque para mí él significa lo mismo: todo.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora