CAPÍTULO 58

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Can.

Agarro a Faith de la nuca e introduzco mi lengua en su boca con ardor, saboreándola.
     Después de que se haya venido al baño de mi habitación para ducharse, yo no he sido capaz de aguantar dos minutos en el salón antes de ponerles una excusa tonta a mi padre y mi hermano y venir tras ella. En cuanto he entrado y he visto su silueta tras la mampara, me he desnudado a toda prisa y he entrado en la ducha para abrazarla y besarla. Me encanta ducharme con ella, lavarle el pelo, abrazar su cuerpo desnudo y húmedo y hacerle el amor contra la pared de azulejos.
     La he echado mucho de menos hoy durante las compras. Hace pocos días que lo arreglamos y me sigue resultando muy complicado separarme de ella aunque solo sean unos segundos. Siempre me ha ocurrido. Soy incapaz de estar sin ella.
     Faith se gira entre mis brazos y me abraza el cuello para tirar de la gomilla que sujeta mi pelo y dejar que este me caiga sobre los hombros, empapado por el agua que cae de la alcachofa. Sus dientes muerden mis labios y de su garganta salen suaves y muy excitantes gemidos que me vuelven loco y hacen que mi pene se endurezca con más vigor con cada segundo que pasa.
     Bajo uno de mis manos hasta sus nalgas desnudas y aprieto una de ellas entre mis dedos, haciéndola jadear de nuevo. Luego muevo la mano y acaricio su entrada con la punta de los dedos, comprobando que está húmeda y lista para todo. Me encanta que se excite tanto con un solo roce que le brinde. Y lo que más me encanta es que soy yo quien lo provoca.
     Introduzco un dedo en su vagina y Faith se arquea, clavándome las uñas en los hombros y soltando un gemido sobre mis labios. Una punzada de placer llega hasta mi erección y me muerdo el labio inferior, excitado, mientras la miro retorcerse por el movimiento de mi mano.
     -¿Te gusta, mi amor? – le pregunto en un tono profundo.
     -Mucho – asiente, jadeando -. ¿Vamos a hacerlo aquí?
     -Me temo que sí – saco el dedo de su interior y me lo llevo a la boca para darle un lametón y saborearla bajo su excitada y atenta mirada -. Me vuelve loco tu sabor, Faith – sonrío, lascivo -. ¿Quieres probar?
     Ella asiente, sin apartar sus ojos de mí. Vuelvo a acariciar su entrada, empapando dos de mis dedos con sus fluidos una vez más, y subo la mano para colocarla sobre los labios. Faith abre la boca y los chupa, mientras mi pene vuelve a protestar, deseoso de unirse a ella de una vez por todas. Sus ojos marrones cargados de deseo no se separan de los míos ni un segundo mientras lame mis dedos y cuando muerde las yemas con suavidad y sonríe, juguetona, no puedo aguantar más.
     Saco mis dedos de su boca y los sustituyo por mis labios. El sabor de su boca unido al de su entrepierna es una auténtica maravilla. Agarro su cara entre mis manos y la empujo suavemente hacia atrás, guiándola hasta la pared. Su espalda se apoya en los azulejos blancos y se arquea. Su piel se eriza mucho más de lo que ya lo está y deduzco que es por la frialdad de los azulejos, así que muevo la alcachofa para que el agua caliente caiga sobre la pared durante unos segundos para que Faith esté cómoda.
     -¿Mejor? – le pregunto cuando vuelve a apoyarse.
     Asiente y sonríe, antes de rodearme con sus brazos y volver a besarme. Nos besamos con ardor mientras nos acariciamos el cuerpo el uno al otro. Yo acaricio sus duros, rosados y preciosos pezones con los dedos y los pellizco, haciéndola gemir. Acaricio sus muslos y sus marcadas caderas y clavo los dedos en su carne, mientras mi erección se presiona contra su vientre. Faith me acaricia el pecho, tira de mi pelo, juguetea con mis pezones y clava las uñas en mis abdominales y mis brazos, ansiosa. Y yo me derrito por y con ella. No quiero que deje de tocarme nunca.
     -Hazlo ya, por favor – me pide, entrecortada, cuando vuelvo a acariciar su entrepierna y ella rodea mi erección con sus dedos.
     Succiono la piel de su cuello y agarro la parte trasera de sus muslos para levantarla y hacer que rodee mi cintura con las piernas. Su espalda sigue apoyada en la pared y sus manos rodean mi cuello. Beso sus pechos y ella jadea cada vez que succiono y muerdo sus pezones. Subo mis labios por su esternón, lamiendo el tatuaje que lleva y sigo por su mandíbula y su barbilla hasta llegar a sus dulces labios de nuevo.
     El corazón me late con fuerza y el deseo me recorre el cuerpo veloz y furioso. A estas alturas sigo sin entender cómo puedo desear tanto a alguien, cómo puede provocarme tantas sensaciones.
Mientras nos besamos, guío mi erección hasta su entrada y, con suma lentitud y suavidad, entro en Faith. El placer me recorre cada palmo del cuerpo y necesitamos separar nuestras bocas para gemir. Faith arquea el cuello y yo aprovecho para ahogar mis jadeos en su piel.
     -Can… - jadea, clavando las uñas en mi espalda y erizándome el cuerpo por completo.
     Baja la cabeza y apoya su frente contra la mía, mientras yo la sujeto contra la pared y muevo las caderas para entrar y salir de ella una y otra vez. Lo único que se oye en el baño aparte del sonido del agua caer son nuestros gemidos, el roce de nuestros cuerpos y la agitación de nuestras respiraciones.
     -Te adoro, mi vida – le digo, mirándola a los ojos, con la respiración agitada.
     Sus ojos marrones brillan cuando escucha mis palabras y una sonrisa llena de placer llena su boca.
     -Yo más – responde, mordiéndose el labio -. ¡Ay, Dios! – gime cuando doy una fuerte embestida.
     -¡Me vuelves loco, cariño!
     -¡Hermano… oh, mierda! – la voz de Engin nos sobresalta.
     Faith chilla, asustada, y retira las piernas de mi cintura y rompe nuestra unión. Se encoge, apretándose contra mí, intentando cubrir su desnudez.
     -¡Joder, Engin! – le grito a mi hermano, molesto por su forma de entrar.
     Cubro a Faith con mi cuerpo y ella esconde la cabeza en mi pecho, avergonzada por la situación. Giro la cabeza hacia mi hermano y le lanzo una mirada autoritaria.
     -¡Lo siento, lo siento, hermano! – se disculpa, girándose un poco -. Creía que ya habríais terminado de ducharos. He golpeado, pero como no contestabais he entrado – me dice.
     -¿Y no crees que si no contestamos es porque estamos ocupados? – le espeto -. ¿Qué coño quieres, Engin?
     La respiración de Faith es agitada y la siento temblar entre mis brazos. Está muy nerviosa.
     -Eh… la verdad es que ya ni me acuerdo – tartamudea mi hermano -. Ya me acordaré luego… Mejor os dejo a lo vuestro – me dedica una mirada de disculpa.
     -Sí, lárgate ya, hermanito. ¡Acabas de interrumpir un momento sumamente romántico! – le digo.
     -¡Lo siento! – le veo alejarse y desaparece fuera del baño.
     Agudizo el oído y escucho cómo cierra la puerta del dormitorio, dejándonos a solas de nuevo.
     Miro a Faith de nuevo y ella se separa de mí con las mejillas sonrojadas y la vergüenza apoderándose de su bello y mojado rostro.
     -Ya podemos seguir, mi amor – sonrío y me inclino para besarla de nuevo.
     -No, no puedo – responde en un tono nervioso y agitado -. ¡Tu hermano nos acaba de pillar haciéndolo en la ducha, Can! – exclama.
     -Bueno, pues el próximo día me espero a que esté con Gamze y les pillo yo. ¡No pasa nada, cariño! – le quito importancia al asunto -. No te ha visto nada, tranquila.
     -¡Pero seguro que me ha escuchado! ¡Dios, qué vergüenza! – se tapa la cara con las manos y suelta un lamento -. No podré volver a mirarle a la cara sin recordar esto.
     -¡No es para tanto, Faith! – insisto -. No pasa nada. Venga, terminemos lo que hemos empezado.
     -No, no, no, no, no – me aparta cuando intento besarla otra vez -. Yo no puedo seguir ahora. Se me han quitado las ganas con el sobresalto – traga saliva.
     Sonrío de lado y me muerdo el labio.
     -Tranquila, cariño, que yo te vuelvo a poner a punto – le digo en un tono juguetón.
     Faith me mira con ojos inocentes y esa inocencia me pone a mil de nuevo. Me inclino y le beso la comisura de la boca con mimo, para ir bajando mis labios poco a poco por su mandíbula y su cuello, pasando por sus clavículas, sus pechos y su estómago, sacándole deliciosos jadeos y espasmos. Me coloco de rodillas delante de ella y beso su vientre y bajo por su pubis, tirando con los dientes del vello oscuro que lo cubre, sintiendo que mi boca se hace agua.
     -Abre las piernas, amor – le pido, besando sus muslos.
     Ella hace lo que le pido y yo sonrío, encantado de que vuelva a tener tantas ganas como yo de seguir. Acaricio la parte trasera de sus piernas y me coloco la izquierda sobre el hombro para tener mejor acceso a ella. Levanto la cabeza para mirar a Faith, quien me observa sonrojada y con la respiración agitada de nuevo. Me muerdo el labio inferior y sonrío antes de bajar la cabeza y hundir mis labios entre sus pliegues húmedos.
     La mano de mi preciosa novia se ancla a mi cuello y tira de los mechones sueltos y húmedos de mi pelo, mientras yo le aguanto las piernas y saboreo su dulce tesoro. Siempre me ha encantado practicarle sexo oral, me encanta verla retorcerse de placer, pidiéndome más y más. Me encanta verla disfrutar, porque eso me hace disfrutar a mí.
     Meto y saco la lengua de su vagina y paso a su clítoris para succionarlo y lamerlo en todas las direcciones posibles.
     -¡Can! – gime Faith, tirándome del pelo y clavando las uñas en mi piel.
     -¿Te gusta, amor? – gime en respuesta -. ¿Tienes ganas de correrte?
     -Sí, muchas – responde, agitada.
     -Pues no vamos a hacerte esperar, cariño – sonrío sobre su entrepierna y aspiro su delicioso aroma.
     Uno mis dedos a mi lengua y los introduzco en su húmeda y excitada vagina, mientras lamo cada milímetro de su clítoris, haciéndola gemir y retorcerse del gusto. Su cálida carne rodea mis dedos y empiezo a moverlos poco a poco en su interior, aumentando su placer.
Mi erección sigue tan vigorosa como antes y con cada uno de sus jadeos se hincha más. Mi corazón late acelerado y mis instintos más primitivos están concentrados en una sola cosa: hacer que Faith tenga un orgasmo bestial.
     -Sigue, por favor – me suplica, presa del placer.
     Muevo los dedos dentro y fuera de ella y masajeo su hinchado clítoris con la lengua una y otra vez, hasta que siento que sus paredes vaginales se empiezan a tensar alrededor de mis dedos. Está a punto.
     -Ni se te ocurra parar ahora, Can – me advierte cuando detengo el movimiento de mis dedos.
     -No pensaba hacerlo, cariño – le doy un último lametón y me levanto -. Es que sé que te gusta que lleguemos juntos.
     Una preciosa y excitada sonrisa se forma en los labios de mi precioso ángel y me agarra del cuello para besarme y apretarme contra su cuerpo. Sus pechos se presionan contra mi torso y vuelvo a cogerla en brazos para apoyar su espalda en la pared y entrar de nuevo en ella de una fuerte embestida que la hace morderme el hombro para ahogar sus gemidos. Un minuto después estamos corriéndonos al unísono y diciéndonos cuánto nos queremos.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora