CAPÍTULO 61

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Faith.

Troceo unos plátanos y los echo en la batidora para luego cerrarla y encenderla al máximo para que triture todas las frutas que he echado dentro. He encontrado algunas frutas y he pensado hacer un batido para el desayuno.
     Cuando me he despertado estaba sola en la cama, como de costumbre. Can habrá salido a correr, aprovechando que estemos en plena naturaleza y no tiene que cruzar media ciudad hasta llegar al bosque.
     Detengo la batidora cuando la fruta está más que molida y añado las cantidades proporcionales de leche y azúcar, para luego volver a colocar la tapa y volver a encenderla durante unos treinta segundos más. Justo cuando detengo la batidora, mi vista se dirige al frente y veo a Can entrando en la cocina por la puerta corredera que da al jardín, vestido con unos pantalones cortos de deporte negros, y una camiseta y una sudadera con cremallera, también negras. Tiene la frente perlada de sudor, las mejillas sonrojadas y está guapo a rabiar. Y, sí, tal y como sospechaba ha ido a correr. Lo que no sé es cómo puede estar en pantalones cortos con el frío que hace fuera.
     Can cierra la puerta corredera de cristal cuando ya está dentro de la casa, y me sonríe con los ojos brillantes cuando se gira a mirarme.
     -Buenos días – me saluda, acercándose con una sonrisa.
     -Buenos días – sonrío, abriendo la tapa de la batidora -. Ven, prueba esto, a ver qué te parece.
     Cojo un vaso de la alacena y lo lleno del batido rosa. Can lo coge de entre mis dedos y le da un buen sorbo.
     -Mmm… está muy bueno, ¿qué lleva? – bebe otra vez.
     -Dos plátanos, medio mango, un puñado de fresas y frambuesas, un par de almendras, leche y azúcar – contesto.
     -Pues está buenísimo. Todo lo que haces tú está delicioso – deja el vaso en la encimera y me rodea la cintura con los brazos para pegarme a su cuerpo. Su olor me invade y me pregunto una vez más cómo puede oler tan malditamente bien estando sudado -. ¿Qué tal has dormido?
     -Muy bien – contesto -. ¿Y tú?
     -Estupendamente desde que te viniste a mi habitación.
     Un par de horas después de que nos fuéramos a la cama empezó a mandarme mensajes porque no podía dormir, al igual que yo. Le echaba de menos. Cuando duermo en casa y sé que no está allí duermo bien, pero estar en la misma casa y no dormir a su lado me cuesta. Así que cuando me insistió un poco y prometió mantener las manos quietas, salí de la habitación a hurtadillas para no despertar a las chicas y me fui a dormir con él. Sólo dormir. No pienso arriesgarme a que nos pillen de nuevo haciéndolo.
     -Ah, toma – Can se mete la mano en el bolsillo de la sudadera y saca unas setas -. He pensado que te gustaría cocinarlas – las deja en la encimera.
     -Son las mismas que cogimos la primera vez que vinimos – recuerdo, sonriendo.
     -Sí – me da un beso en la sien -. Nos pasamos dos horas dando vueltas hasta que las encontramos. Recuerdo que te salvé de un panal de avispas y de caerte – comenta.
     -Cierto – suelto una pequeña risa.
     -Tuve que contenerme mucho para no besarte ese día. Y el siguiente, y el siguiente… - me da besos en la cara mientras habla.
     Me encojo cuando esconde la cabeza en mi cuello, y suelto una risa.
     -Ve a ducharte de una vez, anda – le digo.
     -Vale, vuelvo enseguida y te ayudo con el desayuno.
     Me da un beso en los labios y coge el vaso de batido para terminárselo antes de subir las escaleras hacia la planta superior. Cinco minutos después, tal y como ha prometido, baja vestido con un vaquero negro y un jersey fino blanco y me ayuda a preparar té, verduras, tortillas, zumo natural y tostadas para cuando los chicos se levanten, cosa que hacen justo cuando estamos terminando de poner la mesa.
     Desayunamos todos juntos mientras planeamos quién se encargará de qué para la barbacoa que haremos en el almuerzo y, tal y como esperaba, el lugar donde he dormido hoy, se vuelve un tema de conversación.
     -Deduzco que esta noche Faith y Can han dormido juntos, porque cuando me levanté para ir al baño, Faith no estaba en su cama – menciona Damla, dedicándonos a ambos una mirada socarrona.
     -Pues no han follado, porque yo no he oído nada y he dormido en la habitación de al lado de la de Can – sigue hablando Murat.
     -Yo tampoco he oído nada. Se habrán puesto cinta aislante en la boca para no hacer ruido y que nadie les pillara – ríe Ahmet, seguido de las risas del resto.
     Pongo los ojos en blanco y bebo de mi té. La bromita de la pillada ya empieza a cansarme. Sé que no pasa nada, porque ya he hablado del tema con Engin y para él está olvidado, pero repetirlo continuamente empieza a ser pedante.
     -Recordadme que cuando os pille follando a vosotros os grabe en video y os lo ponga en bucle – hablo en un tono burlón y algo molesto -. Empezáis a ser muy cansinos con la broma – dejo el vaso de té vacío en la mesa -. Me voy a la ducha.
     Y, sin decir nada más, me levanto de la silla y subo hasta arriba para coger ropa y meterme en el baño.
     El resto de la mañana la paso preparando la carne y las verduras para la parrilla con la ayuda de todos, que acaban disculpándose por el sin descanso de la broma con la pillada que Engin nos hizo a Can y a mí en la ducha, y me dicen que si fuera su caso, también estarían un poco avergonzados, porque aunque sea algo natural, es una situación un tanto incómoda que a nadie le gusta. Bueno, excepto a los voyeaux, pero ese es otro mundo.
     Ömer y Can se encargan de hacer la carne y las verduras a la parrilla mientras que el resto preparamos algunos entrantes y bebidas y hablamos sobre ver alguna película en el salón con mantas y palomitas.
     La carne está exquisita, como siempre que Can y Ömer se encargan de hacerla, y las verduras están deliciosas con el toque de las brasas. Y no hablemos de las setas, que están tan ricas como recordaba. No dejamos ni un trozo de nada, pero decidimos dejar el tiramisú de mango que he preparado (con lo que ha sobrado del batido) para más tarde porque no nos entra ni un sorbo de agua más en el estómago.
     -¿Qué película os apetece ver? – pregunta Murat, encendiendo la tele y buscando la aplicación de Netflix con el mando a distancia.
     Las chicas nos sentamos en el sofá y cogemos las mantas de color oscuro, mientras que los chicos hacen las palomitas para acompañar. Cuando terminan, salen de la cocina con los cuencos hasta arriba y se sientan con nosotras. Can nos tapa a ambos con la manta y sujeta las palomitas para que los dos podamos coger. Engin, Ömer y Cihan hacen lo mismo con Gamze, Damla y Azra, y Ahmet, Mesut y Murat se sientan juntos, mientras este último pasa y pasa películas.
     -¡Pon esa! – exclamo cuando veo Robin Hood: príncipe de los ladrones de Kevin Costner.
     -¿Robin Hood? – pregunta.
     -Si es la de Kevin Costner, sí – habla Gamze -. Las demás son una birria.
     -Totalmente – coincide Azra.
     -Y, además, tiene una de las canciones más bonitas de la historia – continúo.
     -¿Todos de acuerdo con ver Robin Hood? – pregunta Murat.
     Todos asienten y dan su aprobación a la película. Así que Murat la pone y baja las persianas para estar en un ambiente más cinéfilo.
     He visto esta película muchas veces y es una preciosidad. Han hecho muchas versiones de esta historia y ninguna es tan maravillosa como esta.
     La película la pasamos comiendo palomitas, comentando las escenas, maldiciendo al malvado Sheriff de Notthingam y alabando el maravilloso papel principal que interpreta Kevin Costner. Yo me paso toda la película abrazada a Can, con la cabeza en su hombro, mientras él me da palomitas y me acaricia el pelo.
     Cuando la escena en la que Robin y Lady Marian se despiden para que ella vuelva a su casa aparece en pantalla, la canción Everything I do de Bryan Adams empieza a sonar, y yo comienzo a cantar la letra en un tono muy bajito que sólo Can puede oír.
     -Don't tell me it's not worth tryin' for
You can't tell me it's not worth dyin' for
You know it's true
Everything I do
I do it for you – canto, junto a su oído -. Me encanta esta canción – le digo en un susurro.
     -Es preciosa – habla él, masticando unas palomitas -. Aunque no tanto como tú – pega sus labios a mi sien y me da un suave beso -. Te quiero.
     Sonrío y cierro los ojos, disfrutando de la suavidad de sus labios cuando vuelve a darme otro beso.
     -Yo también te quiero, mucho – le susurro, entrelazando mis dedos con los suyos.
     Me encanta cómo nuestras manos encajan a la perfección. Siempre me ha encantado. Can me da un apretón cariñoso y pasamos el resto de la película brindándonos caricias el uno al otro.

Al día siguiente, después de dormir juntos de nuevo y no pasar de los besos y alguna que otra caricia, y pasar el día paseando por el bosque, Can y yo volvemos a la ciudad en su coche, mientras que el resto van en los suyos. Le he dicho a Can que podía irme con Ömer, ya que vivimos en el mismo barrio, y así él no tiene que dar tantos rodeos, pero se ha negado diciendo que así pasa más tiempo conmigo, cosa que me ha acelerado el pulso y me ha hecho darle un enorme besazo que hasta a mí misma me ha sorprendido. Pero la realidad es que no puedo quererle más y no puedo ser más feliz con él.
     Tarareo la canción Only human de Jonas Brothers mientras Can entra en mi barrio y aparca el coche en la puerta de mi casa. Ya es casi de noche y el coche de mis padres no está, así que supongo que ya se habrán ido a cenar. Mi madre me mandó un mensaje esta mañana diciéndome que iban a cenar fuera con unos amigos del trabajo de mi padre.
     Can se baja conmigo para ayudarme a llevar las cosas dentro. Ha sobrado comida y todos han decidido que me la quede yo, porque la aprovecharé mejor que nadie. Dejo mi bolsa de viaje junto a la escalera y ayudo a Can a colocarlo todo, mientras Sam brinca a nuestro lado, emocionado de vernos después de dos días. Luego subimos a la planta superior y me sigue hasta mi habitación, donde dejo la ropa.
     -¿Tus padres no están? – me pregunta, acariciando a Sam.
     -No, han salido a cenar – contesto, guardando la ropa que no he usado en el armario.
     Escucho las pisadas de sus botas, acercándose a mí. Su olor se intensifica y mi pulso y mi piel se vuelven locos cuando me rodea la cintura por detrás y me retira el pelo del cuello para posar sus labios sobre él y besarlo.
     -Así que estamos solos – murmura en mi oído, atrapando el lóbulo de mi oreja con los dientes.
     -Si contamos a Sam, no – mi respiración se entrecorta y me muerdo el labio.
     En ese momento, Sam se levanta del suelo y sale de la habitación, dejándonos solos. Vaya, es aún más listo de lo que yo pensaba.
     -Ahora sí que estamos solos – me habla Can al oído, en un tono bajo y seductor.
     Me besa la parte trasera de la oreja y me gira, dejándome cara a cara con él. Levanto la mirada y me percato de la oscuridad que han tomado sus ojos y del deseo que los llena. Sus brazos abrazan mi cintura con firmeza y una de sus manos baja hasta mis nalgas cubiertas por el vaquero azul para agarrarlas y acercar nuestros cuerpos aún más. Un jadeo sale de mi boca ante su gesto y me que embobada en cómo se humedece los labios con la lengua y se muerde el inferior.
     El corazón me late fuerte, la sangre fluye con rapidez por mis venas y el calor empieza a apoderarse de mi cuerpo, por no hablar de que la humedad que empieza a mojar mi ropa interior. Sólo Can es capaz de ponerme así en cuestión de segundos.
     -Pues creo que debemos recuperar el tiempo perdido este fin de semana, ¿no crees? – acaricia mi nariz con la suya, provocándome. Asiento, sin poder emitir palabra, excitada -. ¿Sí? – roza nuestros labios -. Entonces no perdamos tiempo, cariño.
     Can me dedica una última mirada lobuna y luego cubre mis labios con los suyos, besándome con intensidad. Rodeo su cuello con los brazos y él me abraza la cintura con fuerza. Nuestras lenguas se saborean y, a pasos ciegos, caminamos hasta la cama, donde Can me tumba para luego colocarse encima de mí y volver a besarme.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora