Faith.
Can me dice que tiene otra sorpresa para mí y eso me confunde. ¿Otro regalo? Sin embargo, cuando me dice que es porque me lo debe del año pasado, comprendo que lo hace porque quiere compensar en cierto modo el no haber estado aquí conmigo.
Me pide que cierre los ojos cuando llegamos a su habitación y los nervios me cierran el estómago. ¿Qué habrá preparado? Escucho cómo abre la puerta y luego agarra mis manos para tirar de mí hacia dentro. El olor de su dormitorio me eriza la piel y cuando me pide que abra los ojos después de caminar unos metros, me tomo unos segundos para hacerlo.
Y lo que veo es simplemente precioso: hay velas por todas partes, pétalos de flores, dos copas y una botella de vino tinto y globos de helio por toda la habitación con lo que parecen ser fotos colgadas de una serpentina blanca.
Can me dice que hay palabras escritas en las fotos y, después de darle un beso en los labios, me alejo y camino hasta el primer globo. Cojo la foto entre mis dedos y veo que es la primera foto que nos hicimos juntos, con los chicos, en el cumpleaños de Ömer el día que nos conocimos. Can y yo estamos rodeados con un corazón rojo y sonrío al recordar ese día y cómo me sentí la primera vez que le vi. Instintivamente, le doy la vuelta a la foto, y en la parte trasera reconozco la caligrafía de Can:
“Este día fue la primera vez que te vi y me enamoré de ti sin saberlo”, leo.
Dejo la foto y paso a las siguientes, encontrando fotos de cientos de días que hemos pasado juntos, en la cafetería de la señora Ikbal con los chicos al día siguiente de conocernos, en el puerto las tardes que paseábamos juntos a Sam, las cenas en pandilla… y en todas ellas hay frases haciendo referencia a esos momentos, destacando algún instante especial, alguna frase que dije y le gusto, o simplemente para decir lo guapa que estaba para él.
La foto que cojo a continuación es del día que hicimos aquí la barbacoa y me quemé el brazo con la parrilla y él me curó.
“Ese día te escuché cantar por primera vez y sentí que era lo más bonito que iba a oír jamás”, leo, recordando ese día.
La siguiente foto es del fin de semana que pasamos en la casa de campo de Murat, cuando casi nos besamos en su coche y en el lago, y pasamos la noche juntos en una de las hamacas, hablando de las estrellas.
“Esa noche me di cuenta de que estaba loco por ti y que nunca habría nadie en mi vida como tú. Esa noche fui consciente de lo mucho que te iba a amar siempre”, ha escrito.
Otra foto es del día que fuimos al pub Media Luna, cuando yo ya había admitido que estaba enamorada de él y sólo quería poner distancia para no sufrir cuando tuviera que irse.
“Esta noche me confesaste tu amor, medio borracha, y fue uno de los mejores días de mi vida”.
Sigo cogiendo una foto tras otra y leyendo cada una de las inscripciones, a cual más romántica y dulce.
“Este día empezamos a salir y me di cuenta de lo feliz que iba a ser a tu lado”, leo en el reverso de una foto que nos sacamos el día que vine a confesarle (sobria) que estaba loca por él.
Las lágrimas aumentan con cada foto que veo y cada frase que leo y empieza a serme muy difícil aguantarlas. Can es tan detallista y romántico. Fuimos tan felices esos meses.
<<Y volveréis a serlo>>, me asegura mi subconsciente. Y sé que será así porque ambos lucharemos para que funcione.
Camino y camino por la habitación viendo cada una de las fotos y hay algunas que ni siquiera recuerdo haber visto nunca, ya que son fotos que Can me hacía desprevenida, sonriendo, mirando a algún sitio o concentrada en hacer algo. Y en cada una de ellas hace referencia a mi sonrisa, mis rizos y cuánto adoraba tocarlos, lo mucho que le gustaba verme cocinar o cantar en cualquier rincón.
“Este día empecé a adorar tu juego de las miradas y me di cuenta de que no nos hacía falta hablar para comunicarnos”, leo en una foto que nos hicimos en el parque de atracciones, el día que me consiguió el peluche de Olaf.
“Esta noche fue nuestra primera acampada juntos”, leo en otra foto que nos hicimos junto a la hoguera la noche que me llevó a acampar al bosque.
“Verte dormir era y será siempre mi mayor hobbie”, ha escrito en una foto que me hizo dormida.
Hay más fotos de selfis nuestros, fotos con los chicos, con Sam, en nuestro viaje a Nápoles, el día de su cumpleaños… la última foto que cojo es del otro día cuando fuimos juntos al mercado de las especias y lo pillé haciéndome fotos con el móvil. Estoy hablando con la dependiente, con una sonrisa en la cara, señalando el tipo de té que quería. Y detrás pone:
“El otro día fue la primera vez en mucho tiempo que disfrutaba haciendo fotos, porque no hay nada que me guste más que fotografiarte a ti, mi amor”, leo.
La primera lágrima me cae del ojo y me la limpio con el dorso de la mano. Son tantos recuerdos felices. Y quiero que haya muchos más durante el resto de nuestras vidas, porque no pienso permitir que nuestro amor se vuelva a ir a la mierda.
Dejo caer la foto y veo que encima de la cama hay una caja de terciopelo rojo que no había visto antes. ¿Y esto? Siento los pasos de Can acercarse y su imponente figura se coloca detrás de mí. Siento su calor y su olor, y cierro los ojos.
-Ábrelo – murmura, suave.
Me inclino para coger la caja de encima del colchón y la abro, encontrándome el collar con el corazón de cuarzo rosa que me regaló ese día que fuimos de acampada. Se lo devolví a Engin cuando salí del psiquiátrico y no he vuelto a verlo hasta ahora. Acaricio la piedra con las yemas de los dedos y siento un cosquilleo en la piel.
-Pensé que te gustaría volver a tenerlo – le escucho decir a Can -. Y… ya que hemos vuelto, supongo que…
-Pónmelo – me giro hacia él.
Saco el colgante de la caja y lo coloco encima de su mano. Can me dedica una mirada llena de absoluta adoración y sonríe antes de pedirme que me gire. Lo hago y me recojo el pelo para facilitarle la acción. Pasa el colgante por encima de mi cabeza y lo deja caer en mi pecho para abrocharlo. Sus labios se posan en la parte trasera de mi cuello y yo cierro los ojos, disfrutando de su roce y sintiendo que mi cuerpo se enciende como hace mucho tiempo que no lo hacía.
-¿Te apetece una copa de vino y una bandeja de bombones de frutas? – me pregunta Can, abrazándome la cintura desde atrás.
Asiento, acariciando sus manos.
Can se separa de mí y camina hasta la mesita de noche donde ha colocado la botella de vino, la caja de bombones y las copas. Abre la botella y llena nuestras copas, mientras yo me siento en la cama.
-Ponte cómoda, eh – me dice, abriendo los bombones.
Me quito los zapatos y me siento con las piernas cruzadas en la cama, esperándole. Can se quita las botas y se sienta frente a mí, colocando la caja de bombones entre los dos. Luego alcanza las copas y me da una. Ambos bebemos y yo soy la primera en coger un bombón, el cual parece estar relleno de arándanos.
-Oye, ¿me puedo quedar las fotos? – le pregunto a Can, bebiendo un poco más de vino.
Traga el bombón que se está comiendo.
-¡Claro que sí, son para ti! Los chicos me dijeron que tiraste muchas, así ya las tienes de nuevo – dice.
Sí, tiré demasiadas cosas. En ese momento me pareció lo mejor.
-Gracias otra vez por todo esto – le digo, mirándole a los ojos, agradecida y enamorada.
Can sonríe levemente y deja su copa en la mesita de noche.
-Ven, ponte aquí conmigo – me tiende la mano.
Me levanto de la cama y dejo la copa de vino junto a la suya para colocarme a su lado. Can me rodea con los brazos y me besa la sien con mimo. Yo me acurruco contra su cuerpo y escondo la cabeza en su cuello. Aspiro su olor.
-Te quiero, Can – susurro en su piel.
Qué bonito es volver a decirlo.
-Y yo a ti, mi vida – responde, en un tono intenso -. Más que a nada en este mundo.
Sus palabras me hacen sentir tan especial que no puedo resistirme a apoyar mis labios en su cuello y brindarle un suave beso, que hace que se encoja un poco y suelte una risa. Levanto la cabeza y él la baja, haciendo que quedemos cara a cara, separados por unos escasos centímetros. Su mano rodea mi mejilla y la acaricia con el pulgar, al mismo tiempo que yo le acaricio la nuca.
Nos miramos a los ojos, diciéndonos todo lo que sentimos, y entonces Can baja la cabeza y cubre mi boca con la suya. El beso empieza siendo un simple roce de labios, que poco a poco empieza a intensificarse. Nuestras lenguas se encuentran y se saborean y nuestros labios se devoran los unos a los otros.
Poco a poco, nos tumbamos en la cama y Can se coloca parcialmente sobre mí. Coloca su otra mano en mi cintura y succiona mi labio inferior con suavidad, haciendo que mi cuerpo se active a lo bestia. El deseo acumulado de un año sin él hace acto de presencia y siento en la parte baja del vientre esa deliciosa presión, que sigue descendiendo hasta mi entrepierna. El calor me recorre el cuerpo y el corazón me late fuerte, al mismo tiempo que mi respiración se acelera y la cabeza me da vueltas.
Acaricio el cuello de Can y él suspira cuando le clavo un poco las uñas y le muerdo los labios, haciendo que una punzada azote mi entrepierna y me remueva. Mis manos bajan por su cuello y tiro de su chaqueta para quitársela. Él se incorpora y se deshace de la americana para volver a besarme. Mis dedos agarran su camisa y empiezo a desabrocharle los botones, deseosa de sentir su cálida y morena piel, mientras me acaricia la cintura por encima de la ropa.
-Espera, Faith – separa nuestras bocas y apoya su frente sobre la mía.
Sus oscuros ojos están llenos de deseo y su respiración es agitada. Y podría jurar que escucho su corazón desde mi posición.
-No tenemos por qué hacerlo ahora, cariño – sigue hablando -. Podemos esperar.
Niego con la cabeza.
-No quiero esperar, Can. Llevo un año sin ti. Necesito sentirte – respondo, excitada, acariciándole la parte trasera del cuello.
-Pues ya somos dos – dice él. Soltamos una risa -. ¿Estás segura?
-Completamente.
Can me acaricia la cara con las yemas de los dedos antes de sonreír y volver a besarme.
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VOLVER A TI (YSETE 2)
RomanceDespués de que el amor de su vida se fuera sin más, Faith queda sumida en un oscuro pozo al que no encuentra ninguna salida. Cuando sale del centro psiquiátrico en el que deben ingresarla por una fuerte depresión, se propone a sí misma recuperarse y...