CAPÍTULO 56

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Can.

Después de que Faith se duche y se cambie de ropa, le damos un pequeño paseo a Sam por el muelle, hasta que Miriam le manda un mensaje a Faith, diciéndole que han cogido mesa en un restaurante tailandés cerca del centro de Estambul y le envía la ubicación.
     -No estés nervioso, Can – me dice Faith cuando suspiro por tercera vez.
     Nos bajamos del coche cuando encuentro aparcamiento a un par de calles del restaurante y vamos caminando de la mano por la acera.
     -No estoy nervioso…, bueno, un poco sí, pero por tu padre más que nada – confieso.
     Sé que Jesús va a estar bastante tenso.
     -Igual es un poco borde o te mira como si quisiera seccionarte la yugular, pero tú ni caso – intenta tranquilizarme -. ¡No me mires así, es broma, Can! – ríe al ver mi cara de espanto -. Todo irá bien, tranquilo.
     Faith me da un beso en la mejilla y yo le pellizco la cara con la mano libre, sacándole una risa que me alegra el cuerpo. Su risa siempre me alegra la vida, tiene ese algo tan especial que hace que no puedas evitar sonreír.
     Llegamos al restaurante tres minutos después, una vez nos abrimos paso entre las personas que caminan por la acera y entramos dentro, buscando a Miriam y Jesús, a quienes finalmente vemos sentados en una mesa para cuatro cerca del ventanal que da al otro lado de la calle.
     <<Pues allá vamos>>, pienso, con un nudo en el estómago.
     Faith me da un apretón en la mano y yo le respondo con otro, al mismo tiempo que caminamos hasta la mesa de sus padres, quienes se levantan para saludarnos. Miriam es la primera en acercarse a nosotros y abraza a Faith con mucho cariño.
     -¡Por fin llegáis! Feliz año – le da un beso en la mejilla -. ¡Qué guapa estas, hija! ¿Y esa chaqueta? – le pregunta al ver la chaqueta larga que los chicos le regalaron anoche.
     La verdad es que está preciosa. Lleva una falda de cuadros negros y blancos, un jersey fino negro, unas medias, unas botas negras y la chaqueta, el pelo suelto, un suave maquillaje en tonos anaranjados y sus gafas blancas y negras.
     -Me la regalaron los chicos anoche. Y feliz año nuevo también.
     Miriam alarga la mano hasta el colgante del corazón de cuarzo rosa que Faith volvió a ponerse ayer y lo acaricia para luego levantar la cabeza y sonreírme. Yo le devuelvo la sonrisa y me quito las gafas de sol para colgarlas de uno de mis collares.
     -Hola, Can – Miriam se aleja de su hija y se acerca a mí -. Feliz año nuevo.
     Me da dos besos en las mejillas y un pequeño abrazo, el cual francamente me sorprende. Es la primera vez que vamos a vernos después de tanto tiempo. Rodeo el cuerpo de Miriam con cuidado. Veo a Faith sonreír al vernos abrazados y yo le dedico una mirada llena de amor.
     Miriam y yo nos separamos y Jesús da unos pasos adelante para abrazar a Faith y darle un beso en la frente que ella corresponde con otro en la mejilla.
     -Hola, reina. Feliz año – le dice dulcemente.
     -Hola, papá. Feliz año nuevo – contesta ella.
     Jesús se aleja de Faith y se acerca a mí para morderse el interior de la mejilla y tenderme la mano.
     -Can.
     Estrecho su mano con la mía.
     -Jesús – digo.
     El padre de Faith me mira a los ojos, serio, mientras me da un apretón en la mano, y yo lucho por mantenerle la mirada y no esquivarla. Me merezco que me mire así y aún peor si cabe. En realidad me merezco que me parta en dos por irme como me fui. En realidad debería dar las gracias por seguir vivo.
     -Venga, vamos a sentarnos – Miriam habla y es cuando Jesús me suelta y se gira para sentarse junto a su mujer.
     Faith y yo nos sentamos frente a ellos y segundos después se nos acerca uno de los camareros para tomarnos nota de las bebidas y traernos unas cartas, las cuales ojeamos durante unos minutos, intentando decidirnos por algo. Al final pedimos un poco de todo y se lo pedimos al camarero la tercera vez que se acerca a la mesa.
     -Bueno, ¿qué tal lo pasasteis ayer, hija? – le pregunta Miriam a su hija.
     Faith bebe de su vaso de pepsi y responde:
     -Muy bien. Fui con las chicas a la cafetería de la señora Ikbal y, supuestamente, íbamos a cenar todos juntos en el centro, pero cuando fuimos a recoger a Can y a Engin, me encontré con una fiesta sorpresa – le cuenta a su madre -. Estuvo genial, la verdad.
     Sonrío al ver que ella también sonríe y cuando me mira con los ojos brillantes, alargo la mano, llevado por el amor que siento, y le pellizco la mejilla. Faith entrelaza nuestros dedos y yo apoyo nuestras manos unidas en mi muslo.
     Miriam sonríe ante ambos gestos, pero Jesús me medio asesina con la mirada, cosa que me pone un poco tenso.
     <<Tranquilo, Can, en cuanto puedas hablar a solas con él, todo irá a mejor>>, me intento convencer.
     Hablamos un poco más sobre la fiesta sorpresa, los regalos que le hicimos a Faith y la llegada del Año Nuevo. Nuestra comida llega un rato después y todo está buenísimo. Faith y yo compartimos nuestros platos, nos achuchamos e incluso nos besamos bajo la tierna mirada de Miriam y la penetrante de Jesús, que no me quita los ojos de encima. Sin embargo, parece que Faith casi ni le da importancia porque aprovecha cada ocasión que puede para acariciarme la cara, la barba o darme un beso en la mejilla. Y yo no soy para menos, porque también la acaricio, le limpio los restos de salsa del labio y la abrazo. Es tan bonito volver a hacer esto con ella, es tan increíblemente maravilloso volver a sentirme tan pletórico y feliz.
     -Voy al baño, vuelvo enseguida – anuncia Faith cuando se termina su plato.
     -Vale, cariño – responde su madre.
     Faith les sonríe a sus padres y a mí me besa la mejilla, antes de levantarse de su silla y caminar entre las mesas hasta la entrada a los aseos del restaurante. La observo hasta que desaparece tras la pared y una pequeña sonrisa se forma en mi boca. Tanto esfuerzo al final ha merecido la pena.
     -Nos ha dicho que habéis vuelto – la voz de Miriam hace que gire la cabeza hacia ella -. Está muy feliz. Hace mucho que no la veía sonreír así.
     Me dedica una mirada agradecida y brillante y yo le sonrío.
     -Bueno…, nos ha costado – respondo.
     -Ya… - menciona Jesús en un tono mordaz, mirándome fijamente.
     Sus ojos me observan cargados de seriedad y algo de enfado. Yo me muerdo el labio inferior y jugueteo con mis anillos bajo la mesa. Creo que ahora que Faith se ha ido al baño es un buen momento para hablar con ellos de todo esto.
     -Sé… que lo hice fatal y que estáis cabreados y dolidos conmigo – empiezo -. Y lo entiendo, yo también lo estaría en vuestro lugar.
     -Confiábamos en ti, Can. Te queríamos como a un hijo. Y la abandonaste y te fuiste a recorrer el mundo sin importarte una mierda lo mucho que mi hija te quería – me gruñe Jesús.
     Su esposa le toca el brazo, intentando calmarle.
     -¿Qué pasó? Ella sólo nos dijo que habíais tenido una discusión muy fuerte y que cuando fue a buscarte ya te habías ido – dice Miriam.
     Respiro hondo, preparándome para contarles todo lo que ocurrió y convencerles de que nada va a volver a separarme de Faith.
     -Le pedí matrimonio.
     Miriam y Jesús abren los ojos como platos, lo cual me indica que no tenían ni idea de ese hecho.
     -Fue el fin de semana que estuvimos en Nápoles – sigo hablando -. Fue un impulso, pero lo decía enserio. Faith me dijo que era muy pronto y que quería esperar un poco más. Al principio lo entendí, porque sólo tenía diecinueve años y era normal que no se lo planteara… pero en el fondo me sentó un poco mal.
     -Y no se lo dijiste – concluye Miriam.
     Niego con la cabeza.
     -Ella notaba que estaba mal, pero yo sólo le decía que estaba cansado o cualquier tontería para que no se sintiera mal por decirme que quería esperar – trago saliva -. Cuando mi hermano y Gamze nos dijeron que iban a casarse, ella se emocionó muchísimo y no paraba de hablar de la boda, del vestido, del banquete… y casi ni pasábamos tiempo juntos porque sólo tenía tiempo para la boda. Y yo me cabreé aún más y empecé a comerme la cabeza. Tenía cambios de humor, le contestaba mal a todo el mundo… Y ese día… estábamos viendo el salón donde Gamze y mi hermano iban a celebrar la boda y yo estallé y Faith también se enfadó por cómo me estaba comportando – les cuento.
     -Y discutisteis.
     Asiento.
     -Nos gritamos, nos echamos cosas en cara…, incluso yo fui tan capullo de decirle que no me quería lo suficiente por no querer casarse conmigo y estar tan emocionada por la boda de Gamze, cuando siempre he sabido que me quiere muchísimo – suspiro y me humedezco los labios con la lengua -. Fui muy cruel y le hice mucho daño. Me sentía fatal conmigo mismo por lo que dije y en ese momento me llamaron para el proyecto. Y yo acepté porque sentía que no me merecía a alguien como Faith, que ella se merecía ser feliz con alguien que no le hubiera roto el corazón con sus palabras. Y me fui. La he echado de menos cada segundo que no he estado con ella y no he dejado de quererla ni un instante.
     -¿Entonces por qué no la llamaste ni una sola vez? – me gruñe Jesús.
     -Hablaba con mi hermano y le preguntaba por ella. Pero nunca mencionó nada del psiquiátrico, ni de lo mal que estaba.
     -¿Por qué volviste? Ella sólo llegó llorando y diciendo que estabas de vuelta, pero nada más – habla Miriam.
     -Porque no soportaba estar sin ella un minuto más. Porque la quiero, aunque penséis que no. La cagué y lo asumo, y sé que debería haberme quedado y haberle pedido perdón una y mil veces, pero irme me pareció lo mejor para ella. Pero os juro que no volveré a dejarla pase lo que pase, que arreglaremos cada problema que tengamos como sea, así tenga que encadenarme a ella para que me perdone. Sé que no confiáis en mí, pero voy a ganarme vuestra confianza de nuevo.
     Miriam y Jesús se miran durante unos segundos y luego dirigen sus ojos a mí de nuevo. La primera en hablar es Miriam:
     -Yo quiero que mi hija sea feliz Can. Y sé que su felicidad es contigo – comienza -. Si ella te ha perdonado y te ha dado otra oportunidad, yo también – sonríe levemente, con un gesto casi maternal.
     Yo le devuelvo la sonrisa y ambos miramos a Jesús, quien me mira serio, tenso, enfadado. Entrecierra los ojos y luego se muerde el labio inferior, antes de decirme:
     -Más te vale no volver a hacerle daño, Can, porque no te va a quedar mundo donde esconderte.
     Asiento, mirándole a los ojos.
     -No volveré a hacerle daño, lo prometo.

-Así que has hablado con mi padre mientras yo esperaba la incesante cola del baño, por la cual casi me hago pis encima – habla Faith, metiéndose en la boca un poco de algodón de azúcar que hemos comprado.
     Después de almorzar hemos ido a una pastelería, donde hemos pedido un pastel de frambuesa para celebrar una vez más el cumpleaños de Faith y luego su madre le ha hecho una video-llamada al resto de la familia para charlar con ellos de nuevo. Todos se han alegrado mucho por nuestra reconciliación, cosa que me alegra a mí también. Es tranquilizante saber que no hay tantas personas queriendo partirme las piernas, aunque sea lo que me merezco.
     Una vez nos terminamos el pastel, Jesús y Miriam han decidido dejarnos a solas, y nosotros nos hemos venido al puerto a pasear un poco.
     Me río ante las palabras y el tono dramático que Faith usa y le abrazo para darle un beso en la mejilla.
     -Sí, tenía que hacerlo – cojo un poco de algodón de azúcar y me lo como -. Ha ido mejor de lo que me esperaba, la verdad.
     -Te dije que todo iría bien. Sigues vivo y de una pieza – dice ella, comiéndose otro trozo de algodón.
     -Oye, ¿te quedas a dormir hoy otra vez? – le pregunto a Faith cuando nos sentamos en un banco.
     -¿Dormir? – bromea, soltando una risa.
     -Dormir, besarnos, achucharnos, devorarnos salvajemente… la lista es variada. Yo te llevo por la mañana al restaurante y te ayudo si hay mucho jaleo ¡Vamos, dime que sí! – hago una mueca suplicante con la boca.
     Escondo la cabeza en el cuello de Faith y le doy pequeños besos bajo la mandíbula, rozando mi barba con su piel. Faith suelta una pequeña risa y se encoge. Echaba de menos oírla reír así. Lo he echado de menos todo.
     -Vale, vale, me quedo – acepta sin dejar de reírse -. Pero tenemos que pasarnos por mi casa a por algo de ropa.
     -Para lo que te va a servir… - me muerdo el labio, sugerente.
     Los recuerdos de la noche anterior me vienen a la cabeza y eso me basta para ponerme cachondo. Si antes era incapaz de estar sin rozarla, llevar un año sin ella y solo haber pasado una noche juntos, no sacia ni un ápice mi deseo por ella. Quiero pasarme las horas y las horas acariciándola y besándola. Quiero volver a ver películas y series a todas horas con ella y escuchar sus comentarios fortuitos, verla cocinar y que me enseñe sus recetas, ducharnos juntos y  secar sus rizos con el secador y aspirar ese aroma a frambuesas de su melena. Y quiero hacerle el amor una y otra vez y embriagarme del olor a vainilla de su piel. No quiero separarme de ella ni un instante.
     Faith se muerde el labio inferior y me dedica una mirada llena de deseo, similar a la que estoy usando yo ahora. Sus ojos se han oscurecido y un dulce sonrojo empieza a cubrir sus mejillas. Y su nariz enrojecida por el aire frío del invierno la hace ver aún más bonita.
     -¿Intentas llevarme a la cama, pervertido? – entrecierra los ojos, juguetona.
     -A la cama y adonde sea, cariño – respondo -. Quiero que estemos juntos las veinticuatro horas del día. No quiero que volvamos a separarnos nunca más – alargo la mano y acaricio su mejilla suavemente, observándola absorbido por su belleza.
     -Yo tampoco, Can – me mira a los ojos -. No quiero que nada nos separe de nuevo.
     Faith me acaricia la barba con la punta de los dedos y yo me la como con los ojos. Me encanta que me acaricie y me mire así.
     <<La amo tanto>>, pienso.
     -Te quiero mucho – me dice, leyéndome el pensamiento.
     -Y yo a ti, mi amor – respondo, agarrando su mano y besando el dorso -. ¿Nos vamos ya? Estás temblando – le pregunto cuando la veo tiritar.
     -Sí, sólo a mí se me ocurre ponerme medias con tanto frío – responde.
     Me levanto del banco y le tiendo la mano con una sonrisa.
     -Vámonos a casa, que yo te doy calorcito, amor – le digo.
     Faith sonríe y agarra mi mano. Tiro de ella para levantarla y paseamos de vuelta hasta el coche, abrazados.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora