CAPÍTULO 73

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Faith.

Abro los ojos al sentir los labios de Can en mi piel y sonrío cuando me muerde suavemente el cuello.
     -Buenos días, dormilona – ronronea en mi oído.
     Su cuerpo se aprieta contra el mío y siento una nueva erección presionar la parte baja de mis muslos desnudos. Y no tardo ni dos segundos en humedecerme una vez más.
     -¿Todavía sigues con ganas de más? – le pregunto con la voz ronca por el sueño.
     -Contigo siempre, amor – acoge entre sus labios el lóbulo de mi oreja y su mano acaricia mi muslo.
     Me coloco boca arriba y él ataca mi boca sin piedad. Me devora los labios y me los muerde con sensualidad, haciéndome hiperventilar y volverme loca. Desgraciadamente, el sonido de mi móvil nos saca de nuestra burbuja de excitación, avisando de que alguien está llamando.
     -No lo cojas – me pide sobre los labios.
     Su mano me acaricia los pechos como sólo él sabe hacerlo y no dudo un segundo en hacer caso a su petición. Sin embargo, cuando la llamada termina, el teléfono vuelve a sonar dos veces. ¿Quién cojones llama ahora?
     -Dame un minuto – le pido, agitada.
     Can bufa un poco y me libera para que conteste el teléfono. Lo alcanzo de la mesita de noche y veo que es una llamada grupal de las chicas. ¡Qué oportunas son! Descuelgo y me llevo el teléfono a la oreja. Me incorporo en la cama y apoyo parte de la espalda en el cabecero.
     -¿Qué pasa? – contesto.
     -¿Dónde te habías metido? Te hemos llamada como tres veces – habla Damla por la otra línea.
     -Algunas dormimos, ¿sabes? – les digo.
     Can se pega un poco más a mí y apoya la cabeza en mi pecho para empezar a darme besos húmedos en el cuello. La piel se me eriza y me encojo un poco, aguantándome la risa cuando me muerde. Él se ríe y sigue besándome.
     -Cambiando de tema, ¿qué tal por Sapanca?
     -Pues… - boqueo un poco cuando Can me lame el pezón. Esto no es bueno -, ayer pasamos todo el día fuera y llegamos tarde. Fue genial.
     En un momento en el que me descuido, Can se mete bajo las sábanas y cuando quiero darme cuenta siento su boca en mi entrepierna.
     << ¡Oh, joder!>>, grito en mi interior.
     Cierro los ojos y aprieto los dientes, aguantándome las ganas de gemir para que las chicas no me escuchen.
     -¿Y cuándo volvéis? – pregunta Damla de nuevo.
     -Esta… tarde – intento hablar con la mayor normalidad posible, pero no sé si lo consigo.
     Me separo el móvil de la oreja y lo pego a mi pecho para tapar el micrófono.
     -Can, sal de ahí ahora mismo, por favor. Estoy hablando por teléfono – le digo en un chillido silencioso, jadeando.
     Le destapo parcialmente y le dedico una mirada severa.
     -No me da la gana – responde. Da un lento lamentón de arriba abajo y chupa mi clítoris -. Mmm… qué rico.
     Me mira con los ojos cargados de un primitivo deseo y sonríe lascivamente antes de morder suavemente. Su barba me roza y mi placer se intensifica. Mierda.
     -Faith, ¿nos estás oyendo? – alcanzo a oír la voz de Azra. Mierda, la llamda.
     Me coloco el móvil de nuevo en la oreja.
     -Sí… sí – me muerdo el labio y agarro la sábana con fuerza -. Es que… había silenciado la llamada sin darme cuenta – arqueo el cuello cuando Can introduce la lengua en mi vagina -. ¿Qué… qué decíais? – si Can no para voy a chillar y van a enterarse de que me está practicando sexo oral mientras hablo con ellas por teléfono.
     <<Reconoce que es muy excitante y morboso>>, me dice mi cerebro.
     -Te hablábamos de las sorpresas de los chicos. Fue todo súper bonito.
     Azra me dice que Cihan, sorprendentemente, le compró un ramo de tulipanes, sus flores favoritas, y le preparó una cena romántica en su casa, aprovechando que sus padres habían salido. Damla, por su parte, me cuenta que Ömer le compró un precioso collar de Pandora que lleva mucho tiempo queriendo y que pasaron la noche en casa de Ömer, con una cena que él mismo había preparado. Y, mientras tanto, yo las medio escucho como puedo, porque Can no deja de devorarme a pesar de que le pido por activa y por pasiva, con gestos, palabras sordas y con todo lo que se me ocurre, que pare por un minuto. Pero no hace caso.
     -De la que no sabemos nada es de Gamze. ¿Qué creéis que habrá hecho con Engin? – habla Azra, curiosa.
     Can succiona y luego masajea mi centro con la lengua. Un latigazo de placer me sube por la espalda.
     -Algo precioso…, seguro – clavo las uñas en el antebrazo de Can y el suelta un jadeo que impacta contra mi entrepierna, haciendo que me arquee una vez más -. Ya nos contará cu-cuando lleguen.
     -Oye, ¿te encuentras bien? Pareces rara – dice Damla, con voz extrañada.
     -Sí… s-sí – Dios santo bendito -, estoy perfectamente – van a darse cuenta.
     -¿Seguro? – insiste Azra.
     -Se-seguro – intento apartar a Can, pero me agarra las piernas con fuerza y hunde la lengua aún más. ¡Ay, madre mía! -. O-oye, tengo que… colgar... Can acaba de… - me aguanto un gemido – salir del baño y… tengo que… ducharme. Luego… luego os veo cuando – muerde – llegue. Nos vemos – digo apresurada.
     Cuelgo la llamada, dejándolas a ambas con la palabra en la boca y dejo el móvil sobre la cama. Suelto un profundo gemido por todos los que he aguantado en estos escasos minutos y tiro de las sábanas.
     -Te voy a matar, Can – le espeto, retorciéndome del gusto.
     -¿Quieres que pare, amor? – ronronea.
     -Si paras ahora, pienso dejarte una semana a pan y agua – le advierto, agitada.
     -Pues vamos a darte lo que quieres.
     Se humedece los dedos con la lengua y me acaricia el clítoris mientras me besa los muslos y da suaves mordiscos.
     -Me encanta hacer que te corras. Te pones tan guapa – murmura sobre mi piel.
     Sigue haciendo movimientos rítmicos sobre mi clítoris y yo me vuelvo loca. Las piernas se me empiezan a entumecer y un calambre que empieza en mis pies sube hasta mi vientre.
     -Can… - gimo.
     -Lo sé, mi amor.
     En ese momento sustituye los dedos por su boca y termina de hacer el trabajo con la lengua. Diez segundos después agarro la almohada y me tapo la boca como puedo para soltar un gemido, llegando al orgasmo. Can me sujeta las piernas con fuerza mientras me arqueo y sigue lamiendo hasta que mi cuerpo deja de convulsionar.
     Sube por mi cuerpo besándome por todas partes y, cuando está por besarme la boca, lo empujo dejándolo tumbado y me coloco sobre su cuerpo desnudo. Le devoro los labios, saboreando mi esencia de su boca y le acaricio la erección con los dedos, haciéndole jadear.
     -¿Me pones el condón tú o me lo pongo yo? – habla en mis labios.
     -Yo.
     Me estiro para coger la caja de preservativos casi vacía de encima de la mesita de noche mientras él me besa los costados y abro el paquetito plateado a toda prisa para deslizar el látex por su pene grueso y duro.
     -Ven aquí – susurra en mi boca, agarrándome para colocarme justo encima de su erección.
     Muy lentamente bajo sobre ella y contengo la respiración hasta que está totalmente dentro. Can y yo soltamos un jadeo al unísono y le beso antes de empezar a moverme arriba y abajo. Nos miramos a los ojos mientras cabalgo sobre él y su expresión de placer es tan erótica que podría tener otro orgasmo solo con mirarle. Es tan jodidamente guapo que a veces ni siquiera parece humano.
     Can me clava los dedos en las nalgas y yo apoyo las manos en sus piernas para moverme mejor, dejándole total acceso a mis pechos, los cuales no tarda en besar y mordisquear.
     -¡Ay, Dios! – gimo, meneando las caderas.
     Can sigue besándome los pechos y cuando me incorporo un poco vuelve a besarme los labios con fervor. Yo le muerdo el inferior y tiro de él, totalmente poseída por el placer. Él me tira un poco del pelo y esconde la cabeza en mi cuello para lamerlo.
     Nuestros movimientos se vuelven más acelerados e intensos con cada segundo que pasa. Can se deja caer sobre el colchón y me agarra de las caderas para embestirme con fuerza desde abajo. Yo me apoyo en su duro y sudoroso pecho para mantener el equilibrio y nos miramos a los ojos mientras nos acercamos peligrosamente al orgasmo. Me llevo la mano a la entrepierna y esta vez soy yo la que me acaricio el clítoris mientras él sigue embistiendo.
     -¡Can…, no puedo más! – lloriqueo.
     -Córrete conmigo, mi amor – me pide entre gemidos.
     Y eso hago. Can da una última embestida que da en el punto exacto y entonces me retuerzo de nuevo, al mismo tiempo que él arquea el cuello, soltando un profundo gemido, llegando ambos al orgasmo.
     Me dejo caer sobre su cuerpo y él me rodea con los brazos. Me acaricia la espalda con mimo y ninguno de los dos se mueve, disfrutando de nuestra unión, hasta que nuestros cuerpos se calman y recobramos el aliento.
     -Eres… increíble – jadea.
     -Aprendo del mejor – respondo con la respiración acelerada.
     Una preciosa risa vibra en el pecho de Can y yo sonrío por instinto.
     -Te quiero – me dice en un tono suave y muy dulce.
     -Y yo – respondo, dándole un beso en el cuello.
     Poco a poco mi cuerpo se va relajando y cuando me doy cuenta me quedo dormida sobre su pecho, aspirando su aroma y sintiendo el fuerte latido de su corazón.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora