CAPÍTULO 18

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Can.

Me levanto a eso de las ocho de la cama y, mientras me tomo una taza de té en la isla de la cocina, respondo a algunos mensajes de amigos y familiares que me felicitan por mi cumpleaños. Hoy cumplo 30.
     Miro la pulsera que Faith me regaló el año pasado y la acaricio con una sonrisa nostálgica. Mi hermano sigue insistiendo en que hoy vendrá a la pequeña celebración que ha organizado con los chicos. Yo no quiero hacerme muchas ilusiones, pero una parte de mí espera verla entrar esta noche por la puerta.
     Me termino la taza de té y salgo al jardín a hacer un poco de ejercicio. Hago abdominales, flexiones, dominadas en la rama de uno de los árboles, corro un poco por el jardín y hago un par de cosas más durante unas horas. Luego me siento en el jardín, frente a la piscina y miro el agua, recordando un día en el que me lancé con Faith.
     Yo estaba haciendo deporte, igual que hace unos minutos, y ella se despertó, salió al jardín con una de mis camisetas a modo de pijama y su adorable carita de recién levantada, con los ojos hinchados por el sueño, sus gafas rosas puestas, las marcas de las sábanas en la piel y una sonrisa somnolienta preciosa. No vi su funda dental, así que supuse que se la habría quitado antes de salir.
     -Buenos días, mi amor – la saludé con una sonrisa.
     Me acerqué a ella y rodeé su cuerpo con los brazos. Aspiré su dulce aroma a vainilla y le besé el cuello con mimo.
     -Buenos días – respondió ella con la voz ronca -. ¿Alguna vez me despertaré y te veré durmiendo conmigo? – me preguntó en un tono aniñado.
     Yo solté una risa y pegué mi frente a la suya, rozando nuestras narices en un beso de esquimal, que ella respondió con un beso en los labios. El sabor dulce de su boca era mi perdición.
     -Si me lo pides así, me quedaré todos los días – susurré sobre sus labios.
     -Sería una buena opción. Así yo luego podría verte hacer ejercicio mientras desayuno – dijo, rodeándome el cuello con los brazos, sonriendo.
     -Y luego podríamos darnos un baño en la piscina – miré el agua y sonreí -. ¿Qué me dices? ¿Te hace un bañito mañanero? – le sugerí.
     Negó con la cabeza.
     -No llevo el bañador, Can.
     -¿Y quién ha dicho que lo necesites? – arqueé las cejas de forma juguetona y me mordí el labio inferior.
     Faith captó al instante a qué me refería y no tardó ni dos segundos en separarse diciendo que no con la cabeza. Sin embargo, yo fui más rápido que ella y me quité los deportes antes de empezar a perseguirla por el jardín. Ambos nos reíamos mientras yo corría tras ella, diciéndole que dejara de correr, que iba a pillarla de todas formas. Y eso hice. En un descuido la agarré de la cintura, me la subí al hombro y nos lancé a ambos al agua de la piscina. Ella salió a la superficie antes que yo y me salpicó la cara entre risas para luego agarrarse a mí y darme un beso seguido de un ‘te quiero’.
     -¡Can! – un atronador grito de mi hermano Engin en mi oído me devuelve al momento presente.
     Doy un brinco, levantándome del jardín y me llevo la mano al oído. Levanto la cabeza y lo miro con expresión cabreada.
     -¿¡Qué cojones haces, Engin?! ¡Casi me dejas sordo, joder! – le grito, cabreado, mientras me sobo el oído.
     -Llevo diez minutos hablándote y tú estabas en las nubes – se justifica -. Además, ¿qué coño haces sentado en el jardín? Estamos en pleno noviembre y está todo mojado. Te vas a congelar las pelotas.
     Me encojo de hombros.
     -Total, para lo que las uso últimamente… - uso un tono monótono.
     -Las volverás a usar, tranquilo, hermano – dice en un tono burlesco, llevándose la mano al pecho -. Anda, ven aquí – abre los brazos -. Feliz cumpleaños – canturrea.
     Sonrío a medias y me acerco para abrazarlo. Engin me da unas palmadas en la espalda.
     -¡Deja algo para mí, Engin! – la voz de mi padre nos sorprende y nos separamos.
     Se acerca a mí con una sonrisa de oreja a oreja y me rodea con los brazos
     -Feliz cumpleaños, hijo – me dice en un tono tierno y paternal -. 30 años ya. Parece que fue ayer cuando te pusiste perdido de tomate porque querías comerte los macarrones solo.
     Suelto una carcajada al recordar ese momento y vuelvo a abrazar a mi padre, esta vez con más fuerza. Será un cumpleaños extraño este año. El del año pasado fue perfecto, porque Faith estaba aquí.
     Un par de minutos después, mi padre me suelta.
     -Bueno, ve a vestirte, que tengo que enseñarte una cosa – me dice.
     Frunzo el ceño, confuso.
     -¿Qué cosa? – le pregunto.
     -Tómatelo como un regalo de cumpleaños – responde, sonriendo.
     -No hacía falta un regalo, papá.
     Mi padre me coge de los hombros por la parte de atrás y me empuja hacia el interior de la casa.
     -Calla ya y vístete – insiste.
     Hago un mohín con la boca y me adentro en casa para ir a mi habitación. Una vez allí, saco algo de ropa del armario y me doy una ducha rápida. No me gusta ponerme ropa limpia cuando estoy sudando como un pollo.
     Cuando me seco me visto con unos vaqueros negros, un jersey fino de color azul y unas botas oscuras. Me coloco un par de anillos en cada mano, el collar que Faith me regaló junto al que siempre llevo del ojo de tigre, la pulsera que Faith me regaló y me recojo el pelo. Cojo unas gafas de sol, me guardo el móvil en el bolsillo y ya estoy listo para ir a donde sea que mi padre quiere llevarme.
     Mi padre y mi hermano están esperándome en el salón y cuando me ven, se levantan y me hacen un ademán para que les siga. Nos colocamos una chaqueta antes de salir de casa porque hace un poco de frío y abandonamos la casa.
     -Bueno, ¿adónde se supone que vamos? – pregunto ya en el coche de mi hermano Engin.
     -Es una sorpresa, pesado – se queja este.
     Me acomodo en el asiento del coche en vista de que no van a decirme nada y miro por la ventana durante todo el trayecto. Y pienso en Faith. Seguro que ya se ha levantado para ir al restaurante. Tenía pensado ir a… ‘verla’ un rato en la distancia, pero no ha podido ser.
     <<Hace un año estábamos haciendo el amor en mi cama porque su regalo me había removido el alma, y mira cómo estamos ahora…>>, pienso, con un nudo en el estómago.
     Casi veinte minutos después de haber salido de casa, me percato de que mi hermano toma una salida que lleva hasta las afueras de la ciudad, cerca del bosque, y que luego gira por un camino de grava durante unos cinco o seis kilómetros. ¿Dónde coño me llevan?
     Mi hermano aparca su coche unos minutos después frente a una verja blanca muy bonita y apaga el motor. Él y mi padre se apean del vehículo y me esperan hasta que yo salgo.
     Frunzo el ceño y los miro a ambos sin entender nada.
     -¿Dónde estamos? – pregunto.
     -Entremos – dice mi padre.
     Se acerca a la verja y se saca un juego de llaves del bolsillo del pantalón oscuro. Busca entre las llaves y cuando encuentra la que quiere, la introduce en el enorme candado que mantiene la verja cerrada y lo abre. Luego abre la verja y se hace a un lado para que yo entre primero.
     Camino a pasos lentos, adentrándome, y me detengo en seco unos metros más adelantes. Hay mucho césped, árboles, caminos de piedra… y una casa con piscina. ¿Qué es este sitio?
     Me dispongo a preguntarle a mi padre dónde estamos, pero él se me adelanta y empieza a hablar:
     -Compré esta finca hace unos meses, cuando tú aún no habías vuelto de Tailandia – empieza a andar -. Ven, vamos – me hace un gesto para que le siga y mi hermano camina detrás de mí cuando yo doy el primer paso -. Me pareció un lugar precioso.
     -Sí que lo es, papá. Es alucinante – digo.
     Mientras más caminamos, voy dándome cuenta de más detalles: hay un pequeño riachuelo con un puente de madera muy bonito, una mesa larga y enorme de madera barnizada con sillas a juego junto al puente, y hay dos casas más con sus respectivas piscinas y caminos de piedra.
     -Cuéntale el resto, papá – le insta mi hermano Engin.
     Miro a mi padre, esperando que hable. Él sonríe y lo hace:
     -Tiene tres casas, te has dado cuenta, ¿no? – asiento -. Y nosotros somos tres – vuelvo a asentir -. La verdad es que compré la finca porque había pensado que sería muy especial que viviéramos todos juntos aquí, cada uno en su casa. Yo en una, Engin y Gamze en otra, y tú en otra con… Faith cuando lo arregléis – pronuncia su nombre con cierto temor por mi reacción.
     Miro las casas y cada uno de los detalles de este lugar y la idea de mi padre me parece increíble. Aquí se respira una paz y una tranquilidad que en la ciudad no se consigue. Aire puro, césped a punta pala, metros de sobra para no aburrirse, piscina y hasta un pequeño río. ¿Se puede pedir más?
     Sonrío.
     -Me encanta la idea, papá – le digo, emocionado.
     -Y, por ser el cumpleañeros, tienes el privilegio de elegir casa – mi hermano Engin me rodea los hombros con el brazo.
     -Pues andando – digo.
     Durante una hora o algo más, mi padre y mi hermano me enseñan las tres casas por dentro y por fuera. La primera es una sencilla y bonita casa con la fachada de color blanco, un tejado en color ocre muy bonito, una terraza con losas blancas y grises, tres habitaciones, dos baños, una cocina bonita, pero algo pequeña, piscina, suelos y paredes de color claro, chimenea, un salón decorado con muebles en color madera claro y un comedor con una mesa de cristal y sillas a juego. La segunda casa es de un color crema, con azulejos de un color marrón casi burdeos por la parte baja, dos habitaciones, una terraza con una bonita mesa, entrada trasera, piscina, una cocina, algo más grande que la anterior, y comedor en concepto abierto, un baño, el suelo de losas blancas, muebles en tonos crema y blancos y una chimenea. Y la última casa, la tercera, es rectangular, con la fachada en un color gris oscuro, con unos amplios ventanales, enormes estanterías, cuatro habitaciones, tres baños, una cocina enorme y muy colorida unida al comedor, entrada trasera con unos escalones de madera muy graciosos, terraza, piscina, muebles claros, un salón enorme con chimenea, suelos de parqué y tiene el puente justo al lado.
     Nada más ver la tecera casa me imagino a Faith allí. Me la imagino cocinando en esta increíble cocina, durmiendo conmigo en esta enorme cama, tumbada en el sofá, bañándose en la piscina, paseando por el jardín… Y entonces sé que es la casa perfecta.
     -Esta – hablo, admirando la casa.
     Mi padre sonríe.
     -Pues toda tuya – me tiende la llave y yo la cojo con una sonrisa agradecida.
     -Gracias, papá. Es un regalo increíble – le agradezco de todo corazón.
     -Yo elijo la primera – dice mi hermano.
     -Mejor, así os tengo a los dos a la misma distancia – bromea mi padre.
     Engin y yo soltamos una risa.
     Mi hermano mira su reloj.
     -Será mejor que nos vayamos ya a casa. Tenemos mucho que preparar para esta noche – me mira, arqueando las cejas.
     Mi hermano es el primero en salir de la casa y luego le seguimos mi padre y yo. Antes de cerrar la puerta le doy un último vistazo a la casa y sonrío. Si todo va bien, viviré aquí con Faith y formaremos nuestra familia.

A las siete y media de la tarde me meto de nuevo en la ducha y me recreo bajo el chorro de agua caliente. Estoy nervioso. La fiesta que mi hermano ha organizado con nuestros amigos es en un par de horas y yo sigo manteniéndome en mis trece sobre que Faith no vendrá. Sin embargo, mi hermano me ha dicho que no sea negativo, que las chicas estarán hasta el último minuto intentando convencerla y que seguro acabarán trayéndola. Ojalá sea así.
     Apago el grifo cuando termino y me seco con una toalla. La dejo sobre la cama y me acerco al armario. Saco unos vaqueros azules, una camisa negra y unas botas marrones. Me recojo el pelo en una media cola y me coloco mis complementos, incluidos los regalos de Faith. Luego me coloco una chaqueta negra y ya estoy listo. Para terminar, me echo un poco de mi perfume, ese que tanto adoraba Faith.
     Salgo de mi habitación con los nervios en el estómago y me los encuentro a todos (excepto a las chicas, Mesut y Cihan) en el salón, esperándome.
     -¡Pero si es el cumpleañero! ¡Dame un abrazo! – Murat se me acerca con una sonrisa y los brazos abiertos -. Felicidades, amigo.
     Correspondo su abrazo.
     -Gracias – digo.
     El siguiente en acercarse es Ömer, que me dice que me quiere, que me desea un feliz cumpleaños y me anima a que siga persistiendo como hasta ahora con Faith. Ahmet me dice más o menos lo mismo, aparte de bromear preguntando si me he tomado algún tranquilizante en caso de que Faith aparezca por la puerta. Yo le hago un corte de mangas y todos nos echamos a reír.
     Veinte minutos después y con una copa y media de vino entre pecho y espalda, estoy que me subo por las paredes. El resto aún no ha aparecido y no sé si eso es bueno o malo. Igual siguen intentando convencer a Faith, o igual la están esperando. Ojalá sea lo segundo.
     <<No te hagas muchas ilusiones, por si acaso>>, me aconseja mi subconsciente. No me las hago. Soy consciente de que hay más probabilidades de que no venga a que sí.
     Como por arte de magia, el timbre de la casa suena y mi hermano corre a abrir la puerta. Segundos después, aparecen todos… pero Faith no. Y me desinflo como un globo. Sabía que no vendría. Y, aunque lo sabía, una parte minúscula de mi corazón tenía la esperanza de que viniera, y esa parte acaba de romperse.
     <<¿Qué esperabas, Can? En su cumpleaños estuvo depresiva en la cama porque te habías largado a la otra punta del mundo. Que hubiera venido no tendría siquiera sentido>>, me dice mi cabeza. Y tiene razón. Pero no por eso duele menos.
     Gamze me dedica una mirada llena de tristeza, al igual que el resto, y me dice:
     -Lo siento, Can, no ha habido manera. Lo hemos intentado, pero no ha accedido – dice en un tono lleno de pesar.
     -Mañana se va a España – pronuncia Azra y yo giro la cabeza en su dirección -. Dice que va a pasar unos días allí con su familia y demás. Que necesita pensar un poco.
     Y me duele más. Y me empieza a faltar el aire. Y el corazón me duele. Necesito aire y soledad ahora mismo. No quiero estar aquí.
     Me paso las manos por el pelo y me muerdo el labio inferior con fuerza.
     -Yo… necesito ir a tomar el aire. Divertíos vosotros, yo paso – digo usando un tono abatido.
     Me abro paso entre mis amigos, quienes me miran con tristeza, sintiendo mucho todo esto. Paso por el lado de mi hermano y le digo:
     -Te dije que no vendría, Engin – murmuro.
     Y con eso salgo de casa. Hace un poco de frío, pero se puede soportar. Meto las manos en los bolsillos de la chaqueta negra que llevo y camino por las calles de Estambul con el corazón destrozado, hasta que llego al puerto. No hay mucha gente por aquí y hasta lo agradezco.
     Me siento en una de las rocas, miro el mar y dejo de esforzarme por aguantar. Y lloro. Lloro como nunca antes he llorado. Las lágrimas me queman la piel a medida que caen de mis ojos, el pecho me arde, los ojos me escuecen por las lágrimas, el cuerpo me tiembla por los sollozos y con cada segundo que paso aquí sentado me duele más y más el corazón.
     No puedo más. No puedo soportarlo más. Nunca me perdonará. Le destrocé la vida, por mi culpa acabó en un psiquiátrico, lleva meses tomando pastillas y yendo a terapia y no puede estar cerca de mí sin que termine llorando.
     Pero la quiero. Y la querré mientras esté vivo, por muchos años que pasen, por muchas cosas que sucedan… ella siempre será el amor de mi vida, la única mujer con la que quiero compartir mis días.
     Pero Faith no me perdonará, porque fui un cabrón egoísta.
     Sollozo y me tapo la cara con las manos, desahogando todo el dolor que siento dentro, que he sentido cada día y no he exteriorizado. Me duele el alma.
     -¿Can?
     Su inconfundible y dulce voz me llama y no necesito mirarla para saber que es ella. Faith.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora