CAPÍTULO 25

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Faith.

Cuando cuelgo la llamada el corazón me late muy fuerte y las manos me hormiguean, además de tener una pequeña sonrisa en los labios. Escuchar a Can decirme que me echa de menos, que sólo quería oír mi voz y que me quiere ha sido muy bonito. Sin embargo, no puedo negar que me he puesto bastante nerviosa y casi no he sabido qué contestarle.
     Dejo el móvil de nuevo en la mesa y al levantar la mirada todos me observan con una expresión tierna, e incluso Bea y mi tita Inés tienen los ojos llorosos.
     -Creo que empiezo a recordar por qué este hombre nos gustaba tanto - pronuncia mi tita Inés con la voz un poco entrecortada.
     -Lo mismo digo - lloriquea Bea -. Ha sido muy dulce.
     -Y parecía muy nervioso - Melisa se ríe de forma cariñosa -. Seguro que esperaba que lo mandaras a paseo una vez más.
     Una pequeña risa sale de mi interior. Sí, ha sido muy tierno. Can siempre ha sido tan tierno y dulce que en ocasiones rozaba lo cursi. Pero a mí me volvía loca que fuera así de cariñoso conmigo.
     Ismael, no muy conforme aún con este tema, cambia de conversación drásticamente y parece que a todos les interesa, porque se meten de lleno. Y a mí me viene bien. No necesito que me sigan comiendo la oreja para que me decida de una vez. Lo haré cuando esté lista para ello, y sin presiones.
     Cuando dan la una de la madrugada estamos bastante cansados, así que Bea, Ismael, Pedro, Melisa y Raquel se van a sus casas, no sin antes insistir en que mañana vayamos a dar un paseo por el campo con nuestros perros y merendemos en un bonito prado que hay a unos kilómetros del pueblo. Yo les digo que sí, que iré, porque a Sam le encantará correr por el campo y a mí me vendrá bien respirar aire puro. Y mi tito Andrés y mi tita Inés se van a la casa de mi abuela, donde se están quedando durante la semana, y mi tita Marisol se va a su casa con mis primos y su marido.
     Me tomo mi pastilla para dormir y luego me desnudo en el baño y me recojo el pelo en un moño desenfadado. Me meto en la ducha cuando todos se van y dejo que el agua caliente me recorra el cuerpo desnudo. Ducharme por la noche a veces me ayuda a dormir mejor. Cierro los ojos, relajándome y me llevo la mano al hombro izquierdo, donde tengo el último tatuaje que me hice hace unos meses, después de salir del psiquiátrico. Es un Vegvisir, un símbolo que usaban los vikingos. Era una especie de brújula solar que utilizaban en sus viajes. El dibujo simboliza la fuerza que nos guía en esos momentos en los que estamos perdidos y nos ayuda a encontrar nuestro verdadero camino y a no cometer errores.
     Cuando lo vi me pareció que era perfecto, algo que indicaba esa fuerza que necesitaba para superarlo todo. Así que me fui al local del tatuador que me hizo el resto de mis tatuajes y un par de horas después salí con el Vegvisir tatuado en el hombro. A mis padres casi les da algo, pero cuando les solté la explicación de que ese símbolo me serviría para el resto de momentos duros que tendría en la vida, lo entendieron. No era mentira, pero tampoco cierto del todo.
     Salgo de la ducha cuando la piel se me empieza a arrugar y me entra sueño. Me envuelvo el cuerpo en una toalla y me seco. Una vez me coloco mi calentito pijama y me suelto el pelo, salgo del baño, encontrándome a mis padres en casa. Habrán llegado mientras me duchaba.
     -¡Hola, cariño! - me saluda mi madre cuando me ve -. ¿Qué tal la noche? - me pregunta, metiéndose en el baño y sacando unas toallitas desmaquillantes del mueble.
     -Bien, hemos cenado, charlado... lo hemos pasado bien - le comento, mientras ella se quita el maquillaje con las toallitas -. ¿Y vosotros?
     -Muy bien. Un poco más y la mujer de Paco se habría meado encima por las anécdotas de tu padre - suelta una risa.
     Yo también lo hago. Mi padre tiene la habilidad de hacer reír a todo el mundo con sus anécdotas o con cualquier cosa que diga. Tiene un piquito de oro increíble.
     -Por eso me adoras tanto - le dice mi padre, entrando en el baño y dándole un beso en el pelo.
     Son adorables.
     Un bostezo me asalta y me tapo la boca con la mano.
     -Yo me voy a la cama - les anuncio -. Buenas noches.
     Les doy un beso en la mejilla a cada uno y me voy a mi habitación, con Sam siguiéndome. Me meto en la cama y me tapo con las mantas, viendo a Sam tumbarse en su camita y cerrar los ojos, durmiéndose. Yo apago la luz de la mesita de noche y cierro los ojos para dormir. Sin embargo, no puedo. Por mi cabeza no para de aparecer una y otra vez la conversación de esta noche con Can, cuando me ha llamado por teléfono. La dulzura de su voz, el nerviosismo, lo tierno que ha sido... Ni tampoco puedo dejar de pensar en las palabras de mis amigos y mis titos sobre darnos una oportunidad. Repaso una y otra vez sus palabras. Y tienen toda la razón. Si no lo intento por miedo a que no funcione o algo por el estilo, no me lo perdonaré jamás. Y sí, lo he pasado fatal estos meses y puede que aún duela, pero quiero a Can y voy a hacerlo siempre. Y estar sin él durante el resto de mi vida es algo que no concibo.
     En un acto impulsivo y completamente real, me incorporo en la cama y cojo mi móvil de encima de la mesita de noche, después de desenchufarlo del cargador. Desbloqueo la pantalla y busco en el registro de llamadas el número de Can, de cuando ha llamado esta tarde. Son las tres de la mañana. En Estambul ahora son las cinco. Can siempre se acuesta tarde. Espero que siga despierto.
     Pulso su número. Podría esperar a volver a Estambul para decírselo, pero quiero hacerlo ahora.
     Me llevo el teléfono a la oreja y escucho los tonos. Uno... dos.... tres... y la llamada se descuelga. La respiración se me corta cuando escucho su voz:
     -¿Faith? - pregunta con la voz adormilada.
     <<Mierda, le he despertado>>, pienso.
     -¿Estás bien? - pregunta de nuevo cuando no contesto.
     -La respuesta es sí - le suelto de golpe, vaciando mis pulmones de todo el aire que hay en su interior.
     Escucho un ruido, como si se estuviera levantando de algún sitio, y segundos después dice:
     -¿Hablas enserio? - la sorpresa, el entusiasmo y la felicidad son palpables en su voz -. ¿Me darás una oportunidad?
     Asiento, aunque sé que no puede verme.
     -Sí - respondo en un susurro -. Quiero intentarlo. Sé que si no lo hago, me arrepentiré siempre.
     Jugueteo con el hilo de una de las mantas que están puestas en mi cama.
     -Gracias - me dice en un tono suave y lleno de gratitud y amor -. Te prometo que no vas a arrepentirte, Faith.
     -Eso espero - trago saliva -. Bueno, tengo que colgar, es tarde. Siento haberte despertado - me disculpo, un poco nerviosa.
     -No te disculpes, ha merecido la pena - me tranquiliza, en un tono dulce.
     Una pequeña sonrisa se forma en mi boca y se me acelera el pulso.
     -Buenas noches - me despido.
     -Buenas noches - vuelve a usar la misma tonalidad en su voz -. Y gracias otra vez.
     Cuelgo la llamada y me llevo el móvil al pecho y respiro hondo, calmando mi desbocado corazón. Y vuelvo a sonreír. Creo que he hecho lo correcto.
     Bloqueo el móvil y vuelvo a conectarlo al cargador. Lo dejo encima de la mesita de noche y me acomodo en la cama de nuevo para poder dormir. Y creo que es la primera vez en mucho tiempo que duermo tranquila.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora