CAPÍTULO 10

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Can.

Su perfil de Instagram está como si nunca hubiera ocurrido nada entre nosotros. No hay fotos, ni videos, ni ninguna de las tantas historias que destacaba cada día para tenerlas siempre. Lo ha borrado todo. Incluso dejó de seguirme. Pero yo no he hecho nada de eso. No he borrado nada. Sigue todo igual. Cada foto, video, comentario… todo sigue ahí, porque ella para mí nunca dejará de significar el mundo entero, por muy difícil de creer que a ella le parezca. Y es eso lo que tengo que demostrarle, que lo significa todo para mí.
     -Can, ¿me estás escuchando? – mi hermano me saca de mis pensamientos y de la pantalla de mi móvil -. ¡Deja de mirar el perfil de Instagram de Faith! ¡Ya te he dicho que la psicóloga le recomendó que se deshiciera de lo que le hiciera daño, y eso hizo! – me quita el móvil, estresado -. ¿Has escuchado algo de lo que te he dicho?
     Vamos a ir al gimnasio para liberar tensiones y por lo que mi hermano me ha comentado, las chicas han convencido (o más bien obligado) a Faith para que se apunte con ellas a las clases de zumba y así estar más entretenida. El plan es encontrarnos allí con ellas. Y mi objetivo es poder hablar con Faith e intentar llevarla a casa para estar a solas.
     -Sí, Engin, que me lo tome con calma, que no la agobie demasiado. ¡Ya sé lo que tengo que hacer, coño! ¿Podemos irnos de una santa vez?
     Mi hermano suspira y coge su bolsa de deporte.
     -Sí, anda. Vamos – contesta, cogiendo su bolsa de deporte.
     Me levanto del sofá y le quito a mi hermano mi móvil de las manos antes de guardármelo en el bolsillo de la sudadera negra que llevo y coger mi bolsa. Cada uno coge su coche y ponemos rumbo al gimnasio al que siempre vamos y donde las chicas dan clases de zumba dos días a la semana, concretamente los días que Faith no tiene terapia, es decir, martes y jueves. Hoy es jueves.
     Una vez llegamos y aparcamos, me tomo unos segundos para coger fuerzas. Sólo he visto a Faith una vez desde que nos encontramos en el paseo marítimo y fue el martes, cuando yo fui a correr. Me la encontré paseando a Sam, pero en cuanto me vio cogió a su perro y se largó sin darme tiempo a seguirla. Pero hoy no se me va a escapar.
     Me apeo del coche y cojo mi bolsa del asiento trasero. Mi hermano y yo entramos en el gimnasio y, mientras caminamos por el establecimiento, busco a Faith con la mirada, a alguna de las chicas, o algún otro indicio de que esté por aquí.
     -Deja de buscarla como un obseso, Can. No empiezan la clase de zumba hasta dentro de un buen rato – se queja mi hermano cuando me ve mirar de un lado a otro -. Vamos a hacer deporte y luego cuando ya acaben la clase te acercas e intentas hablar con ella. Seguro que estando cansada tiene menos energías para mandarte a la mierda – intenta bromear.
     -Gracias por los ánimos, hermanito – bufo, soltando la bolsa en uno de los bancos del gimnasio.
     Engin hace lo mismo con la suya y se sienta para sacar su botella de agua y un par de cosas más.
     -Nadie dijo que esto fuera a ser fácil, hermano – dice.
     Ya. Y no espero que lo sea. Aún recuerdo sus palabras del otro día, perforándome el corazón y el cerebro.
      <<La verdad es que me enamoré de un capullo que cuando se cansó de mí se largo>>, recuerdo lo que me dijo antes de irse. Sí, puede que sea un capullo por haberme largado, pero en ningún momento me cansé de ella, y no pienso hacerlo nunca.
     -¡Si no lo veo, no lo creo! – escucho una voz detrás de mí.
     Cuando me giro me encuentro a mi amigo Yusuf, quien también ha sido siempre mi entrenador personal. Está un poco más cambiado desde la última vez que lo vi. Ahora tiene el pelo más corto, se ha afeitado la barba y tiene más músculo, aparte de un par de tatuajes en los brazos. Su boca forma una sonrisa y, en vez de cruzarme la cara como me espero que haga (porque también adora a Faith), se abalanza sobre mí y me da un abrazo.
     -¡Joder, tío, cuánto me alegro de verte! – me palmea la espalda -. ¿Has crecido o es cosa mía? – me agarra de los hombros cuando se separa.
     -Es cosa tuya – contesto, sonriendo.
     Me aprieta los hombros con las manos y me da un puñetazo amistoso en el pecho.
     -Estás más fuerte, cabrón. Y más guapo. Tailandia no te ha tratado mal estos meses – habla.
     -Bueno… - me encojo de hombros y la expresión de mi cara cambia a triste, al recordar lo mucho que he extrañado a Faith cada segundo que he pasado allí.
     Yusuf y mi hermano se dan cuenta del cambio en mi actitud y ambos intervienen, diciéndome que empecemos a hacer ejercicio para quitarnos las penas y la tensión de nuestros cuerpos. Primero nos ponemos a hacer un poco de crossfit y luego nos subimos al ring a practicar boxeo, mientras Yusuf nos echa una mano con las planchas. Sin embargo, no dejo de mirar ni un solo segundo de un lado a otro, buscando a Faith.
     -Vamos con las chicas – me dice mi hermano, quitándose los guantes -. Les quedarán unos minutos de clase y así las vemos bailar un poco, que no tiene desperdicio.
     Me quito los guantes a toda prisa y me bajo del ring, siguiendo a mi hermano hasta la sala en la que las chicas están dando su clase de zumba. La música suena más y más fuerte a medida que nos acercamos. Nos asomamos a la puerta de forma cautelosa para que no nos llamen la atención y busco a Faith con la mirada.
     El corazón me da un vuelco cuando la veo en primera fila (seguro que por obligación) vestida con unas mallas de color azul oscuro con unas inscripciones en color turquesa en los laterales, una camiseta blanca de manga corta, que deja ver sus tatuajes, y unas deportivas de un tono verde azulado. Está simplemente preciosa. Lleva el pelo recogido en un moño en lo alto de la cabeza y algunos mechones se le han escapado por los movimientos de baile (que realiza como si llevara toda la vida en zumba) y puedo ver cómo una pequeña capa de sudor le cubre la parte trasera del cuello.
     <<Adoraba lamer ese cuello cuando le hacía el amor>>, pienso, recordando esos momentos en los que estábamos en la cama y yo le besaba el cuello y la nuca y ella se reía y gimoteaba porque le hacía cosquillas y la excitaba a partes iguales. Echo tanto de menos esos momentos.
     <<Pues cúrratelo bien si quieres que esos momentos vuelvan a suceder, porque ahora mismo tienes más posibilidades de que te caiga un meteorito encima>>, me recuerda mi precioso cerebro. El cabrón lleva nueve meses diciéndome que estar lejos era lo mejor y ahora me suelta que me lo curre. ¡Vivan las contradicciones!
     Me apoyo en el quicio de la puerta y la miro con los ojos rebosantes de amor por ella. Faith se mueve al ritmo de la canción Con calma de Daddy Yankee y yo me quedo embobado en cada uno de sus movimientos. Baila la canción casi mejor que la profesora. Unos treinta segundos después, la canción termina y todas aplauden después de que la profesora, una mujer de unos treinta y pocos rubia y delgada, dé por finalizada la clase de hoy y les desee una buena semana hasta el martes que vuelvan para dar otra clase.
     Faith se gira y entonces sus ojos conectan con los míos. La expresión de relajación que reina en su rostro es sustituida por otra tensa, incómoda. El resto de las alumnas se dirigen a los bancos en los laterales de la sala para coger sus cosas y beber de sus botellas para luego encaminarse hacia la salida de la clase. Mi hermano Engin y yo nos separamos un poco para que puedan pasar y luego nos colocamos en el mismo sitio, pero yo no aparto mi vista de Faith, que está hablando con Damla, Arza y Gamze junto a uno de los bancos. Todas beben agua excepto ella, que tan sólo escucha lo que las demás dicen. Gamze se gira y al ver a mi hermano se separa del grupo y corre hacia él para saludarlo.
     -Suerte, hermano – me desea él, caminando hacia su novia.
     Allá vamos.
     Entro en la clase y saludo cortamente a Damla y Azra, que ya han recogido sus cosas, y me dirijo hacia Faith, que está bebiendo de la botella que acaba de sacar de su mochila negra. Me acerco a ella con el corazón a punto de salírseme del pecho. Las manos me sudan y tengo que restregarme el pantalón deportivo para secármelas y me muerdo los labios, nervioso. No quiero que este encuentro acabe como el del paseo marítimo.
     Me coloco justo al lado de Faith y trago saliva y respiro hondo antes de hablar:
     -Hola.
     Faith está tan absorta en sus pensamientos que al escuchar mi voz se le resbala la botella de agua de las manos y acaba cayendo en el suelo. Ambos nos agachamos al mismo tiempo para coger la botella y nuestros dedos se rozan al querer agarrarla. Faith mira nuestras manos sin pestañear, pasmada, como si no pudiera creer que se estén tocando de nuevo. Ni yo mismo lo hago. Lo único que hago es acariciar su mano, pero no me deja hacerlo ni dos segundos, porque agarra la botella con fuerza y se levanta del suelo a toda prisa.
     -Lo siento si te he asustado – me disculpo, levantándome, sintiendo aún el calor de sus dedos en mi piel.
     -No pasa nada – contesta ella en un tono bajo y entrecortado, guardando la botella en su mochila, sin mirarme.
     Doy un par de pasos hacia ella y me meto las manos en los bolsillos del pantalón. ¿Qué le digo? ¿Le pregunto cómo está? ¿Le digo que baila genial?
     Faith se rasca el hombro por debajo de la manga de la camiseta y me parece ver un resto de tinta que no recuerdo. ¿Es un nuevo tatuaje?
     -¿Te has hecho un tatuaje nuevo? – le pregunto, señalando su brazo.
     Faith asiente sin apartar los ojos de su mochila.
     -Hace tiempo – contesta de forma monótona.
     Un mechón de pelo se escapa de la gomilla oscura que le recoge el pelo y los dedos me empiezan a hormiguear por las ganas de tocarlo, de recogérselo detrás de la oreja como solía hacer antes de darle un beso. Me dejo llevar totalmente por las emociones y alargo la mano con mucha lentitud para tocarle el pelo. Sin embargo, mis dedos apenas rozan los rizos castaños de Faith, pues ella se pone tensa y se aparta de forma brusca, cogiendo su mochila y su sudadera negra y saliendo de allí por patas, dejándome solo en la clase.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora