CAPÍTULO 34

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Can.

El sábado me levanto con las pilas totalmente cargadas y me paso el día con una sonrisa de oreja a oreja. Esta noche Faith y yo vamos a ir al cine a ver la tercera entrega de Bad Boys. Hemos quedado en que la recogeré en su casa a las ocho para ver la película y luego iremos a cenar.
     Así que a eso de las seis y media, después de pasarme la mañana haciendo fotos para una empresa de cosméticos, me meto en la ducha y me paso al menos diez minutos bajo el chorro de agua caliente, sonriendo como un bobo.
     Me ato una toalla en la cintura y salgo del baño de mi habitación para caminar hasta el armario y abrir las puertas. Saco un vaquero negro, una camiseta de manga larga azul oscuro y unas botas negras, y lo dejo todo encima de la cama. Saco un bóxer de la mesita de noche y me lo coloco cuando me seco para después vestirme. Me recojo el pelo en un moño y me dejo un mechón suelto a un lado de la frente. Me coloco un abrigo gris oscuro, dos anillos de plata en los dedos corazón y anular de la mano izquierda y en la derecha me coloco una pulsera de plata y la pulsera que Faith me regaló. Y me coloco el collar del ojo de tigre junto al del fósil de caracola que también me dio Faith. Y me guardo el que yo le regalé. Siempre lo llevo encima. Me echo un poco de perfume, ese que Faith adoraba, y ya estoy listo.
     -¿Ya te vas? – me pregunta mi hermano Engin cuando me ve salir de la habitación.
     -Sí, voy a recoger a Faith a su casa.
     -¿Cómo está con su padre? – me pregunta cuando me ve coger las llaves de casa y las del coche.
     -Tensa, según me ha dicho estos días. No hablan mucho – le cuento -. Le he dicho a Faith que iré a hablar con él, pero dice que es mejor esperar un poco.
     -Y tiene razón. Si la cosa está tensa, Jesús es capaz de partirte la cara en cuanto te vea – me dice.
     Partirme la cara no es nada comparado con lo que me merezco que me haga por el daño que le he hecho a Faith.
     <<Deja de darle tantas vueltas. Ella ya te ha perdonado, Can>>, me pide mi subconsciente.
     -Bueno, me voy ya – digo, reaccionando.
     -¡Pasadlo bien! – me grita mi padre desde la cocina.
     Me subo en mi coche cuando salgo de casa y conduzco hasta el barrio de Faith, deseoso de verla de nuevo, a la par que nervioso. Es la primera vez desde que empezamos este proceso de reconciliación que vengo a buscarla a su casa. Hasta ahora siempre hemos quedado en algún sitio y la he acompañado hasta la esquina para que no nos viera nadie y le fueran con el cuento a sus padres, pero ya que lo saben, pues no hay necesidad de ocultarlo más.
     Detengo el coche justo en la puerta y me debato en si llamar a la puerta o mandarle un mensaje, y opto por lo segundo. Puede que su padre haya llegado ya del trabajo y lo que menos necesito es que sea él quien abra la puerta.
     Le mando el mensaje a Faith, avisándola de que ya he llegado y unos tres minutos después, la veo salir de su casa. Y me quedo deleitado por lo preciosa que está. Va vestida con un vaquero azul de talle alto lleno de parches de distintos colores y estampados desde el inicio del muslo hasta abajo, un jersey blanco con la palabra ‘Spoiled’ por dentro del pantalón, un chaquetón negro, un bolso también negro y sus inseparables Reebok blancas. Y un sutil, pero precioso maquillaje cubre su cara y el color rojo de sus labios me vuelve loco.
     <<Mi ángel>>, pienso, sonriendo, con el corazón desbocado.
     Faith rodea el coche y se coloca en el asiento del copiloto. Se abrocha el cinturón y gira la cabeza para mirarme con una media sonrisa y un leve brillo en los ojos que hace mucho que no veía.
     -Hola – saluda.
     -Hola- respondo, sonriendo -. Qué guapa estás.
     Sus mejillas se sonrojan un poco, pero intenta disimularlo tocándose el flequillo rizado.
     -Ehh, ¿podemos irnos ya? Vamos a llegar tarde al cine – tartamudea, aún sonrojada.
     Asiento y arranco el coche de nuevo para acelerar el motor y salir de su barrio en dirección al cine.
     -Y… tú también estás muy guapo – la oigo decir en un murmullo, dedicándome una mirada fugaz.
     Sonrío como un bobo y me muerdo el labio, aguantándome las ganas de agarrarle la cara y plantarle un beso en esa preciosa boca roja.
     Faith se pasa todo el camino tarareando las canciones que suenan en la radio y cada pocos segundos nuestras miradas se cruzan, sacándonos una pequeña sonrisa. Echaba mucho de menos ir con ella en el coche y escuchar su voz canturreando. Echo de menos escucharla cantar.
     Llegamos al cine un rato después y aparco en un hueco del parking. Ambos nos apeamos del coche y caminamos hasta el interior del edificio.
     -¿Te apetece comer palomitas? – le pregunto a Faith.
     -Sí, claro – responde, sonriendo a medias -. Ya sabes que las películas sin palomitas no son lo mío.
     Sonrío. No, no es para nada lo suyo. Odia ver películas sin palomitas o sin chucherías.
     -Pues compra tú las entradas y yo voy a por las palomitas y los refrescos – le propongo.
     -Vale – accede.
     Me dispongo a ir hacia el mostrador de las palomitas, pero me giro.
     -Oye – Faith me mira -, ¿te apetece que compartamos el refresco, o…? Nada, da igual, déjalo – me giro de nuevo.
     -Sí, me apetece – contesta ella, haciendo que detenga mi paso -. Pepsi, por favor.
     Sonrío como un idiota y camino hasta el mostrador, donde compro un cubo mediano de palomitas, ya que luego vamos a ir a cenar, y un refresco grande con dos pajitas para compartir. Yo me conformaría con una, pero no quiero que Faith se sienta incómoda. Cuando pago y me giro, Faith ya me está esperando con las entradas de la película en la mano.
     Camino hacia ella con una sonrisa y coge un par de palomitas cuando me coloco a su lado. Lo siguiente que hacemos es caminar hacia la entrada a las salas de cine y darle las entradas al hombre que está recogiéndolas.
     -¿Qué sala era? – le pregunto a Faith, cogiendo un par de palomitas del cubo.
     -La cuatro. Esta – señala.
     Faith abre la puerta y la aguanta para que pase, ya que con el refresco y las palomitas no puedo hacer nada. Entramos y nos sentamos en nuestras respectivas butacas, uno al lado del otro. Coloco el refresco en el posavasos y me coloco el cubo de palomitas entre las piernas para quitarme el abrigo. Aquí tienen puesta la calefacción y hace un calor insoportable.
     Cuando miro a Faith, veo que ella ha seguido mi ejemplo y también se ha quitado el chaquetón y lo ha colocado tras su espalda.
     -Si quieres, yo aguanto las palomitas, Can – me dice.
     -No te preocupes, estoy bien así – respondo.
     Faith sonríe levemente, marcando su precioso hoyuelo y, en ese momento, las luces de la sala se apagan y la pantalla se ilumina, dando comienzo a la película.
Durante las dos horas y media que dura, Faith y yo comemos palomitas y nos pasamos el refresco el uno al otro para ir bebiendo cuando tenemos la boca seca como el Desierto del Sahara por las palomitas.
     Y cuando Faith se ríe en algunas de las escenas, siento que mi vida vuelve a tener sentido. Su risa es como un canto celestial para mí. Parece que hace una eternidad que no la oigo reírse de esa forma. El corazón se me hincha de amor y tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no abalanzarme sobre ella.
     Apoyo la cabeza en el respaldo de la butaca y la miro, embobado, mientras ella observa la pantalla. La veo coger el refresco y sorber de una de las pajitas y cuando lo suelta, levanta la cabeza y me mira.
     -¿Qué pasa? – me pregunta -. Te estás perdiendo la película.
     -Es que eres preciosa cuando sonríes. Echaba mucho de menos verte reír – le digo en un tono intenso y lleno de amor.
     Faith apoya la cabeza en su respaldo y me mira con una sonrisa preciosa, que me hace sonreír a mí. Pero lo que hace que casi me explote el corazón, es que acerque su mano a la mía y sea esta vez ella quien entrelace nuestros dedos. La felicidad me recorre el cuerpo entero y me llevo su mano a los labios para besarle el dorso con cariño. Ella sonríe de nuevo y vuelve a mirar la pantalla del cine sin separar nuestras manos. El resto de la película la pasamos acariciándonos la mano el uno al otro.

-La escena del coche reventado y los dos montados ha sido buenísima – me dice Faith entre risas.
     -Sí, ha sido muy buena – respondo del mismo modo -. Bueno, ¿adónde quieres ir a cenar? – le pregunto -. Podemos ir a tu restaurante, a una pizzería, un italiano… La lista es larga.
     Hemos salido del cine hace un rato y ahora estamos caminando hasta el coche para ir a cenar.
     -¿Vamos a la pizzería del barrio? Ya sabes que sus pizzas son las mejores – dice ella.
     -Pues vamos para allá – sonrío.
     Me saco las llaves del coche del bolsillo cuando estamos junto al coche y desbloqueo el seguro para abrir las puertas y montarnos. Arranco el coche y pongo la calefacción, pues hace mucho frío y Faith es muy friolera, y acelero para conducir hasta la pizzería, mientras ambos nos ponemos de acuerdo sobre qué pizza pedir.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora