CAPÍTULO 55

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Faith.

Me coloco a horcajadas sobre el cuerpo de Can y beso su boca con intensidad, dejándome la piel. Besarle así después de tanto tiempo, sentir el calor de su piel, sus caricias… me ha provocado tantas emociones que he acabado llorando. Pero no quiero parar, quiero que me haga el amor hasta caer rendidos, quiero fundirme con él de nuevo.
     Can me agarra de las caderas mientras yo bajo los labios por su barba y sigo por su cuello, llegando tatuaje del lobo y la brújula que tiene en el pectoral izquierdo. Beso cada línea mientras acaricio las enredaderas y la cámara de fotos tatuados en su costado y un suspiro entrecortado sale de sus labios cuando le muerdo el pezón. He echado tanto de menos sus tatuajes, besarlos, acariciarlos, le he echado tanto de menos a él. Llevo un año sin tocar a nadie porque, aparte de mi depresión, tampoco me veía capaz de compartir con otra persona que no fuera él algo tan íntimo como esto.
     -Te quiero, cariño – jadea.
     -Y yo a ti – respondo del mismo modo.
     Mi entrepierna está totalmente húmeda y, cuando Can me aparta las braguitas y me acaricia la carne húmeda con los dedos, siento que me derrito. Sus dedos acarician mi clítoris con suaves y rítmicos movimientos y el placer que siento hace que le clave las uñas en los pectorales y arquee el cuello para soltar un gemido al aire.
     -Estás tan mojada, Faith – gruñe -. No sabes cómo he extrañado esto.
    Introduce, muy lentamente, un dedo en mi interior.
     -¡Can…! – gimo, mordiéndome el labio.
     Su dedo se mueve dentro y fuera y, es tan placentero, excitante y yo le deseo tanto, que estoy a punto de tener un orgasmo. Can saca el dedo de mi vagina para llevárselo a los labios y lo lame, saboreando mi esencia.
     -Sabes mucho mejor de lo que recordaba – me dice, devorándome con los ojos.
     Sonrío, excitada, y me agacho para volver a besarle. Instintivamente, meneo las caderas, rozando nuestras entrepiernas. La erección de Can roza mi ya excitado clítoris por encima de la ropa y ambos soltamos un gemido.
     -Si haces eso otra vez, no aguantaré, Faith – habla con la voz estrangulada.
     Volvemos a cambiar de posición y Can se coloca de nuevo entre mis piernas, para bajar sus besos por mis pechos y seguir por mi vientre. Una vez llega a mis bragas negras, introduce los pulgares dentro y me las baja muy suavemente hasta sacarla por mis pies. Si tarda mucho más en entrar en mí, sufriré un colapso. Le necesito desesperadamente.
     -Can, por favor – le pido, agarrando las sábanas con fuerza cuando me da un lametón en el clítoris.
     -No me lo pidas dos veces, cariño – gruñe.
     Succiona mis pezones mientras vuelve hacia arriba y alarga el brazo para abrir el cajón de la mesita de noche y sacar un preservativo.
     -Gracias, Engin – canturrea, haciéndome reír.
     Can se coloca de rodillas en la cama y yo me adelanto para bajarle el bóxer y dejar su prominente y dura erección al descubierto. Luego levanto la mirada y le observo desgarrar el envoltorio del preservativo con los dientes y ponerse el condón, para luego colocarse entre mis piernas y tumbarnos en la cama.
     Siento su pene rozar mi entrada y Can me besa, al mismo tiempo que entra en mí. Llevar un año sin sexo hace que los primeros segundos sean un tanto incómodos, pero una vez vuelvo a acostumbrarme a él, el placer se abre paso y cada roce de nuestros cuerpos hace que me deshaga más y más entre sus brazos. Sus manos acarician cada palmo de mi piel y yo hago lo mismo, subiendo y bajando las manos por su espalda, su pecho y sus costados.
     Can gime y gruñe, entrando y saliendo de mí con suma delicadeza, y la maravillosa y sensual expresión de su rostro hace que mi placer aumente hasta límites insospechados. Siempre me ha encantado cómo se muerde el labio y jadea mientras me hacía el amor, y cómo algunos mechones del pelo se le soltaban del moño y le caían sobre la frente, igual que ahora.
     Las embestidas de Can empiezan a acelerarse y a ser más profundas y siento esa característica y añorada sensación en las piernas. El hormigueo sube por mis piernas hasta mi vientre y el corazón se me empieza a acelerar más y más, de tal manera, que creo que me va a estallar. La boca se me seca y mi cuerpo se tensa.
     -¡Oh, joder, Faith, no creo que dure mucho! – gime, acelerando el ritmo de sus caderas.
     -Yo tampoco – gimo -. ¡Dios, Can!
     -Cómo he echado de menos escuchar tus gemidos, amor – jadea -. Mierda, no puedo más.
     Baja la mano hasta mi entrepierna y, sin dejar de entrar y salir de mí, acaricia mi clítoris en círculos, aumentando aún más el gusto que siento.
     -Córrete conmigo, amor – gruñe Can sobre mis labios, cuando siente que mis paredes vaginales empiezan a contraerse alrededor de su pene.
     Y con esas palabras, unidas a su intensa mirada oscura que no me quita los ojos de encima en ningún momento, llego a un intenso orgasmo que incluso me marea. Lanzo un chillido al aire y Can esconde su cabeza en mi cuello para gemir, corriéndose también.
     -Te quiero – me dice, agitado.
     -Yo más – respondo del mismo modo.
Can sale de mí con cuidado y se tumba a mi lado en la cama, me rodea con los brazos y me atrae a su cuerpo. Apoyo la cabeza en su pecho húmedo y acaricio su piel con los dedos.
     -¿Estás bien? – me pregunta.
     -Mejor que nunca – confieso -. ¿Tú?
     -Ahora mismo estoy en el paraíso.
     Río.
     -¿Estás muy cansada? – me pregunta unos segundos después, acariciándome el pelo.
     -Un poco. Pero me queda mucha energía aún – respondo, entendiendo adónde quiere ir a parar.
     -Mejor, porque nos queda mucha noche por delante.
     Sin decir nada más, me agarra y me coloca encima de él para volver a besarme y volver a hacerme el amor durante el resto de la noche. Cuando nos quedamos dormidos, abrazados el uno al otro, ya ha empezado a salir el sol.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora