CAPÍTULO 6

174 13 11
                                    

Can.

Doy vueltas de un lado a otro del jardín de la casa de Ömer, devanándome los sesos para buscar una razón que me haga entender el comportamiento de Faith hace escasos minutos. Si hubiera estado enfadada, me habría gritado o se habría acercado para cruzarme la cara. Pero no, no ha hecho eso. Simplemente me ha mirado como si le doliera tenerme delante de ella y luego ha salido corriendo y llorando, huyendo de mí. Y no lo llego a comprender.
     <<¿Qué esperabas, que se tirara en tus brazos y te comiera a besos? Has estado nueve meses lejos>>, me recuerda mi cabeza. Es cierto, salir corriendo es lo que menos podía hacer. Lo que no llego a entender es su mirada.
     -¿Puede alguien decirme qué coño ha pasado? - pregunto, desesperado porque alguno de los presentes me cuente algo de esos sucesos que no sé.
     -Has pasado nueve meses sin saber una mierda, Can. Diez minutos más no te van a matar - me suelta Gamze en un tono ponzoñoso.
     Me muerdo el interior de carrillo, nervioso.
     Un minuto después, Ömer sale de la cocina y camina hacia mí con el rostro contraído por la ira. Camina hacia mí a paso decidido, sin vacilar ni un milímetro.
     -Ömer, yo... - empiezo a decir.
     Pero lo que menos me espero es el puñetazo que me suelta, el cual me corta el habla y hace que me tambalee. El sabor metálico de la sangre me inunda la boca y necesito llevarme la mano al labio para sobarme la zona dolorida.
     Murat, Ahmet y Mesut lo agarran de los brazos para separarlo de mí, mientras Gamze nos observa con los ojos lacrimosos, mi hermano se lleva las manos a la cabeza y Cihan está apartado hiperventilando.
     -¡Maldito cabrón! - me grita el que era mi mejor amigo, intentando zafarse de las manos de los chicos -. ¿¡Cómo te atreves a aparecer por aquí después de todo lo que Faith ha pasado por tu culpa?! ¡Ha estado metida en un psiquiátrico por ti! ¿¡A qué coño has venido ahora, eh?! ¡Soltadme, joder! - les grita a los chicos, enfurecido y moviéndose para que le suelten.
     En cuanto oigo la palabra 'psiquiátrico' saltan todas las alarmas. Pero ¿qué cojones está diciendo? ¿Faith ha estado en un psiquiátrico?
     -¿Psiquiátrico? ¿De qué hablas? - tartamudeo, con el corazón en un puño.
     -No lo sabe, Ömer - la voz de mi hermano nos interrumpe -. Can no sabe nada de eso - suspira, cansado.
     -¿De qué habla, Engin? - le pregunto a mi hermano, sintiendo que voy a perder los nervios de un momento a otro -. ¿¡Puede decirme alguien qué coño es eso de que Faith ha estado en un psiquiátrico?! - grito.
     De repente aparecen Damla y Azra y se colocan en la mesa.
     -¿Dónde está Faith? ¿Está bien? - pregunta Gamze, preocupada.
     -Quería estar sola un rato. Necesita tomarse un momento a solas - contesta Azra.
     -Vamos a contártelo todo, Can. Tienes que saberlo - habla Damla.
     Me siento en la silla justo al lado de Damla y la miro insistiéndole con los ojos para que empiece a hablar cuanto antes. Necesito saber qué es lo del psiquiátrico, necesito saber qué coño le ha pasado a Faith. Necesito saberlo todo. La primera en hablar es Gamze:
     -No tienes idea de lo que ha sufrido desde que te largaste, Can - dice en un tono rabioso -. ¿Sabes que fue a buscarte al aeropuerto? Engin y yo fuimos a buscarla cuando vimos tu nota y no dudó un segundo en venir. Se salió del coche cuando nos encontramos un atasco en la entrada del aeropuerto y corrió entre los coches para llegar a tiempo e impedir que te fueras - me cuenta -. Pero cuando llegó tu avión ya había despegado. Salió del aeropuerto llorando a mares porque te habías ido como si nada - gruñe lo último.
     Me la imagino corriendo por el aeropuerto, buscándome para pedirme que me quedara con ella. Y eso no hace sino aumentar el dolor que siento en el corazón. Aprieto los puños y necesito respirar hondo un par de veces para no empezar a llorar ya. Porque sé que aún tienen mucho que contarme.
     -En cuanto llegó a casa se metió en su cuarto. Y no salió de allí - sigue Azra -. Se pasaba los días llorando hasta que se quedaba dormida por el agotamiento y pasaba horas mirando por la ventana esperando que aparecieras para buscarla y decirle que la querías. Se sentía culpable de que te fueras. Decía... que si te hubiera dicho que sí cuando le pediste matrimonio tú no habrías dejado de quererla y no te habrías ido - su voz se quiebra un poco y a mí se me empiezan a humedecer los ojos -. Poco a poco dejó de comer, de dormir, de cocinar, de tocar música, de cantar... había días en los que ni siquiera hablaba. Gamze y tu hermano decidieron suspender la boda cuando la vieron tan mal.
     -No tienes idea de lo que era verla tirarse al suelo llorando y pidiendo que le quitaran el dolor que sentía en el corazón, Can - me dice Ömer, dedicándome una mirada llena de rabia -. Lo eras todo para ella y te fuiste. La abandonaste como a una colilla en un cenicero - me suelta y sus palabras se me clavan en el pecho, a pesar de que sé que tiene razón.
     -Había días en los que tenía pesadillas y se despertaba chillando, y empezó a tener alucinaciones donde te veía y te escuchaba - interviene Damla -. Nosotras íbamos a verla todos los días, pero nunca hablaba. Sólo mirada la ventana y lloraba en silencio. Se pasó tres meses así hasta que sus padres no pudieron soportarlo más y la llevaron al médico. Nada más verla, creyeron que era conveniente que la examinara un psiquiatra y cuando lo hizo le dijo que tenía una fuerte depresión y que lo mejor era ingresarla un tiempo - me sigue contando -. Estuvo tres meses en Bakirköy, tomando pastillas para dormir, vitaminas, yendo a terapia todos los días... Lo pasó muy mal el primer mes. Luego empezó a mejorar poco a poco. Volvió a comer y recuperó peso, su humor fue cambiando, descansaba por las noches, tenía menos pesadillas y las alucinaciones iban disminuyendo. Incluso hablaba con las enfermeras y algunos compañeros de la planta del hospital - toma aire y sigue -. Un día la psicóloga que la trataba le dio a elegir entre quedarse allí hasta que estuviera recuperada del todo, o volver a casa con la condición de asistir a terapia tres veces a la semana, seguir tomando las pastillas para dormir y volver dentro si empeoraba. Y ella eligió volver a casa.
     Con cada palabra que escucho me voy sintiendo aún más miserable, más hijo de puta. La cabeza está a punto de estallarme por todo lo que estoy descubriendo en estos instantes y el corazón me está doliendo como no lo ha hecho en estos nueve meses. Ha estado tres meses en un psiquiátrico por mi culpa, ha estado medicada, ha estado llorando durante horas por mí... Ahora mismo no puedo sentirme peor persona.
     Una lágrima me cae por la mejilla y me la limpio con el dorso de la mano. Trago saliva y vuelvo a mirar a Damla, que es quien habla:
     -Sus padres le compraron un local para su restaurante y nosotros nos encargamos de todo para que empezara a funcionar en cuanto ella saliera. Así que ahora se pasa el día allí, cocinando. Se levanta, se mete allí y sólo sale para ir a terapia o volver a casa.
     -¿Y cómo está ahora? - pregunto entrecortadamente.
     Es Murat quien responde esta vez:
     -Está mejor. Pero no está bien. Vamos a pasar todo el tiempo que podemos con ella en el restaurante para que no esté sola - me dice.
     Miro a mi hermano:
     -¿Por qué no me contaste nada por teléfono, Engin? - le pregunto sin entenderlo. ¿Por qué mi hermano me ocultó algo como esto?
     -¿Qué querías que te dijera, Can? ¿Que te quería tanto que se volvió loca? - me contesta, exaltado -. No podía contártelo. Además, ¿qué habrías hecho si te lo hubiera dicho?
     -Volver antes - murmuro -. Habría vuelto antes.
     -¿Por qué te fuiste, Can? - me pregunta Gamze, mirándome con ojos tristes, decepcionados -. Habíais discutido, vale. Pero lo podríais haber arreglado tan sólo con hablarlo. Pero no, tú cogiste tus cosas y la dejaste como si nada.
     Suelto una risa llena de tristeza y otra lágrima cae de mis ojos.
     -¿Como si nada? Largarme fue lo más duro que he hecho en toda mi vida, Gamze - me muerdo el labio y me miro las manos -. Me fui porque le hice mucho daño con lo que le dije, porque le hice daño cuando la dejé con la mano rota y me fui con Pembe, porque la hice sentir muy mal las semanas antes con el mal humor que tenía... - tomo aire y empiezo a contarles todo -. Cuando salí de allí después de la discusión me subí al coche y fue cuando me llamaron para el proyecto. Y acepté sin pensar. Todo lo hice sin pensar. Fui a casa, recogí mis cosas y dejé la nota. Y cuando el avión despegó sentí que mi vida entera se quedaba aquí con ella - hago una pausa -. Los primeros días en Tailandia estuve intentado convencerme de que lo que había hecho era lo mejor para Faith, que le había hecho daño con esa discusión y que ella no se lo merecía. Y me he pasado nueve meses haciendo lo mismo: autoconvenciendome de que era lo mejor.
     Me quedo callado y me miro la pulsera que ella me regaló por mi cumpleaños. Acaricio la inscripción y el nudo de amor verdadero de plata. No vuelvo a hablar hasta que Ömer me dice:
     -Y si tan convencido estabas de que estar lejos era lo mejor para Faith, ¿por qué has vuelto, Can?
     -Porque me he pasado nueve meses pensando en ella a cada segundo, echándola de menos, amándola. Cada noche me sentaba junto a un lago que había en el campamento y cogía una camisa que le quité un día y la olía mientras veía sus fotos en el ordenador. Soñaba con ella cada noche, pensaba en qué estaría haciendo, si pensaría en mí, si me echaría de menos... El día que decidí volver... estaba viendo sus fotos y... uno de mis ayudantes, Metin, me dijo que se había dado cuenta de todo eso, de que no paraba de ver las fotos, de oler la camisa, de acariciar el collar y la pulsera - les enseño ambas cosas - y se lo conté todo. Y... me preguntó si iba a ser capaz de soportar que al venir en algún momento de visita para ver a Engin o a mi padre descubriera que Faith estaba con otro, que otro hombre le dijera que la quería, que la hiciera feliz como se supone que yo lo hacía antes. Si iba a soportarlo por no haber intentado arreglarlo cuando pasó todo eso - me muerdo el carrillo y me muevo en la silla, sintiendo de nuevo el dolor que sentí ese día al imaginarlo -. Sentí tanto dolor al pensarlo que me dije que tenía que volver, que tenía que luchar por ella y arreglarlo. Y sé que suena egoísta y todo lo que queráis, pero fue lo único que me hizo reaccionar. Y, joder, sabía que podría estar enfadada, que me odiaría o que no querría verme. Pero nunca me imaginé nada de esto.
     Jamás me imaginé que podría haber estado tan mal por mi culpa, ni que hubiera acabado en un psiquiátrico ni nada de eso. Me la imagino allí, metida en una habitación blanca, mirando a la pared mientras las lágrimas le cubren las mejillas, porque siente que yo la he abandonado, que no la quiero, cuando en realidad no he dejado de hacerlo ni un solo segundo. Nunca dejaré de amarla más que al aire que respiro.
     <<¿Y si ya ha dejado de quererme por todo esto?>>, me pregunto. Y me duele.
     -¿Ella... ella aún...? - tartamudeo. Necesito saberlo.
     -¿Si aún está enamorada de ti? - me interrumpe Damla -. Sí, sigue enamorada de ti. Y eso la mata por dentro. Porque quiere odiarte, pero no puede, porque te quiere.
     -Así que tú decides, Can - habla Gamze de nuevo -: O te largas y la dejas en paz para siempre para que pueda superarlo y ser feliz, o te quedas y luchas por ella hasta el final, sin rendirte, aunque te diga que te odia, te pida que te vayas o te diga que no quiere tenerte cerca - me dice en un tono duro -. Porque si te quedas y luego vuelves a irte... no creo que lo supere - el tono de sus palabras se vuelve frágil y sus ojos empiezan a humedecerse -. Y no quiero volver a ver a mi mejor amiga dejándose morir porque tú te vuelvas a largar.
     Ni siquiera me pienso la respuesta.
     -Voy a quedarme, y voy a luchar por ella. Me quedaré me diga lo que me diga, me da igual. Sólo quiero arreglarlo y volver a estar con ella. Haré lo que sea para que me perdone y me quiera a su lado de nuevo - digo-. Nunca más volveré a dejarla ni a hacerle daño, lo prometo.
     No pienso largarme aunque me grite que me odia o que ya no me quiere. Me da igual. Voy a quedarme y voy a recuperarla, y le voy a demostrar que no he dejado de quererla, que jamás me volveré a ir de su lado, pase lo que pase. Si discutimos, lo arreglaremos. Si algo nos molesta del otro, lo hablaremos. Pero jamás volveré a irme. Jamás volveré a hacerla sufrir.
     -Entonces deberías tener esto, Can.
     Damla coge su bolso y saca unos cuadernos oscuros numerados, los cuales coloca encima de la mesa y empuja suavemente hacia mí.
     -¿Qué son? - pregunto.
     -En el hospital le recomendaron que escribiera diarios con sus pensamientos, lo que sentía y esas cosas. Y cuando salió la psicóloga que la trata ahora le dijo que lo siguiera haciendo, que le viene bien para liberar tensión. Me los da a mí porque no quiere tenerlos cuando los termina. Dice que como soy la que vive más lejos de su casa tiene menos tentación de ir a buscarlos - suelta un risa triste y los demás la acompañan -. Deberías leerlos, así sabrás lo que realmente ha pensado y ha sentido este tiempo.
     Asiento y los cojo con mucho cuidado, mientras me tiemblan las manos.
     -Gracias - le digo -. Sé que si os pido ayuda me vais a mandar a la mierda, pero... ¿podríais hacer que nos encontremos o algo así? Yo me encargo de lo demás. Es sólo que dudo que quiera verme o estar a solas conmigo de forma voluntaria.
     Los miro, esperando a que me digan algo. Todos se miran entre ellos sin saber muy bien qué decir. Sorprendentemente, es Ömer quien responde:
     -De acuerdo. Pero más te vale no cagarla, Can. Porque como vuelvas a hacerle daño te juro que sí que se me va a olvidar que alguna vez fuiste mi mejor amigo. ¿He sido claro?
     Asiento, comprendiendo perfectamente sus palabras.
     Suspiro y me levanto de la silla en la que estoy sentado con los cuadernos en mi mano, sujetándolos con fuerza.
     -Bueno, será mejor que me vaya a casa. Tengo que deshacer las maletas y estoy un poco cansado del viaje. Nos vemos - me giro para caminar hasta la salida del jardín que da a la calle, pero me detengo un segundo y vuelvo a mirarles -. Sé que no tengo derecho a decirlo, pero... gracias por cuidar de ella todos estos meses. Y gracias por acceder a echarme una mano. Sé que lo he hecho fatal, y entiendo que estéis enfadados.
     Vuelvo a girarme sin escuchar si responden o no, y salgo de allí, apretando los cuadernos de Faith que Damla me ha dado.
     <<Necesito tomar un poco el aire y procesar todo lo que acaban de contarme>>, pienso, respirando hondo.
     Camino calle abajo y veo su casa. Y me paro justo en frente. Las luces están encendidas. Recuerdo cuando venía a recogerla para salir o cuando venía a cenar o a pasar la tarde cuando sus padres no estaban. ¿Estará ahí en su cuarto? ¿O habrá ido a otro sitio para pensar? Probablemente lo segundo. Siempre le ha gustado irse al puerto para estar sola y pensar en sus cosas mientras mira el mar.
     Me encantaría ir a verla, pero sé que ahora mismo no es lo más conveniente. Lo mejor es que me vaya a casa y descanse. Necesito coger fuerzas para lo que se me viene encima, porque sé que no va a ser nada fácil reconquistar de nuevo su corazón.
     Hago una mueca muy parecida a una sonrisa y necesito tomar aire profundamente porque el pecho empieza a apretarme. Empiezo a caminar de nuevo y paso por delante de la tienda de la madre de Faith, que ya está cerrada a esta hora, y sigo caminando hasta que salgo del barrio.
     Llego a casa unos veinte minutos después y nada más entrar en casa, me encuentro a mi padre, quien al verme delante de él se acerca a paso ligero y me abraza con mucha fuerza. Sus brazos me rodean con ímpetu y su olor me impacta. Llevo nueve meses sin verle, al igual que a mi hermano, y sentir su abrazo hace que me sienta un poco de nuevo en casa. No creo que me sienta completamente en casa hasta que vuelva a abrazar a Faith.
     -¡Hijo! - exclama mi padre. Se separa de mí y me rodea las mejillas con las manos -. ¡Estás más grande y más moreno! - me dice con los ojos llenos de lágrimas -.¿Qué te ha pasado en el labio? - pregunta al verme el labio reventado.
     -Ömer - contesto. No creo que haga falta que diga más.
     -¿Cómo estás?
     Mis ojos empiezan a humedecerse en cuanto me hace esa pregunta y bajo la cabeza para que no me vea llorar. ¿Cómo estoy? Ahora mismo hundido porque acabo de descubrir que el amor de mi vida ha pasado nueve meses horribles y tres de ellos en un centro psiquiátrico por mi culpa, porque no fui lo suficientemente valiente como para presentarme en su casa y pedirle perdón por lo que le dije.
     Mi padre nota mi estado y coloca sus manos en mis hombros y me da un apretón cariñoso.
     -¿Ya lo sabes? - su voz se quiebra un poco.
     Asiento y un sollozo sale de mi pecho. Duele.
     -La he destrozado, papá - sollozo lleno de dolor y rabia -. Todo es culpa mía.
     -Ven aquí, hijo.
     Mi padre vuelve a abrazarme y yo rodeo su cuerpo menudo con mis brazos y le aprieto fuerte, mientras lloro lo que no he llorado cuando los chicos me lo han contado todo.
     -No queríamos decirte nada para que no te pusieras peor, Can - me dice -. Sé que tú también has estado muy mal, hijo - me acaricia la espalda por encima de la camiseta.
     -La quiero mucho, papá - lloro.
     Las lágrimas resbalan por mis mejillas y se pierden en mi barba y me llegan al cuello. No puedo pararlas. Llevo tanto tiempo aguantando el dolor, que al saber todo lo que he provocado no he podido aguantar más.
     -Lo sé, hijo, lo sé - me dice mi padre en un tono dulce -. Y sé que vas a luchar por ella y que te perdonará y volverá a estar contigo - intenta tranquilizarme con sus palabras.
     Me refugio en sus palabras y le doy las gracias por ellas. Y sigue abrazándome hasta que me tranquilizo y dejo de llorar.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora