Faith.
A las ocho en punto de la mañana me levanto de la cama, harta de dar vueltas. Casi no he podido pegar ojo en toda la noche, pensando en los dos besos que Can y yo nos dimos ayer en el pub. Primero me besó él mientras bailábamos, y yo agobié tanto por la intensidad de todo lo que sentí que salí corriendo; y cuando me buscó para disculparse y pedirme que no mandara a la mierda nuestra reconciliación, lo único que hice fue acercarme a él y besarle. Porque realmente quería besarle, pero al mismo tiempo quería salir corriendo. Y eso hice, venirme a casa. Lo hice tan rápido que hasta me dejé la chaqueta en el local. Supongo que alguna de las chicas la cogería. Luego las llamaré para preguntarles.
Bajo las escaleras, después de quitarme la funda dental, y le echo el desayuno a Sam antes de poner a hervir la tetera y comer algo. Ya que no puedo dormir, voy a desayunar.
Mientras la tetera se calienta, me paseo por la casa, sin dejar de darle vueltas a la cabeza. Y miro la puerta de la habitación donde están mis instrumentos y las cosas que tenía de Can. Aún no me he atrevido a sacarlas. Supongo que no quiero adelantarme.
Camino lentamente hasta la puerta y toco la manilla con las puntas de los dedos, para luego rodearla con la mano y girarla. La puerta se abre y yo entro a paso lento. Todo sigue igual que el día que entré antes de irme a España.
Ando por la habitación, abrazándome a mí misma porque hace frío, y lo ojeo todo. Las fotos, las cajas, los peluches… y al llegar a mi guitarra, colocada en su soporte, acaricio las cuerdas con las yemas de los dedos y el sonido que emiten me hace cogerla y llevarla hasta el asiento del piano, donde me siento para colocarla sobre mi regazo. Hace mucho que no toco, desde que pasó todo. No quería hacerlo. No podía. Siempre recordaba cómo me miraba Can cuando tocaba y cantaba para él. Y eso me dolía mucho.
Los dedos de mi mano derecha empiezan a acariciar las cuerdas y los de mi mano izquierda se ponen en posición sobre los trastes, colocando los acordes para que los sonidos lleven un sentido. Volver a tocar es algo mágico. Y, ni siquiera soy consciente, pero cuando quiero darme cuenta me percato de que estoy tocando Photograph, la canción que bailábamos Can y yo cuando me besó. Y empiezo a cantar la letra, perdiéndome en su significado. Me emociono y se me saltan las lágrimas y, cuando termino y levanto la cabeza, me encuentro a mis padres en la puerta, mirándome emocionados.
-Buenos días – saludo, levantándome y colocando la guitarra de nuevo en su sitio.
-¿Estabas cantando y tocando la guitarra, o sigo dormido? – mi padre frunce el ceño.
-Estaba haciéndolo, sí – confirmo.
Mi padre sonríe y mi madre imita su gesto.
-Echábamos de menos oírte, Faith – habla mi madre en un tono emocionado y adormilado.
Sonrío.
-Yo también echaba de menos hacerlo – reconozco.
Me abro paso entre ambos y voy a la cocina para quitar la tetera del fuego y servirme un vaso de té. Le sirvo otro a mi padre, ya que tiene que irse al trabajo en un rato, y otro a mi madre, quien se pone a preparar tostadas. Yo, por mi parte, corto fruta, hago unos huevos revueltos y exprimo zumo de naranja, para luego sentarme con mis padres a desayunar.
-¿Vas a ir ahora al restaurante? – me pregunta mi padre, masticando una uva -. Por si quieres que te acerque.
-No, voy a ir al mercado – respondo, bebiendo té -. Tengo que comprar algunas cosas si queréis preparar algo para esta noche, aunque estemos los tres solos. Cogeré un taxi, no te preocupes.
Hoy es Nochebuena y, ya que hace poco más de un mes que fuimos a España, no podemos ir otra vez, así que hemos quedado en hacer una video-llamada durante la cena para estar todos ‘juntos’.
Mi padre va a vestirse y cinco minutos después sale por la puerta para irse a trabajar, no sin antes darnos un beso a mí y a mí madre, y un achuchón a Sam.
-¿Qué tal lo pasaste anoche? – me pregunta mi madre cuando empiezo a recoger mis cosas.
Freno mis movimientos y la miro.
-Bien, muy bien – respondo de inmediato -. Fue divertido. Bailamos, charlamos… - añado, omitiendo el beso de Can.
-¿Y con Can? – pregunta de nuevo.
-Bien también – contesto -. Estamos bien, seguimos en proceso – hago una mueca graciosa -. Esto… voy a ir vistiéndome porque se me va a hacer tarde y eso.
Y, sin más dilación, salgo de la cocina y subo las escaleras con Sam detrás. Entro en mi cuarto y abro el armario para sacar un vaquero negro, una sudadera gris con la palabra ‘Wild’ escrita en el centro en color negro, unas converse negras y un gorrito de lana gris oscuro. Me cambio, bajo la atenta mirada de Sam, y guardo mi móvil y la cartera en mi mochila negra, antes de colgármela al hombro y salir.
Camino hasta la habitación de mi madre y me asomo a la puerta.
-Mamá, me voy – la aviso.
Ella termina de hacer la cama y se acerca.
-¿Necesitas dinero? – niego con la cabeza -. Vale, pues ten cuidado y abrígate, que hoy hace frío.
Le doy un beso en la mejilla y bajo las escaleras. Me coloco los zapatos, ya que los traía en la mano, y me pongo el chaquetón oscuro que cuelga del perchero. Le doy un beso a Sam en el hocico y me cuelgo la mochila al hombro para abrir la puerta y salir.
Pongo un pie en la acera y al levantar la cabeza me encuentro a Can de frente, dándome un susto de muerte.
-¡Joder! – exclamo, dando un brinco -. Qué susto, no te esperaba – me llevo la mano al pecho.
-Yo tampoco te esperaba a ti tan de repente. Iba a tocar el timbre – me dice Can, soltando una pequeña risa.
Me mira un poco nervioso, mordiéndose los labios, y yo aprovecho para observarle. Lleva un pantalón de deporte negro, unos deportes grises y blancos, una camiseta blanca y una sudadera negra abierta, y el pelo suelto. Y en la mano lleva mi chaqueta de cuero negra, la que me dejé anoche en el pub. Al ver que la estoy mirando, la levanta y frunce los labios.
-Te la dejaste anoche en el pub – me la da -. Venía a traértela.
Cojo la chaqueta.
-Gracias – sonrío sin separar los labios -. Creía que la habían cogido las chicas.
Can mete las manos en los bolsillos de su sudadera.
-Y también quería disculparme de nuevo por el beso – añade -. No quería besarte. Bueno, sí quería, claro que quería, quiero besarte a todas horas, Faith. Pero te prometí ir paso a paso y no estuvo bien que lo hiciera de esa forma. Lo siento – se disculpa de nuevo.
Me muerdo el labio inferior y trago saliva.
-No pasa nada. Creía que el beso que yo te di a ti había dejado claro que estaba todo bien entre nosotros – aclaro -. Es sólo que me agobié un poco, y quería pensar. Pero no estoy enfadada contigo, ni nada de eso. Así que relájate, Can.
Está tan tenso que temo que le salga una contractura. Al escuchar mis palabras su cuerpo se relaja y suelta todo el aire que tiene dentro, y sonríe.
-¿De verdad que está todo bien? ¿No ha cambiado nada entre nosotros? – niego con la cabeza -. Uf, menos mal – respira hondo -. Bueno, ¿adónde vas? Si no es mucho preguntar. ¿Vas al restaurante?
-No, voy al mercado a comprar algunas cosas. Aunque no estemos en España es Nochebuena – le contesto -. Si quieres… me puedes acompañar – propongo, vacilante.
Can sonríe.
-Claro que quiero, Faith – responde -. Vamos en mi coche.
Le pido que me espere un segundo y entro en casa para dejar la chaqueta de cuero en el perchero. Como me la lleve soy capaz de dejarla olvidada en otro sitio.
Salgo de nuevo y cierro la puerta. Can ya está subido en el coche y ha arrancado el motor. Así que yo camino hasta la puerta del copiloto, la abro y me coloco en el asiento. El aire caliente de la calefacción me hace entrar en calor casi al instante y me desabrocho el chaquetón. Dejo la mochila a mis pies y me abrocho el cinturón de seguridad.
-Podemos irnos – le digo a Can, quien me mira con ojos cariñosos y la cabeza apoyada en el respaldo.
Se inclina y me da un suave beso en la mejilla que me eriza todo el cuerpo. No hay una sola vez que se me acerque y mi cuerpo no se vuelva loco.
-¿A qué mercado quieres ir? – me pregunta, quitando el freno de mano y acelerando.
-Al de las Especias – respondo.
Can sale del barrio y coge la segunda salida en la primera rotonda para ir adonde le he dicho. Durante el camino me pregunta qué tengo pensado comprar y yo le contesto que café, té, algunas especias, delicias turcas y todo lo rico que vea y me entre por el ojo.
La canción Kings and Queens de Ava Max empieza a sonar en la radio cuando estamos llegando al mercado y yo empiezo a tararearla y a cantar la letra en un tono bajo mientras Can aparca. Detiene el coche y yo me quito el cinturón sin dejar de tararear. Cuando le miro, le veo mirarme de nuevo con esa adoración en los ojos y una preciosa sonrisa.
-¿Qué pasa? – le pregunto, sonriendo también.
-Que echaba mucho de menos tenerte tarareando en el coche – responde en un tono tierno.
-Será porque hoy ha sido la primera vez en un año que canto y toco la guitarra – le comento, abriendo la puerta del coche y saliendo.
El frío me da de lleno en la cara y me subo la cremallera del chaquetón hasta el cuello y meto las manos en los bolsillos.
-¿Has vuelto a cantar? – me giro al escuchar la voz de Can.
Le veo sonreír y cuando asiento me agarra la cara y me da un fuerte beso en la mejilla.
-No sabes lo feliz que eso me hace, Faith – me dice.
-A mí también – confieso. Ha sido algo increíble -. Es como si en realidad no hubiera pasado tanto tiempo. No sé cómo explicarlo.
-Lo importante es que has vuelto a cantar – dice sin dejar de sonreír.
Le devuelvo el gesto y camino unos pasos hacia delante. Al ver que no me sigue, me giro y le miro con las cejas arqueadas:
-¿Vienes?
Can sonríe y asiente, caminando hasta mí. Rodea mi brazo con el suyo, porque tengo tanto frío que no me responden las manos, y entramos en el mercado, atestado de gente.
Durante las próximas dos horas y media, nos pateamos todos los rincones del mercado a los que quiero ir. Compro café turco, todo el té que puedo, algunos dulces que sé que a mis padres les gusta, especias para la comida de esta noche (tomillo, romero, azafrán, pimienta y orégano, entre otros), delicias turcas y frutos secos.
Le doy un sorbo al té que me he pedido en el puesto de la señora Zeynep, y al levantar la cabeza veo que Can me apunta con su móvil. ¿Me está haciendo una foto?
Arqueo una ceja en una expresión divertida y Can frunce los labios, sonrojándose un poco porque lo he pillado con las manos en la masa.
-Es que… me he dejado la cámara en casa – dice, nervioso y un poco entrecortado -. ¿Te molesta que te haga fotos?
-No, tranquilo – respondo -. Me he acordado de los días que solíamos venir juntos aquí – sonrío un poco.
Esos días eran increíbles. Venía conmigo y se pasaba todo el tiempo haciéndome fotos con su cámara mientras yo compraba, probaba los productos y charlaba con los dependientes. Y luego siempre dábamos un paseo por los alrededores y me compraba flores, y nos sentábamos en los bancos a comernos un helado o buñuelos calentitos.
Can sonríe de nuevo, de esa forma tan brillante, y me apunta una vez más con el móvil para seguir haciéndome fotos, mientras seguimos recorriendo el mercado.
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VOLVER A TI (YSETE 2)
RomanceDespués de que el amor de su vida se fuera sin más, Faith queda sumida en un oscuro pozo al que no encuentra ninguna salida. Cuando sale del centro psiquiátrico en el que deben ingresarla por una fuerte depresión, se propone a sí misma recuperarse y...