CAPÍTULO 78

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Can.

Me quedo plantado en la habitación y cuando escucho el sonido de la puerta de la casa, me tapo la cara con las manos y grito, frustrado. ¿Cómo he podido no contarle que tenía los cuadernos y que los había leído? ¿Qué esperaba, que no se enterara nunca de ello, que se lo tomara bien?
     Cuando la he visto con los cuadernos en la mano y la expresión de decepción que había en su cara ni siquiera he sabido qué decirle. Ni siquiera recordaba que estaban metidos en el escritorio.
     <<Eres idiota. Le prometiste que nada de secretos y vas y no le cuentas algo así>>, me regaña mi cerebro. ¡Ya lo sé, Einstein, no hace falta que me lo recuerdes!
     -Mierda, mierda, mierda… - maldigo, dando vueltas por la habitación. ¿Qué coño hago ahora? ¿Cómo arreglo este desastre?
     El corazón me va a mil por hora, al igual que la mente, y tengo un nudo enorme en el estómago que ahora mismo sólo me produce ganas de gritar y romper algo.
     Mi móvil suena en la mesita de noche y corro a cogerlo, con la esperanza de que sea Faith, pero no, es mi hermano Engin. Sin pensármelo dos veces, contesto.
     -Sabe lo de los cuadernos, Engin – hablo apresuradamente nada más descolgar.
     -¿Qué? ¿Qué cuadernos? ¿Qué dices, Can? – contesta mi hermano sin entender nada de lo que le digo.
     -Faith – aclaro -. Sabe que tengo sus cuadernos, que las chicas me lo dieron y que los he leído – me muerdo el nudillo, nervioso.
     La línea se queda en silencio.
     -Hostia…
     -Sí, Engin, sí. Marrón de la leche – hablo con voz urgente -. Los ha encontrado en mi escritorio y se acaba de ir cabreada y llorando. ¿Me puedes explicar qué hago yo ahora para que me perdone esta mierda? Es que ¿a quién cojones se le ocurre aceptar los cuadernos y leerlos? – grito -. ¡Son su intimidad! Yo no tenía ningún derecho a leerlos. Y encima se lo he ocultado todo el tiempo – me lamento.
     -No sabías cómo estaba ella y querías saber qué había pasado, Can – intenta tranquilizarme mi hermano -. No va a dejarte.
     -¡Tú no has visto cómo me ha mirado antes de irse, Engin! Si vuelvo a perderla, yo… - el alma se me parte sólo con pensarlo.
     -No vas a perderla, Can. Probablemente sólo necesite tiempo para calmarse y pensar un poco – sigue hablando calmando -. Llámala en un rato e intenta hablar con ella. Todo se arreglará, tranquilo.
     Cierro los ojos y respiro hondo. Ojalá tenga razón.
      -Bueno, ¿por qué llamabas? – cambio de tema.
      -Era para preguntarte si os apetecía a Faith y a ti venir a cenar, pero… supongo que mejor lo dejamos para otro día.
     -Sí… - contesto -. Tengo que colgar, Engin. Necesito pensar en cómo arreglar este desastre.
     Mi hermano me vuelve a animar diciendo que todo irá bien y que Faith me perdonará. Yo quiero hacerle caso, pero no se me quita el pellizco del estómago. No quiero volver a perder a Faith, no puedo perderla. No puedo vivir sin ella.
     Cuelgo la llamada y me siento en la cama a mirar el fondo de pantalla del móvil, donde sale ella. Probablemente ahora esté echándoles la bronca a los chicos por haberme dado los cuadernos y no haberle avisado siquiera.
    <<Aylin te dijo que cuando pasara algo así le dejaras espacio para que se tranquilizara, que no la agobiaras>>, me dice mi mente.
     Intento esperar un poco, pero no puedo. Necesito hablar con ella y pedirle perdón. Así que busco su nombre en la agenda y pulso el icono de llamada. Me coloco el móvil en la oreja y escucho los tonos, esperando y deseando oír su voz al otro lado de la línea. Pero nada. ¿Y si voy a su casa?
     <<Te cerrará la puerta en la cara en cuanto te vea>>, me dice mi cabeza. Es verdad. No va a escucharme ni dos milésimas de segundo.
     La llamo una y otra vez durante casi una hora, pero no consigo respuesta alguna. Luego paso a los WhatsApps:
     ‘Por favor, mi amor, contesta. Lo siento muchísimo’.
     ‘Por favor, perdóname. No quería ocultártelo’.
     ‘Dime que estamos bien’.
     ‘Contéstame, por favor, Faith…
     Y nada. Ni siquiera los lee. Pienso en cenar algo y seguir llamándola, pero se me ha cerrado el estómago. Sólo quiero hablar con ella y decirle que soy un idiota por haber leído esos cuadernos privados. Pero que soy un idiota que la quiere más que a su propia vida y necesitaba saber qué le había ocurrido en mi ausencia. Me pondré de rodillas si es necesario.
     Al final me convenzo de que no va a contestar y me preparo algo rápido para cenar, ya que no me gusta acostarme con el estómago vacío. Cuando termino y me voy a la cama vuelvo a llamarla, pero sigue sin coger las llamadas. Y me quedo dormido con el móvil sobre el pecho y una lágrima resbalando por mi sien.

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¡¡Hola, chicxs!!

Sé que he tardado mucho en subir capítulos, pero he estado muy liada con los exámenes de la universidad.

Sé que es un capítulo cortito, pero intentaré subir otro en cuanto pueda.

Besitossssss 🫶🏼🫶🏼🫶🏼

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