CAPÍTULO 82

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Can.
Salgo de la ducha y me coloco una toalla alrededor de la cintura.
     —No os preocupéis si no podéis venir. Este verano intentaré ir yo para allá y estar unos días con vosotros. —Escucho a Faith decir.
     Está hablando por Skype con sus amigos de España, los cuales les han dicho que no podrán venir durante Semana Santa como hará su familia. Al parecer tienen que terminar unos proyectos relacionados con sus estudios, aparte de que Bea y Pedro son incapaces de perderse la Semana Santa, a no ser que haya un holocausto. Según Faith me ha contado, la Semana Santa es una tradición que se celebra sobre todo en Andalucía y que consiste en la procesión de distintas figuras y escenas referentes a la Pasión de Cristo antes de ser crucificado. Van acompañadas de bandas de música y muchísima gente. Me ha enseñado algunas fotos y vídeos y la verdad es que es precioso. Dan ganas hasta de llorar.
     —Oye, ¿y dónde está el macizo de tu novio? —Por la voz y la manera de hablar sé que es Melisa.
     —Aquí. —Salgo del baño en toalla.
     —¡Madre de Dios! —chilla Raquel.
     —¡Virgen Santa! —añade Melisa con los ojos como platos.
     —¡Tápate, Can! —Faith baja la pantalla del portátil.
     —¡Si no se me ve nada! —me defiendo, riendo por su expresión de indignación.
     —¡No cierres el ordenador, capulla! ¡Queremos verle! —Escucho a Melisa seguir gritando.
     Vuelvo a reír y me alejo hasta el vestidor para secarme y vestirme. Hoy es domingo y los padres de Faith vienen a cenar para luego llevársela de vuelta a casa. Hemos cogido por costumbre hacer eso los fines de semana. Algunas veces vamos nosotros a cenar y ya Faith se queda en casa y otros días, como hoy, vienen sus padres y luego ella se va con ellos.
     Saco un vaquero azul, una camiseta de manga corta blanca y unas deportivas del mismo color. Me coloco unos calzoncillos cuando me seco y me visto en lo que Faith termina de hablar con sus amigos. Ella ya se ha duchado y se ha vestido. Supongo que en un rato llegarán sus padres. Me seco el pelo y me lo recojo en una media cola y me siento con Faith en la cama para despedirme de sus amigos.
     —¡Can, tienes que decirme tu secreto para estar tan bueno! —me suplica Pedro.
     —Comer como un cerdo e ir al gimnasio casi todos los días durante al menos una hora —respondo.
     —Lo primero lo haces, te falta coger una pesa por primera vez en tu vida —le dice Faith.
     —¡Uff, qué pereza, quita! —responde su amigo haciendo una mueca de desagrado.
     —A este le da pereza todo menos comer —añade Raquel—. Bueno, chicos, yo me tengo que ir.
     —Y yo —dice Bea. —Voy a ir con Darío al cine. Hablamos otro día.
     —No le hagas ver ninguna pastelada demasiado romántica, Bea —le dice Faith, haciéndonos reír.
     —No prometo nada.
     Nos despedimos entre todos y Faith cuelga la video-llamada antes de apagar mi portátil y dejarlo en la mesita de noche.
     —Bueno —suspira—, pues vamos a ayudar a tu padre con la cena, que yo por lo menos estoy muerta de hambre.
     Ambos nos levantamos de la cama y salimos de mi habitación para ir a la cocina y encontrarnos a mi padre preparando una ensalada. Al oírnos se gira y nos sonríe.
     —¿Necesitas ayuda, papá? —le pregunto.
     En ese momento, el timbre suena, llamando nuestra atención.
     —Sí, que abráis la puerta a mis consuegros —responde.
     —Voy yo. —Se ofrece Faith.
     Me da un beso en la mejilla y sale de la cocina, encaminándose a la puerta. Mientras tanto, yo pongo cubiertos, platos, copas, servilletas y todo lo necesario para la cena, aparte de un paño para la cena que mi padre tiene en el horno y que está a punto de estar lista. No sé qué es exactamente, pero huele delicioso.
     De repente, Sam llega al comedor como un torbellino y viene hasta mí para empezar a saltar a mi alrededor y a lloriquear, emocionado de verme.
     —¡Hola, chulo! —Me agacho para achucharle los mofletes y le doy un beso en la cabeza, que él responde con un enorme lametón en la cara. —Yo también te he echado de menos.
     Miriam y Jesús aparecen dos segundos después seguidos de Faith, y yo me levanto para saludarlos a ambos con un fuerte abrazo.
     —¿Hoy le ha tocado cocinar a tu padre? —me pregunta Miriam, sentándose en una de las sillas.
      Faith se sienta frente a ella y se recoloca el pelo, seguido de las gafas.
      —Faith y yo queríamos ayudarle, pero nos ha echado de la cocina —respondo.
      Mi padre reaparece con una botella de vino y un sacacorchos en la mano, y una sonrisa plasmada en la cara.
     —Bienvenidos —les dice a mis suegros—. ¿Os apetece un vino?
     —Ya estás tardando en abrir la botella, consuegro —responde Jesús.
     —Hijo —me habla mi padre—, ¿la abres tú? Voy a sacar la cena del horno. —Me da la botella oscura.
     —Sí, claro —respondo.
     Mi padre sonríe de nuevo y vuelve a irse a la cocina para traer la comida, en lo que yo abro la botella de vino y nos sirvo las copas a todos. Luego me siento junto a Faith. Un delicioso olor llega a mis fosas nasales y al girar la cabeza veo que es mi padre, que trae en las manos una bandeja humeante, la cual coloca en el centro de la mesa.
     —Ternera en salsa de soja.
     —Huele de maravilla —dice Faith—. ¡Qué hambre de repente!
     —Ya somos dos —añado.
     Mi padre se ofrece a apartar, así que coge nuestros platos y nos sirve ternera, patatas en rodajas, algunas almendras y mucha salsa. Tiene una pinta estupenda. Mi padre siempre ha sido un gran cocinero, y desde que Faith le enseña trucos y recetas, lo es aún más. Hay días en los que ni siquiera salen de la cocina preparando cosas. Y yo las pruebo todas, claro está.
     —¡Qué bueno está esto, Azad! —exclama Miriam, masticando un trozo de ternera.
     —Está para comerse tres bandejas de esas —dice Jesús.
     —Dadle las gracias a Faith, que ha sido la que me ha enseñado a reducir bien la salsa de soja —contesta mi padre, dedicándole una bonita sonrisa a mi preciosa novia.
     Faith se sonroja un poco y bebe algo de vino bajo nuestras atentas miradas.
     —No exagere, señor Azad. Sólo le di un par de truquitos. —Le quita importancia.
     —Es muy modesta ella —digo yo.
     Los tres coinciden conmigo. Siempre le quita importancia a su trabajo, cuando en realidad es fantástica en lo que hace. Para mí es la mejor chef y siempre lo será. Siempre va a ser la mejor en todo.
     Cenamos mientras charlamos animadamente sobre la visita próxima de la familia de Faith y de la ilusión que le hace a mi padre conocerles por fin. Sé que vinieron un par de veces mientras Faith estuvo mal, pero no llegaron a conocerse. Va a ser la primera vez que se vean.
     Sam no nos quita los ojos de encima en ningún momento y cada dos por tres se sostiene sobre las patas traseras para darle a Faith un toque en el brazo pidiendo comida. Ella le da pequeños trozos de pan y besos en el hocico y eso lo mantiene calmado durante diez minutos.
     Cuando terminamos de cenar y recogemos la mesa entre todos, nos sentamos en el salón trasero a tomar algo, mientras seguimos hablando.
     —Faith puede quedarse aquí durante la semana, ¿verdad, papá? —digo cuando Miriam nos cuenta cómo distribuirá a la familia en su casa, como respuesta a la pregunta de mi padre.
     Mi padre asiente y traga el sorbo de whiskey que tiene en la boca.
     —¡Claro que puede quedarse! Y así me enseña a hacer las galletas de coco, que están muy ricas —dice.
     Faith ríe tiernamente.
     —Claro, le enseñaré a hacer todas las galletas que quiera —responde ella, abrazada a mí.
     —Y yo duermo contigo todas las noches. Todos salimos ganando —añado yo.
     Faith me da un beso en la barba como respuesta a mis palabras y yo le acaricio el pelo, bajo las tiernas miradas de mi padre y mis suegros.
     —¡Ay, cómo pasa el tiempo! Uno se me casa y el otro cuando me dé cuenta hace lo mismo —dice mi padre en un tono dramático.
     —¡Cómo lo sabes! —dice Jesús—. Parece que fue ayer cuando Faith cantaba sin que se le entendiera nada y sin dientes. No le salieron hasta el año y dos meses.
     —Este era un torbellino. —Me señala mi padre. —Se subía a los árboles para dibujar y se pasaba el día de porrazo en porrazo. No sé ni cómo sigue vivo.
     —Tengo siete vidas como los gatos —respondo.
     —Pues procura no consumirlas todas, por favor —me pide Faith, dándome un par de tortazos cariñosos en el pectoral.
     —Tú tranquila, que todavía me quedan seis —bromeo.
     Todos reímos y ella me da un beso en la mejilla, que yo respondo con otro en la frente, haciéndola sonreír. Qué bonita es.
     Cuando se hace bastante tarde, Miriam y Jesús anuncian que es hora de marcharse, ya que Jesús mañana madruga y Miriam tiene que abrir la tienda. Así que Faith se levanta, lo cual hace que Sam también lo haga, va a mi habitación a por sus cosas y vuelve lista para irse a casa.
     Mi padre y yo nos levantamos del sofá para acompañarlos hasta la puerta y les doy un abrazo a Miriam y Jesús como despedida, para luego abrazar a Faith por la cintura y pegar su cuerpo al mío. Ella apoya las manos en mi pecho.
     —Mañana tengo una reunión sobre unas fotos, pero luego voy al restaurante, ¿vale? —le digo, acariciándole el flequillo.
     —Vale —responde ella con una preciosa sonrisa. —Buenas noches.
     Aunque no quiera que se vaya y lo único que quiera sea meterla en casa y no soltarla nunca, le agarro la cara y le doy un suave beso en los labios, que ella corresponde al instante, rodeándome el cuello con los brazos y acariciando mi lengua con la suya.
     —Buenas noches, mi amor. Te quiero —le digo sobre los labios.
     —Yo más.
     Un ladrido de Sam nos interrumpe y, al mirarle, lo vemos sentado junto al coche de los padres de Faith, quienes ya están dentro esperando y hablando con mi padre, que está de pie junto a la puerta. La postura de Sam indica claramente un "no pienso moverme de aquí si Faith no viene".
     —Tengo que irme ya —dice Faith.
     —Vale. —Hago una mueca triste con los labios.
     Faith me da un último beso, esta vez en la mejilla, y luego se gira y camina hasta el coche. Sam mueve el rabo contento cuando la ve acercarse y se levanta a toda prisa cuando ella abre la puerta del coche y le dice que suba. Él da un salto para montarse en el asiento trasero y Faith se coloca a su lado. Acto seguido, Jesús arranca el motor del coche y sale del porche hacia la calle marcha atrás. Toca el claxon y acelera, alejándose y perdiéndose en la siguiente esquina.

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¡¡Hola, chiquis!!

Espero que os haya gustado el capítulo y que la historia de Faith y Can os esté encantando.
Besitossssss 💖💖

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