Faith.
El parque de atracciones está bastante tranquilo cuando llegamos por la mañana, pero a medida que las horas van pasando, la gente empieza a llegar y todo se llena sin previo aviso.
Mis primos se montan en todas las atracciones que pueden y mis titos les dejan montarse, se compran chucherías, juegan al tirapichón y casi salen llorando de la casa del terror después de insistir hasta la saciedad porque querían entrar. Son muy monos, pero cansinos como ellos solos. Por separado son buenísimos, pero juntos son un torbellino. El pequeño piensa las gamberradas y el mayor se encarga de hacerlas. Luego se pelean cuando mi tita Marisol o mi tito Miguel les riñen y uno de los dos (por lo general Unai) acaba llorando. Los adoro, pero a veces me entran ganas de estrangularlos.
Ahora mismo están paseándose por los juegos y los puestos de juguetes mientras el resto tomamos café y algunos dulces caseros para merendar.
—Un delicioso algodón de azúcar para la mujer más bonita de este mundo —La voz de Can habla a mis espaldas y un enorme algodón de azúcar rosa entra en mi campo de visión.
Suelto una risa y agarro el palo.
—Gracias —Cojo un poco y me lo como—. ¿Quieres?
Le pongo un trozo sobre los labios y el abre la boca. Mordisquea la yema de mi dedo con una sonrisa pícara y a mí me entra un calor sofocante que me obliga a tragar saliva. La cosa se vuelve aún más intensa cuando Can se pega a mí y acerca los labios a mi oreja. Para disimular, empiezo a coger trozos de algodón y a comérmelos para que parezca que estoy de lo más normal, cuando en realidad estoy a punto de sufrir un cortocircuito a causa del olor de Can, de su cercanía y de esa manera tan suya de seducir sin ni siquiera esforzarse.
—Me encanta el culito que te hace esta falda —Me acaricia la cintura y baja un poco la mano hasta el inicio de mi glúteo.
—Can… —digo en un tono de advertencia—. Hay gente aquí y mi familia está a diez metros.
—Más razón para aprovechar e irnos solos —Me besa la oreja con disimulo y yo aprieto los muslos, conteniendo mi excitación.
—Sube esa mano ahora mismo, Can Doğan —le advierto de nuevo.
—¿Seguro que quieres eso? —ronronea en mi oído.
La piel se me eriza ante el roce de sus labios y su voz grave, profunda y aterciopelada hace que las mariposas de mi estómago se conviertan en dinosaurios furiosos. Si no se aleja ya, voy a tirarme encima de él y nos van a multar por exhibicionismo y por corromper las mentes inocentes de menores con piruletas
Los dientes de Can agarran el lóbulo de mi oreja y tiran suave y disimuladamente de él. El muy capullo sabe lo mucho que me pone que haga eso.
<<Señor, ayúdame a no caer en la tentación y aguantar hasta llegar a casa>>, suplico en mi fuero interno, intentando contener mis instintos más primitivos.
Para mi suerte, o tal vez no, no lo tengo claro, mis primos hacen acto de presencia una vez más.
—Can, ¿te montas con nosotros en el canguro? —le pregunta mi primo Miguel.
—Creo que te reclaman —murmuro lo suficientemente alto para que me oiga.
Cojo otro trozo de algodón y me lo como.
—Ve preparándote, porque esta noche no vamos a parar hasta que nos desmayemos —susurra en mi oído. Se separa—. Bueno, chicos —habla más alto a mis primos—, ¿al canguro, entonces?
—¡Sí! —gritan mis primos al unísono, contestando a su pregunta.
Una vez todos terminan de tomarse sus cafés, vamos al canguro, donde Can compra unos tickets y se monta con mis primos, quienes no dejan de chillar y reír en todo el recorrido, encantados con la experiencia. Can los cuida todo el tiempo y es tan tierno que todos nos quedamos embobados.
—Es un encanto con los niños, eh —dice mi tita Inés, sonriendo.
—Es como un imán para los niños —digo—. Le ven y se pegan a él. Y a Can le encantan —Los miro tierna.
—Ponte un babero, que te chorrea la baba ya —se burla mi tito Andrés.
—Envidia, eso es lo que tienes —lo chincho.
—Un poco, la verdad —reconoce—. Dímelo de una vez, ¿es tan bueno en la cama como parece?
Río. Las ocurrencias de este hombre.
—Es mejor todavía —contesto.
Mi tito suelta un jadeo silencioso y mis titas y mi madre se parten de la risa ante la expresión de pena, excitación y envidia fingidas que hay en su cara. Así es él. La verdad es que me encantaría que encontrara a alguien que le hiciera feliz de verdad. Aunque es cierto que liga mucho (porque es muy guapo y carismático) y tiene sus rollos, aún no ha encontrado a esa persona especial. Y no porque él no haya querido, si no porque, o los tíos que le interesan terminan siendo unos gilipollas que solo sirven para un par de polvos, o no quieren nada serio con él y se largan a los dos días. Sólo ha tenido un par de relaciones serias y han acabado como el culo.
Can y mis primos se bajan del canguro cuando el trayecto termina y vienen hacia nosotros. Can habla con mi primo Miguel sobre fútbol y Unai mira a Can, embobado en cada gesto que hace. Es adorable.
Pasamos el resto de la tarde recorriendo cada rincón del parque de atracciones. Compramos más chucherías, Can les consigue a mis primos dos peluches enormes en el tirapichón, aparte de conseguirme a mí un gigantesco corazón con un ‘I love you’ enorme en el centro, que me hace sonreír como una boba y besarle intensamente, provocando exclamaciones silenciosas en mis familiares, y nos hacemos fotos y más fotos.
—¿Entramos? —le propongo a Can cuando pasamos por el lado de un photomathon.
Él sonríe.
—Pues claro, amor —Da un paso y corre la cortina—. Tú primero.
Entro y me siento en el banco, frente a la cámara. Can se sienta a mi lado y cierra la cortina para que los demás no nos vean. Elige las opciones en la pantalla táctil y cinco segundos después la cámara empieza a disparar para hacernos las cuatro fotos. En la primera salimos sonriendo, en la segunda sólo nos miramos con los ojos brillantes, en la tercera yo le doy un beso en la mejilla mientras el ríe y en la última nos besamos.
—Han quedado preciosas —sonrío al coger las fotos cuando salen impresas.
—Eso es porque estás tú en ellas —dice él.
—Tonto —Río—. Anda, toma tu copia —Le doy una de las tiras de cuatro fotos.
—La pienso enmarcar en mi habitación —me asegura.
Le miro con todo el amor que mi corazón es capaz de soportar y me alzo un poco para darle un beso en los labios, el cual Can alarga sujetando mi mejilla e introduciendo su lengua en mi boca.
—Te quiero —le susurro cuando nos separamos.
—Yo te quiero más, cariño. No te haces una idea de cuánto —Me acaricia la piel de las mejillas con los pulgares.
Acaricio su nariz con la mía en un beso de esquimal y Can sonríe de esa forma tan especial que me enamora aún más y me da otro beso antes de entrelazar nuestros dedos y volver con el resto para cenar algo antes de irnos. Nos decantamos por un puesto que prepara alitas de pollo asadas con curry. Están tan ricas que como hasta que ya no puedo más y prefiero no comer ni postre. Para terminar el día nos montamos en la noria y cuando me subo con Can en la cabina recuerdo la primera vez que vinimos aquí juntos. Fue un día muy bonito. Y también me fui de aquí con un peluche.
—¿En qué piensa esa cabecita tuya? —Can me aparta el pelo del cuello y apoya barbilla en mi hombro.
Yo giro la cabeza para mirarle y vuelvo a dirigir mis ojos a la ciudad iluminada. Es increíblemente bonita desde lo alto de la noria. Los edificios, los puentes iluminados, el tráfico…
—En que soy increíblemente feliz —respondo.
Siento a Can sonreír y sus labios se posan en mi piel para darme un suave beso.
—Ya somos dos —dice él.
Vuelvo a mirarle y nuestros ojos conectan durante unos segundos en los que se comunican entre ellos, brillantes e intensos. Luego Can mira mi boca y se inclina para besarme una vez más, esta vez con Estambul de fondo.Cuando llegamos a su casa el señor Azad ya se ha ido a la cama. Hoy ha ido a almorzar con “alguien”. Me da en la nariz que en unas semanas les presentará a Can y a Engin su nueva ilusión.
—Eh, eh, eh —Can me agarra de la cintura cuando llegamos a su dormitorio e intento entrar en el baño—, ¿adónde crees que vas?
Sus brazos me atraen hacia su pecho y mi espalda queda pegada a su duro y cálido torso.
—¿A cambiarme? —Frunzo el ceño.
Separa una mano de mi cintura y me retira el pelo del lado derecho del cuello. Acerca sus labios a mi piel y empieza a repartir suaves besos, haciendo que mi cuerpo entre en calor en cuestión de segundos y tenga que cerrar los ojos y morderme el labio.
—¿Ya se te ha olvidado lo que te he dicho antes? —murmura en mi oído en un tono sensual.
<<Como para olvidarlo. Es una tentación andante>>, pienso.
—Ajá —tartamudeo en respuesta—. Pero… ¿no puedo cambiarme antes?
Emite un sonido como negación.
—Quiero desnudarte yo —Su mano baja hasta mi muslo cubierto por unas medias finas y se introduce bajo la falda.
Mi corazón late con más y más fuerza y mi ropa interior se humedece más y más con cada segundo que pasa. Suelto un jadeo de sorpresa cuando me da la vuelta y me tumba en la cama en un rápido y hábil movimiento. Luego se coloca a horcajadas sobre mis piernas, me dedica una sonrisa lujuriosa y se quita la camisa negra, lanzándola hacia el baño antes de bajar hasta mí y estampar sus labios contra los míos en un intenso beso.
Me desnuda muy lentamente, recreándose en cada movimiento mientras yo le acaricio y me aguanto los gemidos que quieren salir de mi boca.
Hacemos el amor hasta que caemos rendimos en la cama después de dos orgasmos y me quedo dormida con la cabeza de Can sobre mi pecho, mis manos acariciando su pelo suelto y las suyas acariciando mis manos. Lo último que siento es cómo sus labios me dan un beso en el lado izquierdo del pecho, justo encima del corazón.----------
Hola, chiquisss ✨.
Siento haber tardado tanto en subir capitulo. He estado bastante liada y casi no tengo tiempo.
Espero que el capítulo os haya gustado mucho 💖.
En cuanto tenga un huequecito, subiré el siguiente ❤️❤️.
Besitossssss 🥰.
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VOLVER A TI (YSETE 2)
RomanceDespués de que el amor de su vida se fuera sin más, Faith queda sumida en un oscuro pozo al que no encuentra ninguna salida. Cuando sale del centro psiquiátrico en el que deben ingresarla por una fuerte depresión, se propone a sí misma recuperarse y...