CAPÍTULO 4

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Can.

El aeropuerto de Estambul está medio vacío cuando mi avión aterriza a las ocho y cuarto de la tarde. Abandono el avión y camino por la terminal hasta la cinta transportadora para coger mis maletas. Cuando salgo del aeropuerto casi no puedo creerme que esté aquí de nuevo, después de nueve largos y dolorosos meses.
     Lleno mis pulmones de aire y me humedezco los labios con la lengua, antes de encaminarme al aparcamiento. A no ser que mi hermano o alguien más recogiera mi coche cuando me fui, este debe seguir aquí, donde lo dejé. Le doy mis datos al guardia de seguridad, un hombre corpulento y canoso de unos cincuenta años y, tal y como sospechaba, mi coche sigue aquí. El guardia me da las llaves de mi Mercedes clase X color gris metalizado.
     Cuando me subo al coche siento que el corazón se me para. Huele a ella, a Faith. Ese día fuimos juntos a ver el salón en el que mi hermano iba a celebrar su boda. Miro el asiento del copiloto y me la imagino ahí sentada, junto a mí. Me la imagino mirándome con una sonrisa, diciéndome que le encanta verme conducir y que me quiere; y yo le acaricio la mejilla y agarro su mano para colocarla sobre mi muslo. Todo era perfecto con ella.
     <<Parece que hace una eternidad desde la última vez que eso pasó>>, pienso, apretando las manos sobre el volante.
     Arranco el motor y salgo del recinto del aeropuerto para ir a casa. Mi hermano y mi padre no tienen ni idea de que he vuelto. Les daré la sorpresa. Mientras conduzco, observo la ciudad y me doy cuenta de que nada ha cambiado. Sé que sólo han pasado nueve meses, pero para mí han sido como una eternidad. Es increíble como antes todo el tiempo que pasara fuera me parecía poco y esta vez me he sentido como si llevara años fuera.
     Observo la ciudad iluminada por las luces, puesto que ya ha anochecido, observo a la gente caminando por las aceras, los coches yendo de un lado a otro, los autobuses, los taxis… lo observo todo. Todo está igual que siempre. Menos yo. Y no lo volveré a ser hasta que vuelva a verla.
     Cojo la segunda salida de una rotonda y dos minutos después estoy entrando en la calle en la que se encuentra mi casa. Abro el portón metálico con el mando que tengo en la guantera, el cual sorprendentemente sigue teniendo pilas, y aparco el coche en el porche. El coche de mi hermano no está, así que probablemente no esté en casa. Lo más seguro es que esté con Gamze.
     Bajo del coche y cojo mi equipaje para luego abrir el bolsillo delantero de mi mochila y sacar las llaves. Si he de ser sincero, creía que nunca más volvería a usarlas, pero he de darle las gracias a Metin por hacerme reaccionar de una vez. Introduzco la llave en la cerradura, temblando, y la giro muy despacio, tomándome un poco de tiempo. En cuanto suena el ‘click’ me pongo más nervioso. Entro dentro y cierro la puerta con el pie. Camino muy despacio por el pasillo, observándolo todo. No se escucha ningún sonido. No hay nadie. Y cuando paso por el salón los recuerdos me perforan el cerebro: Faith y yo tumbados en el sofá viendo películas, besándonos, abrazándonos; Faith y yo sentados en el comedor, comiendo con mi padre, con mi hermano, con sus padres, con los chicos…; Faith y yo cocinando, desayunando juntos y persiguiéndonos el uno al otro por la cocina, riéndonos y siendo felices.
     Y es cuando llego a la puerta de mi habitación cuando el corazón se me para. Las manos me empiezan a sudar y me tiemblan las piernas al tocar el pomo. Lo giro con suma lentitud y abro. Doy un paso y entro. Alargo la mano hasta el interruptor y enciendo la luz. Todo está igual que lo dejé el día que me fui. Me siento en la cama y paso las manos por encima del edredón y más recuerdos me vienen a la cabeza. Recuerdo lo feliz que dormía cuando Faith se quedaba aquí a pasar la noche. Recuerdo abrazarla muy fuerte y que ella entrelazara nuestros dedos porque decía que eso la hacía sentirse segura. Recuerdo pasarme las horas observándola dormir, haciéndole el amor y haciéndole fotos.
     Dirijo mi mirada al baño y sonrío. Recuerdo la primera vez que nos duchamos juntos y lo nerviosa que se puso. Recuerdo observarla lavarse los dientes para ponerse esa funda dental que tanto odiaba. Recuerdo verla maquillarse cuando íbamos a salir. Lo recuerdo todo.
     <<Necesito verla>>, me digo, levantándome de la cama.
     Ya desharé las maletas luego.
Salgo de casa y en vez de subirme al coche, decido ir caminando. Me apetece caminar un rato por el paseo marítimo. Ando mientras el paseo es iluminado por las farolas y la brisa del mar me da en la cara. Echaba de menos el olor a mar. Más recuerdos llegan a mi cabeza mientras camino, como las tardes en las que venía con Faith a pasear a Sam, los días que cenábamos en los puestos de comida o simplemente veníamos a sentarnos en las rocas a mirar el mar.
     Al llegar al barrio en el que vive Faith y la mayoría de nuestros amigos siento que todo me da vueltas. Camino con las manos metidas en los bolsillos del vaquero y observo las tiendas, las casas coloridas, la gente tomando té en las terrazas y los niños correteando y jugando. Paso por delante de la casa de Ömer y me doy cuenta de que el coche de mi hermano está aparcado en la puerta, y que los coches de Murat y Ahmet también están, además del de Damla.
     <<Están todos aquí. Y si están todos, Faith también. Tiene que estarlo>>, pienso en mi cabeza.
     ¿Debería entrar?
     Los nervios se me instalan en el estómago al pensar en volver a verlos a todos, pero sobre todo por volver a ver a Faith. ¿Cómo estará? ¿Estará cabreada? ¿Me odiará? ¿Me echará de menos? ¿Me seguirá queriendo?
     <<No lo sabrás hasta que no entres, Can. Vamos, ve>>, me anima mi subconsciente. Sí, voy a entrar. Y si está aquí voy a decirle lo mucho que siento lo que le he hecho, como si me tengo que poner de rodillas.
     Cierro los ojos unos segundos y respiro hondo hasta que me siento totalmente preparado para entrar. Allá voy. Abro la pequeña puerta de madera y camino hasta la puerta principal, pero al final decido hacer lo que hago siempre que vengo a esta casa y cambio de dirección hacia la parte trasera, que da al jardín.
     <<El día que conocí a Faith hice lo mismo>>, recuerdo. En ese momento no tenía ni idea de que mi vida iba a cambiar tanto en tan sólo unos segundos.
     Cruzo por el lateral de la casa hasta el jardín y cuando llego me los encuentro a todos, excepto a Faith y a Ömer. Cihan está sentado al lado de Azra y ambos sonríen por algo que están hablando, Damla habla con Gamze de algo que las hace estar un poco serias, mi hermano mira algo en su móvil, concentrado, y Mesut charla con Murat y Ahmet sobre algo que están viendo en el móvil de éste último. Todo parece normal. Todos siguen igual. Visten del mismo modo, no han cambiado nada en su aspecto físico, pero hay algo en ellos, en sus miradas, que sí es distinto.
     Entonces mi hermano Engin levanta la cabeza y sus ojos conectan directamente con los míos, como si me hubiera sentido. Y su expresión cambia totalmente, volviéndose nerviosa, temerosa e incluso enfadada. Pronuncia algo que no soy capaz de entender, pero que los demás sí, y eso les hace levantar la cabeza y mirar en mi dirección. Y me miran como si hubieran visto al mismísimo diablo.
     -Pero ¿¡qué coño?! – chilla Gamze -. ¿¡Qué hace este aquí?! – se levanta de la silla como un resorte.
     -Hostias… - murmura Murat, con los ojos abiertos como platos, flipando.
     -Esto no va a acabar bien – dice Cihan, empezando a hiperventilar.
     Los miro a todos sin entender por qué me miran así, ni por qué dicen esas cosas.
     Mi hermano se levanta y todos hacen lo mismo. Engin se acerca a mí y me mira con urgencia. Me coge del brazo e intenta tirar de mí hacia fuera.
     -Can, tienes que irte – me dice de forma apresurada.
     -¿Por qué? ¿Qué pasa? – me suelto de su agarre -. ¿Dónde está Faith?
     -Tienes que sacarle de aquí ya, Engin – le pide Damla, mirando con ojos asustados  hacia la entrada de la casa que da a la cocina.
     -Hay muchas cosas que nos sabes, Can – me sigue diciendo Engin. Vuelve a cogerme del brazo para tirar de mí -. Te lo contaré todo en casa. Pero ahora tienes que salir de aquí.
     -¿De qué… - empiezo a decir.
     -Oye, chicos, ¿cuánto… - Faith sale de la cocina con una bandeja llena de comida, hablando y al levantar la mirada, sus ojos chocan con los míos.
     Sigue igual de hermosa que siempre. Su pelo rizado está suelto, aunque le ha crecido unos cuantos centímetros; sigue teniendo esas curvas que tan loco me han vuelto siempre; ha cambiado sus gafas de pasta rosas por unas un poco más grande en tonos blancos y negros, como el estampado de una cebra, que le quedan preciosas; su piel sigue siendo de ese moreno tan bonito, aunque está un poco pálida; y va vestida con un pantalón verde militar, una camiseta negra y una chaqueta también verde encima, todo combinado con unas deportivas blancas. Sin embargo, no veo el collar con el corazón de cuarzo rosa que le regalé.
     El corazón se me acelera, las manos me hormiguean por las ganas que tienen de tocarla, un enorme nudo se me instala en la garganta, mi cuerpo tiembla y hasta se me corta la respiración.
      -Faith… - susurro, sin poder creer que la tenga delante de mí de nuevo, que nos estemos mirando a los ojos.
     La bandeja que lleva en las manos cae al suelo en cuanto me ve y se rompe en mil pedazos, provocando un enorme estruendo. Me mira como si fuera un fantasma. Sus ojos se llenan de lágrimas, se llenan de miedo, de mucha angustia y de un dolor tan intenso y profundo que me perfora el alma. El mentón comienza a temblarle con fuerza y se muerde el labio inferior con fuerza mientras niega con la cabeza una y otra vez, dando pasos hacia atrás, alejándose. Una lágrima le resbala por la mejilla y su rostro se contrae por el llanto. Suelta un sollozo silencioso y se da la vuelta y entra en la cocina para luego salir corriendo.
     -¡Faith, espera! – hago el amago de seguirla, pero mi hermano me detiene con la ayuda de Murat y Ahmet, que me aguantan de los hombros.
     -¡Voy a por ella! – Damla se levanta corriendo y sale en la misma dirección que Faith.
     -Te acompaño – habla Azra, haciendo lo mismo.
     Los demás se quedan sin saber para dónde tirar y optan por alejarse de la mesa y dar vueltas por el jardín de la casa de mi amigo, quien no tengo ni idea de dónde está.
     -Será mejor que esperemos a que vuelvan – murmura Mesut.
     -Se va a liar gorda cuando venga Ömer – dice Ahmet en el mismo tono.
     Y yo me quedo mirando hacia la cocina, sin entender una mierda de todo esto, mientras los chicos hablan entre ellos y mi hermano me mira con tristeza.
     ¿Qué coño acaba de pasar?

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora