CAPÍTULO 8

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Can.

Termino de escribir el correo al director general del National Geographic con las fotos que he hecho durante estos nueve meses para que elija con la ayuda de sus redactores las fotos que quiere publicar en su revista y así poder retocar lo necesario. Sé que allí tienen muy buenos editores, pero son mis fotos y me gusta darles mi toque. Cierro el ordenador cuando termino y lo dejo sobre la mesita de noche.
     Han pasado tres días desde que llegué y no he vuelto a ver a Faith. Mi hermano me pidió que le diera unos días para que pueda asimilar que he vuelto. Quiero verla con todas mis fuerzas, pero sé que esto es lo mejor.
     Al día siguiente de volver me puse a deshacer el equipaje y cuando abrí uno de los cajones del armario me encontré el collar con el corazón de cuarzo rosa que le regalé a Faith la primera noche que fuimos a acampar al bosque. Lo cogí entre mis dedos y una sensación de vacío me inundó el pecho al ver que ya no lo tenía. Cuando la vi había tenido la esperanza de que lo llevara bajo la ropa, o que lo tuviera en casa guardado. Pero no, lo había dejado aquí.
     Mi hermano apareció en la puerta mientras yo observaba el colgante y recordaba esos días en los que lo llevaba puesto y lo acariciaba con cariño para luego sonreírme.
     -Me lo devolvió cuando salió del psiquiátrico – me dijo, apoyado en el marco de la puerta -. Me dijo que si te volvía a ver te lo diera para que se lo regalaras a la que realmente fuera el amor de tu vida – me contó.
     -Ella es el amor de mi vida – recalqué. Nadie más llevará ese collar si no es ella.
      Me senté en la cama y acaricié el colgante con sumo cuidado, delineando cada una de las líneas del corazón.
     -Pues ella ahora cree que sólo ha sido un juguete que te sirvió hasta que te aburriste y te largaste. Así que vas a tener que demostrarle lo que realmente significa para ti si quieres que vuelva a confiar en ti, Can – me dijo.
     Me dio una palmada cariñosa en el brazo y se fue, dejándome solo en mi habitación.
     Me saco el colgante del bolsillo del pantalón, donde lo llevo desde que lo encontré, y lo acaricio. Una sonrisa débil se forma en mi boca y me acerco la piedra a los labios para darle un suave beso, cerrando los ojos. Al abrirlos, van a parar a los cuadernos de Faith, colocados encima del escritorio. Aún no he sido capaz de abrirlos. Me da miedo lo que pueda poner en ellos.
     <<Tengo que leerlos. Necesito leerlos>>, me digo.
     Tomo aire y lo suelto muy despacio, y me levanto de la cama y camino hasta el escritorio. Alargo la mano hasta los cuadernos oscuros y cojo el que tiene un adhesivo blanco con el número 1 escrito en él. Acaricio la portada del cuaderno y me siento en la cama con las piernas cruzadas.
     <<Allá voy>>.
     Abro el cuaderno y nada más reconocer su caligrafía siento un pellizco en el corazón. Trago saliva y me humedezco los labios con la lengua antes de empezar a leer:
     ‘28 de marzo:
     Llevo dos semanas en el hospital psiquiátrico en el que me han ingresado por lo que llaman Trastorno Depresivo Mayor. Desde el primer día he tenido sesiones de terapia con una psicóloga que se llama Lale. Es maja y bastante agradable. Me ha recomendado que escriba diarios con mis pensamientos y sentimientos, ya que no me apetece mucho hablar. Dice que eso me ayudará a estar menos tensa y a expresar lo que estoy experimentando.
     Aquí me obligan a salir a pasear, a comer lo poco que me entra y a tomar pastillas dos o tres veces al día. Unas son vitaminas, otras son antidepresivos y otras me ayudan a dormir por las noches un poco. La psicóloga me ha dicho que estoy pasando un periodo de duelo por su marcha y que es normal que me sienta así, pero que con el tiempo empezará a doler menos.
     Sólo quiero llorar y meterme bajo las sábanas para no salir jamás. Hace más de tres meses que él se fue y tengo más que asimilado que no volverá, aunque eso no hace que duela menos, al contrario, duele mucho más. Porque no volveré a tenerle a mi lado, abrazándole. Constantemente le veo, le oigo, le huelo, y parece tan real que incluso creo que puedo tocarle. Pero sólo son alucinaciones, o eso me ha dicho la doctora. Hay instantes en los que le echo tanto de menos que lo único que quiero es desaparecer de este mundo, porque me odio por ello. Me odio porque le amo y le extraño como al oxígeno de mis pulmones. Y él simplemente se hartó de mí, me dijo cosas hirientes y se largó como si nada. Y duele. Duele darse cuenta de que la única persona a la que has amado en tu vida nunca te haya querido’.
     Sigo leyendo una página tras otra, leo cada palabra de dolor que Faith escribió en estas hojas, veo los tachones de tinta hechos con rabia, veo las marcas de lágrimas secas en los márgenes… La veo a ella escribiendo su dolor en este cuaderno, sentada en su cama del hospital vestida con ese pijama blanco que te ponen y llorando porque cada cosa que escribe le quema el alma tanto como a mí leerlas.
     Cierro el cuaderno cuando la fecha va llegando a mediados de abril y el desconsuelo que tengo en el pecho no hace sino aumentar con cada palabra que leo. Me aprieto el puente de la nariz con los dedos pulgar y corazón para calmar un poco las ganas de llorar que tengo de nuevo y suelto el cuaderno sobre la almohada de mi cama.
     Joder, que te cuenten cómo se sintió es una cosa, pero leerlo de su puño y letra duele como si me clavaran mil puñales en el pecho a la vez. Pensar que se sintió abandonada, que sintió que yo no la quería, que piensa que fui porque me cansé de ella, que cree que sólo fue un juguete para mí.
     <<Necesito salir a tomar el aire>>, pienso.
     Me levanto de la cama y me acerco al armario para sacar unos pantalones cortos de deporte negros, una camiseta de manga corta del mismo color y unos deportes grises. Me cambio de ropa y salgo de mi habitación, encontrándome a mi hermano y a mi padre cenando en la cocina.
     -¿Adónde vas a estas horas, Can? – me pregunta mi padre.
     -Voy a salir a correr – contesto en un tono de voz un poco tenso -. Volveré en un rato.
     Suspiro y paso de largo sin escuchar su respuesta. Camino hasta la puerta y la abro cerrándola detrás de mí. Estamos a mediados de septiembre y ya empieza a refrescar, pero puesto que nunca he sido muy friolero, me parece una buena temperatura.
     Corro por la calle a un buen ritmo y decido coger por el puerto. Me gusta correr por el paseo marítimo y que la brisa marina me dé en la cara. Además, ver el mar iluminado por la luna y las luces a lo lejos no tiene precio. Al menos me ayuda a relajarme en estos momentos. Paso por delante de una señora que pasea a su perro y por el lado de una pareja que está sentada en un banco, abrazándose y haciéndose arrumacos el uno al otro. Y siento envidia, porque ahora no hay nada en este mundo que pueda querer más que volver a estar así con Faith, abrazarla, besarla, decirle que la quiero.
     Me detengo un buen rato después y decido sentarme un rato sobre las rocas para tomar descansar un poco antes de volver a casa. El sonido de las olas rompiendo en las rocas de la parte inferior me relajan y cierro los ojos, recordando esos días en los que venía aquí con Faith y nos sentábamos abrazados a ver la puesta de sol.
Por instinto, giro la cabeza hacia la izquierda y me la encuentro, caminando sola por el asfalto, con las manos metidas en los bolsillos de su sudadera verde oscura, mirándose los pies mientras camina. El pelo le tapa un poco la cara, pero ella se lo aparta con la mano y se lo esconde tras la oreja.
     Después de tres días la estoy viendo de nuevo, la tengo de delante de mí. Y creo que ella percibe mi mirada sobre su cuerpo, porque levanta la cabeza y sus ojos impactan con los míos. Sus pies se detienen en seco sobre la calle y su rostro se vuelve tenso, nervioso, como si el simple hecho de verme le produjera malestar. Y entonces se da la vuelta y camina a paso ligero por donde ha venido, alejándose.
     Pero no puedo dejarla ir. Me levanto de las rocas como un cohete y corro tras ella, llamándola, pidiéndole que pare. Sin embargo, ella se limita a caminar sin hacerme ningún caso, hasta que la cojo el brazo para detenerla. Volver a tocarla después de tanto tiempo hace que un escalofrío me recorra el brazo hasta la columna y que una sensación de paz me invada por la calidez de su piel. Mis fosas nasales perciben ese aroma a vainilla que tanto he echado de menos durante estos meses y se me hace la boca agua al olerla de nuevo. Siempre adoraré ese olor a vainilla que desprende su piel.
     -Faith, espera – le pido con la respiración agitada.
     -¡Suéltame! – zafa con fuerza su brazo de mi mano y se aleja.
     -¡Espera un segundo, por favor! – me planto delante de ella y la detengo.
     Un dejá vù del día en que le declaré mi amor me viene a la cabeza y me siento fatal por la situación en la que estamos ahora.
     Faith me dedica una mirada llena de enfado y sus ojos me lanzan puñales. Sus ojos, esos ojos que antes me miraban con adoración y puro amor, ahora me observan con rencor… con odio.
     -Déjame en paz, Can – me gruñe, e intenta esquivarme, pero yo vuelvo a colocarme delante de ella -. ¡Déjame pasar de una vez! – me chilla, a punto de perder los nervios.
     Sus ojos están encendidos por la ira y empiezan a humedecerse por las lágrimas que se están empezando a formar en ellos. Yo la miro, sintiéndome una mierda por hacerla llorar, pero es que no puedo dejarla ir. No quiero volver a tenerla tan lejos, aunque sea lo que me merezco.
     -¿Qué coño quieres de mí, Can? ¿Por qué estás aquí? ¿Te has hartado de darle la vuelta al mundo y quieres joderme más la vida? – me dice en un tono lleno de enfado y rencor.
     Niego con la cabeza y doy un paso hacia ella, con lo que sus pies retroceden por instinto, y eso me meta por dentro.
     -He vuelto por ti, porque te quiero – confieso en un tono intenso, lleno con todo lo que siento por ella.
     Faith niega con la cabeza, se recoloca las gafas y se pasa las manos por el pelo, tirándose de las raíces.
     -Has tenido nueve meses para volver y decirme que me querías. Pero no lo hiciste, porque decidiste largarte y abandonarme como si no fuera nada – me gruñe -. Y no lo hiciste porque no me querías y nunca lo hiciste. Porque eres un puto egoísta que sólo piensa en sí mismo y porque te comportaste como un cobarde al ni siquiera tener el valor de decirme a la cara que no querías estar conmigo, que te largabas. ¡Y encima tuviste la poca vergüenza de dejarle una nota a tu hermano para que me dijera que me querías! ¡Y para colmo vuelves y me sueltas como si nada que vuelves porque me quieres! – me grita llena de dolor. Veo una lágrima cayendo de su ojo e intento tocarla, pero ella se aparta y se la limpia con rabia.
     -Es la verdad, aunque tú creas que soy un cabrón.
     -La verdad es que me enamoré de un capullo que cuando se cansó de mí se largó – me dice en un tono ponzoñoso, como si lo que hubo entre nosotros no hubiera significado nada -. Y no quiero volver a saber nada de ese capullo. Quédate o lárgate, haz lo que quieras. Pero actúa como si yo no existiera, porque yo haré lo mismo – recalca cada palabra, haciendo que se me claven en el alma.
     Me dedica una mirada llena de dolor y resentimiento, y echa a andar, pasando por mi lado sin ni siquiera rozarme.
     Cierro los ojos, intentando calmar la sensación punzante y quemante que me perforan el alma por completo. Respiro hondo y me giro de nuevo, viéndola caminar lejos de mí.
     -No puedo hacerlo, lo siento – levanto la voz para que me escuche bien. Faith se detiene y se gira muy lentamente, con los ojos entrecerrados -. Sé que ahora mismo no crees que te quiera, pero lo hago, te quiero. Y voy a luchar por ti hasta el final. Y voy a demostrarte que nunca he dejado de amarte y que siempre lo haré, Faith. Y que nunca más volveré a dejarte.
     Ella niega con la cabeza y se limpia las lágrimas que le resbalan por la cara como si le quemaran. No tiene ni idea de lo que daría por acariciarla ahora mismo y abrazarla para que llore en mi pecho.
     -Aléjate de mí, Can.
     Y sin decir más, se gira y se va, dejándome con el corazón a mil, la boca seca y un hueco en el estómago al comprobar que esto va a ser más difícil de lo que yo pensaba. Pero no me importa. Voy a recuperarla, cueste lo que cueste.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora