CAPÍTULO 29

132 14 8
                                    

Faith.

Nada más cruzar la entrada del restaurante, Azra, Damla y Gamze se levantan de la mesa en la que están sentadas y corren hacia mí como balas.
     -¿Cómo ha ido? ¿Ha estado bien? ¿Te lo has pasado bien? ¿Qué te ha dicho? – preguntan las tres al unísono.
     Los clientes que hay nos miran de reojo y yo no puedo hacer otra cosa que no sea agarrarlas y tirar de las tres hacia el almacén para hablar.
     -¿A vosotras se os va la perola o qué os pasa? – las regaño -. ¡Que hay un montón de gente aquí!
     -Calla y respóndenos de una vez. ¿Cómo ha ido? – me dice Gamze.
     Me apoyo en una de las estanterías del almacén.
     -Bien, supongo – respondo, encogiéndome de hombros.
     -¿Supones? – las tres fruncen el ceño.
     -Es que ha sido raro. Ha sido raro estar con él a solas después de tanto tiempo – aclaro.
     Ha sido muy extraño, pero al mismo tiempo abrumador. Me he pasado el par de horas que hemos estado en la cafetería de la señora Ikbal temblando, con los nervios en el estómago, esa conocida sensación de vértigo y el corazón casi se me sale del pecho. Y cada vez que me ha mirado a los ojos con esa intensidad y ese amor, me ha hormigueado el cuerpo, el estómago se ha llenado de dinosaurios y mi cuerpo se erizaba como hacía mucho que no me pasaba. Y he sentido que hacía lo correcto, que darle una oportunidad es lo que tengo que hacer.
     Ha habido instantes en los que me costaba mantenerle la mirada o hablar, porque me perdía en sus ojos y su belleza, en la forma en que se toca el pelo y la barba, o cómo se humedece los labios con la lengua. Y cuando me ha limpiado el chocolate de la comisura de la boca… ¡Dios, sentía que iba a estallarme el pecho! Su cercanía, su olor, el calor que irradiaba su piel y su cuerpo…
     -¿Pero te has sentido cómoda, presionada, querías irte…? – me sigue preguntando Azra.
     -Estaba todo lo tranquila que se puede estar después de casi un año sin estar a solas con él – respondo -. Pero me he sentido bien, como si estuviera haciendo lo correcto. Y, bueno, Can sólo me ha rozado para limpiarme un poco de chocolate del labio porque yo no atinaba a limpiarme, pero nada más. Pero esos dos segundos casi me hacen explotar. Estoy sintiendo cosas que no sentía desde antes de que se fuera – cuento -. Y dice que yo mando y marco el ritmo. Y hemos quedado para pasear juntos a Sam pasado mañana – añado.
     Mis amigas sonríen y se acercan para abrazarme.
     -Lo está dejando todo en tus manos, amiga – me dice Damla, acariciándome la espalda -. Quiere asegurarse de que cada paso que deis sea porque tú quieres y estás preparada.
     Formo una media sonrisa. Aunque siga sin confiar, no puedo dejar de reconocer que Can es muy dulce y ha estado todo el tiempo intentando que estuviera cómoda.
     -Lo vais a arreglar, Faith, estoy más que segura – habla Gamze en un tono convencido, el cual me ayuda bastante -. Bueno, ¿cenamos algo?
     -¡Sí, por favor! – responden Damla y Azra al unísono.
     -Pues a cenar se ha dicho – digo.
     Salimos las cuatro del almacén, cierro la puerta y nos encaminamos a la cocina para preparar algo de cenar que nos comemos en nuestra habitual mesa.

-Así que has decidido darle una oportunidad a Can – dice la doctora Aylin, mirándome por encima de sus gafas.
     He llegado hace una media hora y he estado contándole todo lo que ha pasado en estos días que hemos estado sin vernos por mi visita a España. Le he contado que le he dado una oportunidad a Can y que ayer estuvimos juntos, aparte de todo lo que él me ha dicho, lo de ir despacio, que yo digo cuándo y dónde y que él hará todo lo que yo diga.
     -¿Qué es lo que te ha hecho decidirte? – me pregunta, cruzando las piernas.
     Me muerdo el labio, reflexionando.
     -Verle tan mal me hizo pensar que quizás yo había pensado cosas de él que no eran ciertas. Y cuando me pidió que le perdonara y le diera la oportunidad de arreglarlo me puse a pensar y… me di cuenta de que si no lo intentaba iba a arrepentirme siempre. Supongo que he seguido su consejo – le digo. Ella me dijo que si quería estar con él, que lo hiciera, o eso me pesaría siempre.
     La doctora esboza una pequeña sonrisa y se quita las gafas para soltarlas encima de la libreta que tiene sobre las piernas.
     -¿Y cómo te sientes ahora? – sigue preguntando.
     Me rasco el cuello y trago saliva.
     -Siento que estoy haciendo lo correcto – resumo -. Pero aún me da miedo que no salga bien. Me preocupa no ser capaz de confiar en Can, o que el miedo a que vuelva a irse no me deje abrirle mi corazón de nuevo – hablo en un tono bajo, inseguro.
     La señorita Aylin me mira durante unos segundos sin decir nada, analizándome. Luego descruza las piernas y vuelve a colocarse las gafas para apuntar algo en su cuaderno. Levanta la mirada cuando termina y me mira de nuevo.
     -Es normal que tengas miedo y te sientas insegura, Faith. Ha pasado casi un año desde la última vez que estuvisteis juntos. Pero tampoco puedes dejar que esos pensamientos te dominen. Si lo haces, no podrás ser feliz con Can. Tienes que… dejarte llevar.
     Reflexiono sus palabras. Tiene razón, es normal que me sienta así todavía. Supongo que poco a poco, a medida que pase más tiempo con él, me sentiré más confiada y segura a su lado.
     <<Tienes que dejar que todo fluya y hacer lo que sientas en cada momento>>, me recuerdo.
     Hablamos durante un rato más sobre cómo estoy con mi familia y con mis amigos, sobre mis diarios y mis pastillas para dormir, las cuales me dice que siga tomando hasta que vaya a la revisión dentro de un par se semanas y me digan si debo seguir con las pastillas o dejar de tomarlas. La última fue a principios de septiembre y me dijo que siguiera con ellas.
     -¿Qué te parece si espaciamos las citas? Cancelamos las de los miércoles y dejamos lunes y viernes – me dice Aylin cuando nuestra sesión llega a su fin -. Ya te veo mucho mejor. Si lo necesitas o te sientes peor, podemos volver a las tres sesiones semanales.
     Me mira, esperando una respuesta por mi parte.
     -Sí, me parece bien – respondo después de reflexionarlo un poco.
     Creo que me vendrá bien que pasen más días entre sesión y sesión para ser capaz de decidir y hacer las cosas sola.
     Aylin me dedica una sonrisa dulce y me acompaña a la puerta para darme dos besos en las mejillas y decirme que nos veremos el próximo día.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora