CAPÍTULO 23

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Faith.

Han pasado tres días desde que llegué a España y me ha venido bastante bien estar aquí, alejada de todo aquello por unos días. Me he puesto al día con mi familia y mis amigos, he ido a visitar a familiares y a las familias de mis amigos, hemos ido de compras, hemos ido a comer e incluso hemos ido a la pista de patinaje de la ciudad. Ha estado bien.
     Ahora estoy en casa, sentada en el salón con mis amigos, mi tito Andrés, mi tita Inés y mi tita Marisol. Mis padres han ido a cenar con unos amigos a los que hace mucho que no ven, y lo prefiero, porque acabo de contarles a los chicos la conversación que tuve con Can la noche antes de venir, incluida su propuesta de volver a intentarlo. Contar esto delante de mis padres no habría sido lo más conveniente. Prefiero hacerlo en privado con ellos dos solos. Sé que probablemente no les siente demasiado bien que me esté planteando volver a intentarlo con Can, pero es decisión mía, y tendrán que respetarlo decida lo que decida.
     -Así que habéis hablado y te ha pedido una oportunidad – concluye Raquel cuando termino de hablar, abriendo un pistacho y metiéndoselo en la boca.
     Nos hemos puesto a comer frutos secos después de cenar.
     Asiento.
     -¿Y de verdad vas a pensártelo después de todo? – gruñe Ismael con cara de pocos amigos.
     -Le quiero – reconozco, mordiéndome los labios -. Le vi tan mal, tan destrozado… parecía tan frágil y vulnerable allí llorando y contándome lo mucho que me había echado de menos – se me encoge el estómago al recordarlo -. Y lo decía en serio cuando le dije que lo pensaría.
     El resto se mantiene en silencio y ninguno pronuncia palabra hasta que no pasan dos minutos.
     -¿Y qué vas a hacer, Faith? – me pregunta Melisa en un tono suave.
     Respiro hondo y jugueteo con el anillo que llevo en el dedo corazón de la mano derecha.
     -No lo sé. Estoy hecha un lío. Por una parte quiero mandarle a la mierda por todo lo que he sufrido y decirle que no se merece que le dé una oportunidad por muy buena intención que tuviera al irse. Pero otra parte de mí quiere decirle que sí, que quiero intentarlo de nuevo, porque estoy enamorada de él – hablo en un tono frustrado, porque realmente no sé qué hacer.
     -¿Qué parte es mayor, la del sí o la del no? – me pregunta esta vez mi tita Inés, mirándome con comprensión.
     Lo pienso unos segundos.
     -La del sí – contesto -. ¡Oh, Dios, es tan difícil! – me lamento, tapándome la cara con las manos.
     -Yo creo que no lo es, Faith – dice mi tito Andrés, haciéndome levantar la cabeza -. Tú le quieres, la parte de ti que quiere darle una oportunidad es mayor, y ambos sabemos que si le dices que no sintiendo lo que sientes, vas a arrepentirte de ello toda la vida. Te mereces al menos intentarlo.
     -¿Y si no sale bien? – me da miedo.
     -Pues al menos lo habrás intentado, Faith. Es normal que tengas miedo, pero si te resistes por no sufrir otra vez, lo pasarás aún peor, porque acabarás arrepintiéndote de no haberlo intentado de nuevo. Y está claro que él lo está dejando en tus manos. Ni siquiera te ha llamado – interviene mi tita Marisol.
     Eso es cierto. Ha mantenido su promesa. No ha llamado ni enviado ningún mensaje desde que me vine. Sin embargo, a una parte de mí le habría encantado que lo hiciera. Soy muy contradictoria, lo sé.
     Me quedo pensativa, analizando cada una de las palabras que han dicho mis amigos y mis titos sobre darle o no una oportunidad a Can. Sin embargo, en medio de mi intento por decidirme, mi móvil, el cual se encuentra encima de la mesa, empieza a sonar. El sonido me saca de mis pensamientos y cuando miro la pantalla el corazón me da un vuelvo. Aparece un número, un número que no me hace falta leer más de dos veces para saber de quién es.
     -Es Can – digo, aturrullada.
     <<Te pasa por haber deseado que te llamara>>, se burla mi subconsciente ¡Cállate!
     -¿Cómo lo sabes si no aparece su nombre? – me pregunta Bea, con el ceño fruncido.
     -Porque aún me sé su número de memoria, aunque lo borrara – contesto.
     Miro el móvil casi sin pestañear. ¿Qué hago? ¿Contesto o dejo que la llamada termine?
     -¿A qué esperas, Faith? ¡Contéstale! – me insiste Pedro.
     Agarro el móvil con las manos temblorosas y el corazón en la garganta.
     -Y pon el altavoz, y así le escuchamos – sigue diciendo.
     -¡No pienso poner el altavoz, Pedro! – niego.
     -¡Sí, ponlo, a ver qué te dice! ¡Venga, por fa! – medio suplica mi tito Andrés.
     Los miro a todos y aprovechan el barrido que hago con la mirada para hacer pucheros, intentando convencerme. Hasta mis titas lo hacen. ¡Vaya par de adultas maduras!
     Suspiro y me restriego la frente.
     -De acuerdo, pero nada de hacer ruido. Silencio absoluto – les ordeno.
     Todos me prometen que no respiraran siquiera en lo que dure la llamada.
     Yo respiro hondo, calmándome, y trago saliva antes de descolgar la llamada y poner el altavoz.
     -¿Sí?

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora