CAPÍTULO 63

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Faith.

Llego a casa de Gamze después de ir al salón donde se celebrará la boda y asegurarme de que todo va sobre ruedas. Me meto en la ducha después de saludar rápidamente  a todo el mundo y ver que la peluquera que mi amiga ha contratado está peinándola. Menos mal que nos va a peinar y maquillar a todas, sino, no salimos nunca de aquí.
     Una vez estoy duchada, me seco y me coloco algo cómodo para maquillarme y peinarme antes de ponerme el vestido. Es amarillo y no quiero que se manche.
     -¿Piensas parar de comer algún día? – le pregunto a Pedro cuando entro en el salón y lo veo con una bolsa de patatas fritas en la mano.
     -No – responde, masticando.
     Fui a recogerle a él y al resto ayer al aeropuerto y puedo dar fe de que no ha parado de comer desde que llegó. Si sigue así va a parecer un caño potanto hoy.
     -¿Os falta algo? – mi madre entra, fabulosa con su vestido negro largo de media manga -. ¿¡Todavía estás así, Faith?! – exclama al verme sin vestir.
     -¡Acabo de llegar, mamá! – contesto, sentándome en la silla cuando Gamze se levanta a toda prisa.
     -¿Estoy bien? – tartamudea, presa de los nervios.
     -Estás preciosa, amiga – responde Damla, sonriendo, ya peinada, maquillada y ya con el vestido plateado que se compró.
     -Engin va a caerse de culo cuando te vea – añado, mirándola. Está preciosa con el recogido y el maquillaje suave resaltando sus ojos castaños.
     Damla, Azra y Melisa van a ayudar a Gamze a colocarse su vestido, mientras el resto terminamos de prepararnos. Una vez la peluquera me peina con un recogido a medio lado y me maquilla resaltando mis ojos y mis labios de una forma suave, pero muy bonita, corro a colocarme el vestido amarillo, los zapatos azules y los complementos.
     Cuando todos estamos listos y Gamze se toma dos tilas para calmar sus nervios, emprendemos camino hacia su futura boda, mientras lo único que yo deseo es llegar y ver a Can.

La ceremonia es preciosa, aunque paso un frío horroroso a pesar de que la calefacción de este sitio está a tope. Para venir me he puesto un abrigo, y menos mal.
     Lloro como una condenada. Can me asegura que mi maquillaje está intacto y me da un piquito en los labios que me hace feliz. Sus besos son maravillosos. Y él está guapo a rabiar con ese traje negro, su pelo recogido y sus complementos. Lo único que lamento es no haberlo visto entrar con las gafas de sol que lleva colgadas de uno de los collares que tiene puestos. Can con gafas de sol es como un brownie de chocolate cargado de nata. Completamente irresistible.
     La cena la pasamos entre risas y anécdotas y, para mi suerte, a todo el mundo le encanta el menú que he diseñado. Y eso me hace feliz. Me hace muy feliz que mi trabajo sea bien recibido.
     Engin y Gamze cortan la enorme tarta que preparé ayer con la ayuda de Melisa, Damla, Azra, Raquel, Bea, mi madre e Ismael (Pedro no, porque se lo comía todo) y también le encanta a todo el mundo. Para mi suerte, a la mayor parte de la población mundial le gusta el chocolate y es un sabor que combina con casi todo, así que olé yo y mi don gastronómico.
     -¿Me puedes explicar cómo no ha vomitado aún? – me pregunta Can, mirando a Pedro, que lleva su segundo trozo de tarta.
     -No tengo ni idea, pero si no vomita esta noche le hago un monumento, te lo juro – respondo -. ¿Te ha gustado la cena? – cambio de tema.
     Asiente.
     -Es imposible que no me guste algo que has diseñado tú – me da un beso en la mejilla -. ¿Sigues teniendo frío? – se interesa de nuevo.
     -Un poco – admito -. Pero estoy bien, no te preocupes – sonrío.
     -¿Seguro que no quieres ponerte la chaqueta? – vuelve a ofrecérmela.
     Se la ha quitado nada más sentarse en la mesa. Lo que no sé es cómo sigue con la corbata. Ni mi padre tampoco. En eso son los dos idénticos.
     -No, tranquilo – apoyo la cabeza en su hombro y le acaricio la barba, observándole con los ojos brillantes -. Me gusta más que me abraces tú.
     Can suelta una risa nasal y me da otro beso en la mejilla, al mismo tiempo que vuelve a abrazarme.
     -Eres jodidamente adorable.
     La fiesta empieza unos quince minutos después y el grupo de Faruq hace acto de presencia en el escenario que han colocado en el salón. Suerte que este sitio es gigantesco. Cantan canciones de todo tipo y el resto las bailamos y tarareamos. Algunos invitados se van cuando pasamos de la media noche y se despiden de los recién casados antes de salir del local.
     Unas manos me rodean la cintura y al girarme me encuentro a Mariella de frente, con un bonito vestido rojo y una sonrisa de oreja a oreja.
     -¡Hola, guapa! – exclama, emocionada.
     -¡Mariella! – respondo yo, abrazándola -. ¡Creía que no veníais! – no la veo desde que estuvieron aquí el año pasado para el cumpleaños de Can. Sólo he hablado con ella un par de veces durante mi depresión.
     -Bueno, Enrico quería sorprender a tu novio, como siempre – responde cuando nos separamos -. Está allí, con él – señala con el dedo.
     Sigo su mano y veo a Can hablando con Enrico. Enrico tiene la mano sobre su hombro y le habla de forma suave, mirándole con ojos comprensivos. Unos segundos después se funden en un intenso abrazo que me emociona. Tienen una amistad preciosa.
     -Cuando Engin nos llamó para decirnos que iba a casarse por fin y que tú y Can lo habíais arreglado, no nos lo pensamos dos veces – me comenta -. Cuando nos enteramos de que se había ido casi no pudimos creerlo. Ni podíamos explicarlo, porque sólo hace falta ver cómo te mira para saber que está loco por ti.
     -Digamos que hubo problemas de comunicación – resumo.
     -¡Qué guapa estás con este vestido, Faith! – la voz de Enrico, hablando turco, pero con acento italiano, llama mi atención.
     Su sonrisa me hace sonreír a mí y correspondo su abrazo cuando me rodea con los brazos. Está muy guapo con el traje gris oscuro que lleva puesto.
     -Nuestro vuelo se retrasó y hemos llegado más tarde lo previsto – me comenta -. Te veo muy bien.
     -Lo estoy – respondo.
     -Me alegro de que este entrara en razón – señala a Can, quien le da un codazo en las costillas -. ¿Qué? Hay que ser gilipollas del culo para dudar del amor de esta monada.
     -¡Totalmente! – coincide Mariella.
     -Desgraciadamente le quiero tanto que no he podido evitar perdonarle – bromeo yo.
     -¡Oye! – se queja él -. ¿Desgraciadamente?
     -Es broma, tonto – le abrazo la cintura y le beso la barba -. Tenerte es una suerte inmensa.
     Can sonríe y me abraza, besándome los labios con suavidad.
     -¡Ay, qué gusto verlos así otra vez! – exclama Enrico en un tono tierno.
     Engin y Gamze se acercan a nosotros.
     -Ya te digo – dice Engin -. Echábamos de menos que provocaran diabetes.
     Ambos abrazan a Enrizo y Mariella y se ponen un poco al día, mientras el resto baila al ritmo de las canciones que tocan Faruq y su grupo.
     -Bueno, ahora, antes de terminar y dejar que el DJ siga con la fiesta, queremos pedir la participación de alguien muy especial para los novios y también para nosotros – habla Faruq en el micro.
     <<Que no sea yo, por favor>>, suplico.
     -¡Nuestra maravillosa Faith!
     <<Mierda…>>.
     Todos aplauden, girándose hacia mí y yo no sé si salir corriendo o echarme a llorar. Hace mucho que no canto en público (salvo el fin de semana pasado que canté con los chicos en el campo) y aquí todo el mundo me conoce.
     -Vamos, sube, cariño – me anima Can, empujándome suavemente por la espalda.
     -Sí, que yo nunca te he oído cantar – me dice Mariella.
     -Demuestra lo que sabes hacer, amiga – siguen Damla y Gamze.
     Trago saliva y respiro hondo. Pues allá vamos. Muy lentamente y con cuidado de no hostiarme con los tacones (que me están destrozando los pies, dicho sea de paso) subo al escenario, donde Faruq y el resto me esperan con una sonrisa de oreja a oreja.
     -Te voy a matar – le gruño.
     -No podemos desperdiciar tanto talento, querida Faith – responde.
     -¿Qué vamos a cantar? – pregunto.
     -La canción por la que te pusieron tu nombre – contesta.
     Faruq empieza a hacer los primeros acordes de Keep the Faith de Bon Jovi con su guitarra y la batería hace acto de presencia. Los presentes se vuelven locos al reconocer la canción y mis padres cantan y brincan cuando empiezo a entonar la letra. Mientras canto, observo cómo todos se lo pasan en grande. Gamze y Engin bailan y cantan abrazados, Damla y Ömer bailan con Azra y Cihan, Raquel baila con Mesut, algo que tiene bastante buena pinta, Bea y Darío no se separan ni un centímetro y Melisa y Alberto van a su rollo, divirtiéndose. Parece que Alberto ha perdido parte de la timidez que tenía. Normal, teniendo en cuenta que su novia no se calla ni una.
     Por su parte, Pedro no deja de beber todo lo que pilla e Ismael se pasa la canción tras él, asegurándose de que no le dé un coma etílico antes de volver a casa. Y Can no me quita los ojos de encima, mientras canta, sonriendo, abrazando a Enrico y Mariella, quienes parecer estar más que a gusto.
     -Faith: you know you're gonna live thru the rain
Lord you got to keep the faith
Now you know is not too late
Oh you got to keep the faith
Faith: don't let your love turn to hate
Right now we got to
Keep the Faith – canto el último estribillo.
     Todos los invitados de la boda estallan en aplausos y silbidos, pidiendo otra canción, así que no queda más remedio que ponernos de acuerdo y cantar un par de canciones más, entre las que están La madre de José de El canto del Loco, Losing my religion de R.E.M. y algunas más que normalmente cantamos o que todos nos sabemos.
     Cuando ya mi garganta no da más de sí y el DJ ya ha llegado, bajamos del escenario y volvemos a la fiesta. El DJ que han contratado empieza a pinchar música y ya es cuando todo se descontrola. A este paso los pies se me van a gangrenar, pero merece la pena por mi mejor amiga.
     -¿Estás cansada? – me pregunta Can, abrazandome la cintura, mientras nos mecemos lentamente al ritmo de Ay Tenli Kadin.
     -Un poco – apoyo la cabeza en su hombro durante unos segundos y vuelvo a mirarle -. Ha estado genial, ¿verdad?
     Can asiente, mirándome a los ojos. Me retira un rizo de la cara y lo recoloca con el resto. Me encanta lo mucho que le gusta jugar con mi pelo.
     -¿Mañana tienes que hacerles las fotos? – le pregunto a Can, mirando a Engin y Gamze, quienes bailan la canción acaramelados.
     Mañana Can irá con ellos a Bodrum a hacerles las fotos de la boda antes de que se vayan a Tokio de luna de miel. Estarán allí un par de semanas. Están guapísimos los dos. Gamze parece una auténtica princesa con su vestido palabra de honor y su corona plateada con el velo, y Engin un apuesto príncipe con su esmoquin negro, su camisa blanca y su pajarita.
     -Supuestamente sí, pero a ver, porque la fiesta tiene pinta de ir para largo – responde.
     Sus dedos acarician el escote de mi espalda y sus labios se posan en mi sien, brindándome un suave beso.
     -Mientras más te miro, más guapa te veo, ¿lo sabías? – murmura en mi oído.
     La piel de detrás de la oreja se me eriza y suelto una pequeña risa.
     -Pues debería ser al contrario, porque el maquillaje está medio destrozado, mi pelo parece un nido de pájaros con la laca que la peluquera me ha puesto y los pies me están matando lentamente – respondo.
     Can suelta una risa y me acaricia la piel de la mejilla con la nariz, erizándome el vello. La piel del resto del cuerpo se me pone de gallina también y mi pulso se acelera. Sólo él es capaz de provocarme eso con sólo rozarme.
     -Reina – la voz de mi padre nos saca de la burbuja.
     Can y yo nos separamos y nos encontramos a mi padre acompañado de mi madre, el señor Azad, Elif y Eymen, los padres de Gamze.
     -¿Ya os vais? – les pregunto.
     -Sí, ha sido un día tan bonito como cansado – contesta Elif.
     -Y mañana hay que trabajar – añade Eymen.
     -Desgraciadamente – sigue mi padre, haciéndonos reír.
     -¿Vas a dormir hoy con Can? – me pregunta mi madre.
     -Posiblemente – respondo.
     -Duerme conmigo, sí – responde Can, acariciándome la cadera con disimulo.
     -Usaré los tapones otra vez – bromea el padre de Can, sonrojándome un poco y haciendo que el resto ría de nuevo.
     -Pues mañana nos vemos, ¿vale? Pasadlo bien, cielo – mi madre me da un abrazo -. Cuídamela – le pide a Can, dándole dos besos en las mejillas.
     -Ya sabes que sí, suegra – responde Can -. Buenas noches.
     -Buenas noches – mi padre nos da un abrazo a cada uno.
     Su relación con Can ha mejorado mucho, tanto que es casi igual que antes. Y eso me alegra mucho. Creía que a mi padre le costaría más, pero se ve que no puede evitar adorar a Can, igual que todos.
     Les doy un abrazo a los padres de Gamze, que me dan la inmensa enhorabuena por la cena y la tarta, y luego los cuatro se van, dejándonos a Can y a mí a solas de nuevo.
     -¿Por qué no nos vamos nosotros también? – me acaricia la espalda y roza nuestras narices, sugerente.
     -No podemos irnos antes que los novios, Can – respondo, acariciando el cuello de su camisa.
     -Tus padres, mi padre y los padres de Gamze acaban de irse, sin contar con la mitad de la gente que había aquí – dice -. Además, ¿dónde coño pone eso de que no podemos irnos antes que los novios? Acabas de inventártelo, Faith – respondo.
     -¡Claro que no, eso se sabe! – exclamo.
     Can medio bufa y me abraza, dejando su boca a la altura de mi oído.
     -Es que quiero quitarte el vestido ya, amor – murmura en un tono profundo -. Llevas matándome todo el día. Y encima no llevas sujetador – me besa el lóbulo -. Venga, vámonos… - suplica.
     Cierro las manos en puños sobre su camisa blanca y aprieto un poco los muslos, sintiendo cómo empiezo a excitarme con el tono de voz que usa para hablarme, por no hablar de sus caricias en mi espalda y el calor que irradia su cuerpo. El roce de su barba me hace cerrar los ojos y me muerdo el labio inferior con fuerza. Si sigue así no podré resistirme.
     -Can…
     -Por fa… - me da un beso en el cuello.
     Justo en ese momento, y gracias al cielo, Gamze grita, avisando de que va a lanzar el ramo de novia, cosa que me salva de un colapso nervioso por culpa de mis hormonas.
     -Ahora vuelvo – le digo a Can, quien me suelta a regañadientes.
     Me coloco detrás de Gamze con Damla, Azra, Melisa, Raquel, Bea y Mariella, mientras los chicos esperan apartados.
     -¿Listas? – pregunta Gamze.
     -¡Tíralo ya! – chilla Bea.
     Mi amiga recién casada nos da la espalda.
     -¡1… 2… y 3! – lanza el ramo.
     Ni siquiera sé cómo ocurre, pero a pesar de que no me muevo un centímetro, a diferencia de mis amigas, el ramo de rosas blancas cae en mis manos. Venga ya…
     Todos aplauden y yo me sonrojo como una bola de Navidad. Gamze me da un abrazo entre risas al ver mis mejillas rojas y el resto hace lo mismo. El último en acercarse es Can, que me abraza por detrás.
     -Pues… según se sabe, la que coge el ramo de la novia es la siguiente en casarse – canturrea en mi oído, besándome la cara.
     -Sácame de aquí, por Dios – le pido, colorada a más no poder.
     -Ahora mismo, amor – me susurra al oído y se incorpora -. Pues nosotros nos vamos ya.
     -¡No, todavía no! – se niega Pedro, bebiendo de su copa. No sé cuántas lleva ya, pero son muchas.
     -¡Deja de beber ya, gilipollas! ¡Te va a dar algo! – Ismael le quita el vaso, pero él vuelve a cogerlo.
     No sé yo si es buena idea irnos y dejarlo así.
     -Iros tranquilos – nos dice Ömer -. Nosotros nos iremos todos juntos al barrio y nos aseguraremos de que llegue bien a tu casa, Faith – me asegura.
     -Estupendo. Pues ya nos vemos – habla Can.
     Nos despedimos de todos con un abrazo y un par de besos y camino junto a Can como puedo porque los pies me van a empezar a sangrar ya mismo. Cuando llegamos a la puerta Can me coloca el abrigo que he traído para salir a la calle.
     -Anda, ven aquí – Can me coge en brazos cuando ve que casi no puedo andar.
     -¡Can! – chillo, sorprendida y suelto una risa. Me agarro a su cuello.
     -Casi no puedes andar, cariño – me dice, caminando conmigo en brazos por la acera.
     -Me duelen mucho los pies – me lamento -. No volveré a ponerme tacones en la vida. Ni aunque me paguen.
     Llegamos al Mercedes de Can y me deja en el suelo para quitarle el seguro al coche con la llave y abrirme la puerta. Me subo en el asiento del copiloto, muerta de frío y le pido que encienda la calefacción cuando arranca.
     -¿Mejor? – asiento -. Si quieres, te hago un masaje en los pies cuando lleguemos a casa.
    -Sí, por favor – respondo en un tono lastimero.
     Can me pellizca los labios y me da un beso antes de acelerar el coche para salir de allí e ir a su casa.

VOLVER A TI (YSETE 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora