Capítulo 38.- La historia de la abuela (parte 1 de 3)

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—¡Buenos días, joven!

—Buenos días, señora —saludó Milk a la amiga de la abuela con una leve inclinación de cabeza.

—Tu abuela está en su habitación, está con los otros dos muchachos.

—¿No viene usted también?

—No, hijo. Hoy estoy muy cansada. Tal vez mañana...

—Seguramente mañana se encuentre mejor —respondió cortésmente Milk.

Al entrar vio a la abuela sentada en el sillón, mirando caer los copos de nieve por la ventana. JungWoo y Choco estaban sentados en el suelo.

—Hace frío —dijo la abuela.

JungWoo sacó una mantita del armario y se la puso por encima. Milk peinó su cabello, con delicadeza y cariño, y le puso un gorrito. Últimamente, siempre llevaba ese gorro porque, al haber estado en tratamiento un par de meses, su cabello empezaba a caerse.

—Está nevando —dijo ella— Aquel día... también nevaba.

Por un momento, todos pensaron que estaría desorientada, sin embargo, estaba muy lúcida.

—¿Lo habré hecho bien? —se decía la abuela con la vista perdida en el horizonte— Si llego al final de mi vida, ¿podré decir que he hecho lo correcto?

El silencio que se hizo en la cálida habitación por las palabras de la abuela fue roto repentinamente.

—¡No lo entiendo! ¿Me lo puedes explicar? —dijo Choco con su inocencia de siempre, y la abuela sonrió.

—Hay algunas cosas que no sabéis, sobre todo tú, mi pequeño JungWoo. Tal vez os pueda contar mi historia...

***

Nací en una época complicada, en un pueblo pequeño y rural. Ni siquiera tenía la edad suficiente para entender qué es la libertad cuando comenzó la dictadura. Sólo recuerdo que, aunque éramos pobres, en mi familia siempre brillaba la llama del amor entre todos nosotros, y estábamos muy unidos.

Soy la mayor de tres hermanos, así que desde muy pequeña aprendí a cuidar a los demás, y, al igual que hacía mi madre conmigo, entendí que se ama cuidando a los demás y sacrificándote por ellos.

El día que conocí al abuelo, nevaba mucho. Vi a un niño pequeño subido a un árbol bastante alto, mientras otros niños, desde el suelo, le increpaban y se burlaban de él.

—¿¡Qué estáis haciendo?! —grité. Pero todos salieron a correr. Bueno... todos, menos el pequeño de la rama, que temblaba como un gatito asustado.

—¡Baja! Te harás daño —le dije desde el suelo.

—Me da miedo... —me contestaba sollozando.

—Y si te da miedo, ¡¿por qué te has subido?!

—¡Porque decían que no era capaz! ¡Dicen que soy como una niña! ¡Y quería demostrarles que sí puedo!

—¡Ah! ¡Muy bien! Y ahora no puedes bajar... ¡Estupendo!

—Por... por favor... Ayúdame a bajar.

Se podría decir, que el abuelo, cayó del cielo a mis brazos... ¡Casi literalmente!

Y desde aquel día, no dejó de seguirme. Como yo era tres años mayor que él, se pasaba el día diciendo: "Noona esto, noona aquello...". Pero nos hicimos grandes amigos, y se puede decir que crecimos juntos.

Los dos compartíamos muchas cosas en común, y, aunque nuestra rutina se resumía en ayudar a nuestras familias e ir al colegio, también disfrutábamos de pequeñas cosas, como mirar juntos los atardeceres o tomar pastel de arroz, el tteokbokki era de sus comidas favoritas...

Desde pequeño, me di cuenta de que él era diferente a los demás. No le gustaban las cosas que le gustan al resto de niños, era más débil y tímido, y tenía una sensibilidad especial y característica que le otorgaba un carácter creativo y brillante.

Cuando él entró en la secundaria, estas diferencias con los otros niños se marcaron aún más.

—¿Y esto? —le decía señalando uno de sus moretones— ¿Tu padre o tus compañeros?

—Noona, ¿puedo peinarte hoy también? —contestaba él sin responder a mi pregunta.

Le encantaba cepillar mi cabello. Lo hacía con dulzura, como tú, Milk.

Pero... ¿Por dónde iba? Sí... una cosa importante es que, a diferencia de lo que ocurría en mi familia, las cosas en su casa siempre fueron difíciles.

Él era el menor de 3 hijos, todos varones. Su madre falleció cuando él era muy joven, así que su padre, un hombre al que la vida le había obligado a tener un carácter rudo y autoritario, jamás tuvo la delicadeza necesaria para criar a un hijo tan sensible como fue el abuelo.

Se lo llevaban los demonios cada vez que su hijo pequeño hacía o decía algo que no era lo que se consideraba razonable para un hombre. Lo forzaba a pasar por duros castigos con la excusa de 'hacerlo fuerte', y, por supuesto, también lo golpeaba.

—Noona... ¿Puedo dormir en tu casa hoy?

Mi familia lo quería como un hijo y yo a él lo quería y lo cuidaba como a uno más de mis hermanos.

Sin embargo, un día... nuestra relación tuvo que cambiar para siempre.

—¡No quiero volver a oír esa palabra! —escuché las voces que provenían de su casa justo cuando estaba pasando por delante

—¡Eres un animal! ¡Asqueroso!

"¡¿Qué está pasando?! ¿Qué son esos gritos?", me dije.

—¡No eres mi hijo! ¿Te enteras? ¡Nunca tendré como hijo a un sucio maricón!

Entré a la casa y vi la escena en el patio. Os puedo asegurar que temblé de miedo.

Pude ver cómo su padre, vara en mano, y con la mirada roja de ira, le propinaba golpes a diestro y siniestro. Pero no sólo usaba la vara... lo golpeaba con las manos, le daba patadas... ¡Fue horrible!

—¡Eres un animal! ¡Eres un animal asqueroso!

—¡Tío! ¡Para! ¡Por favor! —grité intentando sujetarlo, pero él, en el frenesí de su rabia, me empujó hacia un lado y caí al suelo.

—¡Desgraciado! ¡Eres peor que un perro! ¡Maldito asqueroso!

La sangre le corría por la cara, y la sien. Intentaba escapar infructuosamente, alejándose de los golpes, y se acurrucaba en el suelo, cubriéndose la cabeza con los brazos.

—¡Prefiero verte muerto! ¿Me oyes? ¡Muerto! ¡Antes que tener a un maricón como hijo!

—¡Para, tío! ¡Él no es así! ¡Detente por favor! —grité, pero él no me escuchaba... sólo seguía golpeando sin piedad a su hijo.

En ese momento... debo reconocer que no pensé demasiado. Sólo quise protegerlo. No tuve otra opción y, entre lágrimas, logré gritar con todas mis fuerzas.

—¡Somos novios! ¡Estamos juntos, tío! Por favor... por favor... para...

Continuará...

Choco Milk Shake continuación Made in Spain [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora